Abusos en la Iglesia Católica

“Todos los días me levanto con un propósito: justicia por mí y justicia por los que no se animaron a denunciar”

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Kevin Montes eligió las fotos que acompañan esta entrevista con un criterio: “Para que la gente que vea la nota se dé cuenta que 'ah, era el chico que estaba en la parroquia siempre, el que ayudaba en las misas'”, dice a elDiarioAR. Es una forma de reconocerse y de que lo reconozcan. Kevin Montes quería ser cura. Sintió el llamado cuando era chico: a los 11 años iba a la Parroquia de su barrio, que pertenece a la diócesis de Orán, en Tartagal, Salta. A los 18, apenas terminó el secundario, entró en el seminario. El quería “salvar al mundo”. De aquel deseo no queda nada. “A mí me lo quitaron todo. A mí me quitaron todos los sueños, me quitaron las ganas de vivir. Hasta que en un momento dije: no. Para vivir necesito cerrar este ciclo con justicia”. Kevin Montes denunció por abuso sexual a Carlos Fernando Páez, el cura de la parroquia donde él estudiaba. Pudo hacerlo hace cuatro años, en la justicia Civil y en la canónica. El juicio contra Páez arranca en pocas semanas, el 15 de mayo.

Salta es un provincia muy religiosa y Tartagal, donde está la parroquia a la que ibas, es una localidad pequeña. ¿Cuáles son las consecuencias de denunciar al cura del barrio?

En un proceso difícil, el paso más difícil fue el de la condena social. No hacia quien abusó de mí, sino la condena social hacia mi persona. Gente muy religiosa que te empieza a señalar, te critica, te dice que sos “un anticlerical” o que lo hacés por resentido. O que tentó a esta persona psicópata para que me hiciera todas esas cosas. Como si terminara ocupando yo el lugar de demonio. Tuve que irme de Tartagal. Llegó un momento en el que la persecución hacia mí y mi familia fue tan fuerte que tomé la decisión de irme, no sólo de mi ciudad sino de mi provincia.

Denunciaste hechos que ocurrieron entre 2015 y 2017, en tu etapa de seminarista. Suele pensarse que si no hubo acceso carnal, el abuso no existió. ¿Es así?

Yo también tenía ese concepto erróneo, ese concepto que dice que si no hay acceso carnal, no hay abuso sexual. Por eso me costó reconocerme como víctima. Pero en un momento empiezo a darme cuenta de que me habían ocurrido cosas que no eran normales y con mucho dolor asimilo lo que me había pasado. Hubo un obispo que nos juntaba (N. de la R.: a los seminaristas) y nos hacía a cada uno una pregunta muy, muy directa: “¿a vos te violó alguien?'” Y decíamos no, no, no. Porque tenía el concepto de que si no había acceso carnal entonces no era abuso. En un momento dije, bueno, listo, ya está, me pasó. Y uno como víctima por lo general tiende a culparse: “Fue mi culpa, yo provoqué esto”.

Además de ser situaciones contra tu voluntad, ¿hubo un aprovechamiento de tu fe religiosa, como si eso fuera una herramienta de Poder sobre vos?

Tal cual. Siempre tengo muy patente algunas frases que me decía esta persona: “Si yo quiero te saco del seminario”, por ejemplo. Mi fe, mi vocación me la había dado Dios, pero él se había adueñado de ella. Desde ahí jugaba sus cartas. Él se había involucrado mucho en mi vida personal. Cuando uno está en el seminario cuenta absolutamente todo, hasta tus más profundos pensamientos, tus más profundas sensaciones. Y ahí donde esta persona empezó a a tejer sus hilos para atraparme y así vulnerar mi integridad sexual.

El consejo del Obispo: “Andá y encaralo como un hombre”

No lo nombra. O lo nombra apenas y por el apellido. Carlos Fernando Páez está imputado por el delito de abuso sexual simple doblemente agravado por haber sido cometido por ministro de culto reconocido y encargado de la educación. Paéz era sacerdote en la parroquia La Santa Cruz, en Villa Saavedra, Tartagal, que depende de la Diócesis de Orán. Allí coincidieron Montes, el denunciante, y el cura acusado. Después de la denuncia civil, Páez fue trasladado a la parroquia Nuestra Señora de la Merced de La Unión, que también depende de la Diócesis de Orán. El obispo de Orán, Luis Scozzina, suspendió del ejercicio del sacerdocio a Páez en agosto. También lo expulsaron de la parroquia Nuestra Señora de la Merced de La Unión, donde residía.

¿Cómo cambió tu vínculo con la Iglesia Católica a partir de la denuncia?

Hoy en día, después de casi cuatro años, separo mi relación con Dios de la Iglesia como institución. La Iglesia como institución a mí y a tantos otros ex seminaristas que hemos pasado por lo mismo nos hicieron a un lado, nos soltaron la mano. Hoy no pertenezco a la institución, no me siento parte, no me interesa. Y con respecto a mi relación con Dios, yo creo que Dios no me llamó a ser cura. Creo que Dios me llamó a que ayude a destapar ese tipo de cosas.

Antes de hacer la denuncia en la Justicia civil, hablaste de las violencias de las que fuiste víctima con el obispo de la Diócesis. ¿Qué respuesta te dieron?

Cuando hablé Monseñor Scozzina y le manifesté lo que me pasaba con este sacerdote Páez, me dio la opción de no ir a esa parroquia en mis días libres. En enero del 2019, cuando presento oficialmente mi renuncia al seminario, volví a comentarle a Scozzina la situación: “Padre, fijesé que esta persona sigue llevando gente, a chicos menores de edad a su casa, que él me hizo esto y esto, y me hostiga, me persigue y me difama”. Scozzina me dijo “bueno, andá y encaralo como un hombre; y si lo tenés que reventar, reventalo”.

¿Qué quiso decir con “andá y encaralo como un hombre”?

Yo lo interpreté como que esperaban que fuera yo quien cometiera el error de ir golpearlo, desahogarme de mala manera con todo lo que él me había hecho. Entonces el denunciado hubiese sido yo.

Montes dice que una vez que radicó la denuncia canónica nunca más le abrieron las puertas del Obispado. Que el desconocimiento de parte de la institución a la que había elegido pertenecer y dedicar su vida hizo que no supiera si la causa avanzaba dentro de lglesia Católica. Montes había declarado en 2019 en la causa por abuso sexual contra Gustavo Zanchetta, ex obispo de Orán. Cuando Montes denunció a Paéz, Zanchetta aun estaba en funciones en la Diócesis. En el perfil de Facebook de la Diócesis, Zanchetta posteó un comunicado que decía: “Seguiré acompañando a las víctimas”.

Ahora dice Montes a elDiarioAR: “Nunca nos acompañó. Siempre nos dejó solos y trató de ocultar todo lo que pudo”. Asegura que aunque en aquella causa declaró como testigo aunque también podría haber sido denunciante. Pero que afrontar dos procesos judiciales al mismo tiempo no iba a ser fácil así que optó por denunciar al sacerdote que más daño me había hecho.

Te definís como sobreviviente y no como víctima. ¿Cuál es la diferencia?

Es un proceso en el que uno muere. Al reconocer que te dañaron lo más íntimo, que dañaron tu integridad, que dañaron lo más sagrado que puede llegar a tener una persona... Quiero aclarar esto y lo voy a aclarar siempre: no estamos hablando solamente de acceso carnal: te voltearon, te mataron, te quitaron la vida. Tus sueños, tus proyectos. Yo entré en el seminario porque quería ser cura, quería salvar al mundo desde el servicio. Y a mí me lo quitaron todo. Me quitaron las ganas de vivir. Yo me he auto flagelado. He intentado quitarme la vida en dos ocasiones y en un momento dije: no. Dije: yo quiero vivir y para vivir necesito cerrar este ciclo con Justicia. Justicia para mí, Justicia para aquellos jóvenes que fueron abusados por esta persona desde el año 1998, jóvenes que hoy ya son adultos y que no pudieron dar este paso todavía. Yo elegí renacer y elijo todos los días sobrevivir. Todos los días me levanto con un propósito: justicia por mí y por los que no se animaron a denunciar.

Kevin Montes, hoy empleado en el área administrativa de una escuela de Córdoba, dice que lo que impulsó el pedido de juicio fue saber que Páez seguía en contacto con varones menores de edad. “Chicos vulnerables, chicos que estaban saliendo de la droga, que terminaban yéndose de campamento o retiros espirituales con él. Eso fue lo que me motivó. Yo conocía a todos los chicos del barrio que iban a la casa de él. No quiero tener 40, 45 años, y prender la tele y ver que esta persona le jodió la vida a otro joven”, sigue Montes.

Estás a punto de encarar un juicio acompañado por la Red Nacional de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos y otras organizaciones. Advirtieron sobre tu seguridad física y la de tu familia. ¿Por qué?

Para llegar a Tartagal, donde se hará el juicio, tengo que emprender un viaje en colectivo de aproximadamente 18 horas. Yo no sé con qué me voy a encontrar a la hora de bajarme el colectivo. Habiendo vivido toda esa persecución por parte de feligreses, ante mí y ante mi familia, esto es revivir todo. Tengo miedo de que le faltan el respeto a mi familia, de bajarme del colectivo y me estén esperando para insultarme, para tratar de desencajarme. Yo debería alojarme donde vivía, a la vuelta del Poder Judicial, que es donde tengo que ir a a declarar. Tengo miedo de salir de casa y hacer ese camino solo. Entonces yo también exijo mis garantías de seguridad. He pedido al fiscal estar aislado en algún lugar durante lo que dure el proceso.

VDM/MG