Es emocionante. Estamos combatiendo una pandemia en tiempo récord. No pasó un año desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el estado de pandemia y ya se aplican distintas vacunas contra esta enfermedad que paralizó el planeta. Compartimos en redes sociales la alegría de ver vacunados a nuestros abuelos y de sentir, o al menos imaginar, que el final de esta pesadilla se acerca. También nos indignamos cuando descubrimos una apropiación ilegítima de un bien escaso, como las vacunas, repartidas a partir del privilegio y no de la necesidad.
En el mundo está pasando algo muy parecido. Nueve de cada diez vacunas se están aplicando en los países más poderosos del mundo. Mientras tanto, otros 130 todavía no administraron una sola dosis. Así, sólo Estados Unidos, la Unión Europea y el Reino Unido concentran la mitad de las 280 millones de dosis que se aplicaron. Mientras que se estima que estas potencias tendrían vacunas ampliamente extendidas para su población entre septiembre de este año y marzo del próximo, los países de más bajos ingresos deberán esperar hasta ya comenzado el 2023.
Más allá de la cantidad de vacunas aplicadas hasta el momento, el número de acuerdos futuros alcanzados entre los Estados y las compañías farmacéuticas es todavía más llamativo. Esto demuestra realmente el alcance de los compromisos asumidos y muestra una imagen mucho más desoladora de la inequidad sanitaria.
Según datos del Centro de Innovación para la Salud Global de la Universidad de Duke, Canadá lidera el ranking con acuerdos de adquisición de vacunas que permitirían inocular a más de cinco veces su población. Le siguen en la lista el Reino Unido, que tiene acuerdos para vacunar a más de tres veces sus habitantes, la Unión Europea, Suiza, Australia y Estados Unidos, entre dos y dos veces y media, y más lejos, Japón, que podría cubrir al 124 por ciento de sus ciudadanos. Estos países —junto con Noruega, Brasil, Ecuador y unos pocos más— están bloqueando una batalla clave que transcurre en el marco de la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Ante un escenario tan desigual, en octubre de 2020, India y Sudáfrica presentaron una propuesta para suspender temporalmente los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas, medicamentos y tecnologías contra el COVID-19, mientras dure la pandemia. De aprobarse, esta medida habilitaría a todos los países a producir y usar todas las tecnologías disponibles sin temor de violar derechos de propiedad intelectual.
Si bien los promotores ya lograron el apoyo de más de ciento cuarenta países, incluida la activa promoción de la Argentina, la OMC funciona por un sistema de votación por consenso, por lo que sólo las potencias que ya accedieron a sobradas vacunas para su población pueden bloquear el avance de esta resolución. Como declaró el delegado de India ante la comisión en una reunión del año pasado: “Estos Estados que acapararon toda la oferta que pudieron no dejaron vacunas en la torta para los países menos desarrollados”. Las vacunas que pueden dividir la vida de la muerte se están distribuyendo en función de la riqueza, no de la necesidad.
“Perder tiempo significa perder vidas”
Ayesha Jacub es médica y analista en política sanitaria global. Integró el sistema público de salud de Sudáfrica y ahora vive en Estambul. En comunicación con elDiarioAR, consideró que “la liberación de las patentes podría asegurar el impacto positivo que produce la información abierta, incluyendo una expansión en la fabricación y en la competencia, logrando precios más competitivos”. Para la especialista, “desde cualquier perspectiva moral o de salud pública que se lo analice, la medida que asegure el mayor acceso es el mejor camino”, y consideró que “de todas las opciones disponibles, la liberación temporaria de los derechos de propiedad intelectual es lo más razonable” porque acelera los tiempos que otros caminos no permiten. “Hoy”, sentencia, “perder tiempo significa perder vidas”.
Del otro lado del ring, y con un pasado de dominación colonial sobre los dos países promotores de esta iniciativa, está el Reino Unido. En su primera respuesta a la moción de India y Sudáfrica, el delegado británico sostuvo que consideraba la suspensión de los derechos de propiedad intelectual como una “medida extrema para abordar un problema no probado” y que sería “contraproducente”. Textualmente, dijo: “No hemos identificado formas claras en las cuales la propiedad intelectual haya actuado como una barrera en el acceso a vacunas, tratamientos o tecnologías en la respuesta global al COVID-19”. Y propuso medidas alternativas como la transferencia tanto de tecnología como de capacidad productiva y de distribución.
Si bien el Reino Unido pone en duda la capacidad de producción en los países de bajos ingresos, de las 158 vacunas precalificadas bajo por la OMS, 72 son producidas por fabricantes de países en desarrollo. Además, como considera Jacub, la liberación de los secretos comerciales y las patentes podría permitirles producir localmente, o a aquellos que no tengan la capacidad de hacerlo, acceder a una mayor oferta y a precios más competitivos.
Para ilustrar la situación, la doctora Jacub pone el ejemplo de la Argentina: “Imagina un escenario”, dice, “en el que se liberan los secretos comerciales y el laboratorio argentino que fabrica la vacuna de Oxford-AstraZeneca pudiera producir en forma independiente una vacuna para el mercado local a precios competitivos; ¿no sería un enfoque más pragmático en medio de una pandemia?”.
"Imagina que el laboratorio argentino que fabrica la vacuna de Oxford-AstraZeneca pudiera producir en forma independiente para el mercado local a precios competitivos; ¿no sería un enfoque más pragmático en medio de una pandemia?" (Ayesha Jacub, médica)
Por estas razones, en los últimos días la iniciativa sumó el apoyo simbólico de Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS. El funcionario declaró que comprendía “que los gobiernos tengan la obligación de proteger a los suyos, pero (que) la mejor forma de hacerlo es suprimir al coronavirus al mismo tiempo en todas partes”. En una columna publicada hoy en The Guardian, consideró que “aplicar el enfoque del ‘yo primero’ a la vacunación no vencerá al COVID-19”. Y sentenció: ”¿si no es ahora, cuándo?”.
"Aplicar el enfoque del ‘yo primero’ a la vacunación no vencerá al COVID-19” (Tedros Adhanom Ghebreyesus, Director General de la OMS)
Jacub advierte también sobre los impactos negativos de este abordaje para los países de altos ingresos: “los países desarrollados continuarán en riesgo por las mutaciones del virus y las poblaciones no vacunadas a través de sus fronteras, una consecuencia inevitable de la globalización”. Coinciden en que no sólo se trata de un acceso equitativo, sino de una estrategia adecuada para abordar una pandemia como la que atravesamos.
Bienes públicos globales
Una de las organizaciones más activas en este tema es Médicos Sin Fronteras (MSF). La organización ganó un Nobel de la Paz en 1999 por su trabajo humanitario y su contribución a generar un rechazo social a las violaciones de derechos humanos y a los abusos de poder. Hoy es la principal organización promotora de la suspensión de las patentes en la OMC.
“Médicos Sin Fronteras considera que las vacunas contra el COVID-19 deben ser tratadas como bienes públicos globales”. Quien habla —en realidad, escribe— es Kate Stageman, coordinadora de la Campaña de Acceso de MSF en Johannesburgo. “Dado el financiamiento público sin precedentes detrás de su desarrollo y la urgencia que presenta la pandemia, consideramos que no debería haber ningún tipo de lucro detrás de las vacunas”.
Se refiere a los 12 mil millones de dólares provenientes de fondos públicos invertidos para la investigación y desarrollo, pruebas clínicas y manufactura de las seis principales vacunas (AstraZeneca, Johnson & Johnson, Pfizer, Moderna, Sanofi y Novavax). Así, al menos en este caso, la innovación parece haber llegado a partir de la inversión directa de los Estados nacionales y no a través de los derechos de propiedad intelectual. Y así y todo, al parecer, podría haber sido más eficiente.
De acuerdo a una investigación de la revista Jacobin, un destacado grupo de investigadores finlandeses liderado por el profesor Kalle Saksela, director del Departamento de Virología de la Universidad de Helsinki, tenía lista una vacuna contra el COVID-19 libre de patentes en mayo de 2020. Sin embargo, el Estado finlandés no acompañó la iniciativa e invirtió en las grandes farmacéuticas, retrasando lo que podría haber sido la inoculación masiva de su población y los consecuentes beneficios del despliegue masivo de una vacuna sin derechos de patentes para la salud global.
Oportunidades perdidas aparte, la coordinadora de MSF escribe: “la propuesta de India y Sudáfrica facilitará la transferencia de salud y vacunas de las corporaciones farmacéuticas en Europa a los productores en países de renta media y baja, incrementando así la oferta y una mayor competitividad sobre los precios”. Stageman considera que tanto la resistencia de las corporaciones farmacéuticas para compartir las tecnologías contra el COVID-19, como el bloqueo de los países de ingresos altos, “sólo demuestra cómo priorizan mantener barreras estructurales sobre el acceso global y equitativo a las herramientas para combatir la pandemia”.
¿Salir mejores?
La comisión de Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual de la OMC se reunirá el 10 y 11 de marzo para decidir sobre la propuesta de India y Sudáfrica. Todavía queda una semana para que los países promotores y sus aliados sigan sumando apoyos. Argentina apoyó formalmente la moción en la OMC, impulsó la agenda en el Mercosur a través de la Cancillería e incluso el presidente Alberto Fernández coincidió con su par francés, Emmanuel Macron, en declarar la vacuna contra el COVID-19 como un bien universal sin propiedad intelectual, a fin de garantizar su acceso a los países en desarrollo. Sin embargo, al momento la Unión Europea mantiene su rechazo al proyecto. Las gestiones que realicen los promotores y sus aliados en estos días podrían acercar el final de la pandemia.
Varios de los países con mayores privilegios económicos acapararon vacunas que exceden a sus habitantes. Ahora bloquean un acceso equitativo por parte de los países más vulnerables. Si bien vivimos en un planeta que normalizó a sus Vacunados VIP, en una semana tenemos una oportunidad única para lograr eso que tanto deseamos: que la pandemia nos saque mejores.
MF