Dos veces no, la vida de un maestro

14 de febrero de 2025 06:57 h

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Uno. El primer no es rotundo: me niego a ver el muy comentado reencuentro entre Meg Ryan y Billy Crystal para recrear la también muy comentada escena del orgasmo de Cuando Harry conoció a Sally. Mi teléfono insiste con algunas imágenes, los diarios que chusmeo en la computadora también me ofrecen notas con títulos llenos de preguntas (qué le dijo, por qué se reunieron, en qué emblemático restaurante fue el encuentro, y así). Parece que todo se armó para el comercial de una mayonesa, pero hasta ahí llego. No quiero saber más porque me enoja. No me gustan las versiones forzadas de esos personajes magistralmente escritos por Nora Ephron, esa manipulación del recuerdo, ese extractivismo desangelado. Sin embargo una inquietud se instala, algo me tironea. El no, como apuntamos alguna vez acá, puede ser un arma contundente, pero también un vaivén. 

Dos. El segundo no es un boomerang: me meto a todas las plataformas que tengo en la tele, voy como una zombi hambrienta recorriendo el menú de cada una de ellas con esa fe medio extraña de dar con algo que me rescate, aunque sea por un rato. En ninguna encuentro Cuando Harry conoció a Sally (teléfono para la gente que se dedica a esas cosas o que está atenta a los calendarios y tiene marcado San Valentín esta semana: no va a poder ser). Arrastrada tal vez por la fórmula similar –dos nombres en el título, algo parecido a una promesa–, termino mirando una película que se llama Matt & Mara (está en Mubi abajo les cuento más). El relato podría entrar en la difusa categoría de comedia romántica, aunque veo por ahí que algunos críticos la ubican con el rótulo de comedia dramática. En cualquier caso, hay diálogos graciosos aunque sin estridencias, hay enredos románticos y también escenas tristes. Pero el asunto, como casi siempre, es el amor. Es que la película narra el reencuentro de dos escritores –ella más retraída y volcada a la docencia, él más farolero en su rol de autor publicado y parlanchín– que evidentemente tuvieron alguna conexión en el pasado. A diferencia de las historias clásicas del rubro como la mismísima Cuando Harry conoció a Sally, al seguir a Matt y Mara no vamos a ver una progresión, ni un in crescendo en el vínculo, sino una pasión soterrada que hay que ir desandando. Y aunque hablan un montón –él, sobre todo, un bocón incontenible– y se dedican nada más y nada menos que a la palabra, se esfuerzan buena parte de la película por eludirla. Eso que no dicen, entonces, es lo que brilla por su ausencia y no deja de atraerlos. O de llevarlos al estado de pregunta que viene adherido a cualquier historia de amor. La intriga primigenia, la más humana, la más fatal: ¿me querrá? Sin embargo, lejos de las respuestas, de las declaraciones desgarradas, de los gestos pomposos, lo rutilante del deseo resplandece en la elipsis. El no es, ante todo, un imán.

Arranca una nueva edición de Mil lianas. O no. O, bueno, sí, por ahora, por acá.

1. Matt & Mara, de Kazik Radwanski. Mara es pausada, tímida, vive metida para adentro. Matt es sociable, extrovertido, puro ruido. Después de no verse por un tiempo –él vuelve a Toronto tras una temporada en otro país–, Matt pasa por el trabajo de Mara a buscarla. Los dos son escritores y eso parece unirlos de alguna manera. Pero, al menos al principio, no hay claridad en el vínculo aunque los dos se refieren al otro como “mi amigo”. Sin embargo Mara, que está casada y tiene una hija, no habla de Matt con su esposo y Matt, por su parte, prefiere la elipsis y no revelar demasiado de su estatus sentimental cuando está con ella.

Entre idas y vueltas, risas, paseos urbanos –no hay comedia o drama romántico sin caminatas, sin enredos que pasan, antes que nada por los pies– y reuniones sociales en un circuito de escritores y docentes, por un asunto laboral de ella los dos deberán emprender un viaje en auto juntos fuera de la ciudad. Algo de la misteriosa unión empezará, entonces, a revelarse. A desarmarse, de a poco, como en un deshielo.

Pequeña, tenue, rohmeriana (hay varios guiños al cine del director francés, que se anudan en la escena final con la imagen de un libro que lleva su nombre), esta muy buena película del realizador canadiense Kazik Radwanski elige plantarse desde el diálogo con un seguimiento delicado de las contradicciones sus protagonistas. Dos personajes perdidos, pendulares, que no terminan de entender lo que sienten. Dos personas que, aunque hagan el intento, son motor y al mismo tiempo presa de sus palabras y sus silencios.

La película Matt & Mara está disponible en Mubi. En este enlace, otros lanzamientos que llegan al streaming en febrero.

2. Selva Almada. “Decía que nunca había tenido un alumno tan mal escritor como él cuando empezó a escribir. Quizá por eso su método era una pedagogía amorosa: sacar del peor relato algo bueno para decirle al autor, estimularlo, generar una relación de confianza que con el tiempo, permitiría avanzar más profundamente en los problemas del texto. Siempre decía: el que se queda, gana”. Con esas palabras, que quedaron plasmadas en el prólogo de un libro póstumo de Alberto Laiseca, definió la escritora Selva Almada la particular mecánica que el autor de Los sorias desplegaba en sus míticos talleres literarios. 

Algunos se quedaron durante años, como la propia Almada, y siguieron al escritor primero en el Centro Cultural Rojas, de Buenos Aires, y más adelante en los encuentros semanales de lectura y escritura que ofrecía en sus distintos domicilios. De hecho ella misma llevó al taller los borradores de lo que serían luego sus reconocidos libros El viento que arrasaLadrilleros o Chicas muertas. Varios se convirtieron en discípulos de Lai, como lo llaman con cariño, y, hacia el final de su vida, en personas de su confianza que lo visitaban, lo acompañaban a algunas actividades públicas y hasta lo ayudaban con algunas gestiones domésticas. 

Alberto Laiseca murió en diciembre de 2016 y algunos de los asistentes a los talleres siguieron en contacto entre ellos y con Julieta Laiseca, la hija. De esa unión surgió, en 2023, Hybris, una recopilación de textos desperdigados –entre otros las novelas Sindicalia y La puerta del viento– que rescataron entre los papeles personales del escritor y que publicó Random House. Fue a partir de ese trabajo que surgió, poco después, la idea de intentar hacer un retrato colectivo del hombre al que admiraban. Así surgió el flamante Laiseca, el Maestro (Random House, 2025), un retrato íntimo y colectivo a cargo de Rusi Millán Pastori, Guillermo Naveira, Sebastián Pandolfelli, Natalia Rodríguez Simón y la propia Selva Almada. La publicación está firmada por Chanchín, que era el apodo que el escritor usaba, indistintamente, con sucesivos alumnos. Hace unos días pude entrevistar a Selva para hablar sobre este libro y también sobre otros asuntos. Pueden leer la nota por acá.

La entrevista con Selva Almada a propósito de la salida de Laiseca, el Maestro (Random House) se puede leer por acá. Otras novedades editoriales de febrero, en este enlace.

3. Martín Prieto. Entre mis lecturas recientes, rescato un texto con mucho no que me atrajo especialmente. Lleva como título Un poema no es una noticia, lo escribió el poeta, ensayista y docente Martín Prieto y salió en Revista Crisis. Transcribo apenas el comienzo, el resto lo leen por acá.

“En el campo específico de la literatura, eso que llamamos ‘nuevo’ o ‘lo nuevo’ está sujeto a dos precisiones que me gustaría recordar. Una, la famosa frase que Ezra Pound escribió en su libro El ABC de la lectura, de 1934: ‘La literatura es una novedad que SIGUE SIENDO una novedad’. La otra, pronunciada medio siglo más tarde por el poeta argentino Edgar Bayley, en una conversación con un joven poeta, de quien había leído, imaginemos, en los años 1980 o 1990, en Buenos Aires, en algún bar, o en algún centro cultural, un poema. Bayley, que era muy estricto con sus gustos y entusiasmos, se acercó a felicitarlo. Y el joven que ya había leído ese mismo poema en una tendida anterior, donde también había estado Bayley entre el público y ya lo había felicitado, le dijo al maestro pensando que tal vez no lo recordaba: ‘Pero usted ya conocía este poema’. Y Bayley —como Pound— le contestó: ‘Un poema no es una noticia’”.

Banda sonora. Otro que dijo no –en este caso, a cargarse de tareas mientras está de vacaciones– es Gustavo Álvarez Núñez, amigo de esta casa virtual (si todavía no lo tienen entre sus favoritos, ahora mismo es un buen momento para suscribirse a su newsletter Bailando sobre una telaraña, una selección musical divina cada semana que le da una vuelta de tuerca al algoritmo. Es por acá. También pueden leer su columna quincenal en el diario. Se llama Soy parte del mar y ahí conversa con personajes del periodismo de rock de Argentina. La encuentran acá).

Pero decía que Gustavo dijo que no, que en la última edición de su newsletter decidió no subir una lista nueva sino compartir, remozada, una selección musical llamada Canciones conocidas en versiones no tan conocidas que es preciosa (la encuentran en este enlace). Ahí se cruzan, entre muchos y como intérpretes de temas inesperados, David Bowie, Suzanne Vega, The Specials, Isobel Campbell, Sonic Youth y más. De ahí tomé algunas canciones que se suman esta vez a nuestra banda sonora compartida. Las escuchan, como todos los viernes, por acá.

Bonus track. Un planazo para quienes estén por Buenos Aires. Del 14 al 23 de febrero se podrá ver una retrospectiva integral dedicada al cineasta ruso Andréi Tarkovski. El ciclo, una oportunidad única de acercarse a la filmografía de un realizador genial, tendrá lugar en la Sala Lugones, del Teatro San Martín (Corrientes 1530, CABA).

“La Sala Lugones abre la temporada 2025 con un ciclo integrado por los siete largometrajes que le dan forma al núcleo de la filmografía del gran realizador ruso Andréi Tarkovski, en copias en su mayoría enviadas desde Moscú y restauradas por los legendarios estudios Mosfilm. El programa incluye grandes clásicos como La infancia de Iván, Solaris, Stalker y Andrei Rublev”, señalan los organizadores. Por acá pueden ver más detalles sobre las películas y las funciones.

¡Hasta la próxima!

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