Selección Argentina

Gonzalo Montiel fue denunciado por abuso sexual: qué declaró la víctima

elDiarioAR

1 de abril de 2023 18:38 h

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El pasado viernes, en la Unidad Funcional de Instrucción nº3 de La Matanza, prestó declaración testimonial la joven que acusó por abuso sexual a Gonzalo Montiel, el número 4 de la Selección Argentina campeona del mundo Se presentó con su abogada, María Raquel Hermida Leyenda y refirió al fiscal del caso hechos ya presentados en la comisaría donde radicó la denuncia original, pero que -a su entender- no quedaron plasmados.

Según la nueva declaración a la que tuvo acceso elDiarioAR, el primero de enero de 2019 por la madrugada, en plenos festejos por el año nuevo, se desarrollaba una fiesta en un departamento de Villa Crespo. Allí se encontraba la supuesta víctima junto a sus amigas y sus respectivas parejas. Entre la 1:30 y 2 de la mañana, dice recibir un mensaje de WhatsApp de Montiel, en ese entonces jugador de River Plate. Él le insistía con verse, ya que ese día era su cumpleaños número 22.

La joven manifestó bajo juramento ante la Justicia haber conocido a Montiel por Instagram. Se vieron dos veces y tuvieron relaciones sexuales con consentimiento en una ocasión. Esa noche, accedió a ir pero primero le pidió a una de sus amigas que la acompañara. Ella le contestó que no, por lo que decidió ir sola. Su amiga se excusó: era la primera fiesta de fin de año que estaba pasando con su novio.

La amiga tomó su teléfono y le escribió a Montiel: “Ella va a ir, pero me prometés que la vas a cuidar”. La respuesta del futbolista fue: “Sí, te prometo que la voy a cuidar”. Cuando la joven volvió a tener su celular, le dijo a Montiel que no tenía manera de ir, a lo que él contestó que le pagaba el Uber. Ella pidió la dirección pensando que el punto de encuentro estaba en la Capital, pero en realidad era en Virrey del Pino. No sabía dónde era ni nunca había estado en La Matanza.

Llegó a las 3 de la mañana, Gonzalo la recibió -de acuerdo al relato de la joven- y después del saludo por su cumpleaños y pagarle el auto, la invita a pasar. La chica describió un pequeño patio, habitado por familiares. Una de ellos se acerca y se presenta: “Hola, soy Marisa, la mamá de Gonzi”.

Montiel le dice a la invitada que pase para atrás, que allí estaba la fiesta y habría algo para que pueda tomar. Sola, transita la casa que según su relato parecía estar en construcción, atravesando la cocina para salir a un patio con galería, música y una tabla con botellas. Entre hombres y mujeres había 25 invitados, pero ella solo conocía al anfitrión, por lo que se acercó a las chicas presentes. Ellas comentaban que eran amigas del barrio.

Según las declaraciones de la joven, el resto de los invitados estaban vestidos “así nomás, como de entrecasa, no como para ir a una fiesta”. Fue por eso que se sintió incómoda: estaba muy bien vestida, por lo que se sacó su camisa y se la ató a la cintura junto a su short. Su amiga le dijo que llevara un par de zapatillas porque habían visto el lugar, entonces se las puso en reemplazo de las botas para sentirse más cómoda.

El recuento de la declarante sobre la fiesta consistió en quedarse junto a las otras mujeres presentes. Para no quedarse sola, intentaba caerles bien. Lo poco que recuerda es haberse sacado una selfie con el actual jugador del Sevilla F.C. y una de sus amigas, quien le preguntaba de dónde lo conocía. Por su parte, Montiel iba de “grupo en grupo” y no le prestaba especial atención a su invitada. Ella le mandaba mensajes: “¿Todo bien?” a lo que él “no daba pelota”.

“Yo no tomo alcohol por cuestión estética, y porque no me atrae, puedo llegar a tomar una copa de vino en mi vida social pero nada más”. Le ofrecieron tragos y ella recuerda haber probado dos, pero sin llegarlos a terminar. “Ahí comencé a sentirme mareada, y pensé que era normal porque, como había tomado un poco de alcohol y nunca tomo, supuse que era eso”. Al rato la joven declaró comenzar a sentirse “muy mal”: le dolía la cabeza y sentía que iba a desmayarse. Le mandó otro mensaje a Montiel, desde el baño: “Ayudame por favor, me siento mal, llevame a mi casa”. Al salir, se lo encuentra. La imagen de Montiel es lo último que recuerda.

La joven se despertó en la entrada de la casa, frente a una calle de tierra y barro. Estaba sentada en el piso, su camisa blanca mojada y embarrada y el top torcido y el resto de sus prendas desacomodadas. La escena era un griterío: “Hija de puta, te voy a matar, no te metas con mi hermano, no lo nombres”, declaró que le decía la hermana del futbolista entre las patadas que las amigas frenaban. Ahí viene otra laguna.

Se despierta en otro Uber con el conductor y dos chicas de la fiesta: una adelante y otra a su izquierda. “Ni lo nombres a Gonzalo, vos tuviste la culpa”, la retaban. “Me decían que no había parado de tomar y que era una borracha y que había estado desmayada cinco horas”. La joven afirmó no saber quiénes eran.

Llegó al mediodía a su casa, no sabe cómo. Se despertó en su cama con un piyama, la ropa que había usado empapada en el piso. Al empezar a recobrar la conciencia, se fue a duchar y se dio cuenta de “su jaqueca, del dolor en su vagina, los hematomas en la entrepierna y los raspones en las rodillas y el antebrazo”. Montiel le escribió: “Estás bien?”. “No, qué pasó?”, le retrucó ella. “Estuviste con alguien”. Dejó de recibir mensajes en cuanto le pidió explicaciones al futbolista.

Un rato después recibió otro mensaje: “Soy Marisa, la mamá de Gonzi. Te violaron mamita, ponete óvulos”. Declaró haber salido corriendo a un hospital universitario cerca de su casa y haber llegado llorando a la guardia. La revisaron y le dijeron que tenía que tomar unas pastillas por el protocolo de abuso sexual: entre ocho y diez, con la ayuda de un vaso con agua. Afirmó que no supo decirles qué le había pasado y que le insistían con que asistiera a un hospital público, “como que me querían sacar de encima”. Salió y vomitó.

Siguió hablando con Montiel y su madre. Al jugador le insistió para que le diga “con quién había estado, llegué a decirle decime el nombre y no te molesto más”. Él dio un nombre (AC) y dejaron de hablar. “Quedate tranquila, que los amigos de Gonzi lo van a cagar a palos”, prometió Marisa. “Cuidate mamita, sos muy bonita”, le advertía cuando ella avisaba que haría una denuncia. La madre repetía que su hijo estaba en River y que iba a tener problemas ahí si ella denunciaba. La joven declaró que comenzó a atar cabos y que quizás estuvieran encubriendo al jugador o a algún familiar, entonces le dijo a Marisa que denunciaría el hecho, pero sin nombrarlo.

Fue derivada a un infectólogo, le prescribieron vacunas y un tratamiento de profilaxis de 30 días que la obra social no le cubría. Fue a otro hospital donde fue atendida por una psicóloga, una psiquiatra y una infectóloga que le recetaron remedios, pero se seguía sintiendo mal. Asistió a otro psiquiatra por la vergüenza que sentía y las ganas que tenía de tirarse del balcón de su departamento: le recetó sertralina, clonazepan o rivotril. Estaba muy deprimida.

Tan deprimida que, aunque con su amiga decidió hacer la denuncia, no tenía fuerzas para hacerlo sola. Marisa le seguía escribiendo, solo interesada por ese tema. Su amiga la acompañó hasta la comisaría de Virrey del Pino. Llegó en el auto de su amiga, pero entró sola y la recibieron dos oficiales mujeres. Al escuchar el nombre de Gonzalo Montiel, salieron de la oficina y recién al rato volvieron a entrar. Por teléfono, su amiga le avisaba de “movimientos raros”: dos autos que estacionaron pero no bajaba nadie. Firmó la denuncia, salió y entró al auto, para ser perseguida por diez cuadras. Con el correr de los días, recibió llamadas de una voz masculina desde un número oculto: “Olvidate de Gonzalo Montiel, borrá su nombre de tu cabeza”, “te queda muy linda esa camisa”, “te vamos a pegar dos tiros en la cabeza”. Siguió así hasta que cambió su número.

“En la comisaría me dijeron que me presente en la fiscalía, pero lo consulté con mi hermana, mi psicóloga y por las amenazas que estaba recibiendo, por temor, no me presenté”. A principios de abril de 2019, le escribió a Montiel: “Te perdono por no haberme acompañado”. “Él me respondió cortante, como que no le interesaba”, declaró la joven. Ahora sí, nunca más hablaron.

LC