Karina, en cambio, habló poco. Sentada al lado de Caputo, tomaba notas mientras sorbía té. Solo usó su teléfono, viejo y con la pantalla cascada, para escribirle al asesor: prefería la discreción del mensaje de texto, aunque estuvieran en la misma sala. Varios representantes de las distintas fuerzas que participaron de esa previa a los debates se sorprendieron con El Jefe. Esa mujer que permanecía en silencio mientras apuntaba ideas en una agenda no se parecía a la que contaban los medios de comunicación. No era ni desagradable ni dominante ni despiadada, sino por demás amable y atenta aun en competencia. Karina sabía que podía delegar en Santiago Caputo el temario y el reglamento. Confiaba, también, en la performance que haría su hermano. Ella había presenciado el coacheo al que sometieron a Javier en la financiera de Marra, Bull Market. A Milei le costaba, le fastidiaban las indicaciones y las sugerencias. “Yo voy a ser yo. Voy a decir la verdad, porque con la verdad no me voy a equivocar”, dijo Javier y dio por terminada la sesión. Ella lo apoyó. En realidad del debate le inquietaban otros asuntos.
La temperatura, por ejemplo. Quería saber a cuántos grados estaría acondicionada la sala del Forum de Santiago del Estero y el salón de actos de la Facultad de Derecho. Pidió a los organizadores que estuviera, como máximo, a 23 grados. Buscaba, de esa manera, evitar que su hermano sudara mientras exponía o cuando le tocara replicar a alguno de sus adversarios.
La ubicación de las luces era otro ítem que la preocupaba. La puesta estaba pensada para la televisión y eso implica cierta disposición de las luces en la parrilla del escenario, a los costados y en el atril. Karina, siempre atenta a la estética de su hermano, quería que Javier luciera un rostro definido, anguloso, hipermasculino. Si la iluminación no le convencía, avisó, iba a pedir que reubicaran los spots.
Los candidatos y sus equipos llegaron en tandas a la ciudad de Santiago del Estero entre el sábado 30 de septiembre y el domingo 1 de octubre, día del primer debate. La candidata a vicepresidente de La Libertad Avanza, Victoria Villarruel, viajó en avión con Santiago Caputo. Un pasajero les tomó una foto y esa foto se difundió rápido entre periodistas. Ahí estaba el asesor, el rubio de casi 40 años, sonriendo y mascando chicle, con una nena en brazos y un bolso colgando de un hombro. Fin del misterio. Santiago Caputo dejó de estar en las sombras unas horas antes del debut de Javier en un debate presidencial.
En la víspera, la CNE le asignó a cada campaña un horario distinto para visitar la sala del Forum y ajustar detalles. Se supone que es el candidato el principal interesado en probarse en el escenario. Pero no fue Javier Milei sino su hermana la que hizo el reconocimiento por él. Karina paseó por el plató, chequeó las luces y preguntó a qué temperatura estaba la zona del escenario en ese momento, con las luces encendidas.
Alguien de la producción intentó tranquilizarla, dijo que estaban al tanto de su pedido y que se ocuparían. Karina insistió: “Es que hay que tener en cuenta que esto va a estar lleno de gente”. Luego se paró detrás del atril que le había tocado por sorteo a su hermano. “Esto no va”, sentenció Karina mientras señalaba la pequeña luz led ubicada al pie del micrófono. La lucecita había sido puesta ahí y en cada atril para que los candidatos pudieran tomar apuntes. Karina explicó que esa luz enceguecía a su hermano. Otra explicación posible es que el led, mínimo, le marcaría el buche. No importa, la sacaron.
Cada equipo disponía de una sala donde podía esperar a que llegara la hora de arranque del debate. Pero había lugares de uso común, como los baños. Karina y Bregman, la candidata de la izquierda, coincidieron frente al espejo y cruzaron miradas. Grifo abierto, agua que corre, el aire estancado hasta que El Jefe habló: “¿Querés maquillarte un poco? Puedo prestarte, tengo algo en la cartera”, ofreció la hermana de Javier. Bregman agradeció el gesto con una sonrisa y le explicó que ella, así como estaba, estaba bien.
Ese primer debate presidencial midió 42 puntos de rating, un montón. Para poner en dimensión el interés, la TV Pública superó la barrera de los 40 puntos cuando Argentina y Francia pateaban los penales de la final del Mundial en Qatar. Milei —que negó la cifra de 30 mil desaparecidos en ese primer cruce— y Massa acorralaron a Bullrich, que no pudo explicar su plan económico. Schiaretti habló de federalismo sin dejar de mencionar Córdoba, su provincia. Bregman dejó un hit en Santiago del Estero: “(Milei) No es un león, es un gatito mimoso del poder económico”.
Viajé a ese debate para elDiarioAR. Regresé a Buenos Aires en el mismo vuelo de Aerolíneas Argentinas que Bregman y Milei, y sus equipos. Pero Javier y Karina no hicieron el check in como nosotros —es decir, la fila, los documentos, la cinta de seguridad—, sino que el personal de la línea de bandera les dio prioridad y el tramiterío lo terminaron en el mostrador de la sala de embarque donde, al final, coincidimos todos. Milei esperaba unos metros detrás de su hermana, achaparrado y frágil, quizás por el cansancio de la campaña. “Kari, ¿mi documento lo tenés vos?”, susurró. Lo dijo en un hilo de voz, como si pidiera permiso o como si tuviera miedo. Karina ladeó la cabeza apenas: “Sí”. Y los hermanos salieron de la sala. “Suben rápido”, dijo la empleada de Aerolíneas Argentinas ante la queja de otros pasajeros.
Su llegada a la escalera fue interrumpida por el personal de pista que le pedía fotos. Milei ya había dicho que Aerolíneas Argentinas es una pérdida, un ápendice innecesario del Estado, un agujero negro que sale caro. Pero ahí estaba, haciendo su mohín de juntar pulgares y acercar el mentón al cuello. Me inquietó menos que le dieran prioridad en el embarque —aquí podría decir que sólo la casta que él desprecia es la que accede a esos privilegios— que el entusiasmo con que los empleados le pedían selfies. Un retrato con el verdugo mientras el cielo se desangraba en celeste, era tan dorado ese mediodía.
Una semana después, fue el segundo y último round entre candidatos antes de las Generales. En la Facultad de Derecho de la UBA, los temas definidos fueron seguridad, trabajo y producción, y desarrollo humano, vivienda y protección del ambiente. A puro golpe bajo y provocaciones, los candidatos buscaron opacar a los contrincantes más que lucirse con propuestas propias. “Cambiaste tu pasado de montonera asesina”, acusó Milei a Bullrich, que había ido con un ojo irritado. Karina estaba entre el público, a la izquierda del escenario. Había llevado a sus padres, Beto y Alicia, a que presenciaran el debate.
DTC