El 2023 será un año bisagra para Juan Schiaretti. No solo estará obligado a renovar el peronismo cordobés para que siga en el poder, luego del largo ciclo en el que se repartió la gobernación desde 1999 con su mentor y socio incondicional José Manuel de la Sota, sino que podría ser su momento definitivo para saltar a jugar a nivel nacional.
Los encuentros de alto volumen político que protagonizó en los últimos días con dirigentes de alcance nacional, y los que tiene en agenda para el futuro próximo, permiten dilucidar que “algo está armando” Schiaretti para trascender las fronteras de su provincia, aunque todavía no tiene definido qué rol ocupará dentro de una posible propuesta electoral que compita “por fuera de la grieta”. ¿Será candidato presidencial? La pregunta del millón.
Por ahora, el mandatario hace de anfitrión en Córdoba y acepta convites en la Capital Federal, sean del color que sean. En el último mes recibió al radical y neurólogo Facundo Manes, y al gobernador chaqueño y de extracción kirchnerista, Jorge Capitanich. En Buenos Aires, participó del evento de presentación de la nueva grilla de CNN Radio junto a Horacio Rodríguez Larreta, y compartió el asado nocturno en la casa del salteño Juan Manuel Urtubey con el gobernador jujeño y radical, Gerardo Morales; los diputados del Interbloque Federal Florencio Randazzo y Graciela Camaño, los macristas críticos Rogelio Frigerio y Emilio Monzó, el exgobernador y exsenador radical Ángel Rozas, y el intendente rosarino y socialista, Pablo Javkin.
Según supo elDiarioAR, Schiaretti volverá a encontrarse muy pronto con Randazzo y Camaño, cuando los ocho diputados del Interbloque Federal –que conduce Alejandro “Topo” Rodríguez y que también integran cordobeses y socialistas santafesinos– viajen a Córdoba para visitarlo luego de las Pascuas. Será un encuentro de trabajo, donde la voz del gobernador tendrá su peso y marcará un rumbo para la bancada que juega a ser equidistante del Frente de Todos y de Juntos por el Cambio.
Y en el futuro próximo también tiene en agenda un viaje internacional: ir a Kuwait para sellar el financiamiento que recibirá de los emires para la megaobra del acueducto que unirá Santa Fe con Córdoba.
Moderado en sus palabras, cauteloso y precavido, “con pies de plomo” –como lo caracterizaron en el oficialismo local– recién este lunes que pasó Schiaretti dejó una señal de lo que está pensando a nivel nacional. Fue cuando asumió la presidencia pro témpore de la Región Centro, que comparte con sus pares de Santa Fe, Omar Perotti, y Entre Ríos, Gustavo Bordet: “Asumo con el desafío de seguir trabajando por un país federal que se mire desde el interior; Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos forman parte del corazón productivo de la Argentina y jamás abandonaremos el planteo de federalismo”, lanzó.
“Institucionalizó el reclamo del federalismo”, explicó ante elDiarioAR un colaborador estrecho del schiarettismo, lo que significaría una bandera que cualquier proyecto político, digno de ser acompañado por él, debería levantar. Schiaretti fue el único peronista –al igual que los mandatarios cambiemitas– que no firmó la carta por la que 19 gobernadores respaldaron al gobierno nacional en la pelea por la coparticipación contra la Ciudad de Buenos Aires en la Corte Suprema. Tampoco se sumaría a la próxima reunión del Consejo Federal de Inversiones (CFI), que nuclea solo a gobernadores del PJ-FdT, el lunes próximo. El cordobés sabe que es una figurita difícil y se quiere hacer valer.
Sea o no candidato, el CV que Schiaretti quiere mostrar en un posible casting de presidenciables es la gestión del peronismo continuada desde 1999, cuando De la Sota ganó en un bastión histórico del radicalismo. Muchos de los hitos de lo que fue Unión por Córdoba –hoy rebautizado Hacemos por Córdoba– es lo que pretende trasladar a nivel nacional. Y lo hace a través de la vidriera nacional que buscan tener los tres diputados propios que tiene en la Cámara baja –Carlos Gutiérrez, Natalia de la Sota e Ignacio García Aresca–, más la banca que recuperó en el Senado, de la mano de su esposa, Alejandra Vigo. En esa línea se enmarcan sus recientes iniciativas legislativas de rebaja gradual de las retenciones al campo –y su compensación a través del impuesto a las Ganancias, que a su vez es coparticipable– o el programa de incentivo de trabajo juvenil “Primer Paso” –muy famoso en Córdoba en los años 2000–. “Su fundamento político es la gestión y el ‘modelo Córdoba’”, resumió una voz cordobesa.
Asumo con el desafío de seguir trabajando por un país federal que se mire desde el interior
Saltar el alambrado cordobés
Contador público y con un costado más técnico que político, Schiaretti siempre estuvo espalda con espalda con De la Sota, según grafican en los pasillos de la Legislatura provincial. Fue su vice en 2003, lo sucedió como gobernador en 2007, y tras un interregno del Gallego, volvió al mando del Ejecutivo provincial desde 2015. Pero la aspiración presidencial siempre fue de De la Sota, que al momento de morir tenía rubricada su alianza con Sergio Massa para 2017 y había grabado una serie de programas en Crónica TV para intentar hacerse más conocido en el conurbano.
El Gringo tiene otro ritmo. Está acostumbrado a un perfil más bajo, cuenta ya con 72 años, padece diabetes insulinodependiente y atravesó algunas complicaciones en el corazón. “Habrá que ver qué hace –le dijo un vocero a este diario, al reconocer que Schiaretti tiene que dejar el mando el próximo año–, pero todos los políticos quieren ser presidentes. Nadie juega para ser segundo y ningún político se va a la casa”.
Las recientes incursiones de Scharetti en Buenos Aires motivaron en el círculo rojo mediterráneo la metáfora de que tantos años de “cordobesismo” –aquel invento de De la Sota para explicar su peronismo no alineado al kirchnerismo– “alambraron muy alto la provincia”. Y ese sería el principal desafío del actual gobernador si finalmente decide saltar al escenario nacional.
Según encuestas que circulan en los despachos oficiales, el mandatario cuenta con una imagen positiva entre sus coterráneos de cerca del 70 por ciento. Incluso Luis Juez y Rodrigo de Loredo, dos acérrimos anti-K, le prodigaron elogios. “Es piantavotos cuestionar al gobernador”, escuchó elDiarioAR cerca del “Panal”, como se conoce a la moderna y geométrica sede del gobierno provincial. Sin embargo, fronteras afuera, no supera los diez puntos; ni que hablar en el conurbano, bastión del kirchnerismo y de los intendentes, y que contiene un tercio del padrón electoral nacional. Allí ronda el cinco por ciento.
En ese sentido, una fuente cercana al gobernador entendió la presencia de Monzó y Randazzo en el asado de Urtubey como puentes para que cualquiera de los presidenciables que había en la mesa –Schiaretti, Morales, Urtubey– puedan hacer pie en Buenos Aires. “Si estuvo Camaño significa que Massa tenía una oreja ahí”, explicó otro, que se animó a aventurar un frente electoral que intente trascender la ancha avenida del medio y rompa la lógica de la grieta: “Veo que ese espacio, haga lo que haga, es mucho más que Alternativa Federal, no se si va a ser solo el camino del medio. Yo creo que habrá una reconfiguración de los dos frentes, que no van a ser Macri versus Cristina”.
“Veo que está buscando construir algo superador, pero apuesto a que eso suceda muchas veces y con muchos dirigentes políticos de todas las fuerzas. Apuesto a que aparezca una instancia superadora de los extremos”, entendió la diputada De la Sota, que dialogó en una entrevista con elDiarioAR.
Si se preguntan nombres de posibles socios, tanto en los bloques parlamentarios que responden a Schiaretti como en despachos del Centro Cívico, hay voces que aventuran incluso con un posible acuerdo con Larreta, convirtiéndose el hoy mandatario en un posible compañero de fórmula, ocupando un cargo de peso en un gobierno amplio, o emulando lo que fue la figura de Ernesto Sanz para el Cambiemos de Macri. “Mi límite es Javier Milei”, escuchó este diario de un dirigente.
El frente interno
Aunque no sabe todavía si será candidato, Schiaretti sí tiene un objetivo claro para el 2023: mantener el poder en Córdoba. Ese será el desafío de una nueva camada de dirigentes sub-50 que representarían la renovación de la generación que el propio gobernador lideró con De la Sota, casi un cuarto de siglo después. Además de la historia, el botín a defender es grande: Hacemos por Córdoba –la amplia alianza oficialista liderada por el PJ, pero también integrada por socialistas, demócratas, algunas facciones del radicalismo– gobierna la mitad de los municipios en la provincia y cuenta con 49 de los 70 legisladores provinciales.
En la línea de largada para llegar al Panal el próximo año hay varios anotados, pero uno pica en punta, según recogió elDiarioAR: el intendente de la Capital y ex intendente de San Francisco, Martín Llaryora, quien fue su vice en 2015. Sería el “sucesor natural” de Schiaretti, como alguien lo definió cerca del círculo íntimo del mandatario provincial, aunque también es el más visible: hoy las calles de la ciudad capitalina están “tapadas” de propaganda sobre la gestión Llaryora.
Pero no es una posición consensuada, ya que también tiene competencia interna, como el actual vicegobernador y schiarettista de pura cepa, Manuel Calvo, con quien el intendente de Córdoba Capital ha compartido varios asados para acercar miradas. Entre ellos podrían hacer un enroque de cargos. Otros nombres también están en danza, aunque con menores posibilidades, como el de Natalia de la Sota –hija del fallecido ex gobernador– o el intendente de Río Cuarto –Juan Manuel Llamosas–.
Para asegurarse la provincia y la capital, si finalmente Schiaretti decide jugar a nivel presidencial, la estrategia del oficialismo cordobés podría ser la de “pegar” las elecciones locales con las nacionales, para que su alta valoración local le dé músculo en el resultado final. Como experiencia están las PASO 2015, donde De la Sota logró sumar casi 1,5 millón de votos en todo el país; la mayoría de ellos, cordobeses. Por ahora, el “cordobesismo” vive momentos de pura rosca política. La palabra final la tendrá el propio Schiaretti.
MC