La historia fue contada por los hombres. Lo hicieron a través de cualquier relato, también del cinematográfico. Fue su mirada la que configuró el imaginario popular. Son ellos los que hasta hace poco hablaron de cualquier tema, incluso de aquellos que no conocían de primera mano. También decidieron los que se convertían en tabú, en algo que ni siquiera se menciona. Hasta hace poco el aborto era uno de ellos. Para el cine o no existía o se trataba de una forma sensacionalista. Eso sí, nunca se mostraba. Podía hablarse (poco) del tema, pero por supuesto no se podía enseñar.
La revolución feminista producida desde 2017 y que en el mundo del cine vino provocada por el #MeToo hizo que la industria abriera la puerta a productoras, directoras y guionistas a las que, hasta ese momento, no se escuchaba. Ellas trajeron nuevos temas y enfoques más realistas de aquellos que conocían en primera persona. Por fin no había hombres diciéndole al mundo lo que significaba ser mujer, sino que eran mujeres las que contaban sus historias. Eso se ha notado en el tema del aborto, donde desde la ficción empieza a perderse el miedo a tratar el tema.
La prueba es El acontecimiento, la adaptación de la novela de Annie Ernaux que ha dirigido Audrey Diwan, que conquistó el León de Oro del pasado Festival de Venecia “por unanimidad” y que llega a los cines este viernes. La escritora contaba en el libro su propia experiencia abortando en la Francia de los 60, cuando estaba prohibido y perseguido por la ley; justo antes de mayo del 68, cuando la liberación sexual se convirtió en grito de guerra. Lo que hace Diwan es convertir su película en una experiencia inmersiva, casi física. En un formato cuadrado y opresivo, pega la cámara al cuerpo de su protagonista -increíble Anamaria Vartolomei- y la sigue en su laberinto kafkiano para lograr abortar. Una de las novedades del filme es que no muestra el drama de su decisión, ni sus dudas morales. Es una mujer joven que es plenamente consciente de su elección. El sufrimiento es por no lograr su objetivo. De hecho, la vemos disfrutar de su libertad sexual y de su juventud.
Para la directora, el León de Oro significó un reconocimiento a su lucha por levantar una película que había sido “muy difícil por el asunto del que habla”. “Tuvimos muchas batallas para lograr que este filme existiera. Y una vez hecho ves que eso es solo la mitad del camino, luego hay que lograr que la gente vaya al cine y comparta esa experiencia, y creo que estos premios pueden cambiar la idea de la gente”, cuenta Audrey Diwan.
Confirma que hay “una falta de representación sobre el aborto”, y cree que es porque sigue siendo “un tema tabú”. Esa falta de representación hizo que, para ella, una de las primeras complicaciones fuera “contar bien cómo es, porque hay muy poca información sobre cómo se practicaban los abortos”. “Era la historia de Annie Ernaux, pero ella no recuerda esas cosas, pero desde el punto de vista médico era muy complicado hacerlo de la forma correcta”, añade. Uno de los pilares de la obra de Ernaux es no mostrar solo “el sufrimiento”, y en eso la directora quiso ser muy fiel al libro y “conseguir mostrar ese sufrimiento, pero también encontrar el equilibro para contar el placer, porque también es una película sobre el placer sexual y sobre encontrar la liberación sexual”.
La directora entiende este conflicto como “una guerra entre la liberación y la opresión”. Una guerra en la que “el campo de batalla es el cuerpo de la mujer”. “Annie Ernaux solo tenía una idea en la cabeza, luchar por su libertad. Si no luchas por eso, ¿por qué luchas? La película quería ser fiel a esto. Ella es una chica de 20 años que tiene deseos, que quiere tener sexo, y había que encontrar el equilibrio entre estas dos cosas”, subraya. La escritora leyó todas las versiones del guion que escribía Diwan, pero nunca se metió en nada más que controlar que no fuera “demasiado artificial o melodramático, que estuviera en el contexto político y social”.
La vida de las mujeres siempre, en algún punto, es como una película de terror. Te enfrentas a imágenes muy fuertes
En las novelas de Annie Ernaux siempre hay un elemento que se repite, la diferencia de clases. También está en El acontecimiento, y también está en su adaptación gracias a pequeños e inteligentes detalles. Diwan no recurre al recurso fácil de los flashbacks, pero ahí está el retrato de su familia o la elección de su ropa. Pero, sobre todo, de cómo afronta su decisión de abortar. “En el aborto siempre ha habido una diferencia de clases. Las ricas podían ir a países como Holanda a hacerlo, pero cuando no tienes dinero pones tu cuerpo en peligro, así que claro que el aborto es también una cuestión de clase”, dice con contundencia la realizadora.
En su gira por muchos países con la película, muchos le han comentado que alguna de sus imágenes es realmente dura y que la película parece una película de terror. Su respuesta es siempre la misma: “Es que la vida de las mujeres siempre, en algún punto, es como una película de terror. Te enfrentas a imágenes muy fuertes, y mucha gente me ha dicho que la película es impactante y yo les digo que no, que la realidad es mucho más impactante y que la miren”.
Una película que llega cuando en países como Argentina o Colombia se avanza en la legalización del aborto, mientras que en otros sitios, como en EEUU, se dan pasos atrás. En Texas e Idaho, por ejemplo, se está volviendo a leyes restrictivas que impiden el aborto a partir de las seis semanas, cuando muchas mujeres ni siquiera saben que están embarazadas. Una situación que entristece a la directora: “Las películas tienen puntos de encuentro con realidad, y aquí por desgracia está pasando y eso hace que mi película sea urgente, de emergencia, pero nunca pensé en ella así. Temía que pasara esto, porque antes de Texas, cuando la escribía, teníamos señales que nos advertían, como en Polonia. Esto puede ser el fin de la libertad, porque se comienza con el aborto, pero luego veremos hasta dónde llega”.