- ¡Sigan así que voy de candidato por afuera, saco 5 puntos y el Gobierno pierde...!
Sergio Berni habla desde ese territorio impreciso que hay entre la ironía y la amenaza. Sonríe pero la mueca puede, también, verse como si mostrase los dientes. Está, cuando pronuncia la frase, en el vórtice de la disputa política: arreció una maniobra interna para que Axel Kicillof lo eche del Ministerio de Seguridad luego de que Cristina Kirchner, su ¿ex? jefa política, desde el Estadio Único Diego Armando Maradona de La Plata sembrara una tempestad al meter en la agenda la cuestión de la inseguridad.
La espuma bajo pero todo sigue inquieto. El comentario de Berni sobre una candidatura presidencial es la puerta para medir la inquietud que cruza el peronismo. En los últimos 10 días, se encendieron varios focos de disputa abierta que no son otra cosa que una larga previa del cierre de listas que, si no hay cambios en el calendario, será la medianoche del sábado 24 de julio del año que viene. Es decir: dentro de 202 días.
Los sacudones en La Matanza entre el Movimiento Evita y el PJ del intendente Fernando Espinoza -que Mauricio Caminos contó, en detalle, en elDiarioAR-, el entrevero mediático entre Victoria Tolosa Paz y Juan Grabois por los planes Potenciar -del que no hay que desligar lo que el dirigente dice de Alberto Fernández- y una crisis, hasta acá apenas visible, entre La Cámpora y Juan Horacio Zabaleta, exministro y regresado intendente de Hurlingham son, por contar tres casos, fotos de una tensión in crescendo en el panperonismo.
El desfile de conflictos -más allá de la tentación de repetir la metáfora de Perón sobre el peronismo y los gatos (que más que pelearse se están reproduciendo)- exhibe un escenario de desorden generalizado que pone a todo el gobierno a mirar Buenos Aires o, más específicamente, el conurbano lo que a su vez genera un malestar en el peronismo de las provincias. Un jefe territorial, ante un puñado de dirigentes, dijo una frase fatal: “Si gana el PRO terminamos presos o muertos”.
¿Qué advierte? Que no hay conducción en el FdT, que Alberto Fernández no lo sabe o no lo puede hacer y que Cristina está enfocada en sus temas judiciales y solo se preocupa por la provincia de Buenos Aires, y que los peronismos de las provincias lo único que pueden hacer es desacoplarse para tratar de sobrevivir. Hay, además, un golpe a Sergio Massa por lo que consideran un giro “ortodoxo” del plan económico. “¿De qué se quejan los gobernadores? Están llenos de obras, de guita, de programas...”, retrucan desde Nación.
Espadeos
El comentario de Berni sobre una candidatura por fuera del FdT lleva a otro nivel aquellos espadeos. Y pone sobre la mesa un interrogante. ¿El ministro de Seguridad, un K histórico, dejó de ser un peón de la táctica de Cristina u opera como un átomo silvestre, inmanejable, que puede convertirse en un problema en el mediano plazo? No hay una respuesta absoluta ni plena. Hay pistas. Una está dada por un dato fáctico: la continuidad de Berni como ministro sugiere que no todo está tan mal.
Esa observación es relativizada por quienes la atribuyen a una cuestión de nombres y tiempo. En las peores horas de la crisis post represión en la cancha de Gimnasia La Plata, cuando había casi unanimidad en el pedido de expulsar a Berni, en la gobernación decían que el problema no era echar a Berni sino encontrar un reemplazo. “Ni los intendentes ni La Cámpora trae un ministro para hacerse cargo”, decían. Un ministro, vale aclarar, que convenza al gobernador. Es decir: quizá Berni sigue porque no hay todavía un plan B. ¿Lo puede ser Julio Alak, el ministro de Justicia, cuyo nombre empezó a sonar como potencial candidato a intendente en la ciudad que gobernó entre 1991 y el 2007?
Algunos traductores del pensamiento de la vice afirman que ella perdió la confianza en el ministro desde que Berni, en público y con más intensidad y menos filtro en privado, empezó a objetar la conducción de la expresidente. Un latiguillo que se le escuchó es que “perdió timming”. Aparece el expediente en Alberto Fernández pero la crítica, según los interlocutores de Berni, impacta también sobre el rol que Máximo Kirchner tuvo como “administrador” del espacio político que conduce Cristina.
En el PJ, muy cerca de Kirchner, dan una vuelta más y advierten que todo se trata de un acting y que el movimiento táctico de la vice apunta a construir un Berni peronista disidente, de derecha explícita, porque proyecta un escenario inquietante en la provincia: que Mauricio Macri, a quien identifica como jefe del PRO y futuro candidato presidencial, bajará a Patricia Bullrich como candidata a gobernadora en la provincia de Buenos Aires. Según esa teoría de laboratorio, Berni sería la figura de Cristina para salir a pelear el segmento de la seguridad con Bullrich, disputarle ese mercado y colaborar de ese modo con el intento de reelección de Kicillof.
Se atribuye a Cristina ser la portavoz de la teoría de que Macri bajará a Bullrich a la provincia, una alternativa que la exministra de Seguridad niega a los gritos cuando la consultan y atribuye a maniobras del expresidente, pero sobre todo de Horacio Rodríguez Larreta, para sacarla de la discusión nacional. “Horacio está asustado”, repiten cerca de Bullrich donde hace ruido lo que ocurre con Gerardo Milman, uno de los integrantes de la mesa chica del bullrichismo, al que se le abrieron varios frentes complicados.
La lupa sobre Milman tuvo derivaciones: desde abril pasado, existía un pedido de un juez para que la Cámara de Diputados evalúe la conducta del dirigente del PRO por haber destratado a funcionarios judiciales y de la Policía de la Ciudad de Buenos Aires. Lo curioso es que ese planteo nunca tuvo curso administrativo. Eso, más la información de que Milman tenía 34 asesores y asesoras, cuando un diputado raso suele tener 6 o a lo sumo 10, animó una versión envenada de que el diputado bullrichista contaba con cierto beneplácito de sectores del FDT que, mera casualidad, tenían datos muy finos de lo que pasaba en el bloque del PRO que preside Cristian Ritondo.
Confusiones
Toda la madeja de hipótesis sobre Berni y Bullrich parece un esfuerzo imaginativo por encontrarle una lógica a la confusión total en la que vive el peronismo. Aparece, siempre, esa idea de que la vice hará un pase mágico que sorprenderá a todos, un toque salvador al final, eso que funcionó magistralmente en el 2019 con la fórmula Fernández-Fernández pero luego naufragó y es invocado, ahora, como una de las razones por las que Cristina quiere que haya PASO: no solo para ampliar y contener, sino para no repetir un mecanismo del que se arrepiente.
En verdad, siempre se le imputó a la vice por su casting defectuoso de candidatos: con Amado Boudou en el 2011, con Martín Insaurralde en el 2013, con Daniel Scioli en el 2015 o Fernández en el 2019. Es, claro, una simplificación. Un albertista suele decir que si de algo sabe la vice es de elecciones y armado electoral, elogio que es prólogo o epílogo a la observación de que no es una experta, por ejemplo, en Economía.
Su destreza como armadora puede explicar la conversación, luego de tensiones explícitas, con el Movimiento Evita. “No tenemos que pelearnos más, tenemos que estar juntos”, le dijo, tomándolo de la mano, a Emilio Pérsico, cuando lo despidió tras la reunión en el Senado. El mismo mensaje le hizo llegar, luego, a Espinoza, el alcalde de La Matanza a quien Pérsico, a través de Patricia Cubría, quiere enfrentar en una PASO por la intendencia. La vice transmite que quiere primarias, que se debe abrir el grifo de las candidaturas pero pone un límite: advierte que Kicillof no debe tener competidor.
En la lista corta de las cosas que Cristina no quiere, además de la reelección de Alberto, está la de debilitar a Kicillof con una competencia interna. Detrás de esa candidatura única estaría, además, su propia candidatura única para repetir como senadora por la provincia de Buenos Aires. Así y todo, no anulará ninguna postulación ni le pedirá a Martín Insaurralde que deslice, aquí y allá, que tiene intenciones de ser candidato a gobernador. ¿Puede cambiar esa lógica si aparece, como sugiere, Bullrich en el menú bonaerense?
A priori no: la contención de las diversidades del FdT se puede hacer en el plano local, en los municipios, sin llevarlo al plano de gobernador ni de las listas de legisladores provinciales, un segmento en el que es especialmente celosa la vice, y sobre todo Máximo. De hecho, una forma de leer las tensiones en los territorios es adivinarlas como pedidos anticipados de lugares en esas boletas, que siempre son un ámbito para resolver diferencias y compensar. “Todos empiezan a hacer ruido para posicionarse y negociar”, entiende un funcionario bonaerense.
Territorios
En Hurlingham, esta semana, estalló otro entuerto interperonista. Tres concejales que responden a Zabaleta no dieron quórum para que Damian Scelzi, dirigente de La Cámpora, asuma como presidente del Concejo Deliberante. El camporismo lo consideró un incumplimiento del acuerdo que habían sellado Kirchner y Zabaleta. En Hurlingham dicen que La Cámpora se resistía a que el intendente vuelva al distrito y que le traba la gestión con, por ejemplo, la designación de un camporista como contador del municipio, una firma clave para toda cuestión de gastos.
Lo inusual en Hurlingham es la calma: desde el 2017 en adelante, en cada elección, hubo chispazos y todo indica que ese distrito será el año que viene uno en los que habrá PASO para resolver al candidato a intendente. Una tensión explícita puede, entonces, justificarse con el planteo de habilitar primarias a nivel municipal, algo que no ocurrió antes y de lo que, además, los intendentes en general están en desacuerdo.
Aparece, como planteo, la idea de que se abran las candidaturas en los municipios y también en la presidencial pero que en el nivel de gobernador, senador y diputados nacionales, haya una sola boleta.“Que haya disputas, en la medida que no se desmadren, no está mal. Hay que acordarse de diciembre del 2018 cuando todos pensábamos que había macrismo para 12 años. Un año después éramos gobierno”, recuerda, con algo de nostalgia, un dirigente del PJ. Otro remite al 2015 cuando, dice, “se hizo todo mal”: hubo un solo candidato presidencial, cuando Cambiemos tuvo 3, pero dos candidatos a gobernador -Aníbal Fernández y Julián Domínguez- cuando Cambiemos tuvo una sola. Ahora, como aprendizaje, el peronismo quiere copiar el modelo cambiemita de aquel año.
Ya sin margen ni ganas de eliminar las PASO, un asunto en el que al final los Fernández estaban de acuerdo -ni Alberto ni Cristina las quisieron sacar-, la variable de listas abierta en los territorios se replica con un formato de al menos dos candidatos presidenciales del FdT. Como se contó la semana pasada en elDiarioAR, está instalada una grilla con Daniel Scioli y Eduardo “Wado” De Pedro, con la figura de Sergio Massa siempre rondando. “Sergio no puede ser único candidato”, advierte un frentodista que quiere al ministro como candidato pero admite que no es una figura, al menos aquí y ahora, digerible por el universo de votantes del panperonismo.
PI