“Mi hija dice que no va a ser médica”. Daniela Olmos cumplirá 21 años como médica especializada en terapia intensiva durante 2022 y está casada con un cardiólogo especialista en hemodinamia. Trabaja en el Hospital “Príncipe de Asturias” de la ciudad de Córdoba, que depende del municipio, y también en una institución privada. Desde que la pandemia de CoVid-19 llegó a la Argentina, en marzo de 2020, Olmos se tomó quince días de vacaciones pero cinco tuvo que ocuparse de las videollamadas que los trabajadores de la salud hacen con las familias de los pacientes aislados.
Ella, su marido y su hija de 11 que no quiere ser médica tienen previstas dos semanas de vacaciones para este febrero: “Hay muchos contagios en general y también entre médicos, entonces las vacaciones no se confirman hasta último momento porque tal vez toca hacer un reemplazo. Pero el plan, si nos podemos tomar esos días, es apagar el celular”.
Olmos atiende en Córdoba, que fue el epicentro del estallido de la tercera ola de CoVid-19 en la Argentina tras la llegada de la variante Ómicron al país.
“El paciente que llega con CoVid-19 a terapia intensiva en esta tercera ola es igual al que llegaba en 2020 o en 2021, en la primera y segunda ola. Lo que pasa es que no tenemos la cantidad de pacientes que hubo en esos momentos, casi hasta el desborde, y eso tiene que ver con la campaña de vacunación”, describe la médica cordobesa, que cuando puede sale a andar en bicicleta y cuando el tiempo no le da para tanto, se ocupa de sus plantas para distraerse.
“Estamos cansados. Estamos muy cansados. Cuando la gente salió de las restricciones tan duras, a descansar y divertirse, el equipo de salud siguió trabajando. Bajaron los casos de CoVid-19 pero aumentaron los accidentes de tránsito, la violencia familiar, la violencia callejera, y todo eso puede llegar a terapia intensiva. Los que hoy nos ocupan la mayoría de las camas de terapia son pacientes de CoVid-19 no vacunados o, sobre todo, con la vacunación incompleta”, cuenta Olmos.
Estamos muy cansados. Cuando la gente salió de las restricciones tan duras, a descansar y divertirse, el equipo de salud siguió trabajando. Bajaron los casos de CoVid-19 pero aumentaron los de otras causas
Eduardo Maturano es intensivista desde 1985 y trabaja en el Hospital “Vicente Agüero”, de Jesús María, Córdoba. Esta tercera ola, dice, es distinta a las anteriores. “Al principio carecíamos del aislamiento apropiado, del equipamiento apropiado, desconocíamos las características del virus, no teníamos ni anticuerpos ni vacunas. Esta ola nos encuentra vacunados o ya habiendo transitado la enfermedad, tenemos cierto handicap de anticuerpos. Sin embargo, muchos trabajadores de la salud se están contagiando y hay una pretensión cada vez más grande de que vayamos a trabajar si somos contacto estrecho de un caso confirmado, porque lo que prima es un criterio económico vinculado a la productividad, y no los principios médicos que deberían funcionar”, explica.
Según Maturano, hay algo del perfil de los pacientes que llegan a las terapias intensivas en esta tercera ola que se parece a las anteriores: “Predominan muchos los casos en los que hay comorbilidades. Eso no ha cambiado. Aunque en el caso de que esa persona tenga su esquema de vacunación completo, presenta mucho menos factores determinantes de óbito que una persona que no completó o ni siquiera inició su vacunación. Los médicos estamos muy cansados, la gente se sigue enfermando y nosotros también”.
Entre los pacientes que atiende Olmos, el 90% de quienes no completaron su vacunación, son mayores de 60 años y presentan alguna comorbilidad mueren. El 60% de los casos de CoVid-19 que llegan a su terapia son de personas que no completaron su vacunación y otro 10% ni siquiera la inició.
La vacuna hace la diferencia en esta tercera ola. No sólo a través de la protección que supone ante formas graves y mortales del virus, sino también en el impacto emocional en los trabajadores de salud. “Cuando llega un paciente a la terapia que aún puede hablar porque no requiere respirador y me dice que no se vacunó porque la vacuna mata, o que no terminó de vacunarse porque escuchó que la vacuna es peligrosa o porque su familia le dijo que no lo haga, es muy difícil. Hay mucho mono con navaja manejando desinformación sobre la vacuna y es desolador encontrarse con esos casos críticos que, de estar vacunados, muy probablemente estarían en otras condiciones”, explica Olmos. Dice que está cansada y resignada. “Cuando veo que la sociedad relaja cuidados que no hay que relajar, y que encima de eso en algunos casos maltrata al trabajador de seguridad que está, por ejemplo, en una guardia o testeando, siento resignación. Estamos fatigados y resignados”, suma. Ahora mismo, la terapia intensiva en la que trabaja tiene 10% de pacientes con CoVid-19 y el sistema de camas no está saturado.
Ezequiel Manrique tiene 40 años y diez como intensivista. Preside la Sociedad de Terapia Intensiva de Córdoba, trabaja en el Hospital Universitario de la capital de esa provincia y en el “Florencio Díaz”, que depende del gobierno provincial.
“Una característica distintiva de esta ola respecto de las previas es que de todos los pacientes que tienen CoVid-19 positivo, no todos están allí por neumonía producto del virus, sino que tal vez llegaron por un infarto, un politrauma o una insuficiencia cardíaca. Al entrar se los hisopa y si da positivo, se los aísla”, explica Manrique. Alrededor del 20% de las personas que entran a las terapias en las que trabaja por motivos ajenos al CoVid-19 dan positivo en el testeo. A la vez, el 90% de quienes llegan ahí con síntomas agudos del virus son personas sin vacunas o con vacunación incompleta. “Algunos estaban cerca del refuerzo o la tercera dosis y justo empezaron con síntomas”, describe el médico.
Alrededor del 20% de las personas que entran a las terapias por motivos ajenos al CoVid-19 dan positivo en el testeo. A la vez, el 90% de quienes llegan ahí con síntomas agudos del virus son personas sin vacunas o con vacunación incompleta.
“Los que llegan a terapia por neumonía por CoVid-19 tienen la misma gravedad que los que llegaban en otras olas, eso no cambió. La ocupación de camas ha subido cuando aumentaron los casos, pero no es total. Lo que sí pasa es que ocupa rápidamente la sala de aislamiento de la terapia porque llegan ahí pacientes que habían llegado con otra patología pero resultaron positivos”, explica Manrique.
Cuando tiene tiempo, Manrique juega al basket o mira un rato de tele. Tiene hijos de 3 y 7 años y dice que es difícil hacerse tiempo para estar con ellos sin sentir cansancio. “Pero aunque estés cansado tratás de guardarte un rato para ellos”, cuenta. En lo que va de la pandemia se tomó una semana de vacaciones. “Pero bien de descanso, de olvidarme de todo, nada”, sostiene. Tiene tres semanas de descanso programadas a partir de la que viene: el plan es viajar a la Costa Atlántica para que sus hijos conozcan el mar.
“Hay un gran cansancio entre los intensivistas. Mucha gente tenía la idea de descansar un poco y vino esta ola y hubo que salir a reemplazar a compañeros que se contagiaron. Muchos tuvieron que suspender su descanso, y en un contexto de fatiga y agotamiento, eso da bronca. Yo todavía no sé si efectivamente voy a poder descansar o no, y esa incertidumbre también es muy cansadora. Lo que más necesitamos es parar la cabeza”, define.
JR