El domingo 24 de marzo Ana Tauil, de 27 años, fue parte del cordón de seguridad de una de las columnas que se movilizaron a Plaza de Mayo a 48 años del golpe de Estado cívico militar. En medio de ese grupo iba su papá, Cristian Tauil, que por primera vez marchó con Nietes, la agrupación de la que ella forma parte. Ana lo miraba con atención, preocupada por el calor, por que no se canse. “Es maravilloso estar con mis compañeros. Siempre, de chiquita iba con las compañeras de mi papá a las movilizaciones y ahora él me acompaña a mi”, cuenta Ana, que con 6 años vivió las protestas de los años 90 junto a su papá, que militó primero en H.I.J.O.S y después en el movimiento piquetero. Ella es nieta de Roberto Taiul, delegado de base de una química de Munro desaparecido el 20 de octubre de 1976. Lo secuestraron en su casa, donde estaba Cristian, que en ese momento tenía cinco años.
En esa misma columna caminaba Ana Rios Brandana, de 25 años. Caminaba y temblaba. Es nieta de José Ignacio Ríos y Juana María Armelin y sobrina nieta de Oscar Dionisio, militantes del Partido Comunista Marxista Leninista (PCML) desaparecidos en 1978. Ella también viene de una familia de militantes: su papá y sus tíos en H.I.J.O.S y su mamá en la Juventud Universitaria Peronista. Las movilizaciones no son nuevas para ella, pero este 24 fue especial: “Me cuesta ponerlo en palabras, pero mi cuerpo hablaba: estaba temblando. Viví una mezcla de emoción y calidez después de tanta violencia. Era necesario ese amor que transmite la plaza, ese abrazo para recordarnos la fuerza que tenemos. Fue un respiro, algo cálido entre tanta violencia, política y económica, de no llegar a fin de mes. Porque somos jóvenes y nos pega la realidad, muches se quedaron sin trabajo y otros estamos recontra precarizados”, dice.
Karen Maydana Galván, de 29 años, vió todo desde el escenario. Compartió el espacio con Abuelas y Madres como representante de Nietes. Desde allí tomó dimensión de la masividad de la marcha y lloró. Su abuelo materno, Orlando Galván, fue secuestrado y desaparecido en 1977 y en 2010 el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) identificó sus restos. Karen y su hermana Bárbara militaban con su mamá, Carmen Galván, en la Comisión de familiares y compañeros de detenidos desaparecidos de Tres de Febrero, pero desde hace unos años están en Nietes. “Todes necesitábamos esa marcha. Mucha gente está conociendo nuestra agrupación y depositan un montón de esperanza y se alegran de nuestra existencia y eso es algo hermoso y también es una responsabilidad muy grande”, cuenta.
La agrupación Nietes se creó en La Plata, en el 2019, durante el macrismo, y se expandió con los años. Son entre 250 y 300 adolescentes y jóvenes de Ciudad y Provincia de Buenos Aires, Santa Fe, Tierra del Fuego y Córdoba y se definen como “nietes de los 70 e hijes de la lucha de los 90”. Dan charlas en escuelas para interpelar a otros jóvenes. “Nos interesa generar un debate, saber en cuál están los jóvenes, queremos que se vayan con preguntas. Notamos que los que están terminando el secundario son medios desinteresados, lo siente lejano, hay falta de información. En los adolescentes y chicos de primaria hay más participación”, explica Ana Ríos Bardana.
Era necesario ese amor que transmite la plaza para recordarnos la fuerza que tenemos. Fue un respiroentre tanta violencia, política y económica. Somos jóvenes y nos pega la realidad, muches se quedaron sin trabajo y otros estamos recontra precarizados
Tienen un legado: mantener vigente la lucha de Madres, Abuelas e H.I.J.O.S y también sostener las demandas propias de su generación. “El legado tiene que ver con convertir un tema personal en una lucha política, eso no se tiene que perder nunca. Nosotros hablamos de la memoria para dar disputas en el presente, no solo disputar el sentido de los hechos sino sobre la vida que queremos vivir. Las Abuelas y Madres han formado parte de las luchas de los 90, la lucha es una sola. No puede haber una separación de los derechos humanos y los derechos que son vulnerados, no se puede separar de las luchas de nuestra generación, de nuestro tiempo”, explica Ana Tauil. Esa agenda nueva incorpora la demanda de los feminismos, como el aborto seguro, legal y gratuito ( de ahí el color verde del logo de la agrupación) o el respeto a las diversidaddes sexogenéricas.
Parte de la militancia implica absorber conocimientos de los organismos históricos. Nietes participa de las rondas de los jueves en Plaza de Mayo e intentan tomar un café con alguna de las Madres. Se reúnen con integrantes de H.I.J.O.S, que les dan consejos sobre organización y, otra veces, conversan con sobrevivientes que les cuentan cómo era la disputa política en los 70. “Cuando hablo con ellos siento que hablo con mis abuelas. Nos cuentan cómo veían el mundo. Lo que admiro de esa generación son las utopías que defendían, creían que realmente era posible cambiar las cosas, estaban dispuestos a hacer cambios profundamente radicales. Nos gustaría que la militancia se recupere en esas utopías, que son proyectos. Sentimos que hoy están desdibujados y tenemos que empezar a preguntarnos qué soñamos, qué queremos, por qué militamos. Ellos lo tenían muy claro, hoy la militancia no lo tiene tan claro”, interpela Ana Ríos Brandana.
“Abuelas y Madres representan un motor para seguir luchando, un ejemplo. Las admiramos muchísimos, siempre que la cosa se pone difícil, complicada, que uno siente miedo o desesperanza pensas en ellas, decis: ‘Me tengo que dejar de joder, si ellas pudieron, nosotros tambien’. Tratamos de devolverles algo de lo que ellas nos dan, nos interesa marcarles que la juventud no se volvió de derecha porque estamos acá, hay un montón de militantes jóvenes que las quieren, las bancan, que están dispuestos a levantar sus banderas, que las causas no terminan con ellas, que va a seguir”, agrega.
¿Cómo es crecer con un abuelo o abuela desaparecido?, ¿Qué preguntas aparecen en la infancia?, ¿Cuáles son las respuestas?, ¿Cómo se habla de eso en la escuela, en la plaza, en el barrio?. Las tres coinciden en que Nietes es un espacio dónde pudieron encontrar respuestas y hablar con iguales, sentirse comprendidas. “Encontar este lugar fue como un mimo al alma, yo antes militaba con mi mamá, pero eran grandes y yo necesitaba juventud”, dice Karen. Algo parecido le pasó a Ana Tauil: “Fue la primera vez que vi tantos pibes y pibas que tenían una historia tan parecida a la mía. En mi escuela era la única que tenía contacto con la militancia y la dictadura, me sentía rara. Intentaba contar, pero se me hacía difícil. Cuando estaba en octavo año hablé del 24 de marzo, hablé mucho, interrumpía a la maestra. Tenía algo muy guardado que formaba parte de mi vida íntima y que no encontraba la forma de sacarlo, pero quería compartirlo. Por eso siento que Nietes me cambió tanto, me flasheó, todo lo que yo sentía que no podía hacer y, de repente, estábamos todos en la misma”.
Hasta los 15 años Karen creyó que su abuelo podía estar vivo, que volvería algún día a Caseros, que se lo iba a cruzar en el barrio y que él le contaría que se había podido escapar. Pero en el 2010 cuando el EAAF confirmó el hallazgo de los restos de Orlando Galván comenzó el duelo. “Es raro crecer sin abuelo por razones políticas, él no estaba y no tenía un lugar donde llevar una flor. Simplemente no estaba, estaba desaparecido. ¿Dónde está?, ¿Por qué?. Esas eran preguntas que me inundaban todo el tiempo y no las entendía. Más grande fui comprendiendo el contexto de lo que fue el Golpe. Es un poco triste, pero ahora tengo donde llevar una flor. Por ahí, mis compañeros no, por eso pedimos las listas, queremos saber dónde están nuestros abuelos”, exige.
Todes necesitábamos esa marcha. Mucha gente está conociendo nuestra agrupación y depositan un montón de esperanza y se alegran de nuestra existencia y eso es algo hermoso y también es una responsabilidad muy grande”, cuenta
El dolor que trasvasa las generaciones como una sustancia acuosa que se esparce. “Nací y crecí con mucha conciencia del sufrimiento de lo que le había pasado a mi papá, eso me marcó en mi infancia. No tanto una posición propia en el sentido de que me falta mi abuelo, sino que a mi papá le faltó algo muy importante. No pude entender cómo me había afectado a mí hasta muy grande cuando llegué a Nietes. Se trata de esa angustia que se transmite de generación en generación, hay algo psíquico que pasa. Ese dolor que se transmite es inevitablemente, por eso todos hacemos terapia”, explica Ana Tauil, que es socióloga y trabaja en Observatorio de Crímenes de Estado investigando el impacto del genocidio en la tercera generación. Recuerda que durante mucho tiempo ella y sus hermanas creían que la angustia era algo normal, algo que pasaba en todas las familias. “Eso lo descubrí de grande, yo pensaba que la angustia era algo importante para todo el mundo. Son cositas que fui descubriendo, empecé a hacer terapia a los 20 porque tenía una cosa dolorosa muy fuerte. A los 24 empecé a militar en Nietes y a tomar la primera persona en una lucha, en que esto nos afecta a todos , a las terceras generaciones. La militancia es entender que afecta no solo a los familiares sino a toda nuestra generación”, agrega.
“Siempre decimos que nos sacaron tantas cosas, que no nos saquen la alegría. Recordemos a nuestros abuelos con alegría, militemos y levantemos las banderas que ellos levantaban en los 70 por sus sueños”, dice Karen. En Nietes están en alerta ante el contexto de negacionismo y el intento de imponer una nueva versión de la historia por parte del gobierno de Javier Milei. Saben que las Abuelas y las Madres están grandes y cada vez son menos. También saben que junto con los HIJOS son los encargados de mantener el legado por la defensa de los derechos humanos. Saben que son esa esperanza de la que les hablaron en la marcha del 24 de marzo.
CDB/MG