Incluso en marzo, abril es el mes más cruel. Es fácil sumar veinte abriles, treinta abriles; hoy no es difícil sumar cuarenta, sumar cincuenta. Más allá de la media edad, sin embargo, cada nuevo abril es una victoria pírrica de la vida en nuestras existencias personales. Seguimos todavía en el camino de toda carne, tenemos todavía futuro, pero es un horizonte cada año más lejos de la juventud: cada día más cerca de la muerte.
Esta paradoja que reúne la floración y la crueldad brilla con brillo natural sólo en el hemisferio boreal, donde marzo es el mes que acaba con el invierno y que convoca a esa primavera cuyo clímax y cenit plenos consagrará abril. Obviedad que ni desfiguran ni enfatizan ni mucho menos desdeñan las diez estaciones siguientes de El mundo es azul como una naranja, Newsletter Semanal de Política Internacional que elDiarioAR envía por correo electrónico todos los jueves a quienes se suscriben, y que hoy publicamos aquí y así.
1. Cuando la Historia no quiere ser contemporánea, muchas gracias
Las grandes potencias, las que aspiraron a serlo, y otros países que sólo buscan desesperadamente una normalidad, descreen de que el cambio de estación traiga consigo otros cambios de ambiente más allá de los que marquen termómetros, anemómetros, pluviómetros y barómetros. Sin embargo, al menos en las Américas y en Europa, no hay gobierno que no se haya destacado, esta semana, por un común énfasis comunicativo: lo que pasó, pasó. Aunque mañana no llegue, hoy no es ayer: somos post, gritan y susurran.
En China, en Rusia, en Sudáfrica, en la India, dudan de esa fuga sin destino del callejón de la modernidad, esa liquidación que registra como fehaciente el libro diario de la contabilidad de rivales súbitamente más enconados. Se pueden regodear en la cita, April is the cruellest month, primer verso de La tierra baldía (o yerma), el largo poema programático, iniciático y esotérico que el modernista angloamericano T.S.Eliot publicó ciento un años atrás, en 1922.
Nada pasó, las mismas cartas de 2022 deciden tu suerte de 2023. Esto le dicen, con mayor o menor protocolo, Pekín a Washington, Teherán a Jerusalén, Moscú a Berlín, Nueva Delhi a Islamabad, Ciudad del Cabo a Lagos, Montevideo a Brasilia, Quito a Santiago. Pero todos los naipes están marcados en el mismo juego de tarot.
2. Post post post
“Verás que también puede nevar en primavera / y que en la primavera las nieves son más frías”, profetizaba en un soneto de amor el poeta comunista chileno Pablo Neruda cuyo posible envenenamiento en 1973, cuando el golpe de Estado del general Augusto Pinochet que derrocó el gobierno y movió al suicidio al presidente socialista Salvador Allende, ha sido una de las noticias de las últimas semanas. Como el hemisferio norte parece prepararse para una muy destemplada primavera, al menos busca declarar cancelado el invierno, apéndice hostil de un 2022 tan ofensivo, tan indigente en buenas noticias.
En la primera semana y media de marzo 2023, Washington y Bruselas, Brasilia y Lagos, Lima y Quito, Kiev y Berlín, Tokio y Seúl no fueron las únicas capitales nacionales que en los cuatro puntos cardinales buscaron qué mostrar para demostrar que ya dejaron atrás avenidas de mano única, recovas sin sombra, encrucijadas dispépticas e indigestos dramas off modelo 2022 y dar prueba de que ya se mudaron, con todo su valioso mobiliario noble patrimonial pero con vestuario y utilería teatrales renovados para estrenar temporada, al domicilio real y legal de un escenario certificado por su calidad de post post post.
3. Eurocentrismo desgastado por el uso
Cuando en el Norte llaman abril a la primavera no contradicen a su astronomía hemisférica. Cuando en el Sur llega el cuarto mes del año, ya es otoño. Pero la figura literaria eurocéntrica es tan corriente en tierras australes, que no sólo la entendemos sino que la aceptamos sin sobresaltos. Ocurre que La poesía, la literatura, el lenguaje culto son muy convencionales. En las composiciones de los poetas glaciales del Ártico balaban los corderos, florecía la palma y la vid se aprestaba a la vendimia: la flora y la fauna de los autores griegos y latinos mediterráneos. En tal tango rioplatense, las pebetas celebran alegres sus frescos veinte abriles y los cafishos andropáusicos añoran sus propios veinte abriles -si no perdidos, sí alejados-: canción de primavera en otoño.
El 24 de febrero se cumplió un año de guerra en Ucrania. El presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, era un actor profesional antes de dedicarse a la política. Es un gaje del oficio de comediante el que no se fatigue de actuar. Cada día actúa mejor, si es que automatizar y redondear las rutinas es mejorar y no descansar. En Europa, en cambio, la retórica de guerra no es connatural a una Unión que sólo vivió en paz continental desde 1945. Se declaran en posguerra: el lenguaje bélico, como el poético, es convencional. Arbitrario, probablemente no verdadero, posiblemente tampoco tan falso. .
4. No hay que pasar el invierno porque el invierno ya pasó, o casi
En los Estados Unidos y en la Unión Europea declaran que ya pasaron el invierno que había que pasar. “Que florezcan cien flores”, exhortaba el comunista Mao Zedong en la última mitad del siglo XX; “que florezcan mil flores”, citó el peronista Néstor Kirchner en la primera década del siglo XXI, añadiéndole un cero, para no perder la identidad inflacionaria nacional argentina, a la exhortación del líder popular del más lejano extremo de la tierra: ciudades de Buenos Aires y Shánghai son antípodas.
Aunque no haya mañana, ya no hay ayer. Para no perder, Washington y Bruselas entraron en un proceso de redefinición de qué significa ganar. Todo parece indicar que avanzaron veloces, mucho más de lo que nos comunican.
5. No hay como el peligro electoral para unir a los demócratas, o cuán razonable nuestro adiós al extremismo, hermana
En la pasada y reciente Convención del oficialista Partido Demócrata, las diferencias con la del año pasado eran minuciosas pero siderales. En 2022, el choque entre el ala progresista, que lucha por una agenda de extensión y consolidación de nuevos derechos civiles, personales, sociales, y el centrismo indulgente y clientelar del mainstream tradicional partidario, había resultado sonoroso. En 2023, los demócratas son minoría en el Congreso después de las elecciones de medio término de noviembre.
La política vuelve a tomar la delantera. La elección presidencial de 2024 volverá a enfrentar, posiblemente, al actual presidente Joe Biden con el ex presidente republicano Donald Trump. Son esos momentos en los cuales un partido político se parece a un equipo de fútbol. Cuando el objetivo es ganar. Con tiki-taka, jogo bonito o las manos de Dios o de Perón: lo que cuenta es la Copa
6. Los ochenta abriles de Biden y la larga duración de Trump
En EEUU, en las próximas elecciones generales volverán a enfrentarse los mismos rivales que en 2020 pelearon voto a voto la presidencia. Sólo que en 2024 están invertidas las posiciones de quien quiere quedarse en la Casa Blanca gracias una reelección consecutiva inmediata y quien busca privar de una estadía prolongada en el Ejecutivo a un contrincante al que rehúsa toda legitimidad para el ejercicio del poder. Sólo que esta vez demócrata y republicano tienen cuatro abriles más que en la presidencial anterior, y que Biden ya es hoy en 2023 un octogenario.
La estrategia de la campaña demócrata anti Trump será conservadora: por su método, no por su doctrina. Biden no pedirá que voten por él por lo que EEUU puede ganar con su victoria. Al revés, buscará infundir el temor y calcular el precio que habría que pagar con su derrota. Un oneroso inventario y un doloroso catálogo razonado de males que afecta en especial a todos los pobres, a las mujeres, los negros, los hispanos, las personas con educación superior, el colectivo LGBTIQ+, planeros, planeras y personas que dependen para su salud, educación, movilidad y aun subsistencia de la ayuda estatal directa con transferencias monetarias regulares del Tesoro.
Los demócratas también le formularán al electorado una invitación a reflexionar sobre el tiempo. Una nueva presidencia republicana no signficará solamente los cuatro años de Trump bis en la Casa Blanca. Durará mucho más, porque le tocará cubrir las vacantes que se creen en la Corte Suprema, y lo hará con figuras de la calaña de aquellas que derribaron el fallo Roe v Wade de 1974 que reconocía a todas las mujeres un derecho constitucional a interrumpir su embarazo.
7. Cuando la idea europea sea que la idea ucraniana sea hacerse a la idea de coincidir con la la idea europea
Sólo con una victoria, están básicamente de acuerdo en Londres, Berlín, París y Roma, y absolutamente de acuerdo en Varsovia, Riga, Vilnius o Tartu, puede culminar en una paz la guerra ucraniana. Las hostilidades entre las FFAA de los gobiernos de Kiev y de Moscú han cumplido un año de prolongarse, sin fatigas ni discontinuidades, en ofensivas y contraofensivas. El inicio declarado por el Occidente global es el jueves 24 de febrero de 2022, cuando tropas de Rusia se desplegaron en el disputado este de Ucrania con el fin de completar operaciones militares especiales ordenadas por el Kremlin.
Una victoria militar contundente de uno u otro de los dos Ejércitos nacionales enfrentados desde un año atrás parece improbable si no imposible a los ojos de todos quienes fijan sus miradas atentas o impacientes sobre las batallas que se libran en los aires o en el suelo de tierras que desde 1996 pertenecen constitucionalmente a la ex República Socialista Soviética de Ucrania. Las variaciones conceptuales de ‘victoria’ en el campo occidental lucen más ricas en dinamismos y saltos de escala que los progresos y retrocesos de las armas en el terreno.
Cincuenta y cuatro semanas atrás, Kiev habría considerado un triunfo el repliegue al otro lado de la frontera de las tropas rusas desplegadas por orden de Moscú para poner en marcha sus operaciones militares especiales. Hoy sólo consideraría negociar la paz si Kiev gana soberanía territorial efectiva en una superficie total donde el Estado ucraniano estaba ausente desde 2014, cuando de resultas del golpe de Estado que depuso al presidente pro ruso Viktor Yanukovich, el presidente ruso Vladimir Putin ordenó la ocupación de la península de Crimea en el Mar Negro por fuerzas rusas, y el Congreso ruso aprobó después la anexión de Crimea, querida por sus habitantes, a la Federación Rusa.
Seis meses atrás, Bruselas y Washington estaban de acuerdo en brindar a Kiev un sostén a ultranza, logístico, armamentístico, financiero y de inteligencia, para que Ucrania ganara la guerra a Rusia. EEUU y la UE pactaron, acordaron y pusieron en funcionamiento en tiempo récord megalómanas sanciones económicas contra la Federación Rusa, sus empresas, sus empresarios, sus exportaciones, sus finanzas y sus bancos, sus divisas y su moneda. El mundo conocía sanciones severas, completas, coordinadas y detalladas con un fértil diseño inventivo y progresivo como nunca antes hubiera sido organizado internacionalmente, y efectivamente infligido, contra ningún otro Estado cuyo uso de la fuerza armada desaprobara Occidente. Un dispositivo que, sin embargo, no ha llegado aún a dotarse de los medios para que esas mismas potencias punitivas dejaran de ser los financistas de esas violencias repudiadas, porque Europa seguía comprándola Rusia gas y petróleo.
A doce meses ya cumplidos desde febrero de 2022, los gastos de armar y proteger a Ucrania han contribuido a prolongar la guerra y alejar la paz. Sin abandonar el elevado lenguaje que califica el conflicto entre Kiev y Moscú como combate de la Democracia que se defiende de una agresión ilegal de la Autocracia jamás legítima, cada vez más voces, en Europa, se preguntan, con dicción voz cada vez mejor articulada y tono cada vez menos susurrante, por qué no un armisticio que no convalide la prolongación sine die del statu quo actual, pero invalide el cotidiano incremento sine die de las hostilidades actuales.
8. A las armas las (en)carga Ucrania
El presidente ucraniano Zelensky, el actor y productor que avanzó en la política con buen éxito inicial gracias al rating de sus telecomedias dialogadas en idioma ruso, el judío con buena fama en un país antisemita, fue el protagonista determinante para un cambio radical en el República Federal Alemana. Lo que Alemania se había prohibido a consecuencia del Holocausto, se lo permitía a consecuencia del liderazgo inusitado del representante de una minoría que llegaba al poder en elecciones convocadas después del derrocamiento de una administración pro rusa.
El gobierno alemán, una coalición socialdemócrata, neoliberal y ecologista, dio el paso final, hasta ahora impensado -por innecesario-, e inconcebible sin la saturada intensidad del compromiso occidental trabado con el Ejecutivo de Ucrania, en la evolución de la inversión de las alianzas brotada del derrumbe del nazismo al fin de la Segunda Guerra Mundial y de la caída de Berlín, derrotado el Tercer Reich por el Ejército Rojo soviético que ocupó la capital del régimen hitleriano y llevó al veneno del suicido a un Führer encerrado impotente en su bunker. Alemania cambió su doctrina militar. El Parlamento votó un aplastante presupuesto para dotar de recursos humanos al Ejército y de armas e industria militar estatal a la República. Las FFAA alemanas han dejado de ser un cuerpo de auto defensa territorial para erigirse en Fuerzas Armadas con dimensiones y potencia de estándares internacionales, proporcionales a los recursos que puede dedicarle la primera economía europea.
Otro cambio radical de la doctrina militar, también irrevocable una vez consumada la mutación, opera, en paralelo, Japón, tercera economía mundial (si no se considera a la UE como un solo país). Pesa sobre la decisión de Tokio la imbricación de Pekín con Moscú, como aliada silente pero no tímida de las operaciones militares rusas para aislar a Ucrania. Y por una consecuencia oblicua, también advertida por Japón, la República Popular China se muestra (o se escabulle) como potencia más consintiente, o mucho menos intolerante, del desarrollo del programa de misilístico y de armas nucleares de Corea del Norte.
9. Nigeria, el pasado colonial abolido, el presente azul petróleo oscuro, y un cine nacional poscolonial pero moral
Celebradas el 25 de febrero, las presidenciales nigerianas son las elecciones más importantes de 2023 (descontando el interés único de las argentinas). Antes por la atención que deberían suscitar que por la gran expectativa o la magra realidad indiferente de su resultado. Con 224 millones de habitantes, es el país más poblado de África: uno de cada cuatro africanos vive en Nigeria. Ex colonia del Imperio Británico (independiente desde 1960), esta República Federal del África occidental, con litoral marítimo sobre el Océano Atlántico, será en 2025 el tercer país más poblado del mundo.
Segundo exportador africano de petróleo después de la ex colonia imperial portuguesa de Angola, Nigeria disputa con Sudáfrica el primer puesto entre las economías continentales. Nigeria y Brasil son los dos países ‘negros’ más grandes del mundo. La república sudamericana también es un Estado federal; también fue, como la africana Angola, una colonia imperial portuguesa. Doscientos años atrás, Brasil se independizó de la tutela de la monarquía de Portugal. Imperio independiente, por su economía tropical de plantaciones se volvió importador estable de mano de obra esclava, que la trata atlántica le suministraba desde las costas del África subsahariana, desde países como Nigeria. Brasil es también una potencia petrolera, y también la empresa estatal de petróleo es regularmente incriminada por corrupción. Más que de funcionarios venales, la producción hidrocarburífera nigeriana merma por causa de la piratería de oleoductos y transportes: cada día roban a Nigeria un volumen de crudo equivalente a diez piletas de natación olímpicas.
Otra competencia por la grandeza del tamaño ya ha sido saldada sin protestas. La industria cinematográfica nigeriana ha superado en producción anual y red proporcional de distribución y salas de exhibición a la de la India, otro Estado federal, otra ex colonia, hoy también anglófona, del Imperio Británico. Los estudios de Nollywood son más prolíficos que los de más que Bollywood (con centro en Bombay): sólo los supera en productividad la californiana Hollywood. Los diálogos son en inglés. Si los personajes hablan en igbo (lengua del sudeste) o en yoruba (del oeste), hay subtítulos en la lengua de la ex metrópoli colonial europea. El consumo de esta producción abundante de largos largometrajes costumbristas pero morales, sagas familiares donde el protagonismo es grupal antes que familiar, se limita al enorme país africano, algún vecino, y la diáspora nigeriana en Gran Bretaña y en EEUU, seguidora voraz, exhaustiva e indiscriminada de filmes y de series.
El 60 % de la población nigeriana tiene menos de 25 años. Tanto en el sur cristiano como en el norte musulmán, donde se habla hausa y donde Kaniwood (por Kano, una de las principales ciudades) produce films restrictos en su público a un tercio del país con argumentos restrictos a la moral religiosa islámica. Es del voto del electorado joven que se esperaba alguna metamorfosis transformadora en la fisonomía del Ejecutivo.
El Partido Laborista, generalmente poco votado, se había convertido en uno de los tres favoritos para merecer la presidencia, según sugería una sostenida unanimidad en las reiteradas encuestas de intención de voto. Candidato presidencial de esta formación de centro izquierda que esta vez había crecido hasta dimensiones competitivas, Peter Obi representaba la ruptura, la lucha anticorrupción, la gobernabilidad, la buena gestión administrativa. Era su primera postulación a la presidencia, pero es una figura política ampliamente conocida y reconocida por su participación desde 2020 en las protestas sociales contra la violencia policial. Salió tercero. Primero y ganador fue el alcalde capitalino, Bola Tinubu. Este candidato oficialista sucederá al actual presidente, de su mismo partido. Ex jefe del Ejército, Muhammadu Buhari había ganado las elecciones presidenciales anteriores, donde había sido reelecto para un segundo mandato consecutivo.
La elección del 25 de febrero tuvo la participación más baja de la historia. Uno de los temas de campaña había sido la inseguridad. Y la inseguridad fue uno de los motivos del ausentismo en estas presidenciales: sólo un cuarto del electorado llegó a hacerse presente en los centros de votación el último sábado de febrero.
10. Francisco I, primeros diez años de pontificado del primer jefe peronista de la Iglesia Católica Romana
“Jesús anunció el Reino de los Cielos y nació la Iglesia Católica”, enseñaba el historiador de las religiones Alfred Loisy a comienzos del siglo XX. Según el irónico erudito modernista francés, si la Historia se había burlado de los creyentes, les había retaceado toda excusa para la incredulidad. La promesa del Mesías había sido cumplida. No sin escándalo, porque a la grey que esperaba revolución se le entregó una institución. Un Reino del Cielo en la tierra, una Monarquía electiva pero no hereditaria, una administración piramidal del clero de una fe hoy planetaria que ha durado más de dos mil años. Contados desde la fecha atribuida al nacimiento del Cristo que la anunció, en una longevidad institucional sin par.
A los 2023 años de la era cristiana, el último de los soberanos pontífices católicos cumple 10 años al frente de la Iglesia. Ni Benedicto XVI, su antecesor, ni Juan XXIII, el papa del revolucionario Concilio Vaticano II, vivieron tantos años como pastores de la Iglesia.
Una década atrás, Jorge Mario Bergoglio fue votado Papa por sus pares reunidos en cónclave en la Ciudad del Vaticano. Una década después, el cardenal argentino, peronista, jesuita, ex arzobispo de Buenos Aires, primer Jefe extra europeo de la Iglesia Romana, más acá de un memorial ajustado de sus logros y sus imposibilidades, ha dejado una marca e impreso una orientación únicas, a la vez inclusivamente popular pero de un igualitarismo excepcionalmente riguroso, en el curso de la Cristiandad.
Si alguna vez la había desertado, la revolución volvía a proclamarse desde el centro y la cúspide de la institución.
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