Una chica joven llora mientas su celular arde. Los '¡Qué buena estás!-te violaría-pareces una puta pero me la pones dura' llevan semanas martilleándole en todas las ventanas de interacción. Le pasó unas fotos sexis a su pareja y cuando cortaron él las difundió sin miramientos. Esta es una de las escenas que presenta ¡Basta! Guía de autodefensa feminista para adolescentes (Litera, 2022, España), la novela gráfica que ayuda a identificar situaciones y comportamientos machistas, y ofrece distintas posibilidades para protegerse, poner límites y autodefenderse.
El personaje de una abogada suele aparecer en las viñetas posteriores a las problemáticas de las chicas. En este caso dice que lo que está sufriendo es ciberacoso. “Se trata de varios delitos: contra la integridad moral, delito de injurias y calumnias, y delito de amenazas”. No es un juego, ni un asunto menor, así que hacer capturas de pantalla y denunciar podría ser una opción. Otra, con menos enjundia judicial, puede ser reírse de los acosadores. Por ejemplo, con este texto: “Frente a la afluencia de mensajes tras la difusión de mis fotos íntimas, se ruega ponerse en contacto con secretaría de 9h a 14h”. Otro mensaje a publicar para “hacer que el miedo cambie de bando”: “Su número ha sido registrado por nuestros servicios en el marco de la investigación por ciberacoso. Para más info, póngase en contacto con la comisaría más cercana”.
María Kronsky y Marion Le Muzic son las autoras de ¡Basta!, y cuentan que la idea nació cuando, cerca de la Navidad, Le Muzic quiso regalarle a su sobrina de 17 años un cómic de autodefensa feminista pero que, como no encontró ninguno, decidió hacerlo ella. “Me junté con mi sobrina y sus amigas para comprobar a qué agresiones sexistas tenían que enfrentarse en el día a día. Desarrollamos las situaciones de su cotidianidad: en el cole, en las fiestas entre amigos, en la calle”, explica. El libro pretende que aprendan a identificar situaciones de violencia machista, y también procura establecer posibilidades para parar las situaciones violentas de la manera más cómoda para ellas. “No hay una solución única frente a cada situación, pero sí un panel de estrategias posibles”, afirma Kronsky.
Un hombre enseña el pene erecto en la parada del autobús. ¿Qué hacer? Huir siempre es una opción, o pedirle que pare “bastante fuerte para que todo el mundo lo oiga” o bien, proponen, la mofa: “¿Habéis visto a este tipo que saca su picha delante de todo el mundo? ¿No te da vergüenza enseñar el pito?”. Las autoras, en boca de la ilustración de la abogada, exponen que el exhibicionismo es una agresión sexual, que puede caerle un año de cárcel y 15.000 euros de multa. “¡Si puedes tomarle una foto con el pajarito al aire no se irá de rositas!”, animan.
Frente a situaciones de estrés, miedo o pánico, la ayuda entre mujeres es una buena opción. Dice Marion Le Muzic que la sociedad patriarcal intenta fomentar la competición entre las chicas y que “nosotras mismas hemos integrado los estereotipos de género y la discriminación a la que llevan”. Pero en realidad, prosigue, “somos la mitad de la humanidad viviendo agresiones similares, así que es importante que nos apoyemos entre nosotras”. La sororidad posibilita construir redes entre mujeres para hacer frente a situaciones semejantes y ofrecer apoyo mutuo. Sentirnos como mínimo menos solas.
La técnica de la nueva amiga
Otra escena: si un hombre te persigue de noche, “la técnica de la nueva amiga” puede ser útil. “Si te sientes insegura y ves a otra chica que va en la misma dirección, puedes hablar con ella y caminar juntas”. Y si no hay nadie por la calle, “la técnica de le amigue imaginarie” podría ser una opción: coger el móvil, teatralizar una conversación y, alto y claro, expresar que en unos metros habrá rencuentro. Arrojar algo a la cara y salir corriendo, o gritar “fuego” para que alguien en el vecindario asome la cara también son alternativas. Lo interesante es que, desde un espacio seguro como puede ser la habitación o la casa de la lectora, se recapacite y se piense e imagine qué pasaría llegado el caso y qué podría hacer yo. Prepararse mentalmente para posibles situaciones de emergencia o de violencia puede ayudar a gestionarlo si de verdad pasa.
Karin Konkle imparte talleres en Barcelona desde el 2001, y ha publicado Autodefensa feminista para todo el mundo (Larousse, 2021), un libro ilustrado para el público young adult. Cuenta que sus clases son para mujeres partir de los 13 años, pero que, hasta una señora con 83 años ha estado acudiendo. Se apuntan buscando trabajar la seguridad, y Konkle asegura que ha tenido grupos en los que todas las alumnas han sufrido algún tipo de agresión. No se trata solo de cómo autodefenderse físicamente, también de mantener la calma, cómo ir por la calle con mayor tranquilidad, cómo evaluar las situaciones para decidir qué hacer o cómo hablar para no tener que llegar a las manos.
“No es lo mismo la autodefensa feminista y la defensa personal femenina. En la autodefensa feminista tenemos un concepto de género, y en las clases expongo las diferencias entre las violencias que experimentan las chicas y los chicos”, cuenta Karin Konkle. Considera que en la autodefensa feminista hay un claro enfoque para empoderar a las mujeres, destripar y radiografiar por qué se dan las situaciones de violencia y acoso, así como, una meta más proactiva como sería crear relaciones sanas de sororidad entre las asistentes. Los años de experiencia de la maestra en artes marciales hacen que exponga las ideas sin titubear: “Si creo que no puedo evitar el contacto físico con alguien es mejor decidir yo misma cómo y cuándo entrar en contacto” o “si estoy sentada y veo alguna situación o persona que me incomoda, mejor ponerse de pie” o “el momento en que estoy ocupada con algo es un momento vulnerable”.
Desde Ca la Dona, la profesora de autodefensa feminista Clarissa Fontana dice que estas clases son una buena herramienta para las adolescentes, ya que se trabaja desde la prevención. “Las jóvenes sufren más acoso callejero que las mujeres adultas, así que enseñarles pautas y límites, y a hacer caso a la intuición es primordial”. Fontana les avisa: las armas blancas como cuchillos o el espray de pimienta son ilegales, así que, de querer llevar algo, es mejor una alarma personal, ya que al accionar el botón el ruido es tan estridente que desconcierta al agresor y “así se gana un poquito de tiempo para pegarle mínimo tres veces, gritar lo máximo y salir corriendo”.
Mireia Redondo Prat también imparte talleres en Catalunya. Dice que su relación con la autodefensa feminista empezó cuando era adolescente, justo después de vivir una relación de violencia de género en la pareja. Y es ahí, en la adolescencia, cuando advierte como trascendental formarles en el consentimiento, en las secuelas de las violencias, en el origen sistémico e incluso ir más allá y abrirles las puertas de la defensa física como otra forma de autodefensa. “La autodefensa feminista va más allá de la defensa física. Ojo, es una parte importante, la física, por lo que conlleva y por la sensación que nos proporciona. Ya sea de seguridad o de subida de autoestima, cada una, cada une, lo sentirá de manera distinta”, asegura Redondo.
Pero no solamente consiste en aprender a deshacerte de un ataque físico puntual. Cuenta que se trata de estar físicamente en forma, también de conocer cómo golpear, hacer llaves o desagarres. Pero también, de “preparar la mente, la reacción ante los bloqueos, la manera de manejar los miedos, y también la toma de decisiones rápida valorando qué puede ser mejor”. Para Redondo Prat es interesante tener consciencia de la capacidad de ejercer físicamente nuestra defensa. “A lo largo del tiempo se nos ha hecho creer que no la tenemos, ya sea porque se nos supone débiles o dependientes de algún protector individual o administrativo, o ya sea porque se nos dice que por ser mujeres la violencia física no es nuestro campo o es un campo aberrante para nosotras”, afirma. Esa “expropiación”, aísla y bloquea, y la práctica de la autodefensa busca recuperar la seguridad, la consciencia, el cuidado de una misma, el autocontrol y la autoestima.
“La conciencia de apoyo colectivo da mucha seguridad”, dice Redondo Prat. Y concluye: “Saber que nos defendemos entre todas, que no se trata de una mujer fuerte individualmente, si no que ahí estamos todas velando para que no haya agresiones, eso ya es más temido por el patriarcado y el sistema entero”. Y desde ¡Basta! la guinda de la cuestión: “Y, sobre todo, recuerda: la víctima de una agresión sexual o machista nunca es responsable de esta. Cualquiera que sea tu reacción, tu respuesta es correcta”.