El país de las vacas está en transición al veganismo y es dato, no opinión. Según la encuesta 2020 de la Unión Vegana Argentina un 12% de las personas se identifican como veganas o vegetarianas y otro 12% es flexitariana, un término que define a quienes comen carnes una vez a la semana o sólo cuando salen de sus casas. Las razones varían entre la empatía con otros animales, el cuidado de la ecología, la salud y el cambio climático, pero entre omnívoros dejar las carnes puede leerse como una amenaza y los mitos se amontonan. Se supone que hay que tener mucha plata, mucho tiempo, mucha armonía, vivir en el campo o en una isla, consumir poca energía y cortar por completo con el sistema de consumo. En resumidas, para no comer carnes habría que ser una divinidad y despegar los pies de la tierra, algo que asusta y desalienta a quienes deciden empezar. ¿Cuánto hay de verdad y de mito?, ¿es posible un veganismo popular?, ¿qué costumbres habría que desarmar?
Jacqueline Guzmán tiene 27 años, estudió filosofía y es vegana. Sabe que puede elegirlo, pero entiende que hay quienes no tienen la posibilidad de pensar lo que ponen en sus platos y por eso frecuenta ollas populares de Buenos Aires. En el último año se la pasó en centros culturales, barrios de emergencia y hogares de día enseñando a cocinar sin animales ni derivados. “Hay mucho interés y apertura en aprender qué se puede comer para que no falten nutrientes, pero el tema que se repite es la falta de información. El veganismo se percibe como un movimiento elitista porque si vas a un mercado a buscar un producto te das cuenta que no están preparados para suplir la demanda de forma masiva, o lo hacen con industrializados que se alejan de las posibilidades de los bolsillos”, dice Jacqueline, que forma parte de Million Dollar Vegan, una organización que debe su nombre a las apuestas que le hicieron a celebridades para que dejaran de comer animales.
En la web de MDV ofrecen un plan de un mes para iniciarse al veganismo diseñado por especialistas en cocina y nutrición, y envían recetas e informes todos los días para fundamentar la dieta. “Quizá no todo el mundo tiene la posibilidad de pensar en los alimentos porque deben resolver situaciones complejas para poder comer algo. El cambio estructural sería conseguir que los gobiernos atiendan la demanda que se da en los barrios populares incentivando una industria que acompañe y modifique los procesos de producción. Los alimentos ya están y no se necesita más plata para hacerse vegano, sino aprender cómo combinar esos alimentos y comprometerse con otros hábitos”, opina Jacqueline.
La abstracción tiene mucho que ver con el consumo masivo de carnes. Ejemplo: cuando se ve a un churrasco no todo el mundo lo asocia con una vaca descuartizada en el matadero, de esa manera parece algo lejano y la distancia anula a la empatía. “Lo primero es unir cabos, porque estamos totalmente desconectados de lo que nos rodea”, dice Santi Magariños, actor y activista en la plantación de nativas para recuperar ecosistemas.
“Intento conectar al veganismo con el concepto de especismo o antropocentrismo, que tiene que ver con creer que somos una especie superior a todas las demás, o que el ser humano es el centro del universo y entonces por ende tiene la potestad de controlar y aniquilar a su antojo a todos los medios de vida, los ecosistemas, las personas y los territorios”, dice Santi, que al igual que Jacqueline recomienda el documental Cowspiracy (está disponible en varias plataformas), que muestra cómo la contaminación y la industria cárnica tienen un nexo incluso más preocupante que las emanaciones tóxicas del petróleo.
No alimentarse de animales y seguir con las costumbres argentinas puede ser frustrante, sobre todo cuando se busca reproducir hábitos y algunos reemplazos demandan más dinero o tiempo. La canasta básica y los programas de Precios Cuidados no acompañan, por eso cuando se habla de queso, leches, o embutidos veganos los valores pueden triplicar el costo de los mismos productos hechos con derivados animales. “Más que reemplazar tendríamos que pensar en comer de otra forma, así como incluir a la salud entre los costos de lo que se paga por alimentarse con productos que hacen daño al organismo”, dice Malena Blanco de Voicot, una de las organizaciones veganas con más impacto de Argentina por sus intervenciones callejeras y sus documentales en mataderos.
En los últimos meses, Voicot también apostó por el veganismo popular organizando actividades en Villa Fiorito, donde hacen comidas y charlas junto a nutricionistas y médicos.
“En los encuentros con el grupo de Belleza y Felicidad Fiorito se dan intercambios sobre formas posibles de alimentarse y el contacto no tiene nada que ver con la pedantería o la imposición de ‘¡no maten animales!’, sino que vamos desde el lado empático en busca de alternativas con lo que se tiene a mano”, dice Malena.
En los encuentros se dan intercambios sobre formas posibles de alimentarse y el contacto no tiene nada que ver con la pedantería o la imposición de ‘¡no maten animales!’, sino que vamos desde el lado empático en busca de alternativas
“Solemos alimentarnos con muy pocos alimentos porque nos hicieron creer que son lo único posible. Lo que no se ve, se parece mucho a lo que no existe, por eso algunos cambios se logran cuando la información está al alcance para tomar las decisiones. No es solo alimentarse con productos que no sean de origen animal, sino que es alimentarse bien, porque cuanto mejor lo hacés mejor te funciona todo, el cerebro y las ideas”.
Malena dejó de comer animales a los 11 años y hace 10 que es vegana estricta, aunque ella misma se corrige y dice que lo pone entre comillas: “¿Qué es el veganismo? no financiar la explotación de otros animales ni para vestimenta ni para comidas ni para nada. Yo vivo con gatos rescatados que necesitan taurina y es imposible reemplazarla, así que les compro alimento y lo financio, ¿es vegano o no? También tengo una computadora Apple que seguro mató y explotó animales humanos o no humanos en el camino. Entonces el veganismo es necesario para tener un foco a donde ir, pero sin caer en la superioridad porque nadie es vegano absoluto, aunque esto no significa que no se puedan hacer cosas para atenuar los impactos”.
A mediados de enero el ex beatle Paul McCartney le mandó una carta al presidente Alberto Fernández para pedirle que adhiera al MFM (Meat Free Monday), una movida mundial que llama a no comer carnes los lunes como un primer paso. Fernández también estuvo al lado de la palabra veganismo en diciembre, cuando recibió en Casa Rosada más de medio millón de firmas contra el acuerdo porcino con China. Entonces posó para la foto junto a la actriz Liz Solari y el presidente de la Unión Vegana Argentina, Manuel Martí.
“Nosotros elegimos un activismo educativo, demostrar la evidencia científica y empírica del veganismo por sus beneficios para todos, no solo para los animales. El Presidente se mostró muy interesado en tomar acciones contra el cambio climático, y cada vez que lo mencionaba le dimos argumentos que vinculan la contaminación con la producción agroganadera”, dice Martí, que hace un llamado a que las industrias de la carne no se enojen, sino que empiecen a pensar en otras producciones: “El cambio es inminente, tarde o temprano la mayoría va a dejar de comer carnes y lo mejor es adaptarse con tiempo”.
Otra de las iniciativas populares llega de la mano de Acción Animal Argentina, un movimiento que se propone alcanzar información a personas no veganas como motor de su activismo. “Si ves como le clavan un cuchillo a una vaca y no comés más carne no tenés un proceso de transformación sino un click traumático”, dice César Güerzoni, integrante de la organización. “La idea de salir de nuestros espacios y ser federales tiene que ver con que no queremos ‘superveganos’ sino llegar a aquella gente que no tiene acceso a información o rechaza buscarla. Por ejemplo a fines de diciembre hicimos una mesa navideña en la peatonal de Jujuy y cocinamos 300 kilos de comida vegana. La gente pasaba, se quedaba comiendo y nos escuchaba. Quizá si le entrábamos por el lado de la empatía con los animales no hubiéramos tenido tanto éxito”.
El veganismo no es solo una alimentación sino una forma de vida, por eso su activismo no necesita de profetas sino de hábitos. Así como una dieta a base de vegetales, legumbres, frutas y semillas es posible, para que esos alimentos se conecten al deseo popular se necesita una transformación cultural. ¿Serán meses, años, décadas? Esperemos que las pandemias y el cambio climático den el tiempo necesario para que sea una elección y no un mandato.
Para más información:
UVA http://www.unionvegana.org
Voicot https://www.voicot.com/
MDV https://www.milliondollarvegan.com/
Acción Animal Argentina https://www.instagram.com/accionanimalargentina/