Estar mal, cosas de chicas, que la vecina venga de visita, estar en esos días, Inés la que viene una vez al mes... A pesar de que es un evento fisiológico que afecta a la mitad de la población, mes a mes, durante unos 40 años, los mil y un eufemismos para llamar a la menstruación tienen sobre todo un objetivo: no nombrarla. La regla ha sido desterrada de la conversación pública como si no existiera o fuera algo sucio y vergonzoso, un tabú que ha empezado a romperse pero que condiciona cómo las mujeres la viven y cristaliza en los muchos interrogantes que aún están sobre la mesa.
Porque como si no hubiera 800 millones de personas en el mundo que tal día como hoy están menstruando, según cuantificó el BMJ Sexual & Reproductive Health, y a pesar de que el escenario cambia lentamente, la menstruación no ha ocupado el lugar que le corresponde en las investigaciones científicas. Alcanza un ejemplo reciente: aunque resulte difícil de creer, no fue hasta el pasado agosto, año 2023, cuando se publicó la primera investigación científica que evaluó la absorción de diferentes productos con sangre humana –eso sí, no menstrual–. La conclusión apuntó a que no absorben todo lo que se creía.
Con el objetivo de desentrañar por qué y cómo el conocimiento científico ha dado la espalda a un evento tan importante para la población, los periodistas María Zuil y Antonio Villareal se embarcaron en lo que hoy es La mitad que sangra (Libros del KO), una investigación para la que lanzaron una encuesta que respondieron 915 personas, la inmensa mayoría mujeres, pero también algún hombre trans y persona no binaria. La idea surgió después de publicar en El Confidencial una entrevista, tras la que recibieron decenas de reacciones dándoles las gracias por visibilizar algo que permanece tan escondido.
Más del 50% creen que necesitan más información sobre cuestiones como el funcionamiento de su ciclo o soluciones para el dolor pero no llega al 20% quienes recurren al médico si tienen dudas
“La ignorancia científica hacia la menstruación se ha trasladado a la vida cotidiana de las mujeres y se traduce en mucho desconocimiento que afecta a su día a día. Muchas no sabían cómo funciona el ciclo menstrual, los efectos de la píldora o cómo saber si la regla está siendo sana”, describe Zuil tras haber analizado la mina de testimonios del sondeo: superan el 50% quienes creen que necesitan más información sobre cuestiones como el funcionamiento de su ciclo, productos menstruales o soluciones para el dolor y otros síntomas, pero no llega al 20% quienes recurren al médico si tienen dudas.
El laberinto del dolor
Este, el del dolor, es uno de los caballos de batalla más acuciantes para muchas de las mujeres en todo el mundo, para las que estos días del mes se convierten en una auténtica pesadilla. Aunque medirlo es difícil y las estimaciones no coinciden, hasta la más optimista –algunas revisiones científicas hablan de que sufren dolor fuerte entre el 16% y el 91%– vendría a concluir que son millones de mujeres. En la encuesta de La mitad que sangra, el 47% de las participantes calificaron el dolor que sienten por encima de 7 en el peor día de regla, siendo 10 el más fuerte. A los datos les acompañan decenas de testimonios que apuntan hacia la indiferencia médica: “He sufrido muchísimo y nunca me sentí comprendida por nadie, los médicos no me escuchaban cuando les decía lo mal que lo pasaba”, afirma Ana, de 52 años.
No es una excepción. Son muchos los relatos de mujeres que, ante fuertes dolores, se encuentran a menudo con enormes obstáculos y afrontan periplos médicos que no en pocas ocasiones acaban sin respuesta. La endometriosis, miomas o adenomiosis uterina son algunos de los diagnósticos posibles a los que algunas llegan con mucha dificultad, tras incontables idas y vueltas, silencios, dudas y mucho tiempo –hasta ocho años de media en el caso de la endometriosis–, pero en otros muchos casos nunca hay diagnóstico, lo que suele calificarse en jerga médica como “dismenorrea primaria” –la secundaria es la que se asocia a una enfermedad previamente diagnosticada–.
Al laberinto en el que se convierte intentar saber por qué duele y ponerle remedio se suma la normalización del dolor. Es algo que Zuil ha observado con claridad en las respuestas a la encuesta: “Social y culturalmente hemos vivido la menstruación como algo íntimo y privado que hace que se perpetúe la idea de que el dolor es normal, pero además muchas veces el médico es la respuesta que da y la ciencia no ha investigado lo suficiente, lo que hace que muchas veces nadie sea capaz de decirte qué pasa con tu cuerpo”, afirma la periodista.
Si hay dolor es que algo pasa. Otra cosa es que no se haya avanzado lo suficiente en el diagnóstico para saber cuál es la causa
La endocrinóloga y experta en medicina con perspectiva de género Carme Valls Llobet, que es autora de Mujeres Invisibles (Capitán Swing), sin embargo, lo tiene claro: “Si hay dolor es que algo pasa”, sentencia. La médica, de hecho, cuestiona la división habitual que se hace entre los dos tipos de dismenorrea. “La primaria es también secundaria a un trastorno hormonal, todas son primarias y luego secundarias. Otra cosa es que no se haya avanzado lo suficiente en el diagnóstico para saber cuál es la causa”, afirma la médica, que lleva cuatro décadas investigando el ciclo.
La disfunción eréctil importa más
Valls cree que la clave pasa por “evaluar globalmente” a las mujeres que sufren fuertes dolores y atender incluso a indicadores que se ven con un simple análisis de sangre, como los niveles de hierro. Cree, además, que “generalmente” el dolor se debe a un desequilibrio hormonal cuando predominan los estrógenos frente a la progesterona, pero lamenta que en muchas ocasiones las soluciones no vayan por ahí: “Creo que ha habido un fallo científico sin explicación porque hay mujeres a las que ni tomando analgésicos les para el dolor y no se piensa en la progesterona como aliada”.
Para Enriqueta Barranco, catedrática de la Universidad de Granada, pionera y referente de la investigación científica de la menstruación en España, sobre el dolor “falta casi todo por saber”. Y es que la investigación al respecto ha tenido altibajos. En La mitad que sangra, Zuil y Villareal ponen un ejemplo paradigmático: si se hace la prueba de buscar “dismenorrea” en inglés (dysmenorrhea) en PubMed, la base de datos de investigación biomédica por excelencia en todo el mundo, la página devuelve 8.434 resultados. Si se busca “disfunción eréctil” (erectile dysfunction), los resultados son el triple: 27.675.
No me gusta llamarlo regla porque es la menos regla de las reglas
Si hay una pregunta que a sus 73 años y tras una vida dedicada al estudio de la menstruación, Barranco lamenta no haber podido responder es por qué el dolor suele ser más acuciante entre las chicas jóvenes, hasta los 25 años. No le gusta llamarlo regla porque, dice, “es la menos regla de las reglas” debido a la variabilidad entre mujeres y cree que, a pesar de los indudables beneficios que ha traído sobre la libertad sexual y la reducción del dolor, la píldora anticonceptiva se receta por encima de lo deseable. Es “poner una venda para no ver qué pasa”, sostiene la experta, que cree que antes de hacerlo hay que hacerse otras preguntas. “Es más fácil llegar a una consulta y dar pastillas que tratar de ver un poco más allá”.
La incógnita más primaria
El déficit de respuestas claras y concluyentes sobre la menstruación alcanza incluso a la pregunta más primaria de todas y que Zuil y Villarreal también se hacen en La mitad que sangra: ¿por qué menstruamos? Sabemos que el útero se prepara para la llegada de un potencial embrión y si no hay fecundación, se autodestruye con la menstruación, pero se desconoce por qué solo unas pocas especies han desarrollado esta estrategia a nivel evolutivo y otras no. “La mayoría de las especies animales no menstrúan y consiguen tener crías igual de desarrolladas y sanas. Hay teorías, pero ninguna ha sido demostrada”, sostiene Federica Marinaro, investigadora especializada en reproducción animal del CSIC.
La experta explica que solo algunos primates, algunos murciélagos, un roedor y la musaraña elefante menstrúan. El resto se reproducen gracias a un ciclo llamado estral o ciclo del celo, en el que el “estro” corresponde con la ovulación. En algunos casos, como el de las perras, es frecuente confundir el sangrado que en ocasiones desprenden en el periodo anterior a la ovulación, que se llama “proestro”, sin embargo, esta sangre “viene del útero y de la vagina, no es una menstruación porque se realiza antes y se piensa que sirve para atraer al macho. No tiene nada que ver”, concreta Marinaro.
La mayoría de las especies animales no menstrúan y consiguen tener crías igual de desarrolladas y sanas. Hay teorías, pero ninguna ha sido demostrada"
Lo que sí se conoce a día de hoy es que las especies que menstrúan tienen algunas características en común, pero se desconoce “cuál ha sido la presión selectiva que ha favorecido la reproducción de los individuos que desarrollaron esta 'mutación'”. Marinaro sostiene que “dejando de lado los patrones reproductivos”, un factor que comparten las especies que menstrúan es la dieta omnívora. “Se cree que la capacidad de conseguir nutrientes durante todo el año ha favorecido una reproducción continua y cíclica en vez de estacional”, explica la experta, pero en general son especies “muy diferentes entre ellas”, por lo que la conclusión definitiva está por llegar.
Aunque algunas expertas como Barranco creen que otras cuestiones son más prioritarias y creen que la incógnita se puede equiparar a otros hechos fisiológicos de los que se desconoce su adaptación evolutiva, para otras, como Marinaro, es algo paradigmático: “Sin duda alguna esto tiene que ver con la falta de conocimiento científico sobre el funcionamiento y la salud de las mujeres” que la experta ubica dentro de “un contexto histórico de biomedicina blanca y androcéntrica”.
El paradigma del coronavirus
Valls, tiene claros los motivos: “Aunque ha habido algunos que no y a pesar de que ahora avanzamos, en general, la ciencia médica ha sido creada e impulsada por hombres para los que la menstruación no era algo importante o daba asco y algo de lo que era mejor no hablar ni tener en cuenta”. Barranco, que ha estudiado la menstruación en diferentes épocas, también la Edad Media, apunta a cómo “incluso en época prerrenacentista” la regla “era considerada un producto de desecho del que no había que ocuparse”.
Para constatar que la menstruación no ha interesado a la ciencia todo lo que debería no hace falta irse muy lejos en el tiempo: fueron muchas las mujeres que semanas después de ponerse la vacuna contra el coronavirus comenzaron a reportar irregularidades en su menstruación, cambios en la duración, el patrón de sangrado o la sintomatología. Aunque al principio la respuesta que recibieron fue incomprensión, con el paso del tiempo la evidencia científica sobre los efectos secundarios del suero en la regla fue siendo cada vez más sólida. La cuestión es que nada de esto había sido evaluado en los estudios clínicos del fármaco.
“Lo que ha pasado con el coronavirus es paradigmático. Los efectos se estudiaron con hombres y mujeres, pero les preguntaron lo mismo. ¿Le duele el cuello? ¿Le duele la cabeza? ¿Tiene diarrea? No se acordaron de que las mujeres contaban con un hecho biológico distinto. Esto es el sesgo de género”, cree Valls. De hecho, la experta explica que ahora mismo podemos saber que, para evitarlo lo máximo posible, es más aconsejable vacunarse en la segunda fase del ciclo. Aún así, todavía esta previsión no figura en las guías clínicas sobre la vacunación.