El presidente Alberto Fernández decidió hace ya más de veinte días, el 17 de mayo, cerrar las exportaciones de carne vacuna por treinta días, aunque todos suponen que la medida durará más tiempo que ese. Fue su modo de pegar un golpe, sonoro y contundente, de alto impacto económico y político. La razón que esgrimió sería luego confirmada por algunas encuestas, como la que acaba de publicar el IPCVA (Instituto de Promoción de la Carne Vacuna): a mitad de mayo ese alimento había subido otro 6% y acumulaba 76% contra igual mes del año pasado. El precio promedio de un kilo de carne ya había llegado a 668,33 pesos.
Más allá de lo justiciera que parezca la medida y del pretendido argumento de defender el bolsillo de la gente, ha sido imposible en estos quince días de cepo exportador encontrar a alguien entendido del negocio de la carne que le haya dado la razón al Presidente, más allá claro de sus acólitos y de los militantes políticos. Además, muy pocos creen que esta prohibición producirá el efecto deseado sobre los precios, más allá de que algo puedan reducirse en el cortísimo plazo.
Incluso al interior del propio gobierno la decisión cayó bastante mal, pues resultó ser una visible desautorización a Matías Kulfas y a su secretaria de Comercio, Paula Español, que incluso había negociado un nuevo acuerdo de precios con los frigoríficos exportadores que casi no llegó a aplicarse, pues esta decisión de alto impacto hizo regresar todo a fojas cero. Mucho peor la pasó el titular de Agricultura, Luis Basterra, que se enteró escuchando las noticias.
En la historia de la industria frigorífica argentina, que arrancó en 1876, cuando por primera vez se transportó carne congelada (malamente, pues llegó casi podrida) hacia Europa a bordo del buque francés “Le Frigorifique”, a nadie se le había ocurrido nunca prohibir las exportaciones de carne. Las excepciones fueron Néstor Kirchner en 2006 y el actual presidente ahora. Pero fue Alberto el único que intervino en las dos decisiones, pues en la primera era jefe de Gabinete y le tocó negociar con las organizaciones agropecuarias un modo regulado del comercio. Para finales de 2009, cuando comenzaron a verse los efectos devastadores que ese cierre provocó sobre el stock ganadero (que se achicó 20%) y sobre los precios de la carne -que finalmente se triplicaron ante la escasez de hacienda-. ya se había ido del gobierno. Quizás por eso no se acordaba ahora de que esa receta no era aconsejada por nadie.
Para finales de 2009, cuando comenzaron a verse los efectos devastadores que ese cierre provocó sobre el stock ganadero y sobre los precios de la carne -que finalmente se triplicaron ante la escasez de hacienda-. Alberto ya se había ido del gobierno.
Juan Manuel Garzón, el economista jefe del IERAL, reconstruyó los pasos que dio el gobierno de aquel entonces y los que ha estado dando Alberto ahora y parecen dos calcos. Primero se aumentaron las retenciones a la carne (entonces lo hizo el ex ministro Roberto Lavagna en noviembre de 2005 y ahora lo hizo Guzmán ni bien asumió); luego se crearon permisos de exportación a los fines estadísticos (entonces Felisa Miceli creó los ROE y ahora se instrumentó un sistema de declaraciones juradas (DJEC) a través de una declaración jurada de Kulfas y Basterra) y finalmente se avanzó con el cierre compulsivo de los embarques (antes fue por 180 días y ahora se anunció por solo 30). Todos saben lo que viene ahora: una negociación con la industria frigorífica exportadora nucleada en el Consorcio ABC para intentar algún tipo de regulación de las exportaciones. De hecho, en los últimos días estuvo circulando un borrador en el que el Gobierno proponía dejar algunos cortes de consumo popular dentro del país y de esa manera reducir un 40% los volúmenes de carne a exportar este mes de junio. Respecto de cuánto: ahí las historias también son parecidas, pues en 2005 se había llegado a exportar 770 mil toneladas (el 25% de la producción total de carne) y ahora -en 2020- se exportaron 900 mil toneladas (un 28% del total).
Más allá de las semejanzas históricas, hay muchas cosas que no son distintas a aquel cierre de 2006, que finalmente fue en total solo unas pocas semanas y después devino en un sistema controlado que se extendió, con mayor o menor fuerza, hasta el cambio de gobierno de fines de 2015, y que tuvo consecuencias muy negativas para el negocio ganadero, según coinciden todos los análisis especializados.
Para empezar, era muy diferente la situación de la economía, pues aquella Argentina de Néstor Kirchner estaba saliendo vigorosamente de la crisis de 2001 y la exportación de carnes se veía fortalecida por un tipo de cambio posconvertibilidad que resultaba muy competitivo. Tanto, que en 2005 los frigoríficos brasileños comenzaron su desembarco en el país, comprando empresas significativas como el Swift y el Quickfood.
Los motivos que condujeron al primer cierre de las exportaciones de carne, por otro lado, podrían sonar a chiste si se compara la situación inflacionaria de aquel momento con la de ahora. En marzo de 2006, cuando Néstor arremetió contra los frigoríficos, la carne vacuna acumulaba una suba de apenas 15% en el mercado local, contra el casi 80% interanual que lleva subiendo ahora. Un agravante es que ahora no es la carne la única que aumenta sino que están bastante descontrolados casi todos los precios de la economía, salvo los que puede controlar el propio gobierno, a través de precios máximos. Con la carne, por la variedad de cortes, de categorías ganaderas y de actores que pululan en el negocio, esto parece de entrada imposible.
Tampoco es la misma argentina ganadera. El cierre de las exportaciones de Néstor se decidió pocos meses antes del mundial de fútbol de 2006, que se jugaba en Alemania, por entonces el principal cliente de la Argentina. Todavía hoy pueden escucharse los insultos de los importadores porque se quedaron sin el famoso bife argentino para atender a los miles de turistas que recibieron en ese momento y que se quedaron sin los cotizados cortes de la Cuota Hilton, que se arma con novillo engordado a pasto. Hoy, en cambio, apareció China importando proteínas animales a gran escala, de todos los países y de todos los tipos. Por eso en este cierre las cargas más afectadas son las que se confeccionan con la carne flaca y fibrosa de la vaca vieja, de descarte o “conserva”, un nombre que le quedó de la época en que su único destino eran las latitas de corned beef que preparaban los frigoríficos ingleses.
También cambió el contexto político y empresario. En 2006 el kirchnerismo recién estaba comenzando a definir su enemigos políticos y el campo estaba desprevenido: ni siquiera se había formado la Mesa de Enlace.
China, claramente el mercado más dañado por la decisión de Alberto, representa hoy el 75% de las exportaciones totales, y de su participación más del 80% es para ese tipo de carne, que tiene muy poca aceptación en el mercado local pero que en China gusta mucho, porque se sirve largamente hervida como parte de caldos y guisos. Dos de los cortes más demandados por China son el brazuelo y el garrón, que no son otra cosa que lo que nosotros conocemos aquí como el osobuco. Para ellos, eso es una exquisitez y por eso ahora llegan a pagar unos 7.500 o 8.000 dólares la tonelada (precio puesto en China), que es lo mismo que un argentino podría pagar por el lomo o el mejor asado de ternero.
También cambió el contexto político y empresario. En 2006 el kirchnerismo recién estaba comenzando a definir su enemigos políticos y el campo estaba desprevenido: ni siquiera se había formado la Mesa de Enlace, que nacería recién dos años después, en la aventura de las retenciones móviles a la soja. Esta vez, en cambio, los dirigentes rurales no tardaron ni 24 horas en declarar un paro ganadero (cese de comercialización de hacienda) que tuvo un llamativo alto acatamiento y se extendió por casi 12 jornadas. La Mesa de Enlace levantó la medida de fuerza el miércoles a la medianoche, para permitir un reabastecimiento de carne en un mercado que comenzaba a sentir los faltantes. Ofreció una tregua de cortesía al Presidente y le pidió una audiencia. Pero mientras tanto prepara la metralla para arrancar de nuevo con las protestas posiblemente esta semana.
No es, además, ese ruralismo desvencijado el único sector empresario que se anima a hacerle frente al gobierno. El Consejo Agroindustrial Argentino, un foro de más de 55 entidades y cámaras de las más diversas actividades vinculadas al agro, intervino con ánimo de intentar revertir la decisión presidencial, como ya había logrado hacer a principios de 2021, cuando se cerraron temporalmente las exportaciones de maíz. El Presidente, temeroso de romper su único lazo con el sector agroalimentario, los convocó el mismo miércoles y les prometió un espacio de negociación, que todavía no se concretó.
Incluso varios gobernadores, a diferencia de lo que había sucedido en 2006, se animaron a alzar su voz contra la decisión del gobierno central, y no solamente desde la Región Centro: a Córdoba, Santa Fe y Entre Ríos se sumaron, por ejemplo, voces disonantes desde Mendoza o Corrientes.
Las negociaciones paralelas que hasta aquí venía manteniendo el ministro Kulfas con los grandes frigoríficos del Consorcio ABC (entre ellos los grupos brasileños, que en 2006 recién empezaban a internacionalizarse y ahora dominan todo el comercio global de carne vacuna), fracasaron hasta aquí siempre por la misma razón: cuando elevan una propuesta, Alberto en persona se ha venido ocupando de rechazarla. “Las exportaciones seguirán suspendidas mientras los precios de la carne no bajen”, ha dicho varias veces por los medios el Presidente. A más de 15 días del experimento y luego del paro agropecuario, los valores de la hacienda no bajaron sino que subieron un pequeño escalón más, mostrando que el contexto es muy diferente al que quizás recuerde el Presidente de los tiempos en que era el jefe de Gabinete de Néstor.
El Consorcio ABC ha ofertado elevar las 6.000 toneladas por mes que volcó en el verano y las 8.000 toneladas del nuevo acuerdo de precios que no llegó a aplicarse, hasta 12.000 toneladas. Este volumen equivale a cerca de un 8% del consumo interno total.
¿Qué piden Kulfas y Español a los empresarios como prenda de paz para llevarle al Presidente? Que vuelquen grandes volúmenes de cortes que no exportan al mercado local, a precios más baratos, en los niveles que tenían en diciembre. Hasta aquí, en medio de una suerte de extorsión, el Consorcio ABC ha ofertado elevar las 6.000 toneladas por mes que volcó en el verano y las 8.000 toneladas del nuevo acuerdo de precios que no llegó a aplicarse, hasta 12.000 toneladas. Este volumen equivale a cerca de un 8% del consumo interno total y hasta ahí los números podrían cerrar, porque imaginando un subsidio de 100 pesos por kilo en manos de estos grupos privados, implicaría un costo de 12 millones de dólares. Es bastante más de la mitad de lo que el sector tributa hoy por retenciones.
A pesar de esa oferta, el propio Alberto se ha ocupado hasta aquí de esmerilar toda posibilidad de acuerdo. “No tengo ninguna duda de que después de 16 días de negociación, en donde me consta que los exportadores tuvieron un diálogo fluido e inteligente con el ministro Kulfas y la secretaria Español, la decisión del tema no pasa por el Ministerio de Desarrollo Productivo y ni siquiera por el Presidente sino que es una decisión de estrategia política que ya está tomada y se encuentra vinculada a las elecciones legislativas”, es el análisis que hizo el analista ganadero Víctor Tonelli este fin de semana. No es el único que piensa así. Casi todos los dirigentes del sector productivo piensan que estos movimientos oficiales apuntan a demonizar al sector agropecuario por la suba de los precios. Y ven detrás los hilos manejados por el Instituto Patria y La Cámpora. Mientras tanto, aturde el silencio de aliados del oficialismo, como Sergio Massa o Felipe Solá, que en su momento también criticaban con dureza estas intervenciones en los mercados.
ML