Así como los sabios del fútbol -Carlos Bianchi y Jorge Valdano, entre otros- alguna vez dijeron que cada triunfo garantiza un 10 o un 20 por ciento del triunfo siguiente, un título parece implicar algo más: una onda verde, una sinergia positiva. Impulsada por la Copa América conquistada en Brasil, la selección estrenó este jueves su flamante corona continental con un triunfo aún más claro en el juego que en el resultado. Muy dominadora en el desarrollo, y sólo con cierto suspenso por una diferencia que fue demasiado corta hasta los 25 minutos del segundo tiempo, el 3-1 final contra Venezuela en Caracas le permite a la Argentina acomodarse con mayor holgura en el largo camino hacia el Mundial de Qatar 2022.
La selección ni siquiera necesitó de la mejor versión de Lionel Messi, protagonista esta vez por ser víctima de una infracción tan grosera que quedará en el recuerdo. Los goles convertidos por los dos jugadores del Inter de Italia, el bahiense Lautaro Martínez sobre el final del primer tiempo y el tucumano Joaquín Correa sobre la mitad del segundo, más el tercero de Ángel Correa, agrandaron además una racha de 21 partidos sin derrotas que lleva el campeón de América. Las Eliminatorias seguirán este domingo a las 16 contra Brasil en San Pablo, en lo que será el partido más esperado de esta ventana, pero no una revancha de la reciente final. El jueves, en el regreso del público argentino a las canchas después de la pandemia (con entradas populares que irían desde los 2.500 pesos y plateas a partir de los 4.000), la selección recibirá a Bolivia.
El 3-1, tan amplio, quedó corto. La selección fue mucho más que una victoria: jugó con autoridad y mostró que, además de una suma de individualidades, también es un equipo. Ni siquiera debe bajarle el precio el caso atípico que Venezuela configura en la Sudamérica futbolística (Guyana y Surinam, que son estados asociados del Mercosur y formaron parte de los 12 países del subcontinente que crearon la UNASUR, participan en los Juegos Sudamericanos pero no en la Conmebol): es la única de las 10 selecciones que nunca clasificó a un Mundial y juega con una camiseta que no tiene los colores de su bandera.
En el poceado campo de juego de Caracas, Venezuela comenzó otorgando ventajas tan flagrantes que sólo era cuestión de esperar que Argentina encontrara la punta del ovillo para comenzar a construir su triunfo. De a poco, como si fuera una victoria segura, la selección llevó el partido a fuego lento. De tan cómodo por la derecha, Ángel Di María parecía estar jugando debajo de la Torre Eiffel en vez de en Venezuela. El jugador del PSG -o, mejor dicho, el héroe del Maracaná- tuvo dos situaciones clarísimas, una de ellas que tropezó contra el travesaño como la transmisión de TV chocó contra una señal que se cortaba a cada rato.
Aun con un Rodrigo De Paul diez metros más retrasado, el partido se tornó desde temprano en un asunto de un sólo equipo, un monólogo de Argentina que convirtió a Wiulker Fariñez -un arquerazo, de los mejores del continente- en el único sostén de Venezuela. La criminal patada de Adrián Martínez a Messi, una infracción que ya no suele verse en fútbol moderno -y que sí eran más habituales en los 80-, le permitió al VAR una reivindicación después de su errónea utilización en la Copa Libertadores. Lo insólito es que, por las dificultades técnicas, el sistema de revisión de jugadas estuvo a cargo del cuarto árbitro, al ras del campo de juego.
El primer gol llegó con arte: el pase de Di María, la habilitación clarividente de Giovani Lo Celso y los dos toques de Lautaro Martínez, uno para controlar y otro para definir a la red. La efectividad del ex Racing en la selección es extraordinaria: 15 goles en 30 partidos.
Once argentinos contra diez venezolanos, el segundo tiempo fue un entrenamiento en medio de uno de los campeonatos más difíciles del mundo. De nuevo: no habría que subestimar la amplitud final -maquillada por el descuento de Yerfeson Soteldo- por la falta de alcurnia del rival: muy pocos equipos terminan ganando con tanta autoridad en Venezuela. Es cierto que hubo un momento en que el mismo Soteldo, por las suyas, llevó algún tipo de peligro cuando el resultado estaba abierto, 1-0, pero a la Argentina le sobró tanto que ni siquiera sufrió ninguna amonestación. El tema de las tarjetas no importaba por este partido sino por el que viene, contra Brasil: once argentinos corrían el riesgo de no poder jugar en San Pablo si sumaban otra amarilla.
Argentina parece tener soluciones en el campo y en el banco: anotó el 9 titular, pero también dos de los jugadores que ingresaron en el segundo tiempos, los dos Correa. Y además regresó Paulo Dybala, después de dos años. Y contra Brasil volverán Leandro Paredes y Cristian Romero. Y el equipo titular parece fijo. Y Messi, aunque no haya convertido, está feliz, a lo campeón, como lo que es, en el Maracaná, en París y en Caracas.