“Me metí veinte minutos antes del momento de la venta de entradas para ver a Taylor Swift en Lyon y ya tenía a 400.000 personas por delante de mí”, asegura Gonzalo, swiftie desde hace aproximadamente una década. La euforia por la gira internacional de Taylor Swift, 'The Eras Tour', evidenció la creciente competitividad en los grandes fandoms del mundo de la música por acercarse a un ídolo que conocen cada vez mejor gracias a internet. Harry Styles, BTS o Beyoncé, entre otros, experimentan (y sacan partido económico) de que el mainstream sea, cada vez más, motor de identidad, pero también de ansiedad.
Bea Speaks Now está detrás de una cuenta de fans en Twitter sobre Taylor Swift y realiza un podcast semanal con noticias sobre la cantante norteamericana. En su opinión, el proceso de venta de entradas para el próximo show en Madrid fue algo inédito en España y el resto de Europa: “Ha puesto a los fans en un estado de mucho estrés y mucha incertidumbre”. De hecho, Alicia Sánchez, de 22 años, desembolsó 100€ para poder ver el show de Taylor Swift en Londres y asegura: “Si no hubiera conseguido entrada, me habría deprimido”.
En esta misma línea, Nerea, fan de BTS, relató en su cuenta de TikTok que el día en que la boyband coreana hubiera actuado en España si su concierto no se hubiese cancelado por la situación epidemiológica de entonces, se lo pasó llorando: “Mi familia decidió vestirse con las camisetas de BTS para animarme”. Es un sentimiento común en las comunidades, pero no todos los fans tienen la capacidad económica y el tiempo para poder atravesar la odisea de hacerse con las entradas, superar interminables colas o conseguir conocer a su ídolo en persona: ¿por qué compensa y qué es lo que desconocen los que permanecen al margen del fenómeno?
La experiencia de esos fans de antaño era 'offline': resultaba más difícil interaccionar entre seguidores y no había tanta información sobre la vida personal del ídolo
El momento en el que Taylor Swift anunció la fecha de concierto en Buenos Aires, el mundo de Nina Cuello se paralizó. Primera fecha en Argentina. Parada de la poderosa gira 'The Eras Tour'. No es la única argentina que siente que le falta el aliento. Es lógico: Taylor nunca pisó Latinoamérica. Hay que conseguir entrada. Pero no basta con eso, hay que estar en primera fila. Demostrar a todo el mundo que los tuits no iban en broma, que sos fan hasta la médula. Con esa idea en mente, un grupo de 200 jóvenes, la mayoría chicas de entre 20 y 30 años, decidió “asegurarse la valla” y plantar sus carpas en la puerta del estadio, aunque queden cinco meses para el show. Y a pesar de que muchas de ellas todavía no tienen entrada y del frío del invierno.
La cercanía de Taylor con los fans, junto al universo que creó en torno a sus canciones, en el que toda su música encaja con sus vivencias personales, consiguió fidelizar a su comunidad, que es capaz de hacer cualquier cosa por ella. Seguidores como Dan, TikToker de contenido sobre el mundo celebrity, la sienten como una amiga: “No creo que le falte bondad dentro de su cuerpo, es una máquina de hacer dinero, pero creo que es cute. Pienso que podríamos llevarnos bien, we could cry together”.
La defienden en las polémicas, compran todo el merchandising que vende y agotan sus entradas en cuestión de minutos. La artista empleó lo que en marketing digital se denomina storytelling: crear un relato cercano en diferentes formatos para enganchar al cliente, en este caso el fan. “No dije que dejé la facultad. Dije que soy capaz de dejarme alguna materia para acampar. Pero no lo hice, tranquilas”, aclara la argentina Nina en un vídeo de TikTok de su cuenta personal, en el que explica su polémica aparición en televisión debido a la acampada en las puertas del estadio. “¿Faltan cinco meses? Sí, pero la esperé toda mi vida”, explica la joven, a lo que añade: “Están preocupados porque puedo dejar la carrera. Mujer, soy capaz de dar la vida por Taylor Swift. Vos no entendés lo que es esto. Son de otra época no entienden”.
La experiencia comunitaria de ser fan online
En realidad, seguidores desbocados existen desde el origen de la cultura de masas y la globalización. Los Beatles, Michael Jackson, Elvis Presley, las Spice Girls… fueron numerosos los artistas que vivieron la euforia de un fervoroso fandom. Pero la experiencia de esos fans de antaño era offline: resultaba más difícil interactuar entre seguidores y no había tanta información sobre la vida personal del ídolo. Así lo explica Amparo Lasén, profesora de Sociología en la Universidad Complutense y miembro de Sociología Ordinaria, que sostiene que las redes sociales aportaron rapidez y capacidad de organización a unos fans que existieron siempre: “Ser fan siempre ha sido colectivo, pero internet ha sido uno de los motores para conectar más entre sí en la cultura fan”.
“Ahora es muchísimo más fácil conectar con un famoso: que te dé me gusta a un comentario, que te conteste a un tuit, que te reconozca por tu ruido en redes sociales…”, opina Dan. Entre mensajes digitales y creaciones del artista nace un sentimiento de identidad que puede suplir muchas carencias de los jóvenes en su entorno más cercano: “Toda mi vida, mi existencia y mis amigas se lo debo a ser fan de One Direction”.
Andrea Compton es creadora de contenido sobre series, música y películas en internet y consiguió dedicarse a nutrir esta conversación entre fans y afianzar una comunidad en torno a su canal y sus gustos. “Ser fan me ha salvado la vida”, afirmó en una conversación con este medio. Para ella, el contenido fan suaviza la soledad y ayuda a “encajar mejor las cosas”. En cuanto a la aparición de internet, pone en valor la importancia de que ahora el artista tiene un mayor control sobre sus publicaciones que el que podían tener en los años 90 sobre la información de revistas como Superpop. Es mucho más fácil para el fan acceder a lo que más le interesa: “La pandemia lo dejó ver con los directos de los artistas en su propia casa, el cambio ha sido para bien”.
A mí [ser fan] me abrió la puerta a un mundo nuevo y la oportunidad de socializar con gente con mis mismas pasiones, esto puede ayudar mucho a gente que no conecta a nivel personal con nadie de su clase
Capacidad de organización y politización
Si hay una comunidad de fans arraigada a las redes sociales esa es la del K-Pop, un género musical nacido en Corea del Sur y cuyo grupo más seguido es el internacionalmente conocido BTS. Las fans de esta boyband del siglo XXI, autodenominadas 'Army' (ejército), son en su mayoría adolescentes que nacieron con internet y se organizaron jugando con esto a favor. Según cifras oficiales de Twitter, el K-Pop es uno de los temas de conversación más numerosos en la red social, acumulando casi 8 mil millones de tuits solo en 2021.
Aparte de su tamaño, lo que más destaca de esta comunidad de fans es su capacidad de actuación organizada por causas que escapan de la música y de sus ídolos. Los integrantes de BTS se pronunciaron durante el movimiento de Black Lives Matter denunciando el racismo estructural que vivieron en la industria de la música debido a sus rasgos asiáticos. Abanderados de los derechos LGTBI, de las personas racializadas y de las mujeres, la legión de fans que acumulan en todo el mundo se hacen eco a través de las redes sociales de estos valores y se coordinan en el momento en el que ocurre un episodio de discriminación.
El pasado enero, el presentador Pablo Motos fue el protagonista de una de estas polémicas. En una sección de El Hormiguero que consiste en adivinar quién es cada personaje, Pilar Rubio mostró al presentador una fotografía de J-Hope, uno de los integrantes mejor valorados de BTS. Después de que Motos denominase al artista como “flippy japonés”, fans de todo el mundo pensaron que había dicho “friki japonés” y le echaron en cara al presentador su comentario racista condenando lo ocurrido.
Las comunidades de fans k-popers se caracterizan por llevar a cabo el sabotaje digital. Para resistir episodios de injusticia social, las fans de grupos de este género inundan los hashtags creados por políticos contrarios a sus valores con imágenes, vídeos y contenido digital de sus artistas preferidos en señal de protesta, como en el episodio de manifestaciones de Colombia en 2021 contra la reforma tributaria del gobierno de Iván Duque y sobre cuyos manifestantes se ejerció gran violencia policial.
Otros métodos de boicot fueron los que ejercieron sobre las tendencias xenófobas de Vox en Twitter, con la creación de las etiquetas #abascalprincesa o #fachaqueveofachaquefancameo. También contra un acto electoral de Donald Trump, una k-poper impulsó un boicot digital pidiendo a comunidades de todo el mundo que reservasen todas las entradas gratis online para poder ver el anfiteatro vacío.
Un episodio más reciente de la politización de estas comunidades y su capacidad de agitación colectiva lo dejan las recientes elecciones generales españolas. Tras la visita de Pedro Sánchez al podcast La Pija y la Quinqui, donde se declaró fan de Taylor Swift, habló de sus canciones y del documental de la vida de la artista (Miss Americana), las swifties españolas —entre las que están el copresentador del programa, Carlos Peguer—, se pronunciaron a su favor. “A Pedro Sánchez le gusta Taylor Swift y especialmente la canción Snow on the beach. @sanchezcastejon el presi que queremos”, escribían desde la mayor cuenta fan de la artista en España (61 mil seguidores).
También compartieron en sus cuentas guiños en forma de meme sobre Pedro Sánchez, llamaron a votar desde sus cuentas y Peguer incluso ironizó sobre la frenada al avance de la ultraderecha en pleno recuento electoral con un “gracias swifties”.
La importancia de la cuestión identitaria
“Me planteé acampar cuando vino Harry Styles, cuando la gente acampó cuatro meses. Yo, con 14 años, quería ir pero mi madre no me dejó. Entonces sí habría sido capaz, pero ahora no, porque creo que mi experiencia del concierto se vería nublada”, admite Dan, que asegura que, a pesar de su admiración Taylor Swift, tres horas de concierto no podrían nutrir las expectativas de meses de “vida en pausa”. A raíz de la aparición de las swifties argentinas en internet, Twitter se inundó de críticas hacia las fans. La socióloga Amparo Lasén pone en tela de juicio este ataque: “Lo que es atractivo para ellas no es solo el concierto, sino estar todos esos días compartiendo tiempo con sus amigas y fuera de casa”.
Isa Psico Woman, autora del libro 'Acercarse a la generación zeta', explica cómo las críticas a estas fans argentinas de Swift están impregnadas de lo que denomina 'adultocentrismo' o 'juvenofobia
Gran parte del rechazo que despierta el fenómeno fan se debe a que la mayoría de las fans que se dejan ver en apariciones de televisión o en la comunidad de Twitter son chicas de la generación zeta, apasionadas por su ídolo. Isa Psico Woman (Isa Duque), autora del libro Acercarse a la generación zetaeta, relata a elDiario.es cómo las críticas a estas fans argentinas están impregnadas de lo que denomina “adultocentrismo” o “juvenofobia”: “Más allá de la edad, hay gente a la que le puede mover más o menos el fenómeno fan y no se les puede deslegitimar por el simple hecho de su edad o su género”. También Amparo Lasén señala otros fenómenos que mueven masas, despiertan pasiones y no están denostados socialmente, como el fútbol o la ópera.
Las personas de la generación zeta, que crecieron en una crisis permanente y cuyo futuro se encuentra en gran incertidumbre, acudieron al fenómeno fan por el contenido cultural, pero también para establecer amistades y crear una comunidad coordinada capaz de organizarse. Isa Duque apunta a que, en muchos casos, ser fan supone mucho más que eso: “Te da un lugar, una identidad y te hace sentir parte de tu entorno”, a lo que añade que “suele haber una deriva identitaria en situaciones de precariedad”.
Además, muchas de las fans que reciben las críticas en internet por comportamientos como los de las argentinas son adolescentes, una etapa conflictiva en la que las relaciones sociales juegan un papel clave. “A mí me abrió la puerta a un mundo nuevo y la oportunidad de socializar con gente con mis mismas pasiones, y esto puede ayudar mucho a gente que no conecta a nivel personal con nadie de su clase”, recuerda Dan.
La socióloga Amparo Lasén señala otros fenómenos que mueven masas, despiertan pasiones y no están denostados socialmente, como el fútbol o la ópera
Relaciones parasociales, un fenómeno de ADN internetero
Andrea Compton reflexiona también acerca de la parte negativa del fenómeno fan en internet: “Puede que no opinase igual si fuese el artista, sobre todo por la toxicidad”. Selena Gómez tiene 426 millones de seguidores en Instagram. Por detrás de ella, Ariana Grande acumula 377 millones. La gran cantidad de interacciones que provocan sus publicaciones generan conversaciones no siempre productivas entre fans, pero también entre haters o usuarios que alimentan un ambiente tóxico por el odio o por el acoso a una persona que no conocen en la realidad.
Muchos de los fans, además, sienten una cercanía con el artista que no se recibe de la misma manera desde el punto de vista del ídolo. A este tipo de interacción por redes sociales con nuestros artistas favoritos se denomina parasocial relationship o relación parasocial. Tal y como matiza la socióloga Amparo Lasén, no se trata de una relación falsa o asocial, sino de una relación asimétrica: no es la misma la cantidad de información que recibimos acerca de la vida personal del ídolo que la que recibirá de nosotros, que somos un usuario en un mar de millones y nuestro comentario será uno más de los incontables de su publicación. Dan asegura que le ocurre con muchas de las personas famosas que sigue en redes sociales: “Lo noto cuando hablo. Por ejemplo, Olivia Rodrigo. Siento que he quedado con ella la semana que viene y que simplemente llevamos un tiempo sin vernos. Sin embargo, no la he visto en mi vida, pero creo que nos llevamos bien”.
Este fenómeno digital nos lleva a sentir una cercanía que no existe exactamente así y, en ocasiones, a sobrepasar límites como la intimidad del famoso o comentarios nocivos. Tanto Andrea como Dan coinciden en la importancia de recordar que el famoso antes que artista es persona. “Hay una línea muy fina entre fan y persona que está acosando a alguien que no le conoce de nada”, afirma Dan, quien asegura que la responsabilidad de evitar estos comportamientos tóxicos recae sobre el fan. “No deberíamos nunca culpar al famoso por exponerse en redes sociales”, concluye Andrea.
Hiperplanificación y precios al alcance de pocos fans
Los fans también pueden experimentar el lado nocivo de la masificación del fenómeno. La ansiedad por hiperplanificación está presente en todas las formas de ocio y también en la cultura. Con esta proliferación de lo mainstream, necesitamos cada vez más antelación para planificar un evento, más tiempo para esperar en largas colas o posponer algunas obligaciones porque tienes una fecha marcada en la agenda desde hace muchos meses en cuyo reembolso no siempre puedes confiar. De hecho, es muy frecuente el colapso de los protocolos de seguridad y organización de los eventos, lo que provoca un aumento en el tiempo de acceso y evacuación de un recinto.
Además, los precios en alza de los conciertos y eventos no permiten pasar estos planes por alto. Según un estudio de la BBC, el precio medio de una entrada de concierto en 1999 era de 25€, frente a los más de 50€ de 2018. Se reveló que, teniendo en cuenta la inflación, se produjo un incremento del 27% en el precio de los espectáculos musicales. Además, los bolsillos de fans afectados mayoritariamente son los de las personas más jóvenes, lo que despierta un sentimiento de frustración entre los seguidores con menos recursos.
Los bolsillos de fans afectados por la subida de los precios de entradas son mayoritariamente los más jóvenes, lo que despierta un sentimiento de frustración entre los seguidores con menos recursos
Una swiftie no es tan diferente
La fiebre swiftie se propaga internacionalmente y no se puede comprender sin tener en cuenta las letras cercanas y sinceras de las canciones así como la relación de Taylor con sus seguidores. “Es una persona que ha salido con alguien tres meses y se ha vuelto loca, y empatizas porque tú también te sientes así”, asegura Alicia Sánchez, swiftie.
Suzanne Garfinkle-Crowell, psiquiatra y directora fundadora de la Academia de Medicina y Humanidades en la Escuela Icahn en Monte Sinaí ha descrito en The New York Times la clave del carácter terapéutico de seguir a Taylor Swift: “No había nadie que expresara su ira justificada desde el interior de un traje brillante, que sufriera como yo, pero cuyo merodeo desenfadado me hiciera caminar con la frente un poco más en alto. Mis cantantes se sentaban fuera de la fiesta y se quejaban contigo, pero cuando te armabas de valor, no estaban listas para entrar. Taylor no te obliga a elegir, porque ella es tanto esa persona afortunada que quieres ser como también la antiheroína que llevas dentro”.
Una swiftie no es simplemente una fan al que le gusta la música que crea Taylor Swift, sino que también establece conexiones con los diferentes álbumes, piensa por qué escribió cada verso, cómo se pudo sentir en el episodio de su vida conocida que le llevó a escribirlo o en qué se parece a su propia vida. Una especie de “puzle”, como lo denomina Dan. Este rompecabezas con las letras de Taylor engancha a los seguidores y los enzarza con el objetivo de descifrar el significado de cada detalle de las canciones y videoclips. Alicia asegura que, con ella, te engancha ser fan: “Sientes pasión por algo que es divertido”.
No solo las swifties, sino nuevas comunidades de fans demostraron el valor identitario del fenómeno frente a las denostaciones históricas que sufrieron por la edad, el género o el carácter pop que siempre les ha perseguido como algo negativo.