Con un marco inédito para la historia del fútbol argentino, el clásico Boca-River de este sábado tiene una suma de condimentos especiales que, en lugar de elevarlo y darle el carácter que suelen tener este tipo de enfrentamientos, lo ubican en el estante de esos acontecimientos deportivos que se pueden observar con más pena que alegría.
Boca recibirá a River desde las 21.30 en la Bombonera, en medio de la pandemia del coronavirus y sin la presencia de público en el estadio. Será el debut del Superclásico con esta modalidad silenciosa, apagada, sin color y con sonido ambiente grabado.
Este partido -en el que ambos equipos se miran de reojo, con el horizonte más en lo que pueda suceder con ellos en la Copa Libertadores- corresponde a la cuarta fecha del campeonato ahora denominado Diego Maradona. Quien resulte ganador -en caso de que haya alguno-, estará con un pie en las finales de este torneo local que no entusiasma ni al público (que lo mira por TV), ni a los mismos clubes más populares del país. En este contexto de desinterés por el hecho deportivo –más allá de las declaraciones de cortesía ambos entrenadores, Miguel Russo en Boca y Marcelo Gallardo en River, y del clásico “estos partidos siempre son importantes”-, el resultado puede ser casi anecdótico o, al menos, no tener la repercusión habitual.
Aunque no pueda ingresar el público, con los antecedentes de incidentes en las inmediaciones del estadio a la vista, el Comité de Seguridad del Fútbol del Gobierno de la Ciudad dispuso un operativo de seguridad para intentar evitar el cruce de hinchadas de ambos equipos en las adyacencias, tanto de la cancha de Boca, como de los lugares de concentración desde los que partirán los micros que trasladarán a los planteles para disputar el partido. Otro condimento con sabor amargo: fuerzas policiales que persiguen ómnibus rumbo a un Bombonera vacía cuando el invitado de turno es nada menos que River. Con el consecuente costo que tienen este tipo de movidas por la cantidad de efectivos que se necesitan para cubrir los anillos de posibles conglomeraciones de público. Del operativo participan efectivos de la Policía de la Ciudad, Agentes de Prevención, Agentes de Tránsito e inspectores de la Agencia Gubernamental de Control.
Para sumar sombras al espectáculo, no podrá haber bandera de Boca en las tribunas que no haya sido registrada con anterioridad en el Comité de Seguridad porteño. Existe desde 2020 un Registro de Banderas, a través del cual se identifican, en un padrón, todos los datos de las personas dueñas de cada una. Además, cada colaborador, dirigente, periodista, trabajador de la salud, de la televisión y del servicio de higiene deberá ser identificado en el sistema de Tribuna Segura, una base de datos que apunta a impedir que ingresen personas ajenas al evento o que estén vedadas por el derecho de admisión.
Como cereza del postre, será el primer Superclásico en la era post-Maradona. El mito de Diego -fallecido el 25 de noviembre último-, quizás el hincha más emblemático de los ídolos boquenses, estará presente en ese palco inmaculado, sagrado para los dirigentes, para los hinchas y para el público amante del fútbol. Hasta el papa Francisco, que a horas del partido, se refirió a Maradona en una entrevista que le dio al medio deportivo italiano Gazzetta dello sport. “En el campo de juego era un poeta, un gran campeón que le dio alegría a millones de personas, en Argentina y en Nápoles”. Pero también habló de Diego y su vida fuera de las canchas: “Era un hombre muy frágil”.
La cita es este sábado a las 21.30 en La Boca. Un clásico raro. Quizás más que el que en 2018 definió la Copa Libertadores en la inesperada Madrid. Pero clásico al fin, con toda la pasión de sus hinchas, viva, a flor de piel, a pesar de estar golpeados por la pandemia.
IG