DEL CONGRESO A PLAZA DE MAYO

La orgullosa rebelión de la diversidad: miles de personas marcharon contra los discursos de odio del Presidente

León Nicanoff

1 de febrero de 2025 21:15 h

0

“Organizamos la marcha y desbordó. Es increíble, se está replicando en todo el país y afuera también. Vamos a tirar este castillo de naipes fascista”, precipitadamente se ilusiona Pablo, de la Asamblea Antifascista LGBTIQ+.

Faltaban 30 minutos para que iniciara la marcha “antifascista y antirracista” y frente a la Plaza del Congreso ya había una multitud que esperaba ir a Plaza de Mayo. Es la primera vez que una manifestación organizada por el Orgullo finaliza en Casa Rosada. Antes reclamaban en el Congreso la sanción de leyes. Hoy tienen que defenderlas frente al Ejecutivo.

A poco más de un año de gobierno libertario, el discurso del presidente Javier Milei en el Foro Económico de Davos terminó de consolidar un discurso de odio y ataques hacia la diversidad sexual. Por eso para las cuatro de la tarde en las calles San José y Av. de Mayo, la concentración había adquirido una densidad idéntica o similar a la multitudinaria Marcha Universitaria del año pasado. Como aquella marcha, la convocatoria trascendió el reclamo y terminó teniendo una adhesion que traspasó al colectivo LGTBIQ+.

A esta altura el cielo despejado era como un horno sin puerta, pero las sombras de los edificios sobre Av. de Mayo detenían el calor al igual que la utilización de los abanicos multicolores, símbolo de la comunidad LGBT que se rebeló tras el discurso del Presidente en el que comparó a la homosexualidad con la pedofilia y desconoció la violencia de género. Y al que se sumó un anuncio de un proyecto para derogar el cupo travesti trans y de discapacidad, la Ley Micaela, el DNI no binario, la Ley de Paridad de Género y la supresión de lo agravantes en caso de femicidios del Código Penal.

“Seguro que lo próximo que buscarán será sacar el Matrimonio Igualitario, yo no puedo creer que otra vez pasemos a ser ciudadanos de segunda”, dice Florencia (38) a elDiarioAR, pareja de Valentina (36), que opina: “Más que las leyes, que se pueden recuperar, lo que más me duele y preocupa, porque lo dice un presidente y eso baja y se impregna en la sociedad, es el discurso homofóbico”, explica la mujer sobre lo que dijo Milei en Davos donde también pidió “recuperar los valores de Occidente” el mismo día que Tailandia se convertía en el tercer país del sudeste asiático en reconocer el Matrimonio Igualitario. 

Pero no todos tenían abanicos ni pertenecían a la comunidad. Entre los colores vivos y el maquillaje, había Abuelas y Madres de Plaza de Mayo tras el cierre del Centro Cultural Haroldo Conti, jubilados que perdieron sus medicamentos y perderán la moratoria, ex trabajadores del Bonaparte por el vaciamiento y la intervención del Ministerio de Salud, un sector pequeño de la CGT y de la política. También se abrían paso personas ajenas a estos ámbitos, individuos que desconocen la persecusión por orientación sexual pero se solidarizan. Económicamente ajustados u holgados, desempleados o con estabilidad laboral: más allá de la situación personal, se estaba conformando un bloque opuesto al modelo de la Libertad Avanza al que llaman “antifascista”.

“Viste ese poema que dice ‘primero vinieron por los socialistas y no hice nada, luego por sindicalistas, por los judíos, después vinieron por mí y no quedó nadie’; bueno esto es igual, están viniendo por todos”, dice a elDiarioAR Agustín, un hetero autoconvocado en alusion al poema de Martin Niemöller que habla sobre el silencio ante el ascenso del nazismo.

“Yo estoy acá porque soy puto, porque estudio en la UBA, y es una aberración lo que dice y hace este tipo. Pero te soy sincero, esto es lo que ellos buscan, confrontar con nosotros les garpa. Hasta que no se vaya a la mierda la economía, no va a pasar nada”, analiza Matías, un joven escéptico de 25 años.

Lentamente avanza la columna que abarca el ancho de la Av. de Mayo, encabezada por las trans históricas. Está claro que esta no es una marcha del Orgullo sino una manifestación antifascista porque, más allá de los cantos y arengas, en los rostros no hay euforia ni entusiasmo, más bien hay algo de seriedad, acaso preocupación o perplejidad y un esparcimiento tremendamente tranquilo. Es un momento experimental de corrimiento de los límites, tiempo de aparente disolución de los consensos nacionales: pasó con la Educación, la Salud y los Derechos Humanos. Es el turno de la Diversidad. Nadie sabe bien cómo reaccionar. De modo que ante la duda, la respuesta es esta enorme manifestación que avanza hacia Plaza de Mayo. 

“Soy una chica trans que ha tenido buena familia y me han dado la oportunidad de estudiar, soy cocinera. Pero soy la excepción, la mayoría de mis compañeras son las más vulnerables del colectivo y es fundamental que siga el cupo porque se sabe que nadie te da trabajo, sobre todo ahora que volvió la discriminación en la calle y las redes sociales”, explica Cecilia, de 39 años.

De alpargata, boina, camisa y bombacha algo manchada, oriundo de Tristán Suárez, partido de Ezeiza, viene de andar a caballo Marcelo, paisano de 73 años. “Estoy acá porque esto es algo muy importante, estamos todos los sectores representados. Hay que poner un límite, che. Yo, jubilado”, advierte a elDiarioAR.

“Es difícil tener un lugar en la sociedad, y ni hablar conseguir un laburo”, dice Juan, en silla de ruedas desde su nacimiento, tiene artrosis muscular espinal, estudia Comunicación.

“Con gente irracional no se debe discutir. Tenemos que enfocarnos solo en nosotres, en cómo nos organizamos para combatir al fascismo”, comenta Eugenia, no binarie, 42 años.

“Levanto este cartel de las mujeres asesinadas por hombres porque quieren sacar el femicidio. La violencia de Milei me viene pegando desde el principio, desde la Ley Bases cuando me detuvieron un día entero por cantar el himno frente a la policía. Nos falta apoyo político, pero al menos el pueblo está presente”, comenta Abril a elDiarioAR.

“Se meten con los desaparecidos y ahora con la diversidad, es una vergüenza, parece que todo el trabajo y la militancia y la conciencia que supimos generar no sirvió de nada. Habrá que recordar todo de nuevo”, dice Alicia, militante de izquierda, jubilada, 78 años.

Detrás del maquillaje, del abanico y los colores, hay historias de frustración y abandono, hay historias de humillación y tristeza, de soledad y tragedia, hay historias de encuentro, de recuperación y, a veces, de emancipación. 

También hay vidas más amables, quienes crecieron en la década del estancamiento económico y del progreso de los derechos de las minorías. Jóvenes veinteañeros que terminaron la primaria con la sanción del Matrimonio Igualitario, cursaron la ESI y la exigieron casi como tema prioritario, ingresaron a la secundaria con el Ni Una Menos, desnaturalizaron el abuso y militaron el aborto, experimentaron libertades y egresaron sin haber sufrido discriminación por cuestiones de género u orientación sexual.

Pero ésta es la minoría dentro de la minoría, la inmensa mayoría de los aquí presentes pasaron por daños morales y físicos, fueron discriminados o hasta incluso golpeados, migrantes de provincias que se refugiaron en el anonimato de la Capital, mujeres manipuladas atrapadas económicamente en el martirio de las cuatro paredes, homosexuales echados de eventos, bares y restoranes, transexuales con los años contados y la vida determinada por una tragedia siempre inminente.

“No sé qué decirte, no sé cómo fue que llegamos a esta situación. Admito que por ahí se le dió mucha bola a reclamos genuinos que teníamos mientras había otra gente que la pasaba mal, que no tenía trabajo y demás, pero por eso no se tiene que destruir todo”, opina Luna, 20 años, militante LGBTIQ+.

Desde distintas diagonales se filtran afluentes humanos que engrosan y expanden la concentración. El sol ahora está bien alto bajo este hormigueo humano rodeado del Cabildo, la Catedral y el Monumento a Belgrano delante de la Casa Rosada. Es la histórica Plaza de Mayo y muchos de los acá presentes ya piensan que este es un momento histórico. Parece una gran reunión fraternal donde se convive en armonía sin una autoridad: no hay escenario ni oradores ni documento doctrinario. Hay una programada horizontalidad que se esparce por el anciano que lleva un cartel que dice “zurdo orgulloso nazi sionista jamás”, por las manos entrecruzadas de las parejas, por el pasto donde descansan y se refrescan con bebidas grupos de jóvenes, pasando por la gente parada sosteniendo eternamente banderas del colectivo y de izquierda.

Mientras elDiarioAR conversaba con un grupo de mujeres del colectivo, un hombre bastante adulto se acercó y comentó, en otras palabras, que vino para defender“ el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo basado en el principio de no agresión y en defensa del derecho a la vida y a la libertad”, tal como repite Javier Milei. “Yo estoy acá porque no pienso vivir nunca más puertas adentro y porque el discurso del Presidente ya está provocando actos de violencia homofóbica”, dice. 

“Si dijeran que son conservadores –agrega el señor de bigote– sería todo más fácil, pero insisten en la libertad y niegan lo que dicen y confunden más”.

“Hay muchos votantes gays de Milei que están diciendo ‘no es homofóbico, solo se refiere a la ideología de género’”, suma otro hombre que acompaña al señor. 

En una de las esquinas se encuentra Matías Sanders, director del Cuerpo Argentino de Socorristas. Dice: “Todos estamos perdiendo derechos y hay que ponerle un frente a esto. Por otro lado, nosotros socorremos a todos por igual. Si viene alguien que no es de la marcha a provocar y se lastima, estamos para ayudarlo. Eso nos diferencia de ellos: todas las vidas para nosotros valen igual”.

elDiarioAR se comunica con dos trabajadores del morfi callejero. El que vende chorizos, acodado sobre su carrito, asegura que es un laburante y no tira para ningún lado. El otro, que se llama Leonardo y vende bondiola, cuenta que está desilusionado. “Al principio creí en Milei pero está en contra de los trabajadores. No puedo laburar, me echan de todos lados. Más vale que apoyo esta marcha”. 

Más adelante, exactamente frente a la Casa Rosada cantando “fuera Milei”, hay un grupo de mujeres trans. “Están obsesionados con nosotras”, dice una. “Es evidente que hay un tema de la sexualidad del Presidente que no está resuelto”, opina otra sobre las referencias sexuales que utiliza en sus discursos.

Milei ya había comparado a homosexuales con elefantes, “si te querés acostar con un elefante, hacelo”. Diana Mondino, en su momento, expresó “que hagan lo que quieran, si no se quieren bañar está bien, después no se quejen si son piojosos”. Ricardo Bussi dijo que son como “los ciegos o los rengos” y “el que quiere ser travesti, que se la banque”. Carlos Rodríguez que “les falta testosterona”. Agustín Laje que “son un grupo de degenerados desesperados por violar niños”. Nicolás Márquez que son “invertidos”. 

“Para mí esto es fascismo, es una persecución ideológica disfrazada de batalla cultural”, opina una chica de gorra negra Nike que se está yendo de la concentración.  “Es todo muy raro, no se entiende bien qué está pasando”, dice perplejo Nelson, un hombre bastante mayor con una gran cabellera, embutido en la bandera LGBTIQ+. “Lo que sí sabemos es que vienen por todos nuestros derechos, los de las minorías, y que quieren un país con 80% de pobres y 20% de ricos”.

Quizá alguna clave para entender el fenómeno se encuentre en el libro de Giuliano Da Empoli, “El mago del Kremlin”, apodo que el círculo íntimo le puso al ideólogo y asesor principal de Milei, Santiago Caputo. Hay un párrafo que dice:

“¿Qué haces tú cuando quieres cortar un alambre? Lo retuerces en un sentido, luego en otro. A medida que vayas creando una red de internet, te darás cuenta de que hay asuntos que atrapan a la gente más que otros. Puede que unos estén contra las vacunas, otros contra los cazadores o contra los ecologistas, o contra los negros o contra los blancos. Qué más da. La clave es que cada quien tenga algo que lo apasione y alguien a quien odiar. Dar noticias, argumentos verdaderos o falsos, eso carece de importancia. Hay que enfurecerlos a todos. Los que están en defensa de los animales a un lado y los partidarios de la caza al otro. Los activistas gays contra los neonazis. No tenemos preferencias. Nuestra única línea es el alambre de hierro. Lo retorceremos en un sentido y en otro, hasta que se rompa”.

LN/MG