Nada, ni la atmósfera festiva del Mundial, detiene la guerra total del oficialismo. En la semana que Messi y compañía consiguieron el pasaporte a la final, microclima que amansa la agenda siquiera por un rato, el peronismo continuó en modo interna del primer al último minuto y en una secuencia casi perfecta, amontonó capítulos críticos a la novela de la disputa permanente. Como si tuviese abstinencia de su propia toxicidad.
Todo ruido: una veloz -aunque pre agendada- cumbre de gobernadores en el CFI, un acto entre ruidos y ausencias por los tres años de gobierno, el relanzamiento preventivo de Axel Kicillof y una curiosa respuesta del peronismo con la presencia de Máximo Kirchner, movilización de orgas K contra Sergio Massa, renuncias casi íntimas en el dispositivo Alberto que magnifican el aislamiento del presidente, y el naufragio, quizá definitivo, de un acto que aparecía como la última plataforma para que los Fernández vuelvan a estar juntos.
El cristinismo funciona con la certeza de que no hay margen de revinculación posible con el presidente, solo espera de él un renunciamiento pronto y contundente, y el único lazo de pertenencia con el gobierno es Sergio Massa
Lo que estaba roto, se rompió más. El tono picante de Kicillof en la reunión del CFI encendió las alarmas entre los gobernadores que se fueron con la sensación de que lo peor, en el vínculo entre Cristina y Alberto, no pasó. El cristinismo funciona con la certeza de que no hay margen de revinculación con el Presidente, solo espera de él un renunciamiento pronto y contundente, y debajo de la hojarasca, el único lazo de pertenencia con el gobierno es Sergio Tomás Massa, que logró hasta acá evitar el estallido.
Es cierto que hay una multitud de funcionarios K en puestos clave -de ANSeS, a AFIP, de PAMI a Interior, YPF y Aerolíneas Argentinas, entre los más taquilleros y poderosos, eso que en una intervención llamativa en un discurso en el Chaco, la vice llamó “las cajas”- pero hace tiempo reina la ajenidad con el Gobierno. Luego de la sentencia contra Cristina, y el discurso post donde la vice avisó que no será candidata en 2023, ese extrañamiento K con el Gobierno alcanzó el clímax porque en el cristinismo existía la esperanza, quizá peregrina, de que el renunciamiento de Cristina podría detonar un acercamiento de posiciones en la cima del poder.
Lo que no ocurrió
Esto requiere una reinterpretación. Uno. Cristina no estará en las listas pero estará en la mesa de negociación política. Dos. El corrimiento electoral debería, a su vez, producir un movimiento en la representación del dispositivo K. Tres. Hace diez meses, que Alberto Fernández no habla con Máximo Kirchner, dirigente que por default es quien, sin Cristina, expresa al cristinismo. No solo no hubo movimientos de acercamiento en ese sentido, sino que la tensión se agudizó: el camporismo pegó el faltazo al acto de los tres años en parte porque el clima previo en algunas usinas de la Rosada era de una especie de relanzamiento con miras al 2023. La ausencia cristaliza, a su vez, la ajenidad que la vice escribió o expresó varias veces.
Al final, el discurso de Fernández, estuvo más cerca de la idea de “renunciamiento” y de colaboración para que alguien del dispositivo PJ asuma la presidencia en diciembre del año próximo, que de algún efluvio reeleccionista. Aparece, en una hipótesis hacendosa, que Alberto tiene una sola carta para jugar: la de tratar de emular, dos décadas después, a Eduardo Duhalde que en el 2002 renunció a ir por otro mandato -luego del crimen de Kosteki y Santillán- y de ese modo allanó, meses después, la candidatura de Néstor Kirchner. Es decir: bajarse para ayudar a que gane alguien del ecosistema.
La comparación es interesante porque al salir Cristina de la grilla de candidatos y, por efecto colateral, eyectar a Mauricio Macri, desaparecen los dos factores de cohesión por la negativa. Sin ellos y frente a las notables diferencias dentro de cada coalición, puede dibujarse un escenario similar al del 2003 donde no haya dos grandes frentes sino cuatro o cinco opciones electorales. Es el sueño húmedo de Javier Milei. No le disgusta, tampoco, al universo K, que se asume -y la matemática lo asiste- como la más grande de las minorías electorales, porque la atomización le garantizaría la presencia en un balotaje.
"A los de la CGT los trajo Uñac", contó un asistente al CFI en referencia al gobernador de San Juan y reflejó que sectores del peronismo empezaron a la velocidad de la luz a adaptarse a esa entidad, muchas veces invocada, bautizada postcristinismo.
Todos los ruidos
El punto inicial es simple: Cristina entiende que cada hecho que la involucró, desde el intento de magnicidio hasta la sentencia y su renunciamiento, pasaron sin modificar estructuralmente el pulso del panperonismo, al menos en la dirección que a ella -o a los suyos- les gustaría. Con los días, luego del estupor, el oficialismo asimiló el intento de asesinarla, masticó con mansedumbre la condena por la causa Vialidad y, tras el shock, muy rápido comenzó a adaptarse a un escenario político sin Cristina.
“Mirá si en unos días se juntan los gobernadores en el CFI”, ironizó una figura del sistema K ante la vice luego de su renunciamiento. Cristina se rió ante el comentario. Seis días más tarde, aunque la cita estaba convocada desde hacía tiempo, esa cumbre ocurrió y tuvo, como dato anexo, la presencia de parte de la cúpula cegetista que hace tiempo decidió armar una mesa política sindical para pulsear con el kirchnerismo. “A los de la CGT los trajo Uñac”, contó un participante en referencia al gobernador de San Juan, e identificó a sectores del peronismo que a la velocidad de la luz se adaptaron a la entidad, muchas veces invocada pero aun en suspenso, bautizada postcristinismo.
Antes se postergó el acto del 12 en el CCK, que tendría como matriz el día de la democracia y los DDHH pero vía el grupo de Puebla, Alberto Fernández trató de convertir en un encuentro en defensa de Cristina. La vice declaró COVID, aunque el lunes ya estaba en Buenos Aires, y cuando el martes Argentina clasificó para la final, apareció la ecuación del regreso de la Selección -que está previsto para el lunes a las 19.30-, por lo que el acto por CFK, que contemplaba una movilización, se suspendió para marzo. Alberto trató que esa actividad sea el entorno para volver a mostrarse en público junto a la vice pero esta, hasta el final, proponía que el Presidente inaugure el encuentro y ella esté en la actividad final. Sin cruzarse.
Fernández quiso reivindicar una gestión "evitista": no por Eva Perón ni el Movimiento Evita, sino por lo que "evitó" que ocurra. Lo dicen por la positiva: las tragedias que evitaron el IFE o el acuerdo con el FMI. El mundo K lee el evitismo como inacción.
El acto por los tres años de gestión tenía, entonces, ese rasgo y ese riesgo: Fernández, en soledad, sin participación K para reivindicar una gestión que un funcionario bautizó como “evitista”: no por Eva Perón ni por el Movimiento Evita, sino porque es fue un gobierno que “evitó” que ocurran cosas. Lo dice por la positiva: las tragedias que evitaron las vacunas, el IFE y el ATP, o el acuerdo con el FMI. Para el mundo Cristina, hay otra mirada sobre el evitismo: la inacción que impidió avanzar en temas puntuales, entre ellos la reforma judicial.
No alcanzaron aquellos méritos, que alguna vez Fernández le reconoció al consejero por el PEN en la Magistratura, Gerónimo Ustarroz, sobre el archivo de varias causas contra CFK -dólar futuro, Memorándum- porque tampoco estuvo en el menú lo contra fáctico: ¿qué hubiese pasado con los expedientes judiciales si en el 2019, Macri lograba su reelección? En estos días, en las entrañas del cristinismo, teorizaban que Fernández tenía la posibilidad de dar una señal si, por caso, sobre la base de la paralización de la Justicia, mediante un decreto disponía una nueva composición del Consejo de la Magistratura. Cada planteo va acompañado por un “pero sabemos que no lo va a hacer...”
En el acto por los tres años, hubo ausencias y algunos no fueron invitados. Kicillof y Eduardo “Wado” De Pedro, las dos entidades políticas de más volumen institucional luego de la vice, dijeron que tenían agenda previa definida. Estaba no solo el bisbiseo sobre un “acto de lanzamiento” sino, además, el malestar porque Fernández no había tenido gestos de acercamiento. En Casa Rosada, así y todo, centralizaron todo el ruido sobre Máximo Kirchner. El camporismo ayudó a esa tesis: el miércoles por la noche, publicó un tuit irónico, algo críptico, casi indiosolariano, que reprodujo un textual del discurso de Fernández sobre lo que evitó el acuerdo con el FMI.
Un off, que salió en una nota sin firma en el diario La Nación, y que en el cristinismo atribuyeron a Gabriela Cerruti, sumó pólvora porque interpretó que en el alberismo entienden que Cristina se bajó porque electoralmente no tenía chances. Es una lectura que está, hace tiempo, en el ajedrez político, lo ha deslizado la propia vice y, a su modo, cuando dijo que creía que su madre no sería candidata, lo dijo Kirchner. Lo imperdonable, en la lectura K, es que el albertismo “festeje” el renunciamiento de Cristina y, además, crea que eso mejora sus chances de ser candidato. “No hay ninguna posibilidad de que Alberto sea el candidato a presidente del espacio. Ninguna”, avisa un entornista de Cristina.
Paula Penacca, habitante del primer anillo de Máximo K, tuiteó el malestar sobre la nota. Una paradoja es que le dio total entidad al texto; la otra, La Cámpora reaccionó a través de una dirigente desconocida, no de voceros entrenados en este tipo de espadeos, el más habitual Andrés “Cuervo” Larroque. “Si está enojado con la orga, que le pegue a la orga o a Máximo ¿Por qué se mete a decir eso de Cristina?”, dijo un camporista. “¿Tanto ruido por dos tuits con 10 likes cada uno?”, le bajaron el precio al chispazo en Casa Rosada.
El otro mensaje fue de Ramiro Gutiérrez, diputado massista. “Mientras en la Rosada armaban actitos boutique @SergioMassa cerró las mejores licitaciones para la Argentina y bajó la inflación, menos actos y más laburo!!!”. ¿Motivo?: la nota sugería que Massa solo iba a actos por la tarde. El ministro no pudo estar al margen de esa respuesta envenenada porque no existe, en el mundo Massa, una reacción silvestre de ese tenor. Luego, en Economía, le bajaron el precio pero deslizaron como reproche general un concepto: “Sergio trata de que la crisis política no altere la Economía. Y eso no ayuda”.
La semana que pasó, se agudizó la migración de funcionarios nacionales. Alejandro Grimson, un investigador del CONICET, que integraba el equipo de asesores de Fernández presentó su renuncia. Es un movimiento que tiene que ver con la intimidad de un dispositivo de poder y donde las salidas -no fue la única en la semana que pasó- expresan, en términos simbólicos, el aislamiento del Presidente. Se acaba de ir, además, su jefe de asesores, Julián Leunda por el Lago Escondido gate y problemas preexistentes. Antes se había ido Juan Manuel Olmos para ocupar la vicejefatura de gabinete. Leandro Santoro, ex asesor, ha tomado cierta distancia. El equipo de asesores del Presidente ha quedado reducido a su mínima expresión.
El 2023 ya llegó
Massa, que celebra en silencio el 4,9% de inflación porque se prepara para que el número de diciembre rebote por el factor estacional -aun con el efecto de los múltiples acuerdos de precio- , tuvo el viernes un chispazo directo por la movilización de organizaciones sociales que están en el ecosistema FdT. Aunque prefieren rivalizar con Victoria Tolosa Paz, subyace la queja sobre Massa a quien, al menos figuras como Juan Grabois, ubican en otro equipo.
Grabrois ha sido, y volverá a ser, uno de los portavoces de la candidatura presidencial de Wado De Pedro que esta semana, luego de un poema anti Clarín en el CCK la semana pasada, se mostró con Omar Perotti, Martín Lousteau y Facundo Manes. De Pedro, cuenta un dirigente peronista que estuvo en mayo en el Vaticano, es uno de los dos dirigentes que menciona, con su lenguaje de omisiones y artificios, el papa Francisco. Quizá de modo muy literal, pero desde entonces esos dirigentes dan por hecho que no hay retorno en la relación con Fernández y que los “preferidos” papales -una licencia que se toman los visitantes- son De Pedro y Jorge Capitanich, el gobernador del Chaco, que parece haberse autoexcluido de la disputa presidencial.
“Es raro: nosotros lo proponemos más a Wado que los de La Cámpora”, le dijo a elDiarioAR un jefe provincial y escarbó en ese océano de relaciones difíciles que es el cristinismo. La acidez del comentario atraviesa el teléfono. De Pedro comparte con Kicillof la pole como candidatos K. No tienen buena relación pero, por momentos, se compensan. El ministro se lanzó, hace tiempo, a la competencia nacional previendo que ocurra lo que ocurrió -que se baje Cristina- y Kicillof hace, en estos días, un despliegue extra para reconfirmar que su único plan es reelegir en la provincia.
Pero nunca faltan las picardías: el único rival potencial del gobernador, en una hipotética PASO bonaerense, es Martín Insaurralde, su jefe de Gabinete, que esta semana hizo un acto de cierre del año en el que se mostró con Kirchner, de quien fue uno de los lazarillos para transitar y vincularse en la provincia, y con De Pedro. “Es todo para la paritaria que viene”, explican en el PJ, descarnados. Un día antes, Kicillof se había mostrado con Gabriel Katopodis, ministro de Infraestructura de la Nación.
El cristinismo que viene, parece, tiene la marca de la hibridez. Y, quizá, abrace las PASO como formato para la resolución de las candidaturas. Un dirigente de JxC, que mira lo que pasa en el peronismo, entiende que ese recurso puede tener para el FdT la misma utilidad que tuvo para Juntos en 2021, cuando para meter a todos adentro y evitar fugas, habilitó primarias en todos lados.
En JxC, la intriga ahora se enfoca sobre un episodio que se anticipó acá: un encuentro en Cumelén entre Mauricio Macri y Horacio Rodríguez Larreta. No solo la deserción de Cristina del ring electoral parece aceitar el reencuentro entre ambos. También el rol activo que recuperó cerca del expresidente Nicolás Caputo, que tiene como alter ego a Edgardo Cenzón, cerca del jefe de Gobierno. Intereses comunes los hermanan pero aparecen otros factores. Uno, de jefatura política: Larreta asumió, al final, que cada ensayo de autonomía que hizo de Macri le salió mal. No está en su naturaleza, no sabe o no se anima. Otro, político-judicial: Larreta tiene que resolver qué hará con Marcelo D'alessandro, su principal enlace con el presidente de la Corte, Horacio Rosatti, que aparece como un “problema” en los focus del jefe de gobierno y es, además, una pieza que aparece en la negociación con Macri. D'alesandro, y el procurador porteño Juan Bautista Mahiques integran junto a la secretaria de Administración General del Poder Judicial de CABA, Genoveva Ferraro, la “mesa judicial” larretista. El tercer factor es de ordenamiento: Macri no renuncia, por nada, al control de CABA, norma que colisiona con el acuerdo de Larreta con Lousteau.
La pregunta no es sobre si habrá o no acuerdo entre Macri y Larreta: la pregunta es sobre cuál será la profundidad y el alcance de ese acuerdo que, a esta altura, parece inevitable. ¿Tiene, el expresidente, margen para repetir el modelo 2015 en el que jugó todo a Larreta contra Gabriela Michetti, pero ahora con Larreta y Patricia Bullrich? ¿Toca el silbato y todo el mauricismo que se atrincheró con Bullrich, por olfato, disputas o conveniencias, para que peguen la vuelta y dejen sola a Patricia como hizo en 2015 con Michetti?
El pacto en proceso entre Macri y Larreta afecta, además, a la UCR que había elegido -por olfato, disputa, conveniencias- a Larreta como socio en el ecosistema del PRO, a partir de una supuesta autonomía del jefe de Gobierno respecto al expresidente. Lousteau y Gerardo Morales son, a simple vista, los principales perjudicados del entendimiento interPRO. De ahí que en la UCR, sobre todo la bonaerense que anima Maxi Abad, se haya reflotado la idea de posicionar a Manes como candidato presidencial.
PI