Michelle Solórzano apenas podía moverse; algo en su cuerpo la estaba matando lentamente y aunque tenía claro que eran las prótesis mamarias implantadas hace más de 15 años, los médicos lo achacaban al estrés laboral, a problemas de hígado, a alergia, o directamente le decían que volviera otro día, que no era tan grave.
Esta venezolana de 33 años tenía la piel desgarrada, llagas supurantes en piernas y brazos que le hacían pasar días en urgencias. Una de las prótesis excretaba un líquido amarillo que “evidentemente indicaba una infección”, se le caía el cabello, y la depresión no le dejaba moverse de la cama.
Pasaba de médico a médico, con diagnósticos parciales y comenzó a investigar por su cuenta “sobre la enfermedad de los implantes”.
“Sentía que estaba asociado a los implantes porque me dolía muchísimo el pecho, quedé inmóvil unos 20 o 25 días, estuve en silla de ruedas porque no podía mover mi lado derecho”, dice a la agencia EFE.
EL “SÍNDROME DE ASIA”
Esa “enfermedad de los implantes” es como se conoce al Síndrome de Asia, una enfermedad autoinmune de la que se empezó a escuchar hace unos años debido al “boom” del aumento de pecho que se vivió en las décadas de 1990 y 2000, y que aún hace que en Colombia sea, junto a la liposucción, la cirugía estética más solicitada.
Mientras los médicos no querían creer a Michelle porque, asegura, aún se “sataniza mucho el Síndrome de Asia; evidentemente ellos quieren seguir poniendo prótesis”, ella iba viendo cómo se apagaba.
Hasta que llegó al doctor Alan González, uno de los médicos que se plantaron ante la poca seguridad que ofrecen los implantes y quien finalmente le realizó el procedimiento de retirada de estos.
“Siempre nos han enseñado que las prótesis eran seguras, que si la silicona era médica entonces nunca habría ningún inconveniente, pero resulta que uno desde hace unos años hacia acá se empieza a encontrar con enfermedades en los implantes mamarios: linfomas de células gigantes, Síndrome de Asia...”, afirma.
Al médico, que quiere que todo procedimiento que se haga en sus clínicas tenga “resultados predecibles”, le empezó a causar inquietudes. Y cada vez le llegaban más pacientes con síntomas, sobre todo después de la pandemia, como fatiga, migrañas, alteraciones de la memoria, dolores musculares, insomnio, ataques de pánico... Síntomas que desaparecen casi completamente cuando se extraen los implantes.
MORIR EN VIDA
“Estuve seis meses muriéndome en vida”, recuerda Solórzano, que ahora lleva cinco meses sin las prótesis y todos los síntomas que tenía han bajado en un 95 %, según ella misma calcula: “Apenas abrí los ojos de la anestesia, fue maravilloso porque el dolor crónico había desaparecido”.
“Lo único que tengo ahora es este dedito dormido”, dice señalando su mano derecha, y va recuperando el pelo poco a poco. También dejó de llorar.
Al principio tuvo miedo de hacerse la explantación porque no quería volver a ver en el espejo a la adolescente de 17 años a la que llamaban “pecho de paloma” en la escuela, lo que le llevó, como a todas sus compañeras, a pedir como regalo un implante de senos.
Pero después de las dos operaciones -la de retiro de los implantes y la de reconstrucción de los senos- se miró y lloró de felicidad: se veía segura con su cuerpo.
Solórzano no quiere “satanizar” las prótesis ni criticar a quienes decidan ponérselas, pero para ella “no vale la pena deteriorar tu salud por un estándar de belleza súper nulo”. Hay cirugías estéticas menos invasivas y sobre todo -indica- lo importante es el “amor propio”.
Pese a que cada vez son más las mujeres que deciden explantarse sus prótesis, ya sea por un cambio en los estándares de belleza o por una cuestión de salud, las operaciones de senos siguen siendo muy superiores.
En 2021 se hicieron más de 43.700 cirugías de aumentos de pecho, mientras que de explantación fueron unas 10.700, según la Sociedad Colombiana de Cirugía Plástica.
Además, retirarse los implantes puede ser hasta dos o tres veces más costoso que ponérselos. Colombia en este campo sigue siendo el país donde más pacientes vienen a hacerse procedimientos desde fuera, y es el segundo donde más se realizan, como señala la presidenta de la Sociedad Internacional de Cirugía Plástica Estética, Lina Triana.
Ante cualquier procedimiento, Triana recomienda que sean realizados por médicos cualificados, con al menos varios años de experiencia, que estén registrados ante la Secretaría de Salud o tengan tarjeta profesional de cirugía plástica y en centros con estándares internacionales.
Los cánones de belleza cambiaron ligeramente y ahora hay “una evolución hacia la proporcionalidad, hacia la armonía de las formas”, apunta el doctor González, pero al final, concluye Solórzano, “la sociedad sigue siendo muy cruel con las mujeres”.
Irene Escudero, para la agencia EFE.
IG