El Vaticano casi se queda sin el emblemático árbol de Navidad de la plaza de San Pedro de este año debido al juez y ambientalista italiano Dario Rapino, que durante dos años ha luchado y conseguido, in extremis, que no se cortase el imponente ultracentenario abeto blanco destinado al papa Francisco y que se encontraba en una reserva protegida
La historia comenzó hace dos años cuando Alessio Monaco, alcalde de Rosello, un pequeño pueblecito en la región de Los Abruzzos, centro de Italia, de sólo un centenar de habitantes, anunció jubiloso que en Vaticano habían aceptado su propuesta de donación para la Navidad de 2022 de uno de los abetos blancos de la zona.
El anunció sorprendió a Rapino, juez de la cercana ciudad de Pescara y que colaboraba con la reserva como ambientalista, porque “en la zona no hay abetos blancos y estos árboles ultracentenarios solo se encuentran en la reserva, están protegidos y no se pueden cortar, pero además después de ir a controlar el ejemplar elegido se encontraba en la región limítrofe de Molise”, explicó en una entrevista a EFE. Y entonces empezó su lucha.
“Lo primero que hice fue escribir al papa pidiéndole que detuviese la tala e indicando como referencia su encíclica 'Laudato si' donde se habla de la importancia de la simbiosis del hombre con la naturaleza, pero nunca me contestó”, señaló Rapino.
Rapino describe las numerosas irregularidades entorno a la elección de este magnífico árbol cómo que además de estar en otra región, no había autorización por parte de las autoridades regionales necesarias para este tipo de ejemplares protegidos, pero todas sus iniciativas para evitar que fuese talado no tuvieron éxito. Hasta este lunes.
“El domingo me jugué la última carta. Advertí a los Carabineros de la región de Molise de que se iba a proceder de manera inmediata a la tala de uno de los árboles de la reserva del bosque del Monte Castel Barone. El lunes me planté ante el abeto que estaba ya preparado para ser cortado y transportado, pero cuando me fui, de los forestales no había rastro”, lamentó.
Pero mientras volvía en el coche: “Me llamaron y avisaron de que habían aparecido los Carabineros y que habían detenido la tala del árbol. Un milagro”.
Al final, ante la prohibición y la aparición en las noticias de lo sucedido, el alcalde de Rosello ha tenido que echar marcha atrás y elegir uno de los ejemplares que crecen en un vivero regional en la cercana Palena: un abeto igual de majestuoso, pero no blanco, y de aquellos que se dedican a la producción de madera.
El abeto finalmente podrá llegar para la inauguración en la plaza de San Pedro el 3 de diciembre.
Rapino destacó que esta historia enseña además de la necesidad de “respetar las leyes” la importancia de “considerar la naturaleza no como una propiedad que usar a nuestro antojo, sino como nuestra casa que hay que respetar” tal y cómo indica el papa Francisco.
Este ecologista aseguró a EFE que está muy feliz porque “aunque no había abandonado las esperanzas cuando lo vi ya todo preparado lo di por perdido”. “Ahora puede imaginar mi felicidad y espero que esto sirva para una reflexión que nos ayude a dar pasos adelante en estos momentos de crisis climática”, añadió.
“¿Qué necesidad había de cortar este árbol protegido para exhibirlo en San Pedro?”, se sigue preguntando el juez.
Y concluye: “Yo he hecho lo que había que hacer. No soy un héroe. Sólo he hecho algo justo y ahora espero que todo se calme y volver a mis bosques”.
En su página Facebook, Rapino publica la que sería la carta de agradecimiento del abeto blanco de Castel Barone: “No sé si tuviste algo que ver, pero el hecho es que después de ti, llegaron otros humanos en un coche verde, con uniformes, y, como por arte de magia, toda esa basura que me habían colocado desapareció. Mi corazón volvió a latir lentamente y durante toda la noche el bosque lo celebró, No sé cuántos años más estaré aquí, vivo. Lo que sí es cierto es que no morí ayer. Mi vida está aquí. Díselo también a los demás”.
Cristina Cabrejas, para la agencia EFE.
IG