A estas alturas, ya nadie se atreve a afirmar que no volverá a haber una ola como la sexta. Ni que esta fue la última. No sabemos todavía si el Covid-19 terminará siendo una enfermedad de los inviernos (estacional) o si los picos y los valles se sucederán a lo largo de todo el año; tampoco con qué intensidad. Pero a corto plazo, al menos, la coincidencia de tres elementos hace pensar que se abre un “largo periodo de tranquilidad”. Que, después de la tormenta, llega la calma.
Es la previsión con la que trabaja la Organización Mundial de la Salud (OMS) en la región europea, que concibe los próximos meses como “una oportunidad única” para controlar el virus por la alta inmunidad de la población tras una ola explosiva en contagios y el acceso a las terceras dosis; por la subida de las temperaturas una vez se supere el invierno, que favorecerá las actividades en exteriores; y por la menor virulencia asociada a la variante ómicron, la dominante en Europa.
Uno de cada tres contagios registrados en el continente desde marzo de 2020 se dieron en lo que llevamos de año y en España la mitad de los más de 10 millones de casos corresponden a la sexta ola. Las autoridades sanitarias no aportan datos de qué porcentaje de la población se infectó, pero algunos del último CIS dan una idea de la magnitud. El 12% de los encuestados contactó en diciembre con los servicios médicos por síntomas de Covid-19 y solo en la primera semana de enero el 6%. Tampoco hay fecha prevista para una quinta ola del estudio ENE COVID, que midió desde abril de 2020 el estado serológico de la población española. La OMS cuenta con que el virus habrá infectado al 50% de la población europea entre enero y marzo.
“Europa se ha colocado en una condición muy aventajada por la coincidencia de dos cosas. Una de ellas, ómicron, no estaba planificada y se junta con la alta cobertura vacunal. Eso protege al vulnerable y da margen para diseñar una respuesta que pueda ser diferente y proporcional a las cargas que proporciona el virus”, explica Ildefonso Hernández, que fue director general de Salud Pública entre 2009 y 2011 y ahora es portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (SESPAS). Las tasas de vacunación superan el 70% en la mayoría de países aunque el este europeo arrastra cifras muy reducidas, como el 33% en Bulgaria o el 41% en Rumania. España se sitúa en el 81% y casi la mitad de la población tiene una dosis de refuerzo.
Entre los epidemiólogos hay diversidad de opiniones. Mientras unos se muestran más optimistas, otros aún se contienen a la hora de hablar de un cambio de etapa. “La sensación es de evolución, un punto de pequeño optimismo tras un golpe fuerte, pero todavía muchas personas están hospitalizadas. Comparto que hay que aprovechar los momentos de calma, aunque todavía no estamos ahí”, sostiene el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares Pedro Gullón, para quien la sexta ola sentó un precedente “a la vez descorazonador y esperanzador” sobre cómo encarar una explosión de contagios sin adoptar prácticamente restricciones y con pocas actuaciones de control.
Los síntomas de viraje en las estrategias ya son perceptibles en Europa, donde los países iniciaron una etapa de relajación de restricciones pese a las altas incidencias. “Creo que es posible responder a las nuevas variantes que inevitablemente emergerán sin necesidad de volver a las medidas disruptivas que necesitamos antes”, auguró el viernes el doctor Hans Henri P. Kluge, director de la OMS en la región europea.
La dificultad de llegar a una circulación muy reducida
La OMS asemeja el escenario previsto para los próximos meses con un “alto el fuego” que podría “traernos una paz duradera”, pero a condición de que los estados hagan algunos deberes, como preservar la inmunidad “a través de la vacunación y las dosis de refuerzo”, poner en el centro a los vulnerables, intensificar la labor de vigilancia de nuevas variantes y promover el autocuidado.
Los epidemiólogos compran el periodo de calma que pronostica la OMS, aunque algunos dudan de que pueda alcanzarse una transmisión tan residual como la que se dio a la salida de la quinta ola en España con la gran capacidad de contagio de ómicron. “Con las pocas medidas y la transmisibilidad de la variante, no sé si se va a llegar a una circulación tan reducida del virus. Pero incluso así es posible que medidas muy establecidas, y que contribuyen al control de la transmisión, como las cuarentenas, lleguen a levantarse. Lo ideal sería que pasara, pero no tengo claro si será ahora o dentro de un tiempo”, señala Gullón.
Las decisiones que vienen por delante no son fáciles. “¿Cuántos casos podemos dejar escapar? ¿Qué consecuencias puede tener? Vamos a movernos en esa tensión”, anticipa Gullón. “El beneficio y el perjuicio de cada decisión hay que revisarlo con mucho detalle, sabiendo que la prioridad son los vulnerables”, advierte Ildefonso Hernández, cuya sociedad científica, SESPAS, emitió un posicionamiento que defiende que “hablar ya de que estamos ante una enfermedad endémica y estacional como la gripe puede contribuir a que la población minimice o banalice las medidas preventivas”.
Entre las tareas pendientes, además del cambio que se está pergeñando en el sistema de vigilancia, está la “reordenación de la atención médica” en hospitales y centros de salud.