Punto de Encuentro es un espacio de Amnistía Internacional para amplificar las voces y miradas de periodistas, comunicadoras y fotógrafas que trabajan en temas relacionados con mujeres y disidencias.
En un contexto de violencia creciente contra activistas de derechos humanos y ante la reducción de estas agendas en muchos medios masivos de comunicación, Amnistía Internacional y elDiarioAR se unen para dar un espacio destacado a contenido federal e inclusivo.
El rol de periodistas feministas ha sido clave en los avances de los últimos años y el ejercicio profesional riguroso y libre es clave para garantizar esas conquistas que son para toda la sociedad.
Punto de Encuentro pretende ser precisamente un espacio de coincidencia, pero también de debate constructivo. Porque no se puede ser feminista en soledad.
La revolución del placer post menopausia
Casi tres décadas después de la salida a la venta del viagra que cambio la experiencia del sexo para los varones después de la andropausia, los tratamientos para la salud sexual en las pacientes que atravesaron el climaterio se volvieron tema de conversación y están cambiando la calidad de vida de miles de mujeres.
El 27 de marzo último el Viagra cumplió 26 años. Originalmente, el sildenafilo (tal el nombre del fármaco de la hoy famosa pastilla azul) fue pensado para tratar la hipertensión arterial pulmonar. Las pruebas de laboratorio revelaron, sin embargo, que aunque el efecto de la droga era moderado para el tratamiento de la angina de pecho, tenía una acción notable para inducir erecciones en el pene.
Fue quizá el mayor momento eureka desde Arquímedes: hacía siglos que los varones buscaban la fórmula del sexo eterno (para ellos) y el descubrimiento fue patentado por Pfizer inmediatamente. La disfunción eréctil salió entonces del clóset con voceros populares y poderosos como Bob Dole y Pelé. Si el Rey se animaba a hablar en un comercial del sufrimiento silencioso de la impotencia, era cuestión de probarlo. La publicidad decía que el medicamento cambiaría la vida “de millones de hombres y sus parejas”.
Era un gran paso para el hombre, aunque algo pequeño para la otra mitad de la humanidad. Del climaterio se hablaba menos, mucho menos y no parecía que nadie estuviera interesado en mejorar la vida sexual femenina durante y después de esa etapa. ¿Por qué iba a importar en un mundo donde el goce se asociaba casi exclusivamente a la penetración y parecía que el acto sexual dependía de eso y de ellos, mientras el rol de ellas se limitaba a sus habilidades para excitarlos?
Si la “vida útil” de las mujeres estuvo durante tanto tiempo ligada a su fase reproductiva, asumir la menopausia era incluso para las mujeres más abiertas y liberadas algo así como declararse fuera de juego. Lo que pasó con el Viagra fue un boom que revolucionó a las sociedades más puritanas: millones de hombres rejuvenecidos “cambiaron” a sus mujeres por lo que consideraban “modelos más nuevos”, nuevas parejas más jóvenes que ellos y sin problemas de lubricación ni dolor al tener relaciones, nuevas parejas que para los cánones de belleza edadistas resultaban “más excitantes”. Mientras ellos encaraban una plenitud impensada, ellas se jubilaban del sexo en absoluto silencio.
Las investigaciones sobre cómo prolongar el placer de las mujeres llevaron más tiempo. Décadas. Se lograron, en general, gracias al empuje de científicas y médicas que comenzaron sus trabajos desde la clínica y en relativa soledad. Hasta hace demasiado poco, las mujeres se resignaban a irse de los consultorios ginecológicos con alguna indicación de un lubricante en el mejor de los casos. Su salud sexual parecía indisociable de la reproductiva, por lo que si ya no estaban en edad de procrear, no había mucho más para ofrecerles que eso. La menopausia era un tabú, pero más lo era el sexo de las mujeres después del climaterio.
Primer paso: investigar con perspectiva de género
María Emilia Caro es directora ejecutiva de la Fundación GEDYT y presidente de Women in Global Health (WGH) Argentina y trabajó durante la última década por una atención de la salud con perspectiva de género. Para ella, son dos las grandes barreras que impidieron y aún impiden que más mujeres tengan acceso a herramientas para su salud sexual y el placer después del climaterio: “Por un lado, en entornos bastante contenidos donde circula más la información sobre género se está hablando cada vez más del tema, pero hay un montón de burbujas en las que la menopausia sigue siendo tabú y no es asunto de conversación. La cuestión es que además de poco hablado, es algo poco investigado; por lo que la falta de conocimiento científico es real, se empieza a tratar en congresos como problemática, pero todavía está muy rezagado”.
El problema, dice Caro, no sólo alcanza a la salud sexual en la menopausia, sino a la salud de las mujeres en general. Como ejemplo, cuenta que sólo en 2023 se testearon por primera vez los productos de gestión menstrual con sangre verdadera. “Hasta entonces se usaba solución salina y eso explica las molestias que muchas sufrimos al usarlos. Y lo que puedo inferir en base a lo que sé es que eso es porque quienes tomaban las decisiones e invertían eran siempre varones. Entonces, ¡daba lo mismo solución salina que sangre menstrual! No lo hacían desde un lugar de crueldad o desidia, sino que faltaban mujeres en los equipos que pensaran en nuestras necesidades reales”, dice. Es un buen parámetro teniendo en cuenta que sobre la menopausia pesa además un velo cultural y social.
Eso explica también por qué se avanzó tanto antes con la salud sexual de los varones post andropausia: “¿Quiénes deciden el flujo de dinero que se aporta a las investigaciones?”, se pregunta Caro. “Las drogas que salieron al mercado hace 20 años, tienen como mínimo otros 20 años de desarrollo previo. Y los que estaban en los lugares de decisión entonces eran mayoritariamente hombres. Por eso es tan importante que las mesas de decisión sean diversas, y eso es lo que está cambiando”.
Mariana Strika es una de esas profesionales que impulsan el cambio. Médica y miembro del staff de Ginecología del Hospital Alemán, se dedica a la ginecología estética, funcional y regenerativa, además de endocrinológica. “Es una rama que tiene que ver con mejorar no solamente la estética y la cosmética genital, sino que también está enfocada a la parte funcional, a mejorar la lubricación, la sexualidad de aquellas pacientes que tienen alguna alteración para tener una vida sexual plena”, explica. Las herramientas disponibles cada vez son más, pero en la Argentina comenzaron a extenderse sólo en los últimos años, a medida que la información comenzó a circular más y la menopausia y sus síntomas dejaron de ser algo reservado a una intimidad incómoda.
“Como yo me formé en ginecología endocrinológica, recibía muchas pacientes menopáusicas con alteraciones sobre todo de sequedad vaginal, de atrofia, de dolor en las relaciones, y las únicas herramientas que teníamos hasta ese momento eran el uso de lubricantes o de óvulos de estrógenos locales, o hacer una terapia de reemplazo hormonal en la que hay toda una gama de pacientes que no pueden contar con eso por antecedentes oncológicos, por ejemplo, o migrañas o antecedentes de trombosis”, dice Strika.
Dice que sentía que con eso no alcanzaba: “Tenía pacientes que andaban bien, pero muchas venían con atrofias de muchos años y me decían que igual les molestaba tener relaciones. Yo no tenía muchas más respuestas para darles”. Así fue como empezó a investigar. A hacer cursos de formación, porque todavía no hay residencias o especialidades, pero sí muchas profesionales como ella que no se conforman con ofrecer soluciones a medias. “Me formé en la parte clínica y quirúrgica. Y una cosa fue llevando a la otra, al hacer mis primeros cursos comencé a escuchar sobre terapias hormonales con hormonas bioidénticas. No con las hormonas convencionales que conocíamos y usábamos hasta el momento, sino con testosterona y lo que llaman ‘chips sexuales’. Así descubrí todo un mundo que funciona y muy bien”.
El famoso “chip” sexual
Rebecca Glaser es una médica de la Universidad de Wright en los Estados Unidos que se especializó en el tratamiento del cáncer de mama y, con el tiempo, como Strika, comenzó a buscar mejores resultados para que sus pacientes también pudieran recuperar el placer, como parte de una mejor calidad de vida después de las terapias. Sus estudios sobre el implante de pellets (o chips sexuales) están revolucionando el campo y las posibilidades de seguir disfrutando del sexo ya no sólo para quienes padecieron enfermedades oncológicas, sino para muchas mujeres después del climaterio.
Para Caro, como en toda intervención médica –y sobre todo porque implican tratamientos con hormonas– hay contraindicaciones a tener en cuenta. “Hubo frenos en las investigaciones, porque durante mucho tiempo se extendió la creencia de que los tratamientos hormonales aumentaban el riesgo de cáncer de mama. Pero más adelante otros estudios demostraron que ese porcentaje de riesgo no era tan significativo como se pensaba (sólo afectaba al 0,5% de las pacientes). Hoy las grandes corrientes promueven el tratamiento hormonal porque ayuda mucho no sólo en cuanto al placer y la libido, sino para los otros síntomas que tiene la menopausia, como los famosos calores o lo que se llama ”brain fog“ o neblina cerebral. Sin embargo, la mayoría de los ginecólogos lo siguen desaconsejando, porque fue algo que pregnó mucho en la comunidad médica. De nuevo, se trata de cómo circula la información y de cómo y sobre que se investiga”, dice.
“Lo importante es conocer a cada paciente –dice Strika– porque estas terapias no son para todo el mundo. Entonces hay que tener una mirada integral, que sea clínica y bioquímica, viendo qué es lo que le pasa a cada mujer y qué es lo que muestra su laboratorio”. Hay algo que suele pasar en las consultas, dice la ginecóloga: “Los médicos no preguntamos mucho, y eso también tiene que cambiar, está cambiando. Hay todavía mucho tabú y a las pacientes les cuesta contar lo que les pasa. Los médicos tenemos que animarlas a hablar”.
Las que llegan a los consultorios especializados suelen hacerlo recién después de largas búsquedas. En general, se sorprenden: “No pueden creer que exista todo esto y todavía no sea masivo”. Por eso, en reuniones de amigas, en las redes y hasta en el prime time televisivo, el tema saltó por fin el círculo del silencio, o está empezando a hacerlo, con voceras populares que van desde Drew Barrymore abanicándose en su show a Jane Fonda y Lily Tomlin hablando abiertamente de vibradores en la comedia de Netflix Grace & Frankie (2015-2022) y en cientos de entrevistas posteriores donde Fonda llegó a contar que tiene un cajón lleno de juguetes sexuales que le enviaron sus fans a partir de su personaje.
Incluso así, muchas pierden las esperanzas demasiado pronto: “Una paciente me dijo, resignada, ‘bueno, yo tengo 48 años, es normal que me moleste y ya no quiera tener relaciones’ –cuenta Strika–. Y yo le digo: ‘Justo porque tenés 48 años, te queda muchísimo para olvidarte de pasarla bien, ¡los 50 son los nuevos 40! Si vamos a vivir mucho más (y trabajar mucho más) es lógico que también podamos prolongar el disfrute. Y esa es la edad en la que las pacientes más consultan, alrededor de los 50, porque la mayoría busca que no se termine todo ahí como siempre se le dijo. Hoy por suerte tenemos más respuestas para darles”.
Nuevos tratamientos todavía para pocas
Uno de los tratamientos más extendidos ahora es la aplicación de plasma rico en plaquetas, que consiste en la extracción de sangre de la paciente de la que se aísla el plasma mediante centrifugación y después se vuelve a colocar mediante inyecciones muy pequeñas en la vagina o en la piel, previa anestesia local. Las profesionales consultadas dicen que es inocuo y da muy buenos resultados. El tratamiento se hace en consultorio una vez por mes durante los primeros tres meses y su efecto es simple: “Como la plaqueta tiene factores de crecimiento, al introducirlos en la célula, ésta empieza a fabricar colágeno y elastina y le devuelve la elasticidad al tejido”, explica Strika. También se hacen hidrataciones con ácido hialurónico, que tiene efecto higroscópico, es decir, que atrae moléculas de agua. No es el mismo hialurónico que se aplica en otros rellenos, sino que está diseñado especialmente para la zona vulvovaginal.
Un cambio que no es para todas
Hay casos que demuestran que las posibilidades de una vida más plena no son sólo para las que acaban de pasar por el climaterio: “Tengo una paciente que llegó al consultorio con 80 años y me contó que había conocido a un señor por Facebook –cuenta Strika–. El era menor que ella y habían intentado tener relaciones pero no habían logrado la penetración porque a ella le dolía mucho. Le dije que no sabía qué resultado íbamos a lograr, pero probamos plasma rico en plaquetas, dilatadores y vitaminas locales. Me acuerdo que después de la tercera sesión me mandó un mensaje feliz, me escribió: ‘¡Pudimos!’”.
Después está el aspecto estético, que aunque parece menor y hace imposible no preguntarse si no se trata de una nueva imposición de estándares sobre cómo deberíamos vernos (¡hasta en nuestras zonas más privadas!), para muchas mujeres también es limitante. Juzgarlas por querer verse de un modo más acorde a sus expectativas (propias o impuestas) sería como hacerlo con quienes eligen hacer dieta, operarse la nariz o estirarse la cara. Nuevas cadenas sobre las cadenas que ya existen.
En concreto, dice Strika: “Puede pasar que los labios mayores se arruguen o se oscurezcan y para eso hay blanqueamientos, rellenos para mejorar el aspecto y terapias con láser, que también se usan para las incontinencias leves”. Conocer y ofrecer las terapias disponibles es parte del trabajo. Son tratamientos que se hacen en equipo: es ideal que colaboren kinesiólogos para trabajar con el piso pelviano. “Los ejercicios de Kegel –de la manera más coloquial, se trata de cortar el chorrito de pis a repetición– deberían ser una práctica habitual que sí podría ser accesible a todas si hay información”
El sólo hecho de compartir información mejora la experiencia, sobre todo para las mujeres con menos acceso y posibilidades. Como dice Caro: “Poner a disposición lubricantes e hidratantes es fundamental y todavía es algo bastante inaccesible para las mujeres con menos recursos. El cambio que empieza a verse en algunos entornos tiene que poder llegar a todas. Es un tema de impacto para la vida y por eso es tan fundamental: porque puede marcar un salto de calidad en una sociedad cada vez más longeva y activa”.
MF/MA
El 27 de marzo último el Viagra cumplió 26 años. Originalmente, el sildenafilo (tal el nombre del fármaco de la hoy famosa pastilla azul) fue pensado para tratar la hipertensión arterial pulmonar. Las pruebas de laboratorio revelaron, sin embargo, que aunque el efecto de la droga era moderado para el tratamiento de la angina de pecho, tenía una acción notable para inducir erecciones en el pene.
Fue quizá el mayor momento eureka desde Arquímedes: hacía siglos que los varones buscaban la fórmula del sexo eterno (para ellos) y el descubrimiento fue patentado por Pfizer inmediatamente. La disfunción eréctil salió entonces del clóset con voceros populares y poderosos como Bob Dole y Pelé. Si el Rey se animaba a hablar en un comercial del sufrimiento silencioso de la impotencia, era cuestión de probarlo. La publicidad decía que el medicamento cambiaría la vida “de millones de hombres y sus parejas”.