Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
La maternidad será deseada ¿a tiempo?
La biología no acompaña los cambios sociales (y económicos) que llevan a muchas mujeres a retrasar la decisión de concebir. Qué pasa cuando el deseo aparece pero el embarazo no. Los límites de la ciencia y la intrusión de discursos culpabilizantes.
Belén está atravesando un proceso de reproducción asistida. Es la tercera vez que lo intenta junto a Santi, su marido. Sobre cómo nació el deseo, dice que se fue armando entre los dos y que es la primera vez que le pone palabras a esta búsqueda. “Dentro de cada historia hay una espera diferente”, reflexiona. A los 40 años, afloraron sus ganas de ser madre y por recomendación médica inició los tratamientos de fertilidad. Esta historia se inscribe en un contexto donde retrasar la maternidad es una elección cada vez más recurrente aunque entre en tensión con la biología: al día de hoy no hay avance científico que revierta el envejecimiento de los óvulos.
Para muchas personasla elección de traer un hijo al mundo contempla anhelos individuales y para otras esta decisión se anula porque se ve inmersa en una época donde las condiciones económicas precarias, los conflictos bélicos y los problemas climáticos pesan. La idea de maternar se atrasó por cuestiones sociales, pero la biología no se enteró. El deseo aparece, pero tarde. ¿Qué sucede con estas búsquedas? ¿Cómo opera la frustración? ¿Hay un momento ideal para empezar a averiguar? Cuando elegimos postergarlo, ¿contamos con toda la información que debemos tener?
Un informe presentado por el Instituto de Ciencias para la Familia de la Universidad Austral releva los datos del Censo 2022 y muestra una caída en la cantidad de nacimientos en comparación con décadas anteriores. Mientras que en 2001 se estimaba que cada mujer tenía un promedio de 2,1 hijos, en 2022 este número disminuyó a 1,4.
Según el estudio de fecundidad en la Ciudad de Buenos Aires publicado en 2021, este comportamiento tiene características particulares. El relevamiento confirma la dilatación de la decisión de ser madre y una tendencia creciente del promedio de edad en relación con el paso de las décadas: “La edad media es de 28 años hasta 2002 y a partir de 2003 sube a 29. En 2013 supera los 30 y en las siguientes edades continúa creciendo, llegando a representar 32,4 años en 2021”. Con respecto a las mujeres de 45 a 49, el último censo nacional indica que el promedio de hijas e hijos nacidos vivos por mujer pasó de 3,1 en 2001 a 2,6 en 2022.
Una ley para intentarlo
Cuando Belén llegó a su cuarta década, le manifestó a la ginecóloga el deseo de buscar un bebé: con su pareja habían decidido abandonar la anticoncepción durante las relaciones sexuales. En la consulta médica la profesional la alentó a continuar intentándolo de esa forma, pero sugirió una derivación a un instituto de fertilidad en caso de no lograrlo. “Es un proceso largo y seguramente ahí puedan hacer cosas para ayudarte”, le aconsejó. Hoy, dos años después, se prepara para recibir una tercera transferencia de embriones en octubre. Antes, quiere hacer un viaje con amigas que planea hace tiempo y prefiere vivirlo sin condicionamientos. En 2015 Argentina aprobó una legislación pionera en el mundo. La ley N° 26.862 garantiza que cualquier persona mayor de edad, ya sea que tenga cobertura de obra social, prepaga o se atienda en el sistema público de salud, tenga acceso gratuito e igualitario a las técnicas y procedimientos médicos necesarios para lograr un embarazo.
Esta ley cubre tanto los tratamientos de baja complejidad –en los que la fecundación se produce dentro del cuerpo de la persona gestante–, como los de alta –donde la fecundación ocurre fuera del cuerpo o se realiza la vitrificación de tejidos vivos–. En el decreto 207/2016 emitido por el Ministerio de la Salud de la Nación se aclara que la ley cubre hasta tres intentos por paciente, aunque deja definiciones pendientes que algunos interpretan como plazos y la eventual posibilidad de más intentos.
Marina Larrondo, socióloga y autora del libro “La suerte de tu lado”, complejiza las implicancias de la reproducción asistida: “En estos temas hay muchas verdades incómodas y una es que los tratamientos de fertilidad son poco efectivos por cada intento y –como una cuestión estadística– cuanto más buscás, más probabilidades tenés de alcanzarlo”. Bajo el sello editorial de “El gato y la caja”, la investigadora del CONICET publicó este año una crónica que registra sus abortos recurrentes durante el primer trimestre de embarazo y explica en detalle cómo funciona la medicina reproductiva.
En términos generales, la eficiencia de las técnicas de fertilización asistida es solo de un 30 por ciento, según afirman desde el Instituto de Investigaciones Biológicas y Tecnológicas del CONICET. “La mejor frase que me dijeron fue la de una colega cuando perdí un embarazo: es solo biología. Muchas veces lo que uno cree que te esclaviza es lo que te libera: tenemos que pensar que solo es biología. Ni mala mujer, ni nada; te toca. Por eso, mi libro se llama ‘La suerte de tu lado’”, aclara Larrondo.
Desde la aprobación de la 26.862 crecieron los tratamientos en fertilidad, no solo por la posibilidad de acceder sin costo sino también porque las parejas emprenden el camino a una edad más avanzada y las complicaciones son cada vez más recurrentes. Donde nace un deseo, ¿puede existir una ley que acompañe esas decisiones y disminuya el impacto que el famoso “reloj biológico” le impone a las mujeres? Ese es el objetivo de la Ley que ofrece mejorar las chances de concebir.
Los límites del deseo
Para muchas los treinta es la edad en la que empiezan a aparecer las preguntas (propias y ajenas): “¿Quiero ser madre?”, “¿Es deseo o es mandato?”, “¿Y vos para cuándo?”. Sin embargo, mientras le damos curso a la incertidumbre nuestra reserva ovárica también continúa su ciclo natural. “Nunca había tenido el deseo de ser mamá”, asegura Belén e inmediatamente repone que sin las ganas de su pareja le hubiera costado mucho más. Un anhelo que se construyó entre los dos. Frente a la inquietud de hasta dónde seguir intentando, es categórica y se ampara en las posibilidades que le otorga la legislación vigente: “No me quiero someter eternamente a tratamientos”.
Tanto ella como Marina, a sus 35 años, fueron advertidas por distintas personas sobre la planificación familiar, pero ninguna le dio importancia; estaban en otra sintonía. “Una vez mi ginecóloga me dijo: ‘Tenés 34. Pensá que vas a hacer con la maternidad’. Y yo me fui indignada por el control que ejerce la medicina sobre el cuerpo de las mujeres, cuando en realidad me estaba diciendo una verdad. Hoy con el tiempo lo puedo ver”, relata Larrondo.
Según Maru Pesuggi, autora del libro “Que me parta un milagro”, esto debe ser brindado en el consultorio de ginecología, aunque advierte que puede entrar en conflicto con las banderas del feminismo. “Uno se puede arrepentir de las cosas cuando tuvo la información en su momento. Si la tengo y no quiero ser madre, porque priorizo otras cuestiones de mi vida, estoy tomando esta decisión a sabiendas de que después puede ser más difícil”, explaya y agrega: “Por más libertad que tengamos y por más luchas que demos, las posibilidades biológicas son finitas. Los óvulos envejecen con nosotras”.
En el caso de Belén, quien la aconsejó fue su amiga Aneta, seis años mayor que estaba atravesando un proceso de reproducción asistida: “Ustedes vayan y congelen óvulos”, les dijo a varias del grupo. En ese momento, ella no tenía ni una pareja ni las ganas de maternar, entonces, no le dio importancia. Hoy, esa amiga es su faro, le da consejos que a veces ni los médicos le brindan. En esta búsqueda, Belén atesora a sus amistades en un lugar especial: “Ellas lo son todo”.
Puntos de apoyo: dónde hacer pie
La pregunta sobre a qué aferrarse en el deseo de tener un hijo tiene diversas respuestas y ahí es cuando la espiritualidad hace sus apuestas. Las ruleta gira, una puede tener todos los números y caer: ritual del útero, sanación del linaje, biodecodificación, registros akáshicos, curso de estimulación natural de reserva ovárica, ciclo de semillas para poner las hormonas a tu favor y la lista sigue. Sin embargo, Larrondo duda de la certeza científica y la efectividad de estas propuestas: “Adjudican causalidades que no están demostradas, que son erróneas, que funcionan como la pseudociencia: una verdad acomodada en el discurso, solo creencias, el uso del testimonio personal como evidencia”.
Pesuggi nombra a este fenómeno como “fertifalopa”, un concepto más rimbombante que desarrolló en su libro y que refiere a la alocada oferta de las terapias alternativas para “resolver” la infertilidad. Una de las anécdotas más extremas que relata es la de una joven que atravesó tres abortos en un proceso de búsqueda y que para poder “sanarlos” cargó en sus bolsillos con la misma cantidad de piedras durante un mes en representación de esos hijos que no pudo parir. Luego, tuvo que elegir un lugar y enterrarlas. “Todo lo consumido con moderación o con criterio, bienvenido sea, si la idea es actuar como complemento y nunca como alternativa”, contrapone la autora de “Que me parta un milagro”
Para Pesuggi, esta gama de servicios que se ofrecen como solución al problema reproductivo incluyen una falsa promesa. Además, el peso de la historia familiar se suma a las supuestas imposibilidades. Este consumo, con un grado de expectativa muy alto, profundiza el sufrimiento y hace sentir más culpables a las mujeres.
Otra de las observaciones que hacen ambas referentes sobre estas prácticas es su feminización, es decir, a quiénes están dirigidas; como si la responsabilidad solo fuera de las mujeres cuando las estadísticas demuestran que también los varones sufren diversas complicaciones al momento de concebir. Según un descubrimiento publicado en la revista Human Reproduction Update, que analiza la muestra de 57.000 hombres de cinco continentes, se probó que entre 1973 y 2021 la fertilidad masculina se redujo en un 50 por ciento. Además, un estudio reciente del CONICET evidenció que la exposición prolongada a las olas de calor debilita la calidad del semen.
La mochila que traemos
¿Cómo se abordan desde la Educación Sexual Integral la fertilidad y la reproducción? El foco está correctamente puesto en la prevención del embarazo no intencional con el fin de aportar a la construcción de una sexualidad placentera y libre de temores durante la adolescencia y la juventud. Con ese bagaje crecemos, incluso fomentado por la representación que los consumos culturales hacen sobre la concepción: pareciera que basta con una relación sexual sin preservativo para quedar embarazada. Y si bien esa probabilidad existe, la búsqueda de un hijo puede complejizarse por diversos factores. Por lo tanto, como esta idea no aparenta ser la norma, una mujer que “no lo logra” piensa que está fallada.
“¿Cómo opera esa representación en la expectativa de quien atraviesa un proceso de búsqueda y en un entorno que está pendiente a que eso suceda?”, indaga Pesuggi y confirma: “Se genera una falsa esperanza de que una pareja que decide dejar de cuidarse, enseguida va a conseguirlo. Entonces, al mes siguiente ya estás pensando si te va a venir o no”.
No decepcionarse es difícil cuando la información necesaria no estuvo al alcance y encima hay un entorno que no para de preguntar y las películas solo muestran finales felices. Cómo lidiar con la desilusión es una pregunta que no tiene una única respuesta y tal vez ahí esté la llave para sortear esa búsqueda sin tanto peso. “Ojalá podamos acostumbrarnos a la frustración del negativo y entender que es parte del proceso”, anhela Larrondo. Al final es solo biología.
Belén está atravesando un proceso de reproducción asistida. Es la tercera vez que lo intenta junto a Santi, su marido. Sobre cómo nació el deseo, dice que se fue armando entre los dos y que es la primera vez que le pone palabras a esta búsqueda. “Dentro de cada historia hay una espera diferente”, reflexiona. A los 40 años, afloraron sus ganas de ser madre y por recomendación médica inició los tratamientos de fertilidad. Esta historia se inscribe en un contexto donde retrasar la maternidad es una elección cada vez más recurrente aunque entre en tensión con la biología: al día de hoy no hay avance científico que revierta el envejecimiento de los óvulos.
Para muchas personasla elección de traer un hijo al mundo contempla anhelos individuales y para otras esta decisión se anula porque se ve inmersa en una época donde las condiciones económicas precarias, los conflictos bélicos y los problemas climáticos pesan. La idea de maternar se atrasó por cuestiones sociales, pero la biología no se enteró. El deseo aparece, pero tarde. ¿Qué sucede con estas búsquedas? ¿Cómo opera la frustración? ¿Hay un momento ideal para empezar a averiguar? Cuando elegimos postergarlo, ¿contamos con toda la información que debemos tener?