El 10 de enero es el Día de las Mujeres Migrantes en homenaje a Marcelina Meneses, quien un día como hoy pero del 2001 falleció al ser arrojada de un tren de la Línea Roca en movimiento junto a su bebé Alejandro Josua Torres. Este acto racista, producto de su condición de mujer migrante boliviana, deja en evidencia que la discriminación mata, pero nos advierte que también mata a las sociedades que la naturalizan.
La efeméride tiene su origen en la Ley 4409/12, sancionada en diciembre de 2012 por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, con el objetivo de poner en agenda pública, visibilizar y concientizar sobre los crímenes de odio, la discriminación, la violencia y la xenofobia que las mujeres migrantes son especialmente susceptibles de padecer.
El brutal asesinato de la mujer y su bebé constituyó un acto de racismo, el cual ya se venía manifestando en la forma de vejaciones y maltratos dentro del tren por su origen boliviano y color de piel. Ningún fenómeno de la realidad social puede ser correctamente analizado si no se mira con el prisma de la perspectiva de género; y la movilidad humana no es la excepción.
En este marco, en 2001 se creó el Centro Integral de la Mujer Marcelina Meneses en Ezpeleta. El lugar pretende fortalecer la autonomía de las mujeres migrantes a nivel laboral, emocional, social y educativo. La migración en Argentina es uno de sus rasgos constitutivos, por lo que es importante reflexionar para celebrar el aporte cultural que hacen las tradiciones de otros países que viajan a nuestro país.
La historia de Marcelina Meneses
Marcelina Meneses era una mujer migrante de 30 años de Bolivia. Vivía con su familia en Ezpeleta, en la localidad bonaerense de Quilmes. El 10 de enero de 2001, en una calurosa mañana de verano, viajaba en un tren de la Línea Roca a las 9 de la mañana para llevar a su hijo de 20 meses al Hospital Fiorito en Avellaneda.
Llegando a la ex Estación Avellaneda, rozó con sus bolsas a un pasajero mayor, quien le gritó “¡Boliviana de mierda! ¡No mirás cuando caminás!”. El único testigo que declaró, Julio Cesar Giménez, intervino en la discusión pidiendo que tengan cuidado por el bebé. Cuenta que un segundo pasajero agregó: “Qué defendés vos, si estos bolivianos son los que nos vienen a quitar el trabajo. Igual que los paraguayos y los peruanos”. Acto seguido, otros pasajeros se sumaron a los insultos.
Giménez relató un guardia se acercó, pero escuchó los agravios xenófobos: “¡Uh! ¡Otra vez estos bolivianos haciendo quilombo! ¡Me tienen podrido! ¡Yo me las tomo!”. Allí mismo, Marcelina y su bebé fueron empujados del tren y fallecieron sin atención médica. El testigo contó tiempo después que vio como ella agonizaba.
En diversos relatos, Giménez contó: “Fue una cosa de segundos. Se había sumado otra gente. Hubo más insultos y escucho que uno que estaba de ropa de Grafa le dice a un compañero: '¡Uy, Daniel, la puta que te parió, la empujaste!'”.
El único testimonio de Giménez, un cooperativista de 42 años en ese entonces, sirvió para conocer toda la historia con el fatal desenlace. Desde el comienzo, la empresa TMR lo desmintió y sostuvo que Meneses murió al ser rozada por el tren cuando caminaba junto a las vías del Roca, entre las estaciones de Avellaneda y Gerli. Nunca se pudo saber quien fue el autor del crimen de la mujer y su hijo.
Marcelina estaba casada con el albañil Froilán Torres, con quién tenía otro hijo de 3 años. Trabajaba como repositora y había llegado al país hacía 5 años. Su esposo llevó adelante la búsqueda de testigos del asesinato. A pesar de las adversidades y de los malos tratos por ser migrante, nunca bajó los brazos a pesar que las muertes continúan impunes.
LC