ENTREVISTA

Pablo Semán y Melina Vázquez sobre la Era Mileísta: “Para poder entender lo nuevo hay que entender todo de nuevo”

31 de diciembre de 2023 00:01 h

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Hubo dos desafíos para los autores de “Está entre nosotros”, una reunión de textos que, a contramano de la huida o la negación intenta desandar el camino que recorrió La Libertad Avanza para ser Gobierno “en el país del Nunca Más”. ¿Fueron dos los desafíos? Quizás sea justo mencionar tres. El primero fue que el cierre del libro se pisó con las PASO, es decir, entró en imprenta sin la certeza de que el fenómeno en estudio fuera, como terminó siendo, una tendencia. El segundo tuvo que ver con la mirada de reojo que les echó una parte de la comunidad académica arguyendo la frase, remanida, “a la derecha no se la estudia, se la combate”. El tercero fue surfear la ola que se levantaba en contra suyo, en contra de muchos: si las promesas de campaña de Javier Milei se cumplían -si se cumplen- ellos, investigadores del Conicet, verían peligrar su trabajo.

Pero aquí están, la tarde del último jueves de 2023, Pablo Semán y Melina Vázquez. Semán es sociólogo y antropólogo, y es el coordinador (además de autor) de Está entre nosotros, que editó Siglo XXI y va por su segunda edición. Vázquez es socióloga. A ella le interesó investigar cómo se construye la juventud liberal-libertaria y a su texto lo tituló “Los picantes del liberalismo”. Semán, junto al doctor en Ciencias Sociales y licenciado en Sociología, Nicolás Welschinger, se interesó en las personas de entre 17 y 24 años para escribir el capítulo “Juventudes mejoristas y el mileísmo de masas”. Sergio Morresi, Ezequiel Saferstein y Martín Vicente completan la selección. Final de un año marcado por el calendario electoral. Y fin del misterio: la fórmula Javier Milei - Victoria Villarruel ganó con el 55% de los votos. Pero… ¿Por dónde arrancamos? Semán avisa: “Hay que entender lo nuevo, pero para poder entender lo nuevo hay que entender todo de nuevo”.

–¿Qué es “eso” que, finalmente, “está entre nosotros”?

–Pablo Semán: LLA es un liderazgo y una organización política de derecha radical que resulta de varias cosas que el libro sigue en detalle. Es una fuerza que entrelaza la protesta contra el presente y la resignificación de la libertad en una apuesta que se intersecta con las versiones actualizadas y más agresivas del neoliberalismo contra las dimensiones sociales de la democracia y, a veces, contra las dimensiones liberales y democráticas de la república. Pero inclusive hoy el Gobierno sigue produciendo su identidad, entonces tampoco tiene sentido tratar de fijar una categoría, una taxonomía. Acá hay una pintura que hay que poner en movimiento para poder pensarla. 

–En estos 18 días de gestión oficial de LLA, la primera cadena nacional se usó para presentar el DNU 70. ¿Algo de la puesta en escena les llamó la atención? Me refiero a cómo los funcionarios rodeaban al Presidente, algunos sentados, otros de pie…

–Melina Vázquez: Hay autoridad y respaldo del gabinete. El “fusionismo” del que hablan Sergio (Morresi) y Martín (Vicente) en su capítulo, . O las fronteras porosas entre Juntos por el Cambio y La Libertad Avanza. Parece ser el gabinete de los que volvieron mejores/peores para hacer lo que decepcionó o no se pudo hacer en el gobierno de (Mauricio) Macri.

–PS: Veo una imagen de una cosa ofensiva, compacta, jerarquizada internamente, pero al mismo tiempo de unánime apoyo. Es como si estuvieran diciendo “nos van a hacer caso aunque no quieran” o “aunque no nos reconozcan como autoridades”. Por otro lado veo que una vez más no está (Victoria) Villarruel y que la organización de la foto parece responder a jerarquías que no se alinean directamente con las institucionales sino con la cercanía a (Javier) Milei en orden de prelación.

–Percibo en estas dos semanas que aquellos que no han votado a LLA están sumidos en la tristeza, en el enojo, prefieren desconectarse de las redes o no informarse, o repiten la frase “fingir demencia”. Hay un 44% que prefirió la opción opuesta. ¿Qué pasa con ellos?

–MV: Creo que el desafío ahora es ver quién va a intentar representar una parte, al menos, de ese 44%. La falta de voz es llamativa. De parte de Cristina, de (Sergio) Massa, hay un silencio que es preocupante. Hoy tiene más voz (Juan) Grabois, que fue la opción minoritaria dentro de Unión por la Patria, que otros grandes referentes. Hay un testimonio que suelo recuperar. Un joven, trabajador de Rappi que fue kirchnerista hasta que se convirtió al mileísmo. Me dijo que se cansó de “comerse el sapo”. Que en 2015 hubo que votar a (Daniel) Scioli; que en 2019 hubo que votar a Alberto (Fernández), una jugada maestra Cristina que no expresaba necesariamente el espacio progresista. Y esta última vez, a Massa. “Comerse los sapos” para muchos fue costoso

–PS: Hay muchísimo para pensar ahí. Esa resistencia a entender la situación impide resistir políticamente. Buena parte de ese 44% participó de una concepción expresiva de la política según la cual la política es comprar el merchandising y usarlo para ir a las redes, para ir a la calle. Y está muy bien, pero la política es muchísimo más que eso. Por otro lado, el proceso que llevó a que el universo de símbolos y sensibilidades que había estado en alza durante la primera década de los 2000 se encogiese, también tuvo tuvo que ver con ofender a un montón de gente en función del uso irreflexivo de una serie de categorías. Así que la segunda tarea es hablar con aquellos a los que se ofendió. Pero habiendo cambiado uno. En el mundo kirchnerista es muy común minimizar las quejas políticas de los otros, como si esos fueran caprichosos. La otra cuestión es preguntarse qué lugar le da al mercado la actual oposición. Porque parece que cree que el crecimiento es una función de la demanda y no de la inversión. Parece no tener idea de lo que es un precio, de lo que es un costo, odian a los empresarios. 

–¿Y el 56% del que se ufana Milei es realmente fiel?

–PS: Ese 56% crece un poquito más cuando uno ve quiénes atacan a Milei. Porque el problema es que la oposición es una formación política dirigida por dirigentes absolutamente impresentables y desmoralizados. Entonces cada vez que un dirigente opositor habla contra del Gobierno, le suma al Gobierno. Por ahora ese 56% es sólido. Y es fluctuante entre límites marcados por las características de la oposición. Después yo no dudo de que, por ejemplo, va a haber más inflación, más recesión y más desempleo. Eso va a reorganizar el campo político, pero no de la forma que se imagina el progresismo, como que el dentífrico vuelve al pomo. Va a desagregarse el porcentaje de Milei, y vamos a ver fragmentación y violencia. 

–Melina, te ocupaste de investigar cómo se construyen las juventudes de derecha. ¿Qué es “ser de derecha” para un joven?

Las respuestas son totalmente heterogéneas. Hay quienes dicen ser de derecha pero adhieren a ideas del progresismo, hay quienes dicen ser liberal libertarios. Están los conservadores; los que dicen que no son realmente de derecha, aunque militan en un espacio de derecha. Hay mujeres feministas militantes de derecha. En ese universo hay puntos de entrada pero no de salida para entender su complejidad y tampoco se agota en la cuestión de las ideas. Algo que alimentó el diálogo del libro es que decidimos escaparle a las taxonomías, a las categorías, porque a nosotros como intérpretes nos ordenan la realidad, pero en el campo se muestran mucho más difusas. Me preguntaba: ¿qué tienen en común todas estas personas? La derecha empezó a ser un un principio articulador de un conglomerado de sentidos. 

Me preguntaba: ¿qué tienen en común todas estas personas? La derecha empezó a ser un un principio articulador de un conglomerado de sentidos

–¿Qué fibra tocó en las juventudes el ideario mileísta?

–MV: El movimiento mileísta está claramente juventizado. Hay una hipótesis generacional muy fuerte. Ellos movilizan desde la familia, la escuela y la política. Por ejemplo durante las elecciones decían que para ganar había que salir a convencer a las mabeles. Si sus estrategias estaban en TikTok o en Instagram se fueron a Facebook, donde están los adultos, las mujeres, los kirchneristas que te dicen que “el Estado te cuida”. Y hay otra experiencia que tiene lugar en la escuela. Una contracultura escolar que tiene que ver con la manera en que se les enseñó el pasado reciente, con la manera en que por momentos se habló la cuestión de género y feminismo. Para muchos varones también fue muy difícil atravesar la ola verde. Hay algo también que para mí anuda no solo con la experiencia del Estado, con las que las juventudes de derecha mantienen una relación ambigua, sino también con lo que fue el feminismo. No hay solo una reacción, hay una producción de sentido. Aunque la posición predominante es conservadora, contraria al aborto legal y a la ESI, hay grupos de jóvenes libertarias que que se consideran feministas y sostienen: “bueno, nosotras también podemos ser hijas de la ola verde”, y estar a favor del aborto pero en contra de los cupos, y oponernos al feminismo que se radicalizó el día que le declaró la “muerte al macho”. Ahí no hay sólo una reacción a los feminismos, sino que hay una producción de sentido que recoge esa otra experiencia para oponerse, si querés por derecha.

–Pablo, ¿qué tanto influyeron los cambios en el mercado laboral? Me refiero a los trabajos en, de y para plataformas.

–En principio, lo que nosotros vemos como precarización (y en buena parte lo es, comparativamente con otros parámetros de empleo) también puede entenderse como autonomización de los trabajadores. La autonomización, además, se retroalimenta con ciertas categorías del sentido común de las clases trabajadoras en la Argentina que son previas a este cambio en el modo de empleo. Me refiero a la idea de que uno se tiene que hacer cargo de sí mismo. La idea de no ser un “quedado”, de “el que no llora no mama”, viene de hace mucho tiempo. Lo que pasa es que cambia el contexto en el que eso se ejerce. Entonces emerge como una sensibilidad… Si se quiere, individualista, como una moral engendrada al calor del mercado. Y se usa “individualista” casi como una acusación. 

–¿Y la tecnologización del trabajo? Quiero decir: máquinas que hacen el trabajo que antes, hace no tanto, hacían las personas; o la aplicación de la Inteligencia Artificial en las redacciones de los diarios, por ejemplo.

–Ahí hay una cierta conciencia de que una persona es reemplazable por algo más eficiente, sea esto un humano o un robot, o un humano que cobre más barato o un humano que trabaje mejor. Entonces buena parte de esta moral de mercado ve en la competencia un desafío y también una amenaza. Nadie se va a quedar quieto porque está en juego la subsistencia. Nosotros entrevistamos gente muy joven que aprovecha su capacidad de extender la jornada laboral para capitalizar eso en capacidad de programar más que otro y ganar un puesto. Eso ocurre en la programación o en el pedaleo, que son dos capacidades físicas que entran en el cálculo de las personas jóvenes para competir con más posibilidades de éxito. Así que la tecnologización influye muchísimo tanto en la práctica del trabajo como en la percepción de la situación de competencia.

Lo que nosotros vemos como precarización también puede entenderse como autonomización de los trabajadores

–Veo dos ejes muy marcados en la propuesta del Gobierno: el mercado y la seguridad. ¿Dónde quedó lo vincular, el ocio, lo creativo…?

–MV: Para mí es lo que más hay. Son personas que ya están vinculadas. Ya tienen relaciones afectivas, de solidaridad, emprendimientos productivos. Muchas de las remeras que usan con las consignas libertarias son emprendimientos propios. La conclusión a la que llegamos es que estamos viendo un fenómeno cultural. Que obviamente involucra la cuestión electoral y la cuestión electoral profundizó, pero que la trasciende. Hay un fenómeno cultural que está antes y que explica más de las elecciones, que al revés. Está en los libros, en la gestualidad, en la producción de Santiago Oría (N. de la R.: cineasta, documentalista personal de Milei), en bandas, como Una bandita indie de La Plata. Hay una construcción de una cultura común que tiene que ver con el formato viejo en relación a la circulación de las ideas.

PS: No hay acción social sin componente estético, retórico, moral. Incluso cuando quienes hayan votado a Milei promuevan la autoreducción de los sujetos al mercado, a agente económico, producen formas estéticas, producen moral. Entonces todo eso, desde producir remeras hasta producir una poética sobre sí mismos, está presente porque sino además sería pensar que son subhumanos o son humanos alternativos. Y no. Tienen horizontes utópicos, retóricas, poiesis. Puede no gustarme, pero ese es otro problema. 

VDM/MG