Inspirar desde el triunfo es el arma de seducción tradicional del deporte. Pero esta vez, en unos Juegos Olímpicos sin superhombres ni supermujeres acaparadoras de podios, la estadounidense Simone Biles también inspiró desde la derrota e, incluso, desde la imposibilidad de competir. La considerada mejor gimnasta de la historia, ganadora de cuatro medallas de oro en Río 2016, tuvo la valentía de referirse públicamente a los demonios mentales que la llevaron a abandonar en varias competencias de Tokio 2020. No fue la única atleta que habló de su salud mental, un tabú en el deporte, pero sí la más célebre. Una de las pocas argentinas autorizadas para opinar del tema (acaso la mayor referencia) es Nelly Giscafré, actual encargada del área de psicología en el servicio médico del CeNARD y con muchos años de trabajo al lado de Las Leonas y otros deportistas de nuestro país. Giscafré no está en Tokio sino en Buenos Aires, desde donde habla todos los días con varios de los atletas argentinos que, después de una atípica preparación interrumpida por el coronavirus, compiten en Japón.
Muchos dicen que los de Tokio 2020 son “los Juegos de la salud mental”. ¿Coincidís con esa mirada?
Los Juegos de la salud mental o de la insanidad mental (se ríe, y de inmediato vuelve a ponerse seria). Son unos Juegos completamente diferentes que pusieron a prueba todo, sí. Donde sobrevivió el más fuerte, sí. Son unos Juegos distintos porque le pasó de todo a la gente. Algunos no llegaron, algunos habían clasificado y quedaron en el camino, otros tuvieron Covid y no pudieron participar, y otros participaron pero se frustraron porque no tuvieron competencia. Si eso quiere decir “los Juegos de la salud mental”, eso sucedió. La mayoría llegó con entrenamientos muy raros para lo que suele ser. La preparación para los Juegos, también desde lo mental, no es de un día para el otro sino que tiene años de preparación. Hay que llegar muy enterito a los Juegos y éstos tuvieron un bache de un año en los que algunos se entrenaron en sus casas y no tuvieron competencia. Y eso, para la seguridad, fue fuerte. Entrenar la competencia es importante. Algunos llegaron quemados a los Juegos, unos cuantos.
Y eso ocurrió independientemente de nacionalidades y currículum, ¿no? Si le pasó a Biles, la sensación es que cualquier atleta puede ser víctima.
Exacto. Le pasó a Simone Biles, y ella lo explicó perfecto. Porque estos atletas de alto rendimiento son un reloj entrenando. Tienen un método que los ayuda a bancarse las presiones. El alto rendimiento siempre tiene una alta exigencia, y la tarea que hacemos los psicólogos deportivos es ayudar a las personas a estar muy conscientes de esos niveles de exigencia, que no se disparen. Cuando esta chica (Biles) dijo que enfrentaba demonios en su cabeza, no era otra cosa que la exigencia que no pudo sostener. Los niveles de exigencia disparados provocan una autoagresión. (Biles) mismo dijo que es muy importante tener ese autoregistro como para decir “no estoy para esta competencia”, y no ir. Ahí vienen las presiones del entorno, del país y de la dirigencia del deporte. Y la persona se da cuenta que no aguanta.
Cuando esta chica (Biles) dijo que enfrentaba demonios en su cabeza, no era otra cosa que la exigencia que no pudo sostener. Los niveles de exigencia disparados provocan una autoagresión.
¿Ves un hilo en común entre Biles y Osaka, la tenista japonesa que, tras haber hablado de las presiones y la importancia de la salud mental, encendió el pebetero en Tokio 2020 y perdió en su segundo partido?
Sí, bastante en común. Es cuando uno se aleja de uno mismo de tal forma que ya no se encuentra. Esa sensación es horrible. Ese nivel de tanta exigencia, de autoflagelo, sin control, te aleja de vos mismo. No podés creer convertirte en una persona que se maltrata, a nivel inconsciente claro, a sí mismo. La exigencia los quema.
La nadadora Delfina Pignatiello, después de quedar eliminada, recordó una entrevista previa a los Juegos en la que había dicho que tenía que disfrutar, y que creía que en Tokio le había faltado eso. A la vez, el entrenador de Los Pumas 7, Santiago Gómez Cora, dijo que todos le pedían que disfrutara, pero que él no podía: que cuando no estaba con el partido estaba con el entrenamiento o estaba con la preparación. Y que incluso después de la medalla de bronce estaba tan agotado que no podía. ¿Se puede disfrutar en un Juego Olímpico?
Pedirle a alguien que disfrute es una nueva exigencia. Disfrutar es una consecuencia, no una meta. No le podés poner una meta a alguien: disfrutá. Disfrutar es la consecuencia de un camino en el que vas resolviendo cosas, estando más maduro, más entero, más consciente, más seguro, y entonces disfrutás. Pero el alto rendimiento no tiene tanto de disfrute. Tiene muchísima exigencia, por eso creo que es muy importante prepararte psicológicamente y poder enfrentar las exigencias con criterio, ordenándolas, con convicción, poniéndote parates, pudiendo decir “no, ahora no”, en conexión con el cuerpo. Que te pidan disfrutar cuando no das más, cuando estás corriendo, en un momento de presiones, es una obligación más. Porque los deportistas se encuentran que, encima, tienen que disfrutar.
Antes de perder en las semifinales de Tokio 2020, el tenista serbio Novak Djokovic celebró que finalmente había conseguido que la presión no se le convirtiera en estrés. A Río 2016 había llegado como favorito y había perdido en primera ronda contra Juan Martín del Potro. ¿Cómo se consigue que la presión no se convierta en estrés? ¿Sólo con el tiempo?
Bueno, esa es “la” pregunta. La presión es pedirse a uno mismo lo que no puede dar, y eso ya de por sí es estresante. Hay que aprender a manejar la incertidumbre, ahí sí podés manejar el estrés de la competencia. Porque si vos te presionás y te pedís certezas y te pedís resultados.... los resultados son siempre inciertos. Nunca podés decir “voy a ganar, voy a hacer mi mejor marca”, porque no solo depende de vos, entonces hay una incertidumbre que tenés que manejar. Uno puede sentir confianza en que está muy bien entrenado pero certezas no podés tener. Solo Dios lo sabe.
Los dos grandes nombres de la natación en Tokio 2020, el estadounidense Caeleb Dressel y la australiana Ariarne Titmus, tomaron decisiones similares con sus redes sociales: él se permitió un máximo de 15 minutos al día en Instagram y ella directamente sacó de su teléfono las aplicaciones de Twitter, Instagram y Snapchat. ¿Las redes sociales no pueden ser otro factor de presión externa?
Hace tres o cuatro años hicimos un foro de psicólogos deportivos, organizado por el Comité Olímpico Argentino, en el que habló un especialista que atendía a los All Blacks. Ahí dijo con total convicción que era muy importante sacar las redes. Nosotros lo hicimos con Las Leonas en un Mundial (el de Londres 2018): se tomó la decisión en conjunto de no usar redes sociales. Pero es un tema complicado porque no se puede generalizar. El teléfono para algunos es distraerse, ver series o películas y contactase con su familia. Muchas Leonas son madres y necesitan estar en contacto con sus hijos.
¿Y específicamente en la interacción con los seguidores de Twitter o Instagram? Porque no dejan de ser chicos y chicas de 19, 20 o 21 años.
Puede ser un arma a favor o en contra. Lo importante es que, en los equipos, las decisiones que se tomen sean consensuadas. Pero igual no me parece lo más importante, para nada. Porque si una persona está bien, no le afecta demasiado eso. Y si está mal, le afecta cualquier cosa. Tiene que estar previamente mal para que le afecte tanto un comentario.
En la delegación argentina que viajó a Tokio 2020 hay médicos y kinesiólogos. ¿Hay psicólogos?
Lamentablemente, no. Lamentablemente, no.
¿Quién toma esa decisión?
Supongo que el Comité Olímpico (Argentino). Somos un departamento de psicología que preparamos equipos nacionales y que estamos preparados para ayudar psicológicamente a los deportistas a enfrentar la competencia. Los atletas viajan preparados, ahí (en Tokio o el lugar de competencia) contenés. La preparación psicológica es como la física y la técnica, no se hace de un día para el otro. En una charla no le das las posibilidades para enfrentarse a las presiones, pero estar en las competencias es muy bueno: contener, hablar y estar cuando el atleta necesita descargarse y manifestar sus miedos, le hace bien. Pero bueno, no se da. Yo he ido a los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 por las mías y porque Las Leonas me lo pidieron. Cachito Vigil (ex técnico de la selección femenina de hockey) trató muchas veces de llevarme pero no pudo. Los psicólogos no estamos, lamentablemente. A los próximos Juegos Paralímpicos sí viajará una psicóloga de nuestro equipo del CeNARD, Lorena Gaivizzo.
Los psicólogos no estamos, lamentablemente (en Tokio 2020). A los próximos Juegos Paralímpicos sí viajará una psicóloga de nuestro equipo del CeNARD.
Vos trabajás en el día a día, en el CeNARD, con muchos de los atletas que están en Tokio. ¿Cómo vivís los Juegos a la distancia? ¿Te comunicás con ellos?
Sí, claro, no me los pierdo a pesar del cambio de horario, que me mata. Hay que verlos por televisión y después seguir trabajando normal. Con los atletas hablo por WhatsApp. Los que quieren hablar, los que necesitan algo, estoy siempre. Y sí, estoy en contacto con algunos.
Por último, ¿es mayor el miedo a la derrota o la derrota en sí? ¿No hay algo aliviador, al final, en esa caída?
Esa pregunta es muy general porque depende de quién. Es muy personal la conexión con la derrota y el error o con el fracaso y el éxito. Yo creo que ningún deportista puede ganar si no aprende también a perder. La competencia tiene dos posibilidades, ganar y perder, y hay que saber ganar y perder. Si no, una persona pierde mucha energía enojado con la derrota. Los que llegan son los que saben trabajar la frustración mucho mejor. En el camino quedan los que viven del terror de la derrota y del miedo al perder, los que no saben enfrentar el perder, y eso es una parte que los deportistas y todos tienen que aprender. Pero hablás con los entrenadores y les espanta decir que tienen que aprender a perder. Y no, es imposible ganar si no sabés perder, porque te quedás en la frustración.
AB/CB