La escuela, ante el desafío de revincular y proteger la salud de 11,5 millones de estudiantes
Burbujas, reducción de aforos, sistemas híbridos que combinarán presencia física y virtual, nuevos recreos, distancia social, higiene personal e institucional. Con estas y otras medidas preventivas, en medio de polémicas cruzadas entre autoridades, políticos, docentes, gremios y padres, el sistema educativo argentino afrontará, desde los próximos días, uno de sus más grandes desafíos: la vuelta a la escuela de 11,5 millones de chicos y adolescentes, tras un año de ausencia por la irrupción de la pandemia.
La escuela, en articulación con otras instituciones del Estado, deberá intentar recuperar a los alumnos que, ya sea por razones sanitarias o socioeconómicas, no pudieron tomar contacto con su docente en la virtualidad, aún con los recursos volcados por las jurisdicciones.
Un relevamiento nacional realizado en 2020 por el Ministerio de Educación da cuenta que poco más de un millón de alumnos tuvieron un contacto nulo o de apenas tres veces por mes con su maestra y, en consecuencia, con los conocimientos que le impartía.
Entonces, el camino no parece nada sencillo. Hay sindicatos docentes que ya fijaron su postura y resisten el regreso a la presencialidad escolar por cuestiones de infraestructura y vacunación. Por caso, el Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (Suteba), condiciona la vuelta de sus trabajadores a las escuelas al estricto cumplimiento del protocolo. El gremio que conduce Roberto Baradel realizó en los últimos días controles en los establecimientos educativos para determinar cuáles están aptos y podrán cumplir con los protocolos estipulados por la Dirección General de Cultura y Educación de la Provincia en conjunto con el Ministerio de Salud.
El impacto de las ausencias
Cada comunidad escolar, en una tarea que involucrará a padres, docentes y directivos, deberán trabajar para recuperar la formación educativa de aquel millón de alumnos. El Gobierno confía en que, al lanzar el Programa Acompañar-Puentes de Igualdad, que involucra a Educación y otros ministerios, se pueda identificar a quienes desertaron del sistema en cada provincia con el objeto de apoyarlos con distintos recursos, proyectos y propuestas pedagógicas para lograr su revinculación.
“El derecho a la educación es una responsabilidad indelegable del Estado. En la complejidad del 2020 y en el marco del retorno a la presencialidad, establecimos pautas vinculadas al regreso voluntario a la escuela, y la recepción fue positiva”, aseguró a Télam el ministro de Educación, Nicolás Trotta. Para el funcionario nacional, el desafío de cara a las próximas semanas será tener “una presencialidad cuidada desde una perspectiva federal en articulación con cada una de las jurisdicciones”.
La conectividad
Según la encuesta realizada por la cartera educativa, sólo el 20 por ciento de los hogares contaba con una computadora en el domicilio y sólo el 46 por ciento tenía un buen acceso a internet. El 30 por ciento que no tenía acceso a internet fija lo hacía a través del celular y el 3 por ciento no accedía.
En el mismo sentido, Unicef Argentina ya había dado su diagnóstico: “Según la Encuesta COVID-19 realizada por UNICEF Argentina (UNICEF, 2020), ”el 18% de las y los adolescentes entre 13 y 17 años no cuenta con Internet en el hogar y el 37% no dispone de dispositivos electrónicos para realizar las tareas escolares —computadoras, notebooks o tabletas—, valor que aumenta al 44% entre quienes asisten a escuelas estatales“.
Para intentar mejorar la situación, las provincias, con apoyo de Nación, deberán elaborar sus programas de reorganización de contenidos pedagógicos. Algunas ya diseñaron clases especiales, que además priorizan la concurrencia a la escuela, orientadas a aquellos alumnos en situación de vulnerabilidad.
La excepcionalidad que experimentó no sólo el sistema educativo argentino y mundial -la Unesco calcula que 160 millones de alumnos quedaron sin ir a la escuela- abarca además la salud mental del alumno y la reconstrucción de las rutinas familiares.
Un estudio difundido por investigadores del Conicet asegura que es imprescindible, además de trabajar para que las desigualdades en términos de saberes y conocimientos no se sigan profundizando, reforzar la implementación de estrategias orientadas a lograr otros objetivos de la educación, vinculados con el desarrollo de valores, actitudes y expectativas.
Indica, además, que en este momento de crisis educativa podría ser oportuno ponderar, en mayor medida, la atención de las necesidades emocionales de los estudiantes, reforzando el vínculo de éstos y sus familias con la institución educativa, con el objeto de evitar el abandono escolar.
La virtualidad llegó para quedarse
La virtualidad, herramienta que resultó fundamental para sostener la continuidad pedagógica de miles de alumnos en el 2020, “llegó para quedarse” por lo que una vez superado el nivel de heterogeneidad en las aulas, será tiempo de incorporar la tecnología que miles de docentes debieron aprender para mantener el contacto con sus alumnos.
Carlos Skliar, investigador educativo del Conicet y de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso) aseguró: “Ir a la escuela y tomar clases no son sinónimos. La vuelta a la escuela es la vuelta de la comunidad a la vida pública y eso hace la diferencia”.
“El año pasado sí hubo clases, lo que no hubo fue escuela. Se trabajó en el formato que se pudo, de manera precaria y con mucho esfuerzo que rozó la extenuación de los educadores y las familias, pero mostró la diferencia de que ir a la escuela y tomar clase no son sinónimos”, detalló el investigador y agregó: “Se aprendieron muchos valores, más allá de lo curricular, como ser la solidaridad o no, la generosidad o no, el trabajo a destajo, los límites, la esencialidad de la escuela y de los educadores, pero fundamentalmente lo que va junto y separado entre familia y escuela”.
Una de las principales claves para Unicef, será “estar abiertos al aprendizaje colectivo. El modo que tenemos para aprender de esta situación excepcional es analizar las prácticas que estamos implementando. Esto pone en tensión la tradición que se enfoca en los procesos de planificación. Las circunstancias nos empujaron a actuar, pero es necesario mirar lo que hicimos, reconstruirlo críticamente, aprender de eso y llevar adelante prácticas mejoradas. Los equipos directivos pueden generar encuentros de revisión de prácticas implementadas, no centradas en el control, sino en la posibilidad de aprender colectivamente. Es posible llevarlas a cabo a partir de una invitación a docentes que, de modo individual o grupal, quieran compartir lo realizado como oportunidad para aprender de y con otras y otros y codiseñar lo que sigue”.
Con información de agencias.
IG
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