Estamos ante el comienzo de la revolución de las vacunas de ARN mensajero

6 de diciembre de 2020 13:43 h

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En los últimos meses la sociedad aprendió una serie de términos científicos. Tuvimos que interiorizar los términos tasa R0 (el número de reproducción de un virus) y PCR (el método de prueba de la reacción en cadena de la polimerasa). Y ahora le llegó el turno a la tecnología del ARN mensajero.

Este último término apareció en los últimos tiempos en los medios debido a los espectaculares resultados de dos nuevas vacunas de ARNm contra el coronavirus. Significa “ácido ribonucleico mensajero”, una expresión que resulta bastante familiar si se ha estudiado Biología en secundaria, pero que por lo demás no es un nombre muy conocido. Incluso en el campo de la investigación de vacunas, decir hace tan solo 10 años que podías proteger a la gente de las infecciones inyectándoles ARNm, hubiera generado miradas de desconcierto.

Básicamente, el ARNm es una molécula utilizada por las células vivas para convertir las secuencias de genes del ADN en las proteínas que son los componentes de todas sus estructuras fundamentales. Un segmento de ADN se copia (“transcribe”) en un trozo de ARNm, que a su vez es “leído” por las herramientas de la célula para sintetizar proteínas.

En el caso de una vacuna de ARNm, el ARNm del virus se inyecta en el músculo, y nuestras propias células lo leen y sintetizan la proteína viral. El sistema inmunitario reacciona a estas proteínas –que no pueden por sí mismas causar enfermedades– como si hubieran sido transportadas por todo el virus. Esto genera una respuesta protectora que, esperamos, dure algún tiempo. Es tan maravillosamente simple que casi parece de ciencia ficción. Pero recientemente constatamos que era verdad.

Es extraordinario que las observaciones originales en cultivos celulares en una placa de Petri se hayan plasmado en la vida real. Al mismo tiempo, no es del todo sorprendente que las dos primeras vacunas para la COVID-19 que anunciaron los resultados de la fase 3, la de Pfizer y la de Moderna, estuvieran basadas en ARNm. Fueron las primeras porque, tan pronto como se conoció el código genético del virus SARS-CoV-2 (fue publicado por China en enero de 2020), las compañías que habían estado trabajando en esta tecnología pudieron empezar a producir el ARNm del virus. El desarrollo de vacunas convencionales lleva mucho más tiempo.

Es posible que el impresionante rendimiento de estas nuevas vacunas eclipse el de otras que se están desarrollando. Depende de cómo de eficaces acaben siendo estos métodos alternativos, y los resultados empezarán a conocerse rápidamente.

Más allá de eso, sin embargo, está la cuestión de si con la técnica del ARN mensajero estamos ante el futuro de todas las vacunas. Si se puede crear una vacuna contra el coronavirus tan rápido y tan bien con el ARNm, ¿por qué no utilizar esta tecnología de forma generalizada? En resumen, ¿se convertirá el ARNm en la tecnología por defecto para las vacunas de ahora en adelante? Eso marcaría un gran avance en la protección contra las enfermedades.

Tendremos que esperar y ver si sucede. Incluso suponiendo que todos los detalles de los resultados, cuando lleguen, corroboran los porcentajes de eficacia que se publicaron en los medios, algunos aspectos solo se podrán conocer con el paso del tiempo. ¿Cuánto tiempo durará la protección, especialmente en el caso de las personas de mayor riesgo? ¿Son estas vacunas lo suficientemente eficaces no solo para evitar que los receptores enfermen cuando se exponen, sino también para evitar que se infecten por completo o, si no es el caso, para reducir la transmisión del virus a terceros?

El otro criterio clave por el que juzgamos cualquier nueva tecnología de vacunas es la seguridad. A diferencia de los medicamentos, que se administran para tratar a las personas enfermas, las vacunas se administran a todo el mundo. Los efectos secundarios solo son tolerables si son leves y de corta duración. La mayoría de las personas están dispuestas a aceptar un segundo de dolor agudo seguido de un brazo sensible y de sentirse un poco mal durante un día o dos, pero eso es todo. Las enfermedades graves causadas por las vacunas deben ser preferiblemente inexistentes o al menos extremadamente poco frecuentes.

A primera vista, el ARNm debería ser seguro. Después de todo, se encuentra presente en abundancia en todas las células de nuestros cuerpos todo el tiempo. También es una molécula muy frágil. Se deshace muy fácilmente y es rápidamente descompuesta por las proteínas diseñadas para hacerlo, que están en todas partes. Trabajar con ARNm en el laboratorio es una pesadilla porque se desvanece continuamente. Por todo ello, no debe permanecer en el cuerpo por mucho tiempo después de ser inyectado.

El hecho de que el ARNm sea material genético puede llevarle a pensar que hay algún riesgo de efectos secundarios genéticos. Sin embargo, en las células humanas, mientras que el ADN se transcribe regularmente en ARN, no ocurre lo contrario: el ARN no puede convertirse en ADN y alterar nuestros genes. De hecho, fabricar ADN a partir de ARN –la llamada transcripción inversa– es algo que solo un cierto tipo de virus, como el VIH, puede hacer.

Sin embargo, en última instancia, la confianza en la seguridad de las vacunas es algo que viene de la experiencia, y será igual con el ARNm. Lo tranquilizador es que ya se ha probado la seguridad en decenas de miles de sujetos en estudio. Dentro de poco tiempo, serán millones las personas vacunadas y, suponiendo que no aparezcan problemas inesperados, la confianza irá en aumento.

Independientemente de que la tecnología del ARN mensajero se convierta o no en la forma preferida de fabricar vacunas novedosas, está claro que un desastre mundial de la magnitud de la pandemia estimula la innovación a un ritmo mucho más rápido. Esto no es solo consecuencia de todos los recursos y la financiación puestos a disposición de quienes tienen las soluciones que normalmente podrían contemplarse con más escepticismo, sino que también está impulsado por las cosas extraordinarias que los seres humanos pueden lograr cuando se unen por las circunstancias y se les encomienda un propósito común.

Si bien nos gusta dar importancia a los héroes y líderes individuales, los avances científicos como las vacunas de ARNm son siempre el fruto de los esfuerzos de colaboración de muchas personas con diversas capacidades y experiencias. Llevar las vacunas a la práctica también requiere un gran número de voluntarios valientes y altruistas que participen en los ensayos clínicos.

Si lo analizamos con distancia, hay un hecho que sobresale. A principios de noviembre, todavía no sabíamos si alguna vacuna podría ayudarnos a superar esta terrible enfermedad. Un mes después, estamos seguros de que sí podrán. Sin embargo, las vacunas de ARNm aparecen en los libros de Historia, eso en sí mismo es algo para maravillarse. El ingenio humano, la invención y el trabajo duro demuestran que finalmente estamos en el camino de salida de este desastre.

Adam Finn es profesor de pediatría en el Centro de Vacunas Infantiles de la Universidad de Bristol.

Traducido por Emma Reverter