Este domingo se apaga el pebetero de Tokio 2020 y durante los próximos tres años, hasta París 2024, la gran mayoría de los deportes por fuera del fútbol volverá a desaparecer del radar o sólo será noticia por lo extraordinario o lo pintoresco. La cosecha de medallas, con una de plata y dos bronce, es el punto más bajo de los últimos 29 años, desde Barcelona 92: a pocas horas de que termine la actividad, Argentina está 72º en el medallero de Tokio, al igual que San Marino. Una lectura urgente abraza a los deportes colectivos, el hockey sobre césped femenino, el rugby y el vóley masculinos -hijos de la enorme cultura de clubes del país-, que otra vez salieron al rescate de la falta de política deportiva de un Estado con otras prioridades. Pero la actuación de un país en los Juegos Olímpicos tiene la lógica de los tsunamis: cuando las olas golpean en la costa, el origen telúrico se había iniciado mucho antes. La caída de medallas de Argentina en Tokio 2020 era previsible y está lejos de explicarse únicamente en la pandemia que alteró el entrenamiento de los deportistas.
“El balance no es bueno, eso es claro, y viene no siendo bueno”, se sincera Osvaldo Arsenio, voz autorizada para hablar de política deportiva en el país, independientemente de los últimos 17 días de súper acción en Tokio 2020: fue Director Nacional de Deporte entre 2004 y 2014 y es referencia de la natación mundial. “Políticas deportivas con continuidad en el país hubo una sola vez, con Perón, y lo digo sin ser peronista: nunca me afilié ni milité”, asegura Arsenio desde los suburbios de Leverkusen, Alemania, donde se radicó en los últimos años.
“Quizás Perón utilizaba el deporte, pero quién no. Estados Unidos y China lo hacen. El comunismo y Hitler lo hicieron”, dice Arsenio, a sus 69 años, todavía integrante de la secretaría honoraria de entrenadores de la FINA (Federación Internacional de Natación). “Los que dicen que no lo utilizan son los que nunca hicieron nada y creen que el deporte es un acto hormonal de la juventud, cuando en verdad es un elemento fundamental en la cohesión social, la cultura y la salud. Perón hizo una inversión en el deporte de alto rendimiento y profesionalizó hasta el waterpolo, pero además sostuvo el deporte social, creó infraestructura, inventó los torneos Evita. Y había una tercera pata: los medios ayudaban, la gente conocía a los esgrimistas y a los nadadores. Ahora se consume lo que dijo Riquelme”, asegura.
Para Jon Uriarte, que ganó una medalla de bronce con la selección de vóley en Seúl 88, el gran problema del deporte argentino comienza ahora, el día después de los Juegos: “No tiene sentido trazar un balance deportivo porque Argentina tiene entre cero y siete medallas desde tiempos inmemoriales -le dice a eldiarioAR-. La gran frustración argentina es cuando terminan los Juegos y al día siguiente no pasa nada más. Hasta dentro de tres años y 11 meses no se vuelve a hablar del tema”. Uriarte sabe de que habla: participó en cuatro Juegos, dos como voleibolista de Argentina y dos como entrenador de una de las principales potencias deportivas del mundo. “Trabajé ocho años en Australia, que solo tiene 25 millones de habitantes, y está sexto en el medallero. Y también conozco cómo trabaja Cuba, que en Tokio quedó en el puesto 13. Uno no tiene dinero y el otro sí, pero los dos tienen un sistema deportivo. En Argentina estamos en deuda en lo institucional”, dice el ex voleibolista.
Una cosecha sin oros
La ausencia de primeros puestos en Tokio 2020 contrasta con las tres medallas de oro de Río 2016, una de Londres de 2012, dos de Pekín 2008 y dos de Atenas 2004, cuando Argentina volvió a ganar un oro después de 52 años. Es como si todos supieran que alguna vez nuestro deporte volvería a dejar de ganar medallas de oro -una constante en la segunda mitad del siglo XX-, al punto que nadie en el ambiente parece sorprendido: las voces más representativas de las políticas deportivas del gobierno actual y del anterior coinciden en que éstos no eran los Juegos más esperados para sumar podios. Incluso recalcan que Argentina sumó seis diplomas, un certificado por escrito que reciben los ocho primeros clasificados, y que cualquiera de ellos pudo haber sido medalla: en básquet masculino, en equitación (Matías Albarracín, Fabián Sejanes y Martín Dopazo), en kayak (Agustín Vernice) y tres en vela (Sol Branz y Victoria Travascio, Facundo Olezza, y Cecilia Carranza y Santiago Lange).
“La performance es igual a la de Río”, reconoce el propio Diógenes de Urquiza, que fue director de la Agencia de Deporte Nacional (ADN) en 2019, el órgano con el que el macrismo reemplazó a la Secretaría de Deportes. “‘Ah, pero hicimos tres oros en Rio’, te pueden decir. Pero pará, Paula Pareto estaba entre las tres mejores del mundo. Santiago Lange y Juan Martín del Potro, también. Hoy en Argentina, ¿quién es uno, dos y tres del mundo? Ninguno. Por eso el rendimiento, técnicamente, fue el mismo”, dice el amigo personal de Macri, con quien fundó la Asociación Padel Argentino en 1988.
Política, pandemia y deporte
Pero si la exigua cosecha de medallas no parecen generar discordancias, las voces sí se disparan a polos opuestos en el manejo de la pandemia -un tema más coyuntural- y en cómo los últimos gobiernos encararon el deporte -de fondo-, los dos asuntos que replicaron en la actuación en Tokio 2020.
En sintonía con algunos atletas como el remador Brian Rosso, que después de su participación en Tokio recordaron que no habían podido entrenarse durante algunos meses de 2020, una de las principales voces deportivas del gobierno de Macri también destaca el tema de la pandemia. Según de Urquiza, “el coronavirus no fue una excusa sino una realidad, pero también es cierto que los deportistas se entrenaban sobre una mesa o en la pileta de la casa. Cuando dicen que no los dejaron entrenarse, tenían razón. ¿Y entonces cómo podían llegar lejos en los Juegos? Pero al mismo tiempo, en Tokio se rompieron récords mundiales. ¿Cómo lo explicás? Igual esto no es culpa del ministro de Turismo y Deportes (Matías Lammens) ni de la secretaria de Deportes (Inés Arrondo). Si de más arriba dijeron que el país no se abría, no se abría”.
En cambio, Claudio Morresi, secretario de Deportes entre 2004 y 2014, sale del foco de la pandemia: “Lo que uno puede cuestionar fueron situaciones que afectaron al deporte argentino a partir de medidas que se tomaron en el gobierno de Macri. Ojalá se puedan revertir algunas cosas pero algunos daños ya se han hecho”. El ex futbolista de River apunta, primero, a lo que una mayoría señala como el momento más importante fuera de las pistas y de los campos de juego en el ciclo olímpico que pasó entre Río 2016 y Tokio 2020, cuando el macrismo eliminó la autarquía del Enard en noviembre de 2017.
“Cuando Macri modifica el financiamiento del Enard empezó un claro perjuicio para las selecciones nacionales”, interpreta Morresi ante elDiarioAR. “Si el 1% de la facturación de las telefónicas ingresaba directamente al Enard, desde entonces entra a Rentas Generales y de ahí el Estado le vuelve a depositar al Enard una cifra que cada vez queda más desactualizada. No tengo la precisión pero ahora el presupuesto es un 60% menos. También es cierto que el actual gobierno, producto de la pandemia, no cambió esa decisión de Macri. A mí me gustaría volver al sistema anterior”, dice.
Esa decisión de quitarle la financiación directa al Enard es incluso considerada un error por de Urquiza, pese a que fue tomada por el gobierno al que pertenecía. Sin embargo, responsabiliza al gobierno actual por la situación: “Yo no estaba de acuerdo con esa decisión. Porque sabía que Mauricio iba a cumplir, pero no sabía si los que venían después iban a cumplir, y dicho y hecho. Yo era vicepresidente del Enard y, cuando nos fuimos en 2019, recibí el 90% del presupuesto, sólo no me pagaron dos cuotas. Ahora la plata no llega o llega cuando quieren ellos. Pero la idea era respetar lo anterior y cobrar lo mismo de lo que pagaban las telefónicas. En la época de Mauricio se cobraban 20 millones de dólares y ahora no tenemos ni 10. Yo no soy político, pero hoy vas al CeNARD y no pusieron un mango. La prioridad de este gobierno (el de Fernández) para el deporte fue cero”.
Uriarte, que se define como militante del Frente de Todos pero no ejerció cargos políticos, compara el discurso que los deportistas argentinos repitieron en Río 2016 y el silencio de este año, cuando muy pocos atletas agradecieron al Enard. “Era impresionante cómo los deportistas no se cansaban en Río de hablar de esa especie de ONG que la gente no sabía qué era, si hasta muchos preguntaba qué era el Enard. Y los deportistas lo mencionaban hasta por encima del país. Esa autarquía funcionaba porque al menos servía para planificar, pero ahí llegó el sablazo de Macri. Pasamos de un presupuesto de 45 millones de dólares al actual, que es un tercio. ¿Por qué el actual gobierno nunca le devolvió al deporte ese 1%? No tengo la menor idea”.
La importancia de los clubes
Morresi, a su vez, suma un segundo dardo contra la gestión anterior. “La base del deporte son los clubes, los barriales y los más grandes. De allí se detectan los talentos y luego pasan a las federaciones y a las selecciones. El tema es que esos clubes se vieron muy afectados durante el gobierno de Macri. Hubo tarifazos y se suspendieron clubes porque no podían pagar la luz y el gas”.
Aunque intenta matizarlo, Diógenes de Urquiza también acepta ese problema: “Cuando llegaron los aumentos de tarifas a los clubes, a muchos le devolvimos la plata. El tema es que, de los 10.500 clubes que teníamos registrados, sólo 1.500 estaban en regla. El resto no respetaba la ley, como no mostrar un balance, así que no podíamos. También los entiendo: si no podían pagar la luz, mirá si iban a poder tener un contador. A Kimberley de Mar del Plata le devolvimos todo, un año después. Sí, en el camino muchos (clubes) explotaron. ¿Pero cómo hacías si la ley no te lo permitía?”.
Tras un Tokio 2020 en el que el hockey, el rugby y el vóley aportaron las únicas medallas, y además el básquet se llevó un diploma, Arsenio acentúa el poderío de los clubes en los deportes colectivos pero también advierte de su flaqueza en el resto de las disciplinas. “Los clubes son auxiliares del Estado pero hay deportes que ya son un recuerdo (en los clubes), que están en vías de desaparición. Y es un tema, porque el 90% de las medallas que se reparten en los Juegos son de los mal llamados ‘deportes amateurs’, y sólo el otro 10% vienen del básquet, el rugby, el fútbol, el hockey, o sea, los deportes de conjunto, que nuestros clubes trabajan muy bien. Pero al resto de los deportes se le complica mucho. Cuando yo trabajaba en la secretaría, el presidente de la Federación de Pesas me dijo que, en todo el país, sólo un club le pagaba sueldo a un entrenador. Los clubes son importantes pero sin el Estado son insuficientes”.
En días de Tokio 2020, Uriarte habla de lo que pocos recuerdan: la experiencia de los Juegos Olímpicos de la Juventud que Buenos Aires recibió en 2018. “La ciudad no tiene subsecretario de Deportes y en ese torneo se gastaron millones de dólares, una fortuna que todavía no se sabe, un agujero negro. Y me pregunto, ¿cuántos atletas de los Juegos de la Juventud fueron a Tokio 2020? O cuantos siguieron en el alto rendimiento”, pregunta el ex voleibolista.
Ya con Tokio 2020 despidiéndose, los primeros Juegos Olímpicos sin oros para Argentina desde Sidney 2000, Osvaldo concluye: “Estos 70 años pasaron entre una sociedad desmovilizada en el deporte, que no tiene cultura deportiva, y una falta de inversión en el alto rendimiento y el deporte de base. Con el gobierno de Kirchner hubo una mejora, claramente. Se creó el Enard, volvieron los Juegos Evita y se sumaron algunos deportes más, y eso fue importante, pero no suficiente. Entre 2004 y 2014 hubo un oasis pero esa política de Estado no tuvo continuidad y la parte final no fue buena. Hace falta poner mucha plata porque estamos mal de infraestructura, pero también entiendo las prioridades porque hay muchas cosas que están mal en el país. De este gobierno, qué puedo decir. Le tocó un mal momento con la pandemia. Y las autoridades deportivas no han tenido ideas. O por los menos no las hicieron públicas”.
AB