“Conmemoramos un momento que ha marcado nuestra historia común, la de ustedes y la mía”, con estas palabras el Papa Francisco introdujo su extenso discurso a los movimientos populares, con quienes se reunió el viernes 20 de septiembre por la mañana en el Palacio San Calixto para conmemorar los diez años de su primer encuentro con ellos. Hablándoles en español en el evento, promovido por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, evocó la plantación de la bandera de “Tierra, Techo y Trabajo” que “son derechos sagrados”.
Francisco pidió “que nadie les quite esa convicción a ustedes, que nadie les robe esa esperanza, que nadie apague los sueños”. También definió la misión de los movimientos como “trascendente” pues “si el pueblo pobre no se resigna, el pueblo se organiza, persevera en la construcción comunitaria cotidiana y a la vez lucha contra las estructuras de injusticia social, más tarde o más temprano, las cosas cambiarán para bien”. “Como ven, nada de ideología, aquí. El pueblo”, remarcó el Santo Padre, de manera espontánea, apartándose del texto preparado para la ocasión.
Los movimientos, como describió el Santo Padre, salieron de la pasividad y el pesimismo. En tal sentido, los animó a no dejarse abatir por el dolor ni por la resignación. “Tampoco trazan planes en el aire, una de las cosas que me gusta es que no escriben documentos ideológicos, no se la pasan de conferencia en conferencia, es decir que van paso a paso sobre la tierra firme de lo concreto, trabajan cuerpo a cuerpo, persona a persona”, añadió.
Los movimientos populares suelen protestar, algo que al Papa le parece muy bien, pero más bien le parecen las innumerables obras que realizan, incluso “desde la más absoluta precariedad de los medios, a veces sin ninguna ayuda del Estado, y otras perseguidos”. Por ello, repitió su convicción de que de la acción comunitaria de los pobres depende no solo su propio futuro, sino tal vez el de toda la humanidad.
A partir de la cita a una frase que pronunció al inicio de su Pontificado, el Santo Padre enfatizó que, “cuando el Papa habla, habla para todos porque la Iglesia es para todos, pero no puede sustraerse de la centralidad de los pobres en el Evangelio”. “Y esto no es comunismo, es Evangelio puro”, subrayó. “No es el Papa, sino Jesús, quien los pone al centro, en ese lugar. Es una cuestión de nuestra fe y no se puede negociar. Si vos no aceptás eso, no sos cristiano”, sentenció.
En la siguiente parte de su intervención el Obispo de Roma se detuvo en unos comentarios vertidos durante su viaje apostólico a Singapur, cuando elogió el magnífico bosque de rascacielos que atestigua, entre otras cosas, el desarrollo económico del país. El Papa reconoció que los empresarios crean puestos de trabajo y contribuyen a la prosperidad, si bien aseguró que los frutos no se distribuyen bien, y esta es una realidad evidente que, si no se modifica, va a engendrar peligros cada vez mayores.
Bergoglio declaró que, si no se promueven políticas buenas, racionales y equitativas que afiancen la Justicia Social para que todos tengan tierra, techo y trabajo, y un salario justo y los derechos sociales adecuados, la lógica del descarte material y del descarte humano se va a extender dejando a su paso violencia y desolación.
A su vez, el Papa deploró que muchas veces sean los más ricos quienes se oponen a la realización de la justicia social o la ecología integral por pura avaricia. “Disfrazan, sí, esta avaricia con ideología, pero es la vieja y conocida avaricia”, zanjó, diciendo que presionan a los gobiernos para que sostengan malas políticas que los favorezcan económicamente. Para ilustrar este punto, retomó una frase de su abuela: “El diablo entra por el bolsillo”.
El Sucesor de Pedro expresó su deseo de que los económicamente poderosos “salgan del aislamiento, rechacen la falsa seguridad del dinero y se abran para compartir bienes que tienen un destino universal porque todos derivan de la Creación”.
En otro pasaje de su alocución, preguntó a las personas que tienen que pagar alquileres altísimos, que no pueden ahorrar, que tal vez dejan a sus hijos una situación peor a la que recibieron: “¿Ustedes creen que los más ricos van a compartir lo que tienen con los demás o van a seguir acumulando insaciablemente?”. Admitió que no tiene el monopolio de la interpretación de la realidad social ni tampoco “la bola de cristal”, pero sí le preocupa el avance de una forma perversa de ver la realidad. Se trata de una exaltación de la acumulación de riquezas como si fuera una virtud, cuando, en realidad, según el Papa, esto es un vicio. “Las riquezas son para compartir, para crear, para fraternizar”, dijo, improvisando en su discurso.
El Pontífice explicó que acumular no es virtuoso, distribuir sí lo es. Igualmente, recordó que Jesús nos invita a no acumular tesoros en la tierra, sino en el cielo, “donde no hay polilla ni herrumbre que los consuma, ni ladrones que perforen y roben”. En relación a esta lógica de acumulación, criticó una atracción, “un noviazgo” -así lo llamó- entre el corazón y las riquezas, “pero no es el noviazgo lindo con la novia, es el noviazgo con la suegra”, ironizó, y solicitó tener cuidado.
Respecto de la competencia ciega por tener más y más dinero, alertó que esta no es una fuerza creativa, sino una actitud enfermiza y un camino a la perdición. Para Francisco, el grito de los excluidos puede despertar las conciencias adormecidas de tantos dirigentes políticos que son, en definitiva, los que deben hacer cumplir los derechos económicos, sociales y culturales que ya están consagrados por la Constitución, por las leyes, pero que no se cumplen. “Somos cristianos”, apuntó, e incentivó a rezar para que Dios nos dé la sabiduría y la fortaleza para realizar la verdadera justicia social.
El Obispo de Roma definió la justicia social como una “expresión creada por la Iglesia” e insistió en los tres atributos de Dios: cercanía, misericordia y compasión. En dicha línea, precisó que, si se quiere emprender una acción a nivel social, se deben aplicar esos tres atributos. “La justicia social es inseparable de la compasión”, prosiguió Francisco.
El Papa aludió a las ideologías deshumanizadas que promueven “una cultura muy fea”, la del ganador, que es un aspecto de la “cultura del descarte”, como ya ha evidenciado en otras ocasiones durante su Pontificado. Asimismo, mencionó la paradoja de que muchas veces las grandes fortunas poco tienen que ver con el mérito, sino que son rentas, herencias, fruto de la explotación de personas, de la expoliación de la naturaleza, de la especulación financiera o de la evasión impositiva, derivan de la corrupción o del crimen organizado. “En general, muchas fortunas se amasan así”, señaló.
Francisco afirmó que nadie, meritorio o sin méritos, tiene derecho a mirar de arriba abajo al otro, como si no valiera nada, y resaltó que mirar desde lejos, desde arriba, con indiferencia, desprecio u odio es la antesala de la gestación de la violencia. Desprendiéndose del discurso escrito, el Santo Padre contó que le mostraron un video de una represión “hace una semana, un poco menos quizás. Obreros, gente que pedía por sus derechos en la calle, y la Policía la rechazaba con una cosa que es lo más caro que hay, ese gas pimienta de primera calidad porque no tenían derecho a reclamar lo suyo. Porque eran revoltosos, comunistas, no, no, no, y el gobierno se puso firme y en vez de pagar justicia social pagó el gas pimienta, le convenía. Ténganlo en cuenta eso, eh. Todos debemos levantar a los demás. Todos debemos hacerlo”.
El Papa comentó, como ya lo ha hecho en otras instancias, que hay una única ocasión en la que es lícito mirar de arriba abajo a una persona: para ayudarla a levantarse. “Nunca, en otra situación, siempre de frente”, insistió.
“Que nadie quede tirado, por favor. Y hay tantos tirados por la calle, tantos tirados, tanta gente que no tiene qué comer y que está ahí por la calle pidiendo algo, que perdió la casa, que perdió el trabajo o que simplemente es gente que no tuvo la capacidad de andar adelante. Puede ser gente enferma, lo que vos quieras, pero están tirados. Miremos al tirado, que nadie quede tirado, y ahí sí mirar de arriba abajo para levantarlo”.
En rememoración de su visita a la Escuela “Irmãs Alma” (en Dili, en Timor Oriental), que atiende a chicos con discapacidad, trajo a colación una frase que le salió del corazón: “Sin amor esto no se entiende”. Una vez más, bregó por que “no hagamos selección de personas porque es más capaz que otro, porque tiene más posibilidades que otro, porque es más o menos inteligente”. “Todos, todos, todos”, manifestó, resonando sus palabras de la JMJ Lisboa 2023.
De acuerdo con el Pontífice, “si se elimina el amor como categoría teológica, categoría ética, económica y política, perdemos el rumbo”. Enseguida, se refirió al darwinismo social, “la ley del más fuerte, que justifica primero la indiferencia, después la crueldad y, finalmente, el exterminio”. “Y eso viene siempre del Maligno”, aclaró.
Francisco reivindicó la misión de todos de hacer efectivo el amor en la vida cotidiana, en las relaciones familiares, en la acción específica de cada espacio comunitario. Es más, sostuvo que ha constatado en varias oportunidades cómo a partir de lo pequeño y desde las periferias surge “esa gran esperanza del corazón, que nos anima a elevar la mirada hacia lo alto, hacia horizontes más extensos, que nos dan la fuerza para acometer proyectos de gran alcance que abracen a más personas”.
Retomar el camino, según el Santo Padre, “es generar una sociedad distinta, pero no desde las lógicas refundacionales que, en definitiva, terminan reproduciendo la cultura del descarte, en este caso, del descarte cultural”, y pidió mirar con gratitud la memoria histórica que nos ha precedido. “Que nadie nos robe la memoria histórica y el sentido de pertenencia a un pueblo, aun la memoria histórica de las cosas salvajes, de las brutas (…) Memoria histórica total”, imploró.
Volviendo a comentarios pronunciados en su viaje apostólico a Timor Oriental, advirtió también a los movimientos populares sobre los “cocodrilos” que quieren cambiarles la cultura, morderles la historia y hacerles olvidar lo que son.
Posteriormente, Francisco aseguró que caer en gracia a los dueños del poder trae ventajas, ayuda a trepar en la pirámide burocrática del poder formal, pero es una traición. A partir de esta situación, compartió que para descubrir de qué “madera” está hecho un dirigente -en el sentido genérico del término-, no hay que escuchar tanto lo que dice, sino que hay que ver lo que hace, ya que “la realidad es superior a la idea”.
“Ustedes tienen que ayudar a los políticos para que no se entreguen a los cocodrilos, para que no se arrodillen ante la estatua de oro por miedo al horno. Ustedes tienen que ser custodios de la Justicia Social. Tienen que estar ahí para recordarles al servicio de quién están. Ustedes tienen que estar ahí como la viuda del evangelio, insistiendo, insistiendo, rompiendo la paciencia para que hagan justicia. Esa es una táctica que nos enseñó Jesús. Seguramente encontrarán otras tácticas, pero siempre dentro de la no-violencia, por favor trabajen siempre por la paz. La guerra es un crimen”.
En el último bloque de su mensaje, Francisco se centró en algunos temas atinentes a la tarea común entre la Iglesia y los movimientos populares que le preocupan especialmente: el crecimiento del narcotráfico, la prostitución infantil, la trata de personas, la violencia brutal en los barrios y todas las formas de criminalidad organizada, las apuestas online y el mal uso de las redes sociales. El Obispo de Roma entiende que los movimientos populares “no son policías” ni pueden enfrentar directamente a las bandas criminales, “como tantos policías buenos lo hacen”, dijo, pero les pidió que los enfrenten de manera indirecta.
“El trabajo de base que realizan ustedes y tantas personas de la Iglesia es muchas veces la última barrera de contención. Sigan combatiendo la economía criminal con la economía popular (…) No aflojen, por favor”.
Francisco asume que se trata de un pedido difícil, pero a la vez cree que es muy necesario:
“Ninguna persona, sobre todo ningún niño, puede ser una mercancía fungible en manos de los traficantes de la muerte, esos mismos que luego blanquean su dinero ensangrentado y cenan con caballeros respetables en los mejores restaurantes”.
Bergoglio hizo pública su tristeza por ver que los partidos de fútbol y las estrellas deportivas promueven plataformas de apuestas, considerando esto como una adicción, no como un juego. Les encomendó cuidar a los demás, contar a todos lo que le contaron a él, ya que esto destruye a familias enteras. “Es una de las cosas malas que trae la tecnología que por otro lado hace tanto bien. La tecnología hace bien, pero también trae estas cosas”, dilucidó.
Ponderando los beneficios y los riesgos de la tecnología, el Pontífice pidió buscar un equilibrio que no puede quedar librado a la lógica de la ganancia. Y fue contundente con los empresarios de la tecnología informática, de las plataformas digitales, de las redes sociales y de la inteligencia artificial, llamándolos a dejar de lado “la arrogancia de creer que están por encima de la ley”. También les llamó a respetar los países donde funcionan y a ser responsables de lo que pasa en las plataformas que controlan, siendo de ellos la obligación de evitar la propagación del odio, de la violencia, las falsas noticias, la polarización extrema y el racismo.
“Tienen también la obligación de evitar que las redes se usen para diseminar la ludopatía, la pornografía infantil o facilitar el crimen organizado. No pueden expoliar para su exclusivo beneficio los datos que brindan los ciudadanos o que crean las entidades públicas sin devolver algo a los pueblos. Por favor, no se crean superiores a nadie, un consejito: y paguen los impuestos. Es muy importante (...)”.
Francisco también refrescó la propuesta de un Salario Básico Universal “para que, en tiempos de automatización e inteligencia artificial, en tiempos de informalidad y precarización laboral, nadie esté excluido de los bienes básicos necesarios para la subsistencia. Eso es compasión, sí, porque no se explica sin amor… pero además es de estricta justicia”.
Frente a tantas dificultades, Francisco se demuestra esperanzado al ver que los movimientos populares sostienen las banderas de tierra, techo y trabajo y les agradece su compromiso. Todavía cree en la levadura, que tiene más fuerza: “Si ustedes son levadura, la cosa va a cambiar”. En este sentido, les impulsó a no caer en el error de acaparar espacios y aferrarse a ellos, de ser creadores de procesos.
“Nuestro camino sigue soñando y trabajando juntos para que todos los trabajadores tengan derechos, todas las familias techo, todos los campesinos tierra, todos los niños educación, todos los jóvenes futuro, todos los ancianos una buena jubilación, todas las mujeres igualdad de derechos, todos los pueblos soberanía, todos los indígenas territorio, todos los migrantes acogida, todas las etnias respeto, todas los credos libertad, todas las regiones paz, todos los ecosistemas protección. Es un camino permanente, habrá avances y retrocesos, habrá errores y aciertos, pero no tengan duda: es el camino correcto. Y si algún día están aburridos y quieren confrontarse, confróntense con la sonrisa de un bebé, de un niño y con la sonrisa pícara de un viejito o una viejita. Esa será la piedra de toque”.
Dirigiéndose a ellos desde el corazón, les aseguró su unión de plegarias y le pide a Dios que los proteja y bendiga, “que los llene de su amor y los guíe en su camino, otorgándoles generosamente esa fuerza que nos sostiene, esa fuerza que es la esperanza”.
“La esperanza no defrauda, es la virtud más débil, es la más débil, pero no defrauda. Esa esperanza que no defrauda. No nos cansemos de decir: ¡Ninguna persona sin dignidad! ¡Ninguna persona sin esperanza!”.
Artículo de vaticannews.va.