Ni un verano en Europa sin su infierno de llamas: el cambio climático quema el Mediterráneo en una ola de incendios “críticos”

Raúl Rejón

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La cuenca mediterránea arde en una oleada de incendios forestales “críticos” alimentados por el cambio climático. En una semana, el fuego carbonizó unas 36.000 hectáreas en Grecia y 13.000 en Italia, donde murieron cinco personas. Otras 34 perdieron la vida en Argelia y fueron evacuadas más de 19.000 en Rodas y otras 2.500 en Corfú. 120 familias en la isla italiana de Sicilia debieron dejar sus residencias por los fuegos que, el pasado martes, obligaron a cerrar temporalmente el aeropuerto de Palermo.

El panorama apunta en una dirección: la alteración del clima que está provocando la emisión humana de gases de efecto invernadero. “El número de días con riesgo extremo de incendios se ha duplicado en la cuenca mediterránea en los últimos 40 años”, demostró un estudio internacional en el que participó el CSIC. Esto hace que haya 29 días más de temporada de alto peligro de fuego al año.

El riesgo climático de los incendios debido al calentamiento global no para de crecer. “Cada vez son más frecuentes paisajes más secos y calurosos que son más susceptibles de quemarse y, además, con más severidad”, según una de las autoras del trabajo, Cristina San Martín, del Instituto Mixto de Biodiversidad de Mieres.

En España, por ejemplo, el índice de condiciones meteorológicas para que se produzcan incendios (FWI) pasó de 24 en 1980 a 30 en 2020, como muestra el gráfico sobre la evolución del FWI recogido por la Comisión Europea.

El científico senior del Servicio de Vigilancia Atmosférica de Copernicus Mark Parrington explica a elDiario.es que, en los incendios que se están viviendo este julio en el Mediterráneo, “el cambio climático aumenta la inflamabilidad de la vegetación y por eso el riesgo se encuentra en los niveles más altos”. Mucho calor y mucha sequedad son el cóctel inflamable que deja vulnerables a los bosques ante las chispas –ocho de cada diez incendios en España son provocados por la acción humana, ya sea negligentemente o adrede–.

En lo que va de año, el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS) estima que en Grecia ardieron 37.000 hectáreas de monte. Unas 17.000 en Italia y 69.000 en España. Los datos de las comunidades autónomas que recopila el Ministerio de Transición Ecológica reflejan 59.000 hectáreas devastadas hasta el 16 de julio. Es la tercera peor marca de la década para ese momento y un 47% más que la media del decenio.

El cambio climático aumenta la inflamabilidad de la vegetación y por eso el riesgo se encuentra en los niveles más altos. Las altas temperaturas actuales, combinadas con el viento seco, exacerban aún más cualquier incendio tras su ignición

El presidente de la República italiana, Sergio Mattarella, y su homóloga griega, Katerina Sakellaropoulou, lanzaron este miércoles un comunicado conjunto en el que enseñan “su gran preocupación por la emergencia climática que está afectando con particular violencia en la región mediterránea” y pidieron una iniciativa común de los países del sur de Europa para “actuar contra las consecuencias de la crisis climática”.

No es algo nuevo

“El cambio climático antropogénico tiene influencia en las condiciones meteorológicas y climáticas que provocan un aumento del riesgo de fuegos, y como consecuencia de ello, las temporadas de incendios se alargaron, aunque con alguna incertidumbre”, subraya el portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología, Rubén del Campo. Parrington añade que “las altas temperaturas actuales, combinadas con el viento seco, exacerban aún más cualquier incendio tras su ignición, de forma similar a lo que, por ejemplo, observamos con los grandes incendios en torno al Mediterráneo durante el verano de 2021”.

Porque lo que está ocurriendo en 2023 no es nuevo. En 2021 se quemaron unas 480.000 hectáreas en los países de la Unión Europea. Casi 200.000 más que la media (2008-2020). En todos los países de la cuenca mediterránea ardieron 800.000 entre julio y agosto.

Aquel año, las condiciones atmosféricas de peligro estuvieron por encima de la media en Europa globalmente. Durante el verano, el sur llegó a riesgo extremo, especialmente en Grecia y Turquía. “Fue una de las temporadas más activas de incendios en esa zona desde 1991”, explica el informe anual de Copernicus. En España se produjo, por ejemplo, el incendio de Sierra Bermeja que enseñó lo que es un pirocúmulo y un fuego de sexta generación y sus consecuencias que no amainó hasta que llegó la lluvia.

Al año siguiente, en 2022, el riesgo extremo en Europa estuvo por encima del promedio debido, otra vez, a “las altas temperaturas persistentes y las condiciones de sequía”. La región suroriental del continente tiró para arriba del índice europeo. En España, amplísimas partes de la península ibérica registraron más de 25 días extra de peligro extremo (FWI +50), los relacionados con los incendios críticos, que, según los define Copernicus, son aquellos en los que arden 10.000 hectáreas o más. El año pasado se certificaron ocho de esos siniestros en España.

Hubo fuegos especialmente devastadores también en Portugal, Francia, Eslovenia y Chequia. “Ardió la segunda extensión más grande en la Unión Europea solo por debajo de la de 2017. Se estima que se quemaron 900.000 hectáreas en los Estados de la Unión Europea”, reseña el análisis anual de Copernicus.

Ahora, en julio de 2023, el mismo servicio de observación atestigua que “la región mediterránea está soportando una severa ola de calor” que, analiza, “está dejando detrás un rastro de devastación”. Solo el 24 de julio pasado “se rompieron récords en varias ciudades”. En Túnez se midieron 49ºC y en Palermo (Italia) el termómetro llegó a 47ºC, lo que batió la plusmarca de 45ºC alcanzada en 1791.

Un calor extremo, por encima de lo que es normal incluso en la época más cálida del año, que “sin el cambio climático provocado por los humanos” sería “extremadamente raro”, como ha explicado el grupo de científicos del World Weather Attribution. Este equipo acaba de revisar las olas de calor que se han registrado en julio en el hemisferio norte (España incluida): “Han sido mucho más probables debido al calentamiento global”, concluye.

El cóctel inflamable

Y, como ha ido reflejando la realidad en los últimos años, cuando se combina calor extremo y sequedad se juntan las condiciones para padecer fuegos casi inmanejables cuando alguien los provoca. “Cuando hay combustible disponible, el tiempo es el factor más determinante para modelar el índice de peligro”, explican en Copernicus.

En España, la AEMET utiliza, precisamente, “la temperatura del aire seco, la humedad relativa del aire, la velocidad del viento y la precipitación registrada en las últimas 24 horas” para hacer la estimación del riesgo de incendio, explica el meteorólogo de la Agencia Ramiro Romero. También hay que tener en cuenta “el tipo, cantidad y distribución de los combustibles, los tipos de suelo, la topografía, la causalidad o la gestión de los incendios durante la época de incendios”.

Lo que está demostrado es que el índice de riesgo “muestra una correlación con la actividad de los fuegos expresada en área quemada”. Es decir, a mayor índice, más superficie carbonizada cuando hay una ignición.

En el futuro se mantendrá la tendencia hacia unas condiciones meteorológicas más favorables a los incendios forestales como consecuencia de unas temperaturas más altas y unos períodos de sequía probablemente más largos e intensos

Así que los incendios críticos “están típicamente asociados con un índice extremo de peligro de incendio (un FWI de 50 o más)”, que prenden en condiciones de peligro extremo y “están desafiando la capacidad de extinción hasta que las condiciones atmosféricas, bajada de temperaturas o precipitaciones, lo permiten”, reseñan los análisis del Servicio Copernicus.

Este fenómeno no se queda limitado a la cuenca del Mediterráneo. Canadá experimenta este 2023 una temporada casi sin precedentes de fuegos forestales con más de un millón de hectáreas destruidas. El humo llegó a velar el cielo en Nueva York el pasado junio y sus partículas llegaron incluso a España. Los incendios en California (EEUU) o Siberia también han mostrado este nuevo patrón causado por la crisis climática.

Y esta será la situación que deberá gestionarse en los próximos años. Rubén del Campo incide en que “en el futuro se mantendrá la tendencia hacia unas condiciones meteorológicas más favorables a los incendios forestales como consecuencia de unas temperaturas más altas y unos períodos de sequía probablemente más largos e intensos”. Es la nueva realidad climática que hemos creado.