Del café concert ante un público pequeño y cercano, a las multitudes que lo vieron en sus populares programas de televisión, en películas como Esperando la carroza o en el Teatro Maipo. De la formación rígida como actor a llenar salas de la calle Corrientes. De la conflictuada Soledad Dolores Solari a la colorida Bárbara Don’t Worry. Con más de seis décadas en un rol central del espectáculo argentino y con una capacidad notable para exhibir ante el público sus mil caras, Antonio Gasalla, quien murió en Buenos Aires hoy a los 84 años, hizo reír a distintas generaciones en teatro, televisión y cine.
Gasalla nació en 1941 en la localidad bonaerense de Ramos Mejía. Después de abandonar la carrera de Odontología, que era de alguna manera el anhelo de su familia, se formó en la década del ‘60 en la Conservatorio Nacional de Arte Escénico, un semillero donde conocería a Carlos Perciavalle, con quien conformaría una destacada dupla cómica. Y aunque sus comienzos fueron en las tablas, en espacios mínimos del underground porteño, a lo largo de su extensa trayectoria fue actor, productor, guionista, director, dramaturgo y también docente para otros actores hasta que su trabajo se volvió masivo y popular.
“Cuando entré al Conservatorio yo ya había interrumpido la carrera de Odontología. El Conservatorio me abrió la cabeza: me dio lo que quería sin saber lo que buscaba”, contó sobre sus inicios.
Con un tipo de humor mordaz, más cercano a la caricatura que a la denuncia, Gasalla se lució en los ‘70 y en los ‘80 en espectáculos teatrales que él mismo escribió y protagonizó. Después de un paso pionero por el café concert, se animó a las salas más grandes hasta convertirse en un referente del monólogo teatral y del humor en espectáculos del Teatro Maipo y otros espacios de la calle Corrientes. Lo hizo de la mano de Perciavalle, pero también de Enrique Pinti y Edda Díaz.
“A mí me hacen reír las cosas de todos los días. Esas mujeres que se encuentran en la calle y se dicen frases que les oyeron a sus madres, a sus abuelas, y que ahora les toca repetir a ellas mismas como si les hubieran hecho trasplantes de cerebro. Eso me divierte y me produce ternura”, dijo sobre su propio trabajo en una entrevista con la revista La Nación en 1992.
En esa misma nota, cuando le consultaron sobre el llamado humor político, reflexionó: “Si se trata de los temas actuales, lo que me causa gracia es la frivolidad de los políticos. Todo ese farandulismo que hay ahora detrás de ellos. Se estiran la cara, se planchan el pelo, se lo entretejen. Si parece que el pelo fuera el protagonista de la política. Yo creo que uno se ríe cuando las cosas se salen de cauce. Uno ve a esos personajes que, se supone, deberían ocuparse de asuntos terribles y muy delicados, empeñados en lucir diez años menos y no se puede dejar de sentir sorpresa. Son como estrellas de cine, pero con una diferencia, los actores de acá no tenemos tanta guita como para ese despliegue de ropa. Ellos son ahora la farándula. Y la farándula, es decir, nosotros, estamos como acorralados. ¿Quién se les anima? A mí me dicen trasgresor pero soy más bien clásico: cada cosa en su lugar”.
Con más de diez años de éxito ininterrumpido junto a Pinti, de esos tiempos se destacan espectáculos como Pan y Circo, Gasalla y Corrientes, Gasalla for Export, Gasalla 77, El Maipo es el Maipo y Gasalla es Gasalla, Gasalla en terapia Intensiva, Maipo 100 % Gasalla y Maipo made in Gasalla.
A mediados de los 80 su vida tuvo dos hitos. Por un lado, el estreno de Esperando la carroza, la película de Alejandro Doria donde Gasalla interpreta a “Mamá Cora” que con los años se volvió un objeto de culto. Por el otro, es en esa década cuando el actor comienza a desplegar con vigor su talento en la televisión argentina de la mano de El mundo de Antonio Gasalla, su programa emblemático que estrenó en 1988 en la Televisión Pública. Allí nacieron y florecieron varios de sus clásicos personajes como la Abuela; Flora, la empleada pública; Soledad; Inesita; Yolanda y, más adelante, Bárbara Don’t Worry.
Durante más de una década, Gasalla tuvo en distintos formatos y canales con programas como Gasalla en Libertad y El palacio de la risa, un rol clave en la televisión, donde también hizo brillar a colegas como Roberto Carnaghi, Norma Pons, Alejandro Urdapilleta, Juana Molina y Humberto Tortonese, entre otros. Él mismo, además, se mostró como un entrevistador y un monologuista audaz.
Sin dejar de estar al frente de distintas obras de teatro, el nuevo siglo lo tendría como una de las figuras más importantes del espectáculo nacional. Premiado y reconocido por sus colegas, participó de espectáculos teatrales y también fue convocado por la conductora Susana Giménez para participar con sus personajes en su popular programa de televisión y también por Marcelo Tinelli para ser jurado de Bailando por un sueño.
Entre sus últimos éxitos teatrales estuvo la obra Más respeto que soy tu madre, una pieza que volvió a consagrarlo como el rey de la cartelera porteña.
Gracioso en pantalla y en escena, grotesco muchas veces por la ropa o la composición que lograba con sus personajes, en su vida privada sus allegados lo han llegado a describir como alguien austero e introvertido.
Sobre su relación con la fama, el cómico afirmó en una entrevista con la revista Viva: “Tengo un público variado: desde nenes chiquitos que no saben ni por qué me miran hasta señoras mayores que tampoco. Desde que puse mi programa en la web, tengo además público en lugares increíbles. Para mí es muy fuerte que un tipo que se fue de la Argentina hace 25 años vea mi programa por la web y le agarre tal vértigo que me escribe todos los días. Y yo le contesto. Porque la gente entabla un vínculo muy particular con los humoristas: entre otras cosas te cuentan quiénes son, queriendo o sin querer. Yo recibo mails que dicen Yo soy la Empleada Pública, mi nena es Soledad, mi suegra es mamá Cora. Algunas madres me cuentan que la maestra de la nena se pinta menos ahora para no parecerse tanto a Noelia. Hay viejitas que me dejan notas por abajo de la puerta que dicen ‘Tengo 80 años, yo soy como mamá Cora’. Sí, el público es un poco invasor. Pero es cariño, y mejor asumir que es así”.
AL