Pandora Papers

Rial - Ventura: el dúo imbatible que se rompió por una denuncia por reconocimiento de paternidad

Primero fue la gráfica, después el aire y por último, la pantalla. Jorge Rial y Luis Ventura se conocieron en la redacción de Crónica. Era el año 1987 y Rial había pasado por Télam y La Razón. Ventura, unos años mayor, ya había despegado: Mayoría, Noticias, Última Hora, Tiempo Argentino, Ámbito Financiero, Buenos Aires Económico y las revistas deportivas Goles, Estadios, El Gráfico. 

Ese año, 1987, Héctor Ricardo García, periodista y dueño Crónica, quería potenciar la contratapa del diario, dedicada a chimentos y noticias del espectáculo. Luis “Lucho” Avilés, entonces a cargo de esa tarea, contrató a Rial como asistente. Venía “recomendado” y cuando Avilés lo presentó a Ventura el flechazo laboral fue inmediato. Luis apadrinó a Jorge en la redacción: le pasaba datos, lo protegía. Y se hicieron amigos muy rápido.

Coincidieron en radio muchos años después, en 2000, ambos al frente de Fiebre de Radio, por La Red. Los años previos, entre 1988 y fines de los noventa, Rial se había instalado en la televisión. Frente a cámara en Astros y Estrellas, con Lucho Avilés. En el legendario Indiscreciones, también con Avilés. En El Periscopio, ya sin Avilés porque asumió el rol de la conducción, igual que en Paf!, cuya sigla desglosada es Preparen, Apunten, Fuego.

A principios del milenio Rial era una cara conocida y la farándula nacional -sus berretines, lisergias y extravagancias- convocaba a la audiencia. Ventura era apenas panelista en Telepasillo, por Canal 13. El prefería seguir aferrado a su escritorio en Crónica. En Fiebre de Radio, Rial y Ventura jugaban su propio partido de tenis: un ida y vuelta entre ambos que funcionaba. La dupla prometía y entonces: Intrusos.

Intrusos: un programa que haría historia

Intrusos fue el programa de espectáculos que marcó un quiebre en la cultura nacional. Ventura, que pensaba que iba a morir en la redacción de Crónica, no pudo negarse a la propuesta de Rial. “Vení conmigo, Luis, te prometo un programa de diez años de pantalla. Vamos a hacer historia con Intrusos”, así cuenta Ventura el pedido de su amigo en el libro Toda la verdad y nada más que la verdad, publicado en 2012. Irían por América, al mediodía. El estreno fue el 1 de enero de 2001

El formato del programa no era novedoso. Había entrevistas en piso, móviles y notas editadas, y un panel, una especie de “jurado” que opinaba sobre lo visto y lo dicho. Lo que lo hizo diferente con el tiempo fue la dupla: podían cambiar los entrevistados y los integrantes del panel, pero Rial-Ventura conformaban la piedra fundamental del programa.

Con el transcurso de los años, la filtración de un mensaje de texto en Intrusos podía romper una pareja o un elenco o una empresa. En Intrusos hubo despidos en vivo, presentaciones en sociedad de mujeres que juraban “virginidad” o que denunciaban “casting sábana”. Hubo traiciones, llantos, cachetazos, ataques de pánico, desmayos y fallidos. Hubo VHS con material privado y más tarde, capturas de pantalla o fotos íntimas. El caso “Ivana Nadal” es paradigmático: fue en Instrusos donde filtraron sus fotos íntimas y fue en Intrusos donde la ex conductora se sentó a dar… ¿explicaciones? 

Desde ese estudio, Guido Süller reivindicó el pollo al horno con papas que preparaba su madre. Ricardo Fort hizo de uno de los sillones del estudio un trono. Carmen versus Moria; Moria versus Carmen. En ese programa le “perdonaron” a Eugenia “China” Suárez su pose de distraída cuando le dispararon la pregunta incómoda: ella sólo estaba en su trailer comiendo una palta, arropadita en un manta traída de Nepal mientras en el mismo programa supimos de la pena -bueno, los gritos- de Pampita

Nos sentábamos frente al televisor dispuestos a ser cómplices de Rial y Ventura. Un velo de certezas nunca comprobadas cubrieron al programa: también era el lugar del apriete y la extorsión, encubierta de datos, chisme o comentario socarrón. Los destinatarios podían ser funcionarios públicos, empresarios, famosos consagrados o en ciernes. Intrusos daba miedo, ellos daban miedo. Allí también se sentó Leonardo Fariña, el mismo que mostró el revoleo de merengue cuando contrajo matrimonio con la modelo Karina Jelinek, a decir que la plata era tanta que en “La Rosadita” la pesaban

Otra vez: podían cambiar los nombres, pero nunca el de Rial y Ventura. El dúo incluso manejaba la exitosa revista Paparazzi. Y Ventura se popularizó de la mano de Rial. Tuvo, incluso, su propio programa en La Red, Venturísimo. Eran buenos espías. Sabíamos qué información nos compartían, pero nunca a qué información habían tenido acceso. 

El final de una amistad y de una sociedad

En 2012, cuando Intrusos llevaba once años al aire, Rial fue su propia noticia, algo así como el cazador cazado. El divorcio con su esposa Silvia D’Auro, de quien se había separado de hecho el año anterior, fue un escándalo. Las hijas, Rocío y Morena, quedaron enredadas en el ida y vuelta entre los padres, que se mediatizó. Rial construyó su propia narrativa, incluso desde el silencio y el autocontrol, y quedó en el lugar de los buenos. De hecho fue quien se hizo cargo de la crianza de las hijas, entonces adolescentes. Ventura, que es padrino de Morena, apoyó, estoico, a su amigo. 

El turno de Ventura fue en 2014. En abril de ese año la vedette cordobesa Fabiana Liuzzi había parido de manera prematura a un bebé que apenas pesó un kilo doscientos. Vía Twitter, Liuzzi le adjudicó la paternidad a Ventura. Fue otro escándalo, pero a diferencia de Rial, Ventura no tuvo cintura para editarse. De estar encadenado al escritorio de Crónica a moverse con facilidad frente a cámara, quiso explicar el affaire con Liuzzi como “si le hablara a un amigo”. Descolocado, se olvidó de los dos jurados: el panel, Rial incluido, y el público

Sobre el vínculo con Liuzzi dijo: “Mi relación era de sexo esporádico, un sexo ofrecido al que yo fui permeable”. Contó que no estaba seguro de que él fuera el padre, que igual se estaba haciendo cargo de “la parte económica”. Ya había realizado el examen de ADN, que lo hizo bajo un nombre falso y que aún no estaban listos los resultados. Que se opuso a la continuidad de ese embarazo porque el médico le había asegurado que era de alto riesgo para la madre y el bebé. Pero además, en palabras de Ventura: “Le planteo (a Liuzzi) que si ya tenés dos hijas grandes, 43 años… Yo tengo una vida armada, estoy más cerca de ser abuelo que de ser padre...”

El ADN demostró que es el padre de Antonio, hoy de siete años. Ventura se separó de su esposa de toda la vida, Estelita, y está en contacto con su hijo. Pero el episodio le valió la salida de Intrusos, de Paparazzi y de La Red, emisora que compartía con Rial. Después hubo versiones cruzadas. En la emisión siguiente, Rial explicó: “Ayer tomé la decisión de pedirle a mi amigo, Luis Ventura, que diera un paso al costado de Intrusos (...) Luis lo que necesita hoy es paz, es tranquilidad, es reflexión”. Habló de paréntesis, de separación, de que se había “terminado una etapa”.  

Según Ventura, luego del programa en el que intentó explicar la relación con Liuzzi, Rial se acercó al camarín y le ofreció tomarse una licencia: “Que necesitaba un descanso, que no me veía bien. Y yo me fui pensando que era una licencia”. Ventura nunca regresó a Intrusos. Ahí terminó una amistad de 30 años y casi quince de televisión de aire. El final de una era para los reyes del sainete ajeno que cuando coincidieron en el centro de la escena fueron sus propias víctimas y victimarios.

VDM