Crisis más allá del Congreso

El radicalismo anticipó la interna por el 2025 con su guerra facciosa por el veto de Milei

El viejo chiste en la UCR de que en una reunión de tres radicales hay dos líneas internas quedó en evidencia esta semana con la crisis que generó la voltereta política de cinco diputados que acompañaron el veto de Javier Milei al aumento de las jubilaciones. En el bloque de la Cámara baja que encabeza Rodrigo de Loredo hay un cisma irresoluble: así como los rebeldes no se irán con La Libertad Avanza, el grupo de Facundo Manes pide a gritos su expulsión. La polémica tiene un correlato directo a nivel nacional: la Convención radical, que dirige Gastón Manes –hermano del diputado neurólogo–, pidió que el Tribunal de Ética sancione al grupo de Mariano Campero, Martín Arjol, Luis Picat, José Federico Tournier y Pablo Cervi. Pero la coyuntura actual de la fuerza es un anticipo de una pelea mucho más profunda. 

En la cúpula del partido hay una pugna que enfrenta a Martín Lousteau –junto a los Manes– con la tribu de gobernadores y caciques de las provincias, liderados por el mendocino Alfredo Cornejo –que tiene ascendencia sobre De Loredo y Campero–. Es una pelea que tiene como horizonte el 2025. Primero porque se tienen que definir alianzas distritales para las legislativas, por lo que dependerá de cada territorio su mayor o menor distancia al oficialismo. Y segundo, porque el centenario partido tiene en diciembre del año que viene sus propias elecciones internas, tanto a nivel de conducción nacional como en los espacios parlamentarios. 

El radicalismo quedó en una posición incómoda desde que se rompió Juntos por el Cambio tras el triunfo libertario. Lo demuestra la Cámara baja, con el PRO aliándose a los libertarios y Miguel Pichetto abrazando a macristas díscolos, peronistas, socialistas y hasta en un primer momento a Elisa Carrió. Pero también está sacudido en el Senado, donde la semana pasada el bloque apoyó junto al kirchnerismo el rechazo al DNU de la SIDE, pero antes había votado con el Gobierno la Boleta Única de Papel. Y aún no está zanjada la discusión sobre qué hacer con el pliego de Ariel Lijo como juez de la Corte Suprema.

“De acá nadie se va”, fue una de las máximas que recorrió la tormentosa reunión del bloque de Diputados el martes por la noche. Allí se vieron las caras los tres espacios en pugna, aunque apenas estuvo un rato De Loredo –excusó un vuelo para volver a Córdoba– y también pasó rápido el filolibertario Campero –que terminó en el asado en la quinta de Olivos–. Algunos diputados de Manes, como Pablo Juliano o Fernando Carbajal, se quejaron de los términos en los que sucedió el cónclave, que no llegó a ninguna definición clara. Por eso es que la máxima radical podría traducirse en “de acá nadie se quiere ir”.

Una voz que conoce los secretos del espacio explicó la situación actual así: “Manes no se va ir porque son los buenos de la película y es el sector que en la Convención sancionó a los libertarios. Y los libertarios no se quieren ir porque los respalda Cornejo y se sienten víctimas de Lousteau que tiene pésima imagen en el interior”. ¿Cómo saldría el radicalismo del laberinto? Según la misma fuente, con rosca y tiempo: “Empieza algo así como una guerra interna, a cara descubierta, que debería decantar en un enorme desgaste de la conducción de De Loredo y posiblemente en diciembre con nuevo jefe de bloque”. 

El problema es que en otras tribus del espacio no opinan lo mismo y creen que la resolución llegaría recién luego del recambio legislativo del año que viene. Para desbancar a De Loredo, la oposición de Lousteau-Manes debería juntar una mayoría de 17 diputados, que hoy no tienen. Más allá de los chispazos mediáticos, el reclamo del lado del senador es que en la mesa chica del bloque no hay representantes de Evolución. Señalan que los hilos de Cornejo se extienden a De Loredo, las diputadas Pamela Verasay –también mendocina como el gobernador– y Soledad Carrizo, y el secretario parlamentario del bloque, Alejandro Cacace. Proponen como reemplazo a “alguien ecuménico” al frente de la bancada, como Julio Cobos, Mario Barleta o Atilio Benedetti.

En el Senado hay otra guerra de guerrillas, pero con más sutileza, quizás porque allí Lousteau mismo ocupa una banca. El grupo de 13 legisladores lo conduce en lo formal el correntino Eduardo Vischi, un hombre del gobernador Gustavo Valdés, mandatario que tiene diálogo abierto con la Casa Rosada y ostenta sus propias ambiciones internas: tener ascendencia sobre la UCR en el Nordeste del país. 

La división en el espacio de la Cámara alta quedó en evidencia en la triple sesión del jueves pasado que contempló el DNU de la SIDE, Boleta de Papel y financiamiento universitario. Ante el sensible tema de los fondos para los espías, Vischi sometió en el bloque la cuestión de aceptar la sesión secreta que propuso el Gobierno, pero rápidamente cosechó nueve votos en contra. “Fue una paliza”, interpretó una voz en la bancada. En el recinto no le quedó otra que acompañar al kirchnerismo. 

Ahora la bancada enfrenta otro conflicto importante: tiene que decidir qué hacer con los pliegos de Lijo y de Manuel García-Mansilla para el máximo tribunal. La vieja guardia radical –autoridades como la vice del partido, Inés Brizuela y Doria, o referentes como Ricardo Gil Lavedra– firmaron este miércoles una nota para que los senadores se “abstengan” de votar los pliegos hasta que el Gobierno “nomine mujeres a la Corte”. Días atrás Lousteau abrió la discusión partidaria al respecto, pero no hubo resolución.

Las peleas coyunturales de las bancas parlamentarias grafican en el fondo la pelea “grande” entre los polos de Lousteau y Cornejo. Caracterizada por la distancia o acercamiento hacia Milei, la pulseada tendrá una definición a partir del arrastre electoral que cada facción consiga el año que viene. Un dato lateral en ese sentido es la escalada que tuvo Patricia Bullrich con Omar de Marchi, funcionario de la Rosada pero rival de Cornejo en Mendoza. Con su tuit público la ministra pareció pagarle el favor de los diputados “cornejistas” sobre el veto. A su vez, en cierto modo los legisladores como Campero ya le debían una cuota de lealtad al Gobierno porque llegaron al Congreso a través de la lista bullrichista de JxC.

Luego del borocotazo de los diputados, el presidente del partido los acusó de haber recibido a cambio lugares en las listas para 2025. Sin decirlo, la sospecha principal es que De Loredo estaría cerca de cerrar un acuerdo con el mileísmo en Córdoba. En la otra vereda cargaron contra sus correligionarios: “A los Manes y, principalmente, Lousteau, les jode y les duele no poder ganar una elección. Son seres marginales. Voceros de una facción egocéntrica”. 

Tanto De Loredo como Manes o Lousteau tienen mandatos parlamentarios que finalizan el año que viene. Pero como las legislativas son comicios distritales, el radicalismo tendrá libertad para hacer acuerdos locales. Ahí será clave, entonces, saber qué alianzas arman los distintos radicalismos y qué cantidad de nombres de sus listas terminan dentro del Congreso. Otra vez, como un mantra, se impondrá el chiste partidario.

MC/MG