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Gloria Guerrero no detiene jamás su marcha

“Ese mismo año, Gloria Guerrero inicia su camino en el periodismo: junto a un grupo de gente de Lincoln hace la primera revista alternativa gratuita de Buenos Aires; las páginas estaban mimeografiadas con esténcil, y quienes querían sumar sus colaboraciones podían mimeografiarlas y abrocharlas con la revista. Se llamó Primero Confluir, y se repartía en Parque Centenario y Parque Rivadavia, o en los recitales, en donde se les pedía una pequeña contribución a quienes la requerían, que a veces daban a cambio sus pulseritas trenzadas”, leemos en la segunda de las dieciséis entradas o menciones que habrá de Gloria Guerrero (Buenos Aires, 1957) a lo largo del apabullante Al taco (Gourmet Musical, 2023), el libro donde las periodistas e investigadoras Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiácono revisan la historia del rock argentino hecho por mujeres entre 1954 y 1999.

El año al que se hace mención es 1972 y el viernes 17 de noviembre el general Perón aterrizó en la Argentina tras diecisiete años y cincuenta y dos días de exilio para hacer realidad la consigna “Luche y vuelve”. Cinco décadas después, Gloria Guerrero se ha tomado un año sabático –la salud de su madre es una de las razones– pero aún su mirada y su lengua afiladas conservan ese ritmo trepidante que supieron rociar sus crónicas rockeras y la convirtieron en el Everest del periodismo de rock en estos pagos. 

- ¿Cómo te llevás con situaciones como la que viviste unos meses atrás, cuando se hizo viral una nota tuya de 1999 en la cual le dabas con un caño a un disco de Andrés Calamaro, Alta suciedad? Me encantó cómo salió en tu defensa Martín E. Graziano en La Agenda: “Porque cambia el horizonte de lectura de una obra y cambia lo que nos dice. El texto es el mismo y no es el mismo. Con los discos pasa igual”.

- ¡Pasó un cuarto de siglo! La reflexión de Martín (Graziano) fue muy interesante: “Lo primero que me pregunté fue: ‘¿por qué ahora?’” ¡Actualizar y viralizar eso es tener demasiado tiempo libre! (Risas) Con Andrés (Calamaro) nos conocemos desde la adolescencia: se enojó conmigo; después se desenojó; después nos desenojamos los dos; el problema es que la compañía de discos se enojó PEOR y sacó la pauta de publicidad de Rolling Stone (eso me trajo problemas). Pero con Andrés hicimos mil notas más desde entonces y seguimos comunicándonos cada tanto, cada mucho, como siempre.

- ¿Y todo bien?

- Sí, todo bien. Aunque no siempre entiendo lo que Andrés me dice. ¿Viste lo raro que habla? (Risas)

- En 2022 fuiste homenajeada por parte del colectivo Periodistas Argentinas junto a otras catorce profesionales de los medios, en tanto referente e inspiradora. ¿Te sentís retribuida por las periodistas que han emergido en estos últimos tiempos?

- Todavía no fui a buscar la medalla, pero me la guardaron. Esas chicas del Colectivo son fantásticas y me hicieron un gran honor.

 

“Gloria Guerrero fue secretaria, redactora, jefa de redacción, correctora, jefa de prensa, mánager de bandas, editora, escribió libros, fue columnista de radio y hasta fue productora de programas de TV. Todo su recorrido en los medios nos dejó marcas indelebles a todas las mujeres que amamos la música, pero por sobre todas las cosas, nos pone la vara mucho más alta cada vez que debemos enfrentarnos a una hoja en blanco”, subraya la periodista Gabriela Cei, una de las hacedoras de Al taco, ante nuestro requerimiento.

Y agrega: “Gloria no solo escribe y describe, sino que reflexiona y apela a la complicidad del lector para transmitir aquello que vio tras bambalinas o frente al escenario. Y lo hace siempre con maestría. Si bien siempre recalca que no tuvo que lidiar con el machismo en términos de acoso, me quedan grabadas sus palabras: ‘En una oportunidad se me cuestionó cómo yo, siendo mujer, podía saber la diferencia entre una Stratocaster y una Telecaster’. Esa constante de tener que ‘rendir examen’ haya sido, quizás, el combustible para que jamás desacelerara su Fórmula Uno”.

 

- ¿Cómo era escribir sobre rock en los años 70?

- Era eso mismo: era escribir sobre rock. Intenso.

- ¿Cómo era ser mujer y escribir sobre rock en los años 70?

- Igual que siendo varón, supongo; en aquel entonces yo no me hacía esa pregunta.

- ¿Tal vez el hecho de ser mujer hizo que tu presencia fuese menos amenazante, animando a cierta intimidad? Pienso en esa nota en que Charly García va a tu casa porque estabas convaleciente…

- Charly vino a mi casa porque yo tenía medio cuerpo enyesado después de que con León Gieco nos pegáramos un palo automovilístico en el Sur. ¡No había otra manera de hacer una entrevista juntos si Charly no venía a casa! Por cierto, para entonces los músicos y periodistas de rock éramos sólo un centenar, y todos nos ayudábamos y nos apreciábamos bastante. No creo que ser mujer haya sido más o menos amenazante. En realidad, no entiendo por qué alguien tendría que amenazar.

- ¿Qué hay detrás de la crítica de rock para vos? ¿Qué es ser crítica de rock?

- La palabra “crítica” está sobrevaluada.

- Si hay algo que ya no se ve tan seguido es la crítica al prócer. En tiempos de la revista Humor no tenías pelos en la lengua. Y si tenías que decir el embole o los pifies en un show de, por ejemplo, Serú Girán, no te temblaba el dedo.

- Das por sentado cierta calidad de prócer, como si fuera palabra escrita en piedra. Si alguien desafina, desafina. Si una banda cae mal en los finales, cae mal en los finales. ¿Está mal charlar eso? Por cierto, creo que –en mi caso– Serú Girán no es un buen ejemplo; mientras otros compañeros los hicieron merda, yo vi otra cosa. Tendríamos que buscar ejemplos mejores.

 

- ¿Cuál sería el ejemplo? Se me ocurre este, cuando le ponés los puntos a Leonor Marchesi (cantante de Púrpura): “Marchesi, sin duda, es una gran vocalista. Pero no una cantante de rock and roll. (…) El rock tiene reviente en la voz. Leonor canta en falsete. Y los rocanroles no pueden cantarse en falsete”. Siempre en tu mirada había una postura, no digo una bajada de línea.

- Es un ejemplo raro, ¡y pasaron más de cuarenta años! Leonor Marchesi, que yo recuerde –y estoy haciendo un gran esfuerzo para recordar cosas de hace cuarenta años–, no era de desafinar. Lo demás, eso que vos llamás “posturas”, eran opiniones sinceras de nosotros, por entonces un puñado de veinteañeros, dentro de un movimiento de rock incipiente al que había que cuidar (sí) pero no necesariamente malcriar. Hoy algunas cosas son diferentes: Sign o’ the Times.

- A todo esto, ¿notás cierta falta de riesgo en el periodismo de rock actual? Como que solo se puede hablar bien o no decir nada. ¿Es así o exagero?

- No estoy segura de que exista un “periodismo de rock” actual, salvo excepciones; en fin, me aburro bastante cuando leo crónicas de shows en grandes estadios… pero esto es muy personal: ¡va la lista de temas, en orden! Y la gente está chocha, y todo parece tan lindo que termina siendo muy raro

- ¿Qué te quedó de tu paso por la revista Rolling Stone? Fue un merecido reconocimiento a tu trayectoria, pero entiendo que no fue lo que esperabas. O que pasaron cosas…

- ¿Qué periodista de rock de la época no había fantaseado alguna vez con trabajar en la legendaria Rolling Stone pero desde acá, desde el culo del mundo? Ser Jefa de Redacción de RS, traductora, editora y cronista, fue uno de mis mayores sueños cumplidos; a mí se me dio e hice mi tarea del modo más impecable que pude. Durante siete años “fueron pasando cosas”, y tanto yo como otros muchos compañeros le terminamos ganando un juicio laboral a la empresa La Nación, dueña de la marca en la Argentina.

- En 2010 te metiste en el túnel del tiempo a la hora de escribir el libro Estadio Obras - el templo del rock (Sudamericana).

- Para el rock de acá, y más aún durante la dictadura, el estadio Obras significó casi TODO lo necesario. Para los músicos y bandas que venían tocando en bares y teatros “hacer su primer Obras” era la consagración verdadera; para nosotros, los demás, Obras era lugar de encuentro comunal y empatía, resistencia y fiesta. Era “nuestra casa”. Estoy orgullosa de ese libro porque trabajé durante casi tres años para reconstruir la historia de la música del estadio y quedó puntillosísima; gracias a Alicia Díaz tuve acceso a la Memoria del Club Atlético Obras Sanitarias, memoria ecléctica si las hay: fijate que en diciembre de 1980 tocaron Los Chalchaleros (el 11) y al otro día estuvo The Police. Investigué todos los archivos de diarios y revistas con crónicas de la época –no, NO todo está en Google– y las reproduje textualmente; los afiches; las fotos alucinantes de los shows en vivo (méritos del maestro Eduardo Grossman y de su hija Lucía); y entrevisté –fuera de lo cronológico del relato– a músicos entrañables para que contaran “su primer Obras”: desde Juan Carlos Baglietto a Pil Trafa y desde Adrián Otero de la Memphis hasta Andrés Calamaro y desde Juanse hasta Divididos y Los Pericos. Ricardo Soulé de Vox Dei. Charly.

- En la historia del periodismo de rock argentino estás en el cuadro de honor por haber entrevistado por primera vez a dos íconos como son los Redondos y Sumo. ¿Qué recuerdos tenés de esas notas?

- Luca era un tipo adorable, inteligentísimo; irrepetible. Los Redondos eran eruditos, crudos, intelectuales. Me tocó estar ahí y acá cuando todos ellos arrancaban, y me eligieron (con la revista Humor) para dar a conocer sus historias. En retrospectiva, es un lujo.

- Si se trata de armar tu altar de entrevistas que te gustaron realizar, ¿cuáles serían?

- Luis (Alberto Spinetta), siempre; Pedro Aznar; Franco Battiato; Tony Levin; Bruce Dickinson; Fito Páez; (Horacio) Fontova. ¿De cuánto es “un altar”, digo: cuántos caben? (Risas)

- ¿Qué te sucede cuando enfrentás a Gloria Guerrero como oyente pero también como protagonista? Es decir, desde adentro y, si puede, también, tomando distancia. (Acá hago trampa: me atrajo una pregunta que le hiciste a Tony Levin en una entrevista de hace unos años; lo único que hice fue cambiar nombres…)

- Ser oyente y además protagonista es una linda yunta. No sé si hay algo más bonito.

 

 

Nuestro próximo invitado es Alfonso “Ponchi” Fernández

“Ese mismo año, Gloria Guerrero inicia su camino en el periodismo: junto a un grupo de gente de Lincoln hace la primera revista alternativa gratuita de Buenos Aires; las páginas estaban mimeografiadas con esténcil, y quienes querían sumar sus colaboraciones podían mimeografiarlas y abrocharlas con la revista. Se llamó Primero Confluir, y se repartía en Parque Centenario y Parque Rivadavia, o en los recitales, en donde se les pedía una pequeña contribución a quienes la requerían, que a veces daban a cambio sus pulseritas trenzadas”, leemos en la segunda de las dieciséis entradas o menciones que habrá de Gloria Guerrero (Buenos Aires, 1957) a lo largo del apabullante Al taco (Gourmet Musical, 2023), el libro donde las periodistas e investigadoras Carolina Santos, Gabriela Cei y Silvia Arcidiácono revisan la historia del rock argentino hecho por mujeres entre 1954 y 1999.

El año al que se hace mención es 1972 y el viernes 17 de noviembre el general Perón aterrizó en la Argentina tras diecisiete años y cincuenta y dos días de exilio para hacer realidad la consigna “Luche y vuelve”. Cinco décadas después, Gloria Guerrero se ha tomado un año sabático –la salud de su madre es una de las razones– pero aún su mirada y su lengua afiladas conservan ese ritmo trepidante que supieron rociar sus crónicas rockeras y la convirtieron en el Everest del periodismo de rock en estos pagos.