“Conocimiento es poder”. Con esta premisa quiere Mar Gómez dar base científica a muchos de los tópicos que acuñamos las personas para referirnos a los cambios de tiempo y a cómo influye la meteorología en nuestro estado físico y mental. Para ello, esta meteoróloga, doctora en Ciencias Físicas y divulgadora, publicóel libro 'Meteorosensibles. Cómo el tiempo influye en nuestra salud física y mental'.
En un escenario de cambio climático, más acuciante, intenso y extremo que otros acaecidos a lo largo de la historia, esta experta recopiló buena parte del conocimiento científico que ratifica que muchas enfermedades físicas y mentales pueden verse afectadas por cambios en las temperaturas, en el viento o en la presión atmosférica.
Hablamos con ella con motivo de la presentación de su libro en la ciudad española de Toledo.
-Esa expresión de achacar lo que nos pasa a los cambios de tiempo es muy popular. ¿Tiene ahora más sentido que nunca o siempre lo tuvo?
-Lo ha tenido siempre, pero nunca se había realizado un libro que recopilara toda la investigación y respaldo científico que hay al respecto, que es mucho. Todos hemos escuchado hablar de ciertas dolencias que hay cuando cambia el tiempo, sobre todo en personas más mayores. No había una respuesta contundente de la ciencia y lo que yo he querido hacer es recopilar todos esos estudios, con muchos artículos científicos, para dar respuesta a esto.
-Hablamos por tanto de un respaldo científico a lo que una gran parte de la sociedad ya viene sintiendo desde tiempos inmemoriales.
-Es incontestable que los cambios de tiempo influyen en nuestra salud, aunque depende del cambio que sea, depende de la variable atmosférica y depende mucho de la persona. Entre el 30% y el 60% de la población podría ser meteorosensible, que son las personas que tienen una cierta sensibilidad y experimentan una agravamiento en sus patologías físicas o mentales. Esto último es fundamental. A nivel físico sabemos que el calor nos influye, que los vientos nos pueden resultar molestos y provocar dolores de cabeza, pero a nivel mental no hay tanto conocimiento. Y eso lo he querido plasmar para dar respuesta a las personas que sienten que sus síntomas empeoran. Es algo real.
-En el ámbito de la salud mental, ¿existe esa misma base científica?
-Hay bastante investigación científica, pero es menos conocida. Damos por sentado que un cambio de tiempo nos puede afectar a las articulaciones, está más instaurado a nivel físico, pero a nivel mental sí que hay cambios que pueden agravar la salud. Por ejemplo, sabemos que hay un cierto tipo de viento en regiones montañosas, con unas características muy claras, que está relacionado con los trastornos de ansiedad, las tasas de suicidio y la depresión.
Las altas temperaturas también pueden hacer que estemos más apáticos, irritados o incluso, en personas que ya tienen una predisposición para ser agresivas, puede ser un ingrediente extra para que sea más contundente. Hay estudios que vinculan las tasas de homicidios, feminicidios y criminalidad con los aumentos térmicos y con las temperaturas muy extremas.
-¿Cuándo se acuñó el término “meteorosensible”? ¿Tiene algún origen oficial?
-Ya en la antigua Grecia se hablaba de esto. Hipócrates hablaba de cómo el desequilibrio en el cuerpo humano con los cambios de tiempo provocaba la enfermedad. En el siglo XVII también se empezó a hablar de cómo se agravaban los síntomas de algunas patologías. Y la primera referencia encontrada por escrito a la meteorosensibilidad, aunque entonces se hablaba de meteorotropismo, fue en 1938 por parte del pediatra alemán Bernhard de Rudder. Pero nadie lo acuñó oficialmente. Se empezó a utilizar y poco a poco se va usando más.
-¿Qué vínculo tiene con la denominada ‘ecoansiedad’?
-Es otra parte que está relacionada con el cambio climático y que también tiene que ver con la solastalgia (conjunto de trastornos psicológicos que se producen en una población tras cambios destructivos en su territorio, debido sobre todo al clima). Ambos hacen referencia a esa sensación de ansiedad o de impotencia ante una situación de cambio climático y la imposibilidad de hacer algo al respecto. No está vinculado con un cambio de tiempo, pero sí con un cambio de clima.
-¿El cambio climático está por tanto acentuado la meteorosensibilidad?
-Sí, está dando lugar a que surjan nuevas patologías, tanto físicas como de salud mental y posiblemente en un futuro habrá más enfermedades. En el libro hablo de cómo la deforestación, al arrasar con ciertas especies, hace que muchos animales tengan que reubicarse en otras zonas y eso puede dar lugar a un mayor riesgo de enfermedades zooníticas.
También hablo de los virus extintos que se han encontrado, de momento sin riesgo, en el permafrost, esa capa de terreno congelado en zonas muy frías del planeta. Hablo también de que el cambio climático está expandiendo las regiones tropicales y por lo tanto mosquitos en ciertas regiones ahora se desplazan a otras zonas y pueden dar lugar también a la aparición de enfermedades que no eran habituales en esas áreas.El cambio climático nos trae muchos cambios y entre ellos muchos relacionados con la salud.
-Se dieron otros cambios climáticos en la historia, pero estamos ante uno más acentuado. ¿La afectación a la salud será proporcional, es decir, más agudizada?
-Los anteriores cambios climáticos en el planeta se han producido en una escala de tiempo mucho mayor, han sido mucho más lentos, a lo largo de miles o millones de años, y ninguno lo ha propiciado el ser humano. Este cambio climático se ha producido de una manera muy rápida, por la gran concentración de gases de efecto invernadero que desde la revolución industrial emitimos a la atmósfera. Por lo tanto, ese rápido cambio está teniendo rápidas consecuencias con unos impacos más severos en la salud.
La tristeza siempre se ha asociado con los meses invernales por una causa científica fundamentada, que es el trastorno afectivo estacional
-Volviendo al tiempo meteorológico, es muy popular asociar el invierno más a la tristeza y el verano a la alegría. ¿Esto sigue siendo así cuando es en el periodo estival cuando vivimos temperaturas más extremas?
-Depende mucho de la persona a la que le preguntes. Yo, por ejemplo, soy una persona de frío. No quiero el calor para nada y menos desde los últimos veranos, con olas de calor continuas. Pero la tristeza siempre se ha asociado con los meses invernales por una causa científica fundamentada, que es el trastorno afectivo estacional, que aprece cuando disminuye el número de horas de luz solar. Recibimos menos Vitamina D, que está relacionada con la producción de la serotonina, un neurotransmisor que, entre otras muchas cosas, regula el estado de ánimo. Esto afecta a alrededor de un 10 por ciento de la población.
-Y un topicazo es hacer referencia a “hablar del tiempo” como si no tuviera importancia, cuando cada vez interesa más.
-Sí, cada vez interesa más, sobre todo porque estamos viendo unos cambios muy rápidos en el clima y los fenómenos son cada vez más agresivos. Antes habíamos tenido alguna ola de calor pero no tan frecuentes y tan largas. Casi vivimos en una ola de calor permanente en verano. Inundaciones también hemos tenido muchas, pero ahora son más graves. El hecho de que todos estos fenómenos se estén acentuando y sean más intensos despierta más interés. Lo sufrimos en nuestras carnes y queremos saber qué esta pasando.
-¿De qué manera pueden las personas meteorosensibles contrarrestar esos impactos de los cambios de tiempo?
-Ahí el conocimiento es muy importante y el objetivo del libro es ese. Primero, ser conscientes de si lo somos o no, y de qué manera, y una vez que lo sabemos, siempre podemos anticiparnos a la situación. Si tenemos migrañas y con los cambios de presión sabemos nos vamos a poner peor, teniendo la información de antes nos podemos preparar mentalmente. Hay muchas personas que me han agradecido esa información porque nadie las creía.
-Cuando hay una base científica, ya no se puede ser negacionista de este tipo de cosas...
-Desde luego. Conocimiento es poder, lo tienes ahí, ya sabes lo que ocurre y eso te da herramientas para poder gestionarlo.