Bocayuva es un pequeño pueblo del municipio de Pellegrini, provincia de Buenos Aires, donde viven un poco más de cien personas. Se originó en 1913 alrededor de una estación de tren que era posta y nexo del circuito férreo, fundamental para el desarrollo y crecimiento de la región.
Ubicada a la vera de la Ruta Nacional N°5, en el kilómetro 484, el poblado guarda algunos tesoros muy valiosos para la historia de la comunidad. Al ingresar a Bocayuva por su acceso principal, luego de recorrer el ancho camino de tierra, apenas atravesando las vías del tren, se encuentra un sitio fundacional: el Rincón de los Mugidos.
En el lugar, los gauchos colaboraban para traer numerosas tropas de animales desde las grandes distancias hasta este embarcadero. Los viajes culminaban bajo las estrellas con los paisanos descansando sobre los recados y algún fogón que se encendía a pura guitarreada para acompañar las veladas, mientras el ganado esperaba al “pata de fierro” que los trasladaba con destino a Buenos Aires.
Luego de la misión que realizó el padre Ramón García Verde en mayo de 1950, entre la amplitud de la llanura, se colocó la Cruz de los Médanos en el recodo de uno de los caminos que marcan el fin del pueblo. Treinta años más tarde, el altar fue destruido por una tropa de yeguarizos espantados. Sin embargo, la superstición de esos hombres no pudo con la fe de un vecino que colocó en el mismo lugar una cruz de quebracho y trasladó la original a la Capilla Nuestra Señora de Fátima, donde fue emplazada a la izquierda de su bellísima puerta.
Recorriendo las apacibles calles del pago el encuentro con historias de fe, de amor y de esperanza sucede a cada momento. La primera misa que se celebró en la pequeña iglesia fue en 1949 aún sin la imagen de la virgen, la cual llegó al puerto de Buenos Aires el 17 de mayo, mientras un hecho milagroso ocurría en la estancia Mari Lauquen del señor García Verde. Su hijo varón Fernando, de tan sólo 6 años, había ingerido una importante cantidad de pastillas elaboradas a base de luminal, medicación que tomaba en dosis controladas para tratar una enfermedad. Don Manuel y su mujer lo cargaron en el auto y acudieron al hospital de Trenque Lauquen. Los médicos no veían posibilidad alguna de salvarle la vida. Ellos rezaron y prometieron que si ocurría el milagro, se iban a encargar de que la capilla de Bocayuva fuera terminada para que la imagen de la virgen de Fátima, que habían mandado a tallar, coronara ese maravilloso edificio. A la mañana siguiente, la madre vio cómo el niño abría sus ojos.
La comunidad trabajó mucho para construir la parroquia que convoca a los visitantes, no sólo por su impronta religiosa, sino también por la experiencia que genera atravesar su puerta tallada, conocer su arquitectura y descansar a la sombra de una centenaria palmera que engalana su patio.
Otro de los tesoros de Bocayuva son el Santuario y Pulpería del Gauchito Gil. Ignacia, una correntina que eligió vivir en el pueblo hace más de 40 años, levantó con sus propias manos el gran templo que comparten el Gauchito y la Virgen de Itatí. Un espacio íntimo donde las imágenes del este gaucho santo protegen cada rincón e invitan a disfrutar de una charla acompañada de una rica comida típica que Ignacia y su familia brindan en un amplio comedor con techo de chapa, paredes de ladrillos y botellas que vuelven mágico el momento compartido.
En la estación de ferrocarril, que unía a Trenque Lauquen con Toay, funciona el Museo de los Pioneros donde se exponen maquinarias e instrumentos que dan testimonio de cómo fue la vida de los primeros pobladores.
En medio de un paisaje rural que transmite paz y tranquilidad, rodeado de una inmensa llanura, este “pueblo de seis tesoros”, como es llamado por los habitantes de la zona, permite experimentar la vida de campo y conocer la idiosincrasia de los lugareños que hacen de Bocayuva un destino turístico singular para aventurarse al este de la provincia de Buenos Aires.