Tres meses después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicase la hoja de ruta de su gran investigación en Wuhan, esta ha dado comienzo. O algo así. Es la primera vez que China permite a la máxima autoridad sanitaria en la pandemia adentrarse sobre el terreno y apretar el botón de rebobinar con el fin de trazar el origen del coronavirus. Pero si los inicios no han sido sencillos, la carga de trabajo que les queda por delante es todavía más ardua. “No es como ir allí, tomar muestras a 20 murciélagos, a un gato de algalia y de pronto saber de epidemiología”, ha dicho a la revista Science uno de los miembros del panel de la OMS, Fabian Leender, que trabajará en remoto desde Berlín.
El escuadrón de 15 expertos que debía trasladarse a la ciudad china se compone de varias especialidades como salud pública, salud animal, seguridad alimentaria, epidemiología y virología. Después de largas negociaciones con el gobierno de Xi Jinping y un primer intento fallido del viaje, 13 de ellos llegaron el pasado jueves a Wuhan. Los dos que faltan, según informó la OMS, tuvieron que quedarse aislados en Singapur después de haber dado positivo en un test.
El arranque de la investigación se frustró el lunes pasado, después de que la situación epidemiológica empeorase en China, que ha registrado su primer muerto desde mayo y en consecuencia ha recrudecido sus controles fronterizos. Aunque los científicos extranjeros intentaron agilizar los trámites al máximo, la burocracia china fue más rápida y les mandó de vuelta a casa. El director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, se manifestó “muy decepcionado” por la noticia, pero el jueves su equipo conseguía finalmente aterrizar en el aeropuerto de Wuhan con gran expectación. Ahora, los 13 permanecerán en un hotel durante 14 días para hacer una cuarentena preventiva.
A pesar de que los funcionarios de la OMS se han esforzado desde el primer momento en aclarar que “no se trata de una misión para señalar culpables”, sino para comprender mejor la amenaza global, las negociaciones con el gobierno de China para definirla han sido intensas. Quizá demasiado, según los epidemiólogos. “A todas luces esta investigación llega tarde, ya que se produce un año después de que Wuhan reportase su primer muerto por COVID-19”, opina Daniel López Acuña, exdirectivo de la OMS.
En su día, Acuña participó en expediciones sanitarias de la OMS delicadas a nivel diplomático, como en Zimbabue para rastrear la epidemia de cólera, en Sudán del Sur para crear puentes de vacunación entre grupos rebeldes o en los territorios ocupados de Palestina para brindar ayuda humanitaria a la población, por eso no cree que la de China sea una de ellas. “La OMS no es un inspector de Hacienda, no cuenta con un marco coercitivo a nivel internacional”, explica. En este caso, además, “solo van a ir tras la génesis animal de la pandemia y el salto del SARS-CoV-2 a los humanos, no tras la gestión política”, critica.
El contexto político es tenso, sobre todo después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, volviese a calificar la COVID-19 como “virus chino” y acusase a su comunidad de haberlo exportado al resto del mundo. Aunque el gobierno de China ha recibido duras críticas por el secretismo y la reticencia a colaborar con otros países en la investigación, en este caso ha dispuesto un equipo científico que trabajará con el extranjero, que cuenta con miembros de todas partes las partes del globo, desde Países Bajos y Alemania hasta Australia, Vietnam y Qatar.
A las dificultades con las que nace esta misión se le une el comienzo de las celebraciones del Año Nuevo Lunar a mediados de febrero, el mayor éxodo rural del gigante asiático. Aunque algunas ciudades como Pekín lo han cancelado y han pedido a su población que limite la movilidad, otras solo piden una PCR negativa antes del traslado. Por ello, poco después de salir de su cuarentena, el equipo tiene previsto volver a casa antes de que China cierre por las fiestas. Eso les da muy poco margen para trabajar en el terreno, pero esperan no tener tantos problemas burocráticos para volver a entrar después.
En una conferencia de prensa el pasado miércoles, el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, Hua Chunying, dijo que su país había mantenido siempre “una actitud abierta, transparente y responsable” al rastrear el origen del virus, y que la relación con los funcionarios de la OMS era frecuente y amigable. “Aspiro a que el equipo pueda llevar a cabo su misión sin bloqueos de información, pero no diría yo que la transparencia ha sido la marca de China”, rebate Daniel López Acuña.
En las entrañas de Wuhan
La hipótesis de la que parten es que el coronavirus es una zoonosis, una enfermedad infecciosa que se transmite de forma bidireccional entre seres humanos y animales, lo cual convierte a estos últimos en una parte central del plan. Y el mercado de Huanan, en Wuhan, será la casilla de salida.
Lo interesante, y a la vez lo que dificulta su misión, es que no comenzarán con el murciélago –el foco más probable por ser también reservorio del SARS-CoV-1–, sino que acudirán a las especies que se vendían hace un año en el mercado por si hubiesen actuado como intermediadoras. Con más de 653 puestos y 1.180 empleados, empezar allí va a ser “como buscar una aguja en un pajar”, según los veterinarios y especialistas en Salud Animal.
Sin embargo, la OMS cuenta con la “lista de la compra” de lo que se exponía en Wuhan a finales de 2019: género vivo, como mapaches, ardillas, zorros, jabalíes, salamandras gigantes, erizos y ciervos; y animales de granja y salvajes como ranas, serpientes, cocodrilos, ratas de bambú y tejones. Los investigadores rastrearán la actividad de toda la mercancía comercializada entre noviembre y diciembre del año pasado, así como la de sus criaderos, sus cadenas de transmisión, y sus migraciones dentro y fuera del continente.
“Las conclusiones que salgan de la misión ayudarán en el terreno de la prevención de epizootias (pandemias animales), prácticas higiénicas y regulación en materia alimentaria”, piensa el epidemiólogo López Acuña. “Pero también es muy probable que tengan aplicaciones concretas en esos países debido a su cultura gastronómica”, adelanta. “¿En qué otros países se come medusa o sopa de murciélago?”, pregunta. También cree que la presencia de agentes infecciosos en sus mercados no se puede desligar de los productos que exponen y cómo los venden.
“A este tipo de sitios se los conoce como mercados húmedos porque la alta densidad de población, las aguas del marisco y los vapores de la carne generan un ambiente muy cargado, muy húmedo, que es un vehículo para la transmisión de cualquier enfermedad por vía aerógena”, comparte Luis Alberto Calvo, presidente de la Sociedad Española de Veterinaria.
Mapear desde los puestos de venta, por lo tanto, ayudará tanto a comprender la raíz de la transmisión del SARS-CoV-2 como a conocer hasta qué punto afecta la salud animal a la hora de prevenir nuevas enfermedades zoonóticas emergentes de origen similar. “El problema que veo aquí es la falta de transparencia que tienen estos países con sus mecanismos de control sanitario en las granjas y los mercados”, reconoce Calvo. López Acuña también piensa que la misión de la OMS puede “arrojar luz sobre la presencia de agentes infecciosos en nuestras latitudes y enseñarnos más a prevenirlos”.
Por todo ello, tanto expertos en salud animal como veterinarios reclaman el concepto de One Health, una única Sanidad, para salvaguardar la salud humana a través de un mayor control y conocimiento del mundo animal. “Como parece que las enfermedades animales no importan si no afectan a los humanos, nuestro punto de vista es más preventivo que el de otros sanitarios, pues nuestro trabajo también consiste en evitar que eso suceda”, defiende el presidente de la Sociedad de veterinarios. “Uno de los problemas de la pandemia es que no se ha dedicado nada a la prevención, solo a curar sobre la marcha”, apuntala Calvo.
Por eso, cree que la investigación de la OMS es interesante pero tendría que haberse hecho al principio: “Ahora tiene menos gracia”. Además, hay muchos desafíos que no se especifican en el 'paper', entre ellos el de capturar un número suficiente de animales salvajes como para tomar muestras significativas: “Con los visones es fácil porque están encerrados en granjas, pero estas investigaciones son muy costosas y tienen un protocolo muy concreto de publicación y demostración. De conseguirse resultados, no creo que los veamos hasta que pasen años”, adelanta.
La paciencia es otra de las claves para el exdirectivo de la OMS: “No van a resolver todo en unas pocas semanas, porque también van a estudiar otros escenarios”, explica López Acuña. Se refiere a que el equipo analizará los registros hospitalarios de Wuhan para averiguar si el virus se estaba propagando antes de diciembre de 2019. Entrevistarán a las primeras personas identificadas con COVID-19 para averiguar dónde podrían haberse contagiado, y tomarán muestras de sangre al personal médico, a los técnicos de laboratorio y a trabajadores agrícolas en busca de anticuerpos contra el SARS-CoV-2. La misión dedicará parte de su esfuerzo a analizar las aguas residuales.
Otra de las paradas será el Instituto de Virología de Wuhan (IVW), donde algunos conspiranoicos han dicho durante estos meses que el virus “se diseñó”. Aunque desmentirlo no es una de las prioridades del equipo, la OMS visitará las instalaciones y entrevistará a los trabajadores para recabar cualquier información que hayan conseguido en este año. Por su parte, el gobierno de China sigue sosteniendo que no hay evidencias de que el virus saltase a los humanos desde el mercado de Wuhan y que ya había una cepa circulando por Italia en noviembre de 2019. Sea en el país que sea, la investigación pretende dar con la respuesta, aunque mientras tanto cada uno siga tirando de la cuerda hacia su lado.