“A la Rusia, a los asnos y a los otros” es uno de los títulos más famosos del pintor judío Marc Chagall. Expuesto en 1912 en el Salón de los Independientes, el cuadro integra hoy el patrimonio estatal francés y el acervo del Centro Pompidou. Fue la primera obra maestra parisina de este artista de vanguardia llegado del Imperio zarista. Atrás quedaban pogroms y discriminaciones, y sin embargo, en este óleo inaugural del cubismo, Chagall convoca con nostalgia y exhibicionismo el folklore ruso y la cultura hebrea que coexistían en la Bielorrusia de su infancia.
Vemos una iglesia cristiana ortodoxa erguirse en la base de “A la Rusia, a los asnos y a los otros”. Junto a su cúpula de lapislázuli resplandeciente, traslúcido vemos una casa de familia, con su tejado a dos aguas. Sobre este techo color tierra, como el de cualquier aldea rural, vemos una vaca enorme, rosada. Animal sagrado en la Torá; de sus ubres maman dos cachorros verdes. Desde arriba, domina la superficie del cuadro, suspendida en el espacio, una campesina, que vino con su balde a ordeñar. Y que perdió la cabeza. Literalmente. Separada del tronco, cortada, la cabeza vuela por el aire.
En la imagen que pinta Chagall, los ojos de la lechera decapitada, grandes, abiertos y serenos, no buscan hacia abajo ni cántaro vacío ni leche derramada: miran una luz que se abre en lo alto. En Francia, en la República laica donde vivía en 1912, Chagall evocaba un universo de convivencias religiosas y magias realistas. Ciento diez años exactos después del cuadro de Chagall, en 2022 también hay Rusia, hay asnos y hay otros.
Seis puntuales meses atrás de este jueves de Newsletter, el 24 de febrero, comenzaron las operaciones militares especiales ordenadas desde el Kremlin moscovita. Tropas de la Federación Rusa atravesaron la frontera internacional. Cruzaron a territorio que hoy el gobierno de Kiev declara ucraniano. En 1912, cuando Chagall exponía su cuadro en París, era ruso. Hasta 1991, era soviético, de esa URSS que decapitó zares y kulaks en nombre de obreras y campesinas y que libró a su suerte tantas cúpulas eclesiásicas coronadas por cruces doradas y ortodoxas. Desde 1992, era ucraniano. A partir de 2014, la soberanía ucraniana en la región había empezado a ser contestada.
Como murió casi centenario en 1985, antes de la Caída del Muro del Berlín, Chagall nunca llegó a sentir nostalgias de esa paz resfriada de resfrío incurable que se llamó Guerra Fría. No sintió nostalgia. porque vivió feliz en los largos años de coexistencia pacífica entre los dos feroces pero prudentes bloques antagónicos liderados por las dos mayores potencias atómicas. A diferencia del general Mambrú, del rey Pepín, de la reina, los soldados y los enemigos de la “Canción del Estornudo” de María Elena Walsh, en las diez estaciones en que se detendrá El mundo es azul como una naranja, Newsletter Semanal de Política Internacional de elDiarioAR que hoy como cada jueves les llega aquí y así, veremos vibrar en el poder mundial a generaciones jóvenes o fáusticas gobernantes mundiales que, a diferencia de Chagall, tiene la disolución de la URSS y el fin de la Guerra Fría por detrás y no por delante. Y sin embargo, prefieren las guerras con salud a cualquier paz resfriada.
1. La armonía preestablecida de la música del meridiano 77 Oeste
A seis meses del inicio de la guerra en Ucrania, la opinión pública en Occidente parece haberse conformado, sin protesta, con una versión simplificada de sus causas, su desarrollo y su destino. Es la versión que ofrece el gobierno de EEUU, la del expansionismo invasor de un autócrata ruso y oriental que quiere ampliar las fronteras de su Imperio, nuevo Zar y nuevo Stalin. La importancia de la autoridad doctrinaria no puede subestimarse. Sin embargo, para explicar la difusión y aceptación del relato de la Casa Blanca demócrata acaso sea todavía más importante no subestimar que es una versión coherente. Es una historia donde todos los rasgos nos resultan familiares, sus protagonistas son héroes y villanos pop, y su cortina musical es la democracia.
2. Introducción al análisis estructural del relato
La historia que cuentan Casa Blanca y Secretaría de Estado norteamericanas es un relato fácil de entender, y de retener. Podemos identificarnos con su fondo moral, porque apela a un ideario democrático, al que jamás querríamos desertar. Y la acción transcurre en un escenario cuya topografía y accidentes reconocemos, gracias a nuestra competencia lectora de narrativas de commercial fiction. El público más joven, gamer, competencia de videojuegos y guerras virtuales, con vastas cruzadas planetarias de hackers del bien y del mal.
3. Semiología del personaje extranjero
Estas son las dramáticas personas de seis meses de guerra rusa en Ucrania, estos sus antagonistas personales y colectivos:
-Hay un autócrata, el sempiterno presidente Vladimir Putin, que desde hace dos décadas gobierna con mano de hierro la Federación Rusa sin alternar con otra fuerza aunque sí con otra persona, su alter ego Dmitri Medvedev, en el ejercicio del poder;
-Hay un demócrata, el joven presidente Volodímir Zelenski, que gobierna una joven República, la de Ucrania. El programa de gobierno ucraniano es pro-occidental, y busca promover el desarrollo económico, político, y social del país integrándolo en el mayor bloque democrático del mundo, la Unión Europea (UE) y consiguientemente en el brazo armado de las democracias, la Alianza Atlántica (OTAN).
4. Alegoría americana y drama barroco ucraniano
Desafiado por una Ucrania rebelde y reacia a mantenerse en la inactiva neutralidad que según los designios del mapa geopolítico del Kremlin era su destino en la vida, desafiado por una sobreabundancia de democracia desbordante demasiado cerca, intolerante ante la realidad de la autodeterminación de los pueblos y del derecho soberano de cada nación de la ONU a gobernarse sin interferencia extranjera, el presidente de Rusia preparó, planificó, ordenó y consumó la invasión de Ucrania.
Hay una autocracia invasora agresora expansionista imperialista (Rusia) que no respeta el derecho internacional ni de guerra, hay una democracia invadida respetuosa republicana nacionalista (Ucrania). Narrativa y argumentación son cómodamente reversibles. O del concepto de autocracia deducimos que Putin es un autócrata, o de las acciones de Putin inferimos en qué consiste una autocracia.
5. El atonalismo desoído de las marchas militares de Moscú
La explicación de Moscú, hay que decirlo, no ha sido menos reiterada, no es más incoherente, y es todavía más sintética y compacta si se trata de explicar, ordenadamente, cada efecto reciente por su causa inmediata, en un encadenamiento al que tampoco falta un solo eslabón.
La versión rusa es más rica en hechos verificables que la europea y la norteamericana. Pero, hay que decirlo también, no requiere ni un salto de fe menos cuando se trata de dar por demostrado el nexo directo e indubitable que dice unir cada hecho con el siguiente.
6. Versión sintética de una explicación sumaria
Si redujéremos esquematizando hasta la caricatura la sinopsis rusa los seis meses de guerra en Ucrania, quedaría reducida a una sola causa (la provocación de Kiev) y una sola consecuencia (la respuesta de Moscú):
-Fuerzas ucranianas regulares y milicias proucranianas irregulares, dotadas de armas y pertrechos bélicos más modernos y abundantes facilitados por la OTAN, hostigaron más abietamente y violentamente que nunca antes, en el primero y segundo mes de 2022, a zonas de Ucrania oriental donde viven poblaciones rusas o rusófonas pro-rusas, sobre las que el gobierno de Kiev no tiene control teritorial desde el Golpe de Estado ucraniano de 2014;
-Como esas poblaciones, atacadas con mayor confianza por esas armas mejores, y el guiño de Washington de que podrían seguir usándolas, ya no podrían defender su autonomía, las tropas rusas de Rusia cruzaron la frontera el 24 de febrero, y marcharon hacia la capital ucraniana, fuente y origen de la ofensiva.
7. El paisaje anterior a la batalla
La ventaja del relato ruso sobre el ucraniano depende de que consideremos preferible el realismo sentimental al idealismo cínico.
Hasta la tercera semana de febrero de 2022, había dos Ucranias, la ideal y la real.
En la Ucrania ideal, el territorio soberano del país incluía a la península de Crimea en el Mar Negro, y a las autoproclamadas Repúblicas Populares de Lugánsk y Donestsk, al este.
En la Ucrania real, faltaba Crimea, anexada militarmte a la Federación Rusa después del Golpe de Estado de 2014, y faltaba el dominio sobre el este del territorio que Kiev nominalmente gobernaba.
8. Las armas que matan y las sanciones que no hieren
Según el gobierno de Kiev, la única paz digna que se puede firmar sería aquella que dejara a Ucrania mejor parada que antes de la invasión del gobernante autocrático y genocida (Putin), antes de la guerra del imperialismo expansionista de la potencia nuclear irresponsable (el de la Federación Rusa). Es decir, una paz que expulsara a los rusos de Crimea y recuperara las repúblicas que ahora sí Rusia reconoce.
Para eso, Ucrania pide todos los días a Occidente (y dos días por semana consigue lo que pide), más armas, mejores armas, más dinero, más pertrechos, más colaboración logística y de inteligencia.
Y más sanciones económicas, que dejen como un lisiado a Putin, y paralítica a la Federación Rusa. Cinco economistas de la Universidad de Yale firmaron un informe donde “probaban” que las sanciones (que siguen) y la guerra (que sigue) estaban haciendo estragos con la economía rusa –y que el gobierno lo viene ocultando por una perfecta cortina de humo.
Por la guerra la economía rusa va mal. Pero no tan mal como se ha venido diciendo. Lo asegura el semanario inglés The Economist, que accedió a indicadores sobre la situación de la economía rusa (porque también se dice que Moscú los oculta con absoluta eficacia, para tergiversar el colapso). Ahora, The Economist, munido de datos, cuestiona todo lo que se dijo acerca de la debilidad de Rusia en tiempos de guerra.
9. El Estado no tan malefactor del despotismo (no siempre) ilustrado
Aun en recesión, en absoluto está Rusia estuvo al borde del colapso. El “current-activity indicator” -que difunde Goldman Sachs- mide el crecimiento económico en tiempo real, mes a mes, y revela un notable descenso en marzo y abril (aunque para nada comparable a lo ocurrido en los tiempos de la crisis financiera de los años 2007-09). A partir de mayo se ve una recuperación, igualmente notable, algo totalmente distinto a lo que pasó en EEUU y en Alemania. También el consumo de electricidad ruso, otro indicador de la actividad económica, se está recuperando.
Incluso la disparada inflacionaria ya fue controlada. En los primeros día de mayo, los precios habrían aumentado un 10%, pero según cálculos de la Cleveland Federal Reserve, de Morning Consult y de Raphael Schoenle de la Brandeis University, se habría logrado pasar del pico del 17,6% en marzo al 11% en julio. A diferencia de Europa, Rusia no tiene por qué temerle a una inflación generada por la importación de combustibles fósiles. Además, el mercado laboral parece haberse sostenido, al punto de que, según datos de Sberbank, el gasto de los consumidores sería sustancialmente estable en comparación al de principios de año.
La pregunta es: ¿cómo hizo Rusia para evitar la tempestad económica que muchos habían pronosticado? Hay un motivo mayor, explica y sintetiza el Economist: Y es político.
Vladimir Putin entiende poco de economía, pero no tiene ningún problema en delegar la gestión de la economía a personas que sí saben. En el Banco Central ruso un equipo coordinado de expertos actuó con rapidez para evitar el colapso económico. La duplicación de las tasas de interés en febrero, combinada con los controles de capital, apoyó al rublo y ayudó a reducir la inflación. El público en general sabe que Elvira Nabiullina, al frente del Banco Central, se toma en serio mantener los precios bajo control. Aunque eso no la convierte en una figura popular.
10. Como un cuadro del viejo Chagall
En el cubismo no hay armonía de las partes en el todo, esplendor de las formas en las partes proporcionadas de la materia. Es una estética muy poco aristotélica, muy poco clásica, muy poco Declaración Universal de Naciones Unidas; es un modus vivendi de tiempos de guerra. Es sólo, como aquella novela bilbaina, la primera del escritor vasco Miguel de Unamuno, Paz en la Guerra (1897). Una paz desgarrada, con desmembramiento territorial, no una paz de cuerpo entero con cirugía estética reconstructiva. Una paz resfriada, como la que pintaba y añoraba Marc Chagall en el país de la Marsellesa, el himno al sagrado amor a la patria, la formación de batallones ciudadanos para matar extranjeros y hacer que “su sangre inmpura abone el surco del arado”. Chagall volvió al país natal, a la Rusia fauvista y cubista, para dar otro combate, y en 1917 el pintor fue comisario bolchevique de la Revolución Rusa.
En 2022, medio año después de empezada en Ucrania, la guerra sigue, y goza de buena salud. A diferencia de la 'canción para mirar' de María Elena Walsh, nadie dice preferir a esta guerra saludable una paz resfriada, fatalmente desproporcionada, cubista, con cruces brillantes, campesinas que vuelan decapitadas pero vivas, y vacas sagradas que amamantan su cría. Según ha deplorado más de una vez el papa Francisco, Ucrania, la víctima, se ha convertido en cómplice, no siempre pasivo, de la prolongación de la guerra.
AGB