Hay tres formas de leerlo. Una, como sugiere el título, saltando a gusto “de rama en rama”. Otra, en el orden temporal que establece la historia del deporte más apasionante del país desde 1867, cuando se jugó el primer partido en el Buenos Aires Cricket Club, en los Bosques de Palermo. La última, ingresando por el final y repasando, por medio de un código QR, los perfiles de los entrenadores ordenados alfabéticamente. Damián Didonato es periodista y autor de “El árbol genealógico del fútbol argentino”, un libro editado por Libro Fútbol que tiene el objetivo ambicioso de conocer mejor, aunque sin sentencias definitivas, la matriz filosófica, los estilos de juego, la ascendencia y descendencia de los entrenadores a lo largo de la historia del juego nacional. “Mi idea fue siempre tomar al fútbol argentino como un todo, desde sus inicios en 1867 hasta la actualidad”, dijo en una entrevista con elDiarioAR.
¿Qué cambios notó en las influencias y las ideas de los entrenadores en la medida que pasaron los años desde aquel comienzo en el siglo XIX?
Muchísimos porque, si bien al principio el rol del entrenador no existía, siempre hubo una especie de figura que organizaba al equipo. A veces era un jugador, otras un directivo. A partir de las décadas de 1920 y 1930 empezó a aparecer una especie de proto preparador físico que podía organizar mejor al equipo, pero todos los conjuntos jugaban, más o menos, a lo mismo con alguna diferencia en cuanto a cómo era, por ejemplo, ese futbolista líder. Las primeras influencias, por supuesto, surgieron de las formas de jugar que arribaron con el fútbol desde Inglaterra y Escocia. En el amateurismo, por ejemplo, el club Alumni, de los hermanos Brown, jugaba de una forma británica. Sin embargo, Racing, que fue campeón de siete torneos consecutivos, jugaba de una forma más criolla. Eso fue lo que pasó: el fútbol empezó a salir de los claustros, de los colegios, que eran donde jugaban los hijos de los inmigrantes británicos, y empezó a salir a la calle. Ahí tomó su aspecto argentino, que tiene que ver con la picardía, con la gambeta. Es el origen de una forma de juego que denominamos “la nuestra”. Sin embargo, hay que decir que no existe una “nuestra”, sino muchas “nuestras”.
¿En qué momento se puede determinar que comienza a constituirse el rol del entrenador como lo conocemos en la actualidad?
A medida que fue pasando el tiempo los entrenadores empezaron a tomar más importancia. El verdadero clic para que los DT pasaran a ser protagonistas de la historia es el Mundial de 1958, el llamado “Desastre de Suecia”, cuando el seleccionado argentino fue goleado 6-1 por Checoslovaquia y quedó eliminado del torneo. Aquella derrota modificó la filosofía del fútbol argentino. Hasta ese momento Guillermo Stábile había sido entrenador del seleccionado argentino durante 20 años al mismo tiempo que entrenaba a Huracán y a Racing; era un trabajo mixto. Stábile había jugado en Europa y trajo desde allí algunas cuestiones tácticas, pero, básicamente, la estrategia en la Argentina era “salgan y jueguen” con algunos peros. El “desastre de Suecia” hizo tambalear todas las estructuras y empezaron a aparecer los entrenadores como actores principales. Pero también hubo algo muy importante que fueron las visitas de equipos europeos como Everton y Tottenham, de Inglaterra, y del Ferencváros, de Hungría. Por ejemplo, Emérico Hirschl fue un entrenador húngaro exiliado en la Argentina, multicampeón con River, descubridor de varios grandes jugadores del momento y dueño de una forma de ver el fútbol desde la bohemia, la calle, los cafés... Menos físico, con más pases y creatividad que la forma de juego inglesa. Eso maridó bien con la manera de sentir argentina y fue el primer momento de compatibilidad 100% de la idea criolla con la europea. Más tarde, en los años 60, volvieron al país varios entrenadores que habían trabajado en Europa. Uno de ellos fue Juan Carlos Lorenzo, que lo había hecho con Helenio Herrera. En ese momento empezó a quedar más claro eso de buscar afuera lo que no había funcionado hasta el 58. Si con “la nuestra” nos fue mal, había que buscar soluciones en otro lado.
Durante muchos años, y quizá todavía siga vigente, las ideas del fútbol argentino quedaron divididas detrás de dos figuras, ambas campeonas del mundo: César Luis Menotti, en 1978, y Carlos Salvador Bilardo, en 1986. ¿Qué influencias tuvieron ambos en sus carreras? ¿Miraron al fútbol extranjero o fueron construyendo un estilo propio con una base importante de lo local?
Al principio podría decirse que ambos fueron influenciados por el fútbol local. Los dos tienen un mentor bastante claro. El de Menotti es el Miguel Antonio “Gitano” Juárez, exponente de la llamada “Escuela Rosarina”, que es de las ramas más importantes del fútbol argentino. Juárez era un tipo bohemio, que se apoyaba en lo lúdico del deporte. Menotti fue su ayudante de campo y así él empezó su carrera como DT. Pero Menotti tiene también otra una influencia clara de Rodolfo Kralj, un croata que no era técnico como tal sino una especie de dirigente con una visión muy clara del fútbol exterior. Fue colaborador de Menotti, sobre todo en la selección. Y la ascendencia de Bilardo fue Osvaldo Zubeldia, un entrenador muy estudioso y que utilizaba en sus equipos conceptos que venían de Europa.
Menotti y Bilardo fueron técnicos de cabezas muy abiertas; ninguno tenía una mirada sesgada sobre el juego. Después, dialéctica y mediaticamente, expresaron sus diferencias, pero sus equipos no eran el norte y el sur. Hay conjuntos de Menotti que se defendían mejor y otros de Bilardo que jugaban más al ataque. En el fútbol no se puede decir nada definitivo porque es un juego dinámico. Y sobre eso me propuse que el libro reflejara más las ideas y los conceptos que las cuestiones tácticas. No creo que la táctica sea lo más valioso del juego.
¿Podríamos decir que Bielsa es quien, de alguna manera, continúa, aunque con un estilo propio, esa línea de influencia de Menotti y Bilardo a nivel internacional?
Bielsa es un tema en sí mismo. No es para hacer un libro, sino 20. Lo han hecho y buenos. Bielsa es el personaje más complejo de todo este libro: el técnico con ideas más profundas para explicar y entender de todo el fútbol argentino. En general, todas las influencias de los entrenadores incluidos en “El árbol genealógico…” tienen que ver con entrenados que fueron marcados por otros cuando fueron jugadores. En el caso de Bielsa es más difícil porque tuvo una carrera muy corta como jugador profesional, pero su mentor, el hombre que lo apuntaló, fue Bernardo Griffa. Pero nadie más que Bielsa puede hacer lo que hizo con el fútbol argentino. No tiene tanto que ver con sus influencias o con quién trabajó, sino con una cuestión de su mirada personal. Hubiese hecho lo mismo desde otra profesión. Por eso termina siendo tan grande su figura más allá de los títulos. Me cuesta mucho dar sentencias definitivas sobre Bielsa porque es muy complejo. Es fácil decir que es la mezcla entre Menotti y Bilardo, pero no es tan simple como esa dos vertientes juntas. Hay un montón de cosas que se entrelazan, que tienen que ver con la naturaleza propia de Bielsa.
En el libro aparecen también otros entrenadores como Carlos Bianchi, Marcelo Gallardo, Carlos Griguol y Lionel Scaloni. A propósito, ¿qué influencias tiene Scaloni, quien parece tener menos experiencia y recorrido como DT que los otros mencionados?
Scaloni es contracultural. La forma en la que llegó a ocupar el cargo de técnico más importante del país, y de los más relevantes del mundo, fue contracultural. Porque uno piensa que el técnico de la selección tiene que tener una carrera muy destacada, muchos títulos y haber sido un gran jugador. Scaloni no tiene nada de eso. Llegó como podía haberlo hecho un técnico de los años 40 porque se llevaba bien con los futbolistas o porque alguien pensó que podía andar bien. Scaloni ya hizo historia y no solo por ganar la Copa América, un título que otros no ganaron. En una época de entrenadores sobre-escolarizados, universitarios y con pergaminos y diplomas aparece alguien como Scaloni, que dirige por primera vez una selección, arma un equipo con un idea de juego clara, tiene jugadores que le responden, sale campeón y genera una respuesta popular que en el fútbol es fundamental. Eso de llamar “la Scaloneta” a la Selección. El mentor de Scaloni es José Pekerman, a quien tuvo como entrenador en las selecciones juveniles de los 90. Esa incidencia se ve en una selección que tiene respeto por el buen juego, pero también se aprecia de forma clara en el manejo del grupo, en el trato con los jugadores. Probablemente éste sea el próximo paso de la profesión: que los entrenadores se alejen un poco del súper profesionalismo y la dialéctica para acercarse más al ser humano. Quizás Scaloni sea una muestra de algo que puede llegar a venir.