“Hace cerca de tres años empecé a trabajar en Apple, y lo que para muchos sería un sueño no tardó mucho en convertirse en una pesadilla para mí”, comienza la carta que Álvaro Girona publicó en varias redes sociales. A lo largo de cuatro páginas, este joven ingeniero español denuncia las draconianas condiciones en las que se vio forzado a trabajar en la multinacional, con jornadas de hasta 20 horas ininterrumpidas y una “presión insufrible” para cumplir los plazos de los proyectos, cancelación de sus vacaciones, acoso de sus managers tras pedir la baja psicológica y presiones para que la cambiara por una excedencia voluntaria.
Todo ello, relata, derivó en una profunda depresión de la que aún no se ha recuperado del todo. “Mi vida durante los últimos dos años ha pasado por diferentes tratamientos antidepresivos y he sobrevivido a varios intentos de suicidio”, cuenta en su carta, que fue aplaudida 2.800 veces en Linkedin y compartida otras 1.500 en Twitter.
El joven ingeniero compartió con elDiario.es abundante material que prueba los hechos que denuncia en sus redes sociales. “Necesitaba sacármelo de encima para poder pasar página y seguir con mi vida”, explica en conversación con este medio: “Son actitudes que no quiero que sufra nadie más en ningún puesto de trabajo y hablando espero poder haber denunciado y visibilizado el problema y que mucha otra gente que está pasando por situaciones similares se vea reflejada y vea que el problema no es de ellos”.
Este medio también se ha puesto en contacto con Apple, que ha declinado hacer declaraciones sobre casos concretos por política de empresa. La multinacional ha indicado que sus prácticas están desglosadas en su Política de Conducta Empresarial: “Apple se compromete a mantener un entorno de trabajo creativo, diverso, integrador y solidario, y no tolera la discriminación o el acoso de empleados o no empleados con los que mantenemos una relación comercial”, dice el texto referido.
Cumplir los plazos
Álvaro entró a formar parte de la plantilla de Apple cuando la compañía adquirió Vilnyx, una startup fundada en Barcelona que desarrollaba una inteligencia artificial capaz de analizar las imágenes, el audio y el texto de un vídeo para entender de qué trata, categorizarlo e indexarlo. Desembolsó unos 50 millones de dólares por ella, reveló la agencia Bloomberg. Cuando en 2020 la plantilla de la antigua Vilnyx pasó a trabajar en proyectos de Apple comenzó “la pesadilla” del joven ingeniero.
Los problemas comenzaron “el primer día” que hizo horas extra y las apuntó a través de la herramienta interna de Apple. La acción fue afeada inmediatamente por su responsable directo. “Me contactó para decirme que no se tenían que reportar horas extra, que estaba prohibido porque no podíamos dar la mala imagen que suponía ello, y a parte estábamos trabajando ahora en Apple y no en Vilynx, que 'nos pagan más'”.
Era la primera alusión por parte de sus managers sobre los cambios que iba a suponer pasar a trabajar para la multinacional, pero Girona rememora en su carta muchos más. La exigencia de acabar los proyectos en plazo y no decepcionar a Apple desembocó en la explotación laboral, denuncia: “La presión que recibimos cada uno de los trabajadores para que saliesen las cosas fue insufrible y una tortura”.
“Comentarios como 'si no llegamos al deadline nuestro trabajo no vale una mierda, es lo mismo que no hacer nada', 'metedle más caña que estamos en Apple y no en Vilynx ya' y cosas por el estilo, me llevaron a empujarme a sobrepasar cualquier límite que hubiese en la jornada laboral”, desvela.
La exigencia de acabar los proyectos en plazo y no decepcionar a Apple desembocó en la explotación laboral, denuncia el ingeniero. “Llegué a trabajar períodos de más de tres semanas incluyendo festivos y fines de semana en jornadas de más de 16 horas de media, llegando hasta a hacer 20 horas, irme a dormir a las 7 de la mañana del día siguiente y levantarme a las 10 de la mañana, con un mensaje de mi manager exigiendo que trabajase más duro porque íbamos con retraso”, rememora.
Eran carreras contrarreloj derivadas de que “la planificación de tareas era un caos enorme” que se intentaba subsanar sobrepasando todos los límites con los trabajadores, recuerda.
Llegué a trabajar períodos de más de tres semanas incluyendo festivos y fines de semana pen jornadas de más de 16 horas de media, llegando hasta a hacer 20 horas
Demostrar que el antiguo equipo de la startup podía cumplir con los estándares fijados por la multinacional se llevó por delante días de vacaciones que sus jefes le obligaron a perder y cualquier otro tipo de descanso. Incluso los días más señalados del año, como Nochevieja. “Cuando llegó fin de año recuerdo no poder ir con mi familia y quedarme la noche trabajando debido a la cantidad de cosas que siempre había por hacer”.
Acoso
La situación que estaba viviendo afectó de una forma muy dura a Álvaro. “Dejé de comer, de salir de casa, mis relaciones personales con todos mis conocidos y seres queridos fueron fuertemente afectadas, llegué a perder 14 kg de peso, pasando de 80 kg a 64 kg, que en una persona de 1’90 metros me dejaba completamente en los huesos y recuerdo verme las costillas claramente marcadas”, escribe en su carta.
“Viendo mi estado físico y mental, mi psicóloga me recomendó coger la baja y empecé un tratamiento con una psiquiatra con el que sigo aún hoy día”, recuerda. Su baja fue punto de inflexión, pero a peor. Lo que antes era “una tortura” laboral pasó directamente al “acoso”. En vez de respetar su recuperación, su responsable directo le seguía contactando y presionando. Me acosó y preguntó continuamente para quedar. Cuando quedábamos me insistía bastante en cuando iba a volver o si quería cogerme una excedencia voluntaria que ellos lo aceptaban y que me tomase el tiempo que necesitase para recuperarme“.
El apremio surtió efecto y Álvaro decidió contradecir a los médicos. “Finalmente y bajo la presión que sentía al estar de baja (sentía que estaba dejando tirados a mis compañeros y mi jefe no paraba de preguntarme por mi vuelta) decidí pedir el alta voluntaria y volver”, explica. Esto solo empeoró su situación, ya que el nivel de exigencia y la falta de respeto a los descansos siguieron igual.
Al ver su estado, la actuación de sus responsables fue insistir en que lo mejor es que solicitara una excedencia voluntaria, renunciado a su sueldo y puesto de trabajo hasta que se recuperase. Aceptó. Pero aún le quedaba por padecer una estratagema más. “Cuando solicité la plantilla de excedencia voluntaria inicialmente se me envió una de dimisión de mi puesto de trabajo para que la firmase, según ellos por equivocación”, afirma.
Falta de ayuda de Apple
El período de excedencia encerró los días más difíciles para Álvaro. Pasó por “períodos de semanas y meses en los que no podía dormir, en los que me despertaba llorando y el único pensamiento que pasaba por mi cabeza era el suicidio. Recuerdo levantarme cada día lleno de lágrimas y pensando en saltar directamente por la ventana de mi cuarto. Pasé por varios intentos de suicidio. Me sentía completamente inútil, que no valía nada, que era mal trabajador, que todo había sido mi culpa y estaba recibiendo el castigo que me merecía y que no merecía ni vivir”.
Pero el tiempo fuera también fue el principio de la recuperación, en la que aún sigue inmerso. Hace dos meses que solicitó a Apple el regreso a su puesto de trabajo a través de un burofax, pero aún no ha recibido respuesta. Sus antiguos responsables directos, que le aconsejaron que solicitara la excedencia y le aseguraron que no pondrían trabas a su vuelta cuando esta terminara, han cortado toda comunicación con él. La excedencia terminó a principios de julio y no ha tenido noticias. “Parece que la decisión de Apple ha sido simplemente ignorarme”, lamenta.
En conversación con este medio, el joven ingeniero apunta que durante todo este proceso tampoco ha encontrado ayuda por parte de la estructura internacional de la compañía, a pesar de que el departamento de Recursos Humanos revisó su caso en profundidad. Álvaro prefiere no dar muchos detalles a este respecto, ya que su caso permanece abierto y Apple es conocida por ser extremadamente celosa al proteger su información interna. La “confidencialidad” es de hecho uno de los cuatro pilares de su Política de Conducta Empresarial, junto al “respeto”, la “honestidad” y “cumplimiento” (en relación a las “políticas, regulaciones y requisitos legales”).
No obstante, es también esa misma política es la que blinda su derecho a contar su caso. “Se le permite hablar libremente sobre sus salarios, horarios y condiciones de trabajo, incluida la información sobre acoso, discriminación o cualquier otra conducta que tenga motivos para creer que es ilegal, y nada en esta Política, o en cualquier política de Apple, debe interpretarse como restrictivo de su derecho a hacerlo”, refleja el mismo texto.