En términos generales, podemos decir que Keynes concluye que el mercado no genera automáticamente el pleno empleo y que las crisis pueden traer aparejados largos períodos de desempleo.
Esta situación amerita la intervención estatal para aumentar la demanda de bienes y servicios — por ejemplo, a través de la puesta en marcha de la obra pública— , que por la vía del multiplicador redundará en aliviar la situación y, en el mejor de los casos, volver a la senda del crecimiento. El multiplicador es un mecanismo que mide cuánto empleo se genera cuando se incrementa la inversión; hacer un puente requiere contratar a trabajadores, esto es pagar salarios; los salarios van al consumo, se demandan bienes, que necesitan de más trabajadores y así.
En cambio, Hayek ve la intervención del Estado y los programas de gasto público como una incitación a la inflación y, por tanto, a nuevos problemas económicos.Allí donde Keynes ve ese círculo virtuoso de producción y trabajo, Hayek observa que la presión sobre los bienes aumenta su precio.De trasfondo está la teoría del dinero.Para Hayek, la tasa de interés cumple un rol fundamental, dado que incrementar el ahorro traería consigo más inversión en bienes de capital.Para Keynes, esto no es tan lineal y directo.Desde su perspectiva, las distintas formas para las que se demanda el dinero pueden escapar a la tasa de interés, y un incremento del ahorro podría no redundar en inversión y, por el contrario, generar una contracción económica.Los animal spirits deprimidos por falta de visión de futuro, incertidumbre o desconfianza, podrían desalentar la inversión privada.
A los ojos de Milei, la Teoría general…, de Keynes, es un episodio muy importante en la trayectoria de la Escuela Austríaca porque Hayek “menosprecia el impacto que podría tener un pésimo libro, pero escrito en favor de políticos mesiánicos, ladrones y corruptos [...] el libro de Keynes es basura desde un punto de vista teórico [...] Hayek decía que el libro era tan malo que no valía la pena ni discutirlo [...] Pero la Teoría general… [...] es un libro brillantemente escrito, perversamente convincente, donde además dejaba de manifiesto la personalidad de Keynes, quien frente a un mismo evento siempre tenía dos opiniones absolutamente distintas [...] Es claro que Hayek podría haber refutado al nefasto panfleto sin mayor dificultad.No lo hizo, y el libro de Keynes se convirtió en referente por varias generaciones.Ante esto, Hayek, que tenía una personalidad endeble, se deprimió y, es más, frente al éxito de la Teoría general…, decidió cambiar el curso de su programa de investigación.De esta forma, la Escuela Austríaca quedó desprestigiada también en el plano teórico”.
El éxito del keynesianismo no se debió a la genialidad de Keynes en señalar problemas teóricos del marginalismo, sino más bien en ofrecer un armazón conceptual a medidas que de hecho ya se estaban tomando. Escribió sobre cómo se reconfiguraba el Estado para garantizar la viabilidad de la acumulación capitalista, movilizando el capital e interviniendo en los desajustes provocados por la alta volatilidad del capital ficticio, algo novedoso en ese momento, y que hoy vemos más cotidianamente; en 1929 hubo una burbuja financiera.
Será John Richard Hicks quien reconcilie estas posiciones en disputa. En “Mr.Keynes y ‘los clásicos’” (1937), Hicks sostiene haber encontrado una nueva síntesis en el pensamiento económico, conciliando en un solo modelo los postulados de la economía marginalista con los de la keynesiana. Sobre esta base se construyó luego la síntesis neoclásica-keynesiana, más conocida como el modelo IS-LM, un artefacto sencillo que permite organizar diversos escenarios y visualizar sus resultados. Recuerdo que Kicillof, en su época de programador y antes incluso de ser doctor en Economía, había armado un pequeño jueguito electrónico — seguramente en algún lenguaje básico de computación de los que manejábamos allá por los tempranos años 2000— que permitía incrementar el gasto o la inversión, modificar distintas variables y, en función de eso, ver el desplazamiento de las curvas y los resultados obtenidos. El modelo IS-LM sigue siendo aun hoy uno de los elementos básicos en la formación de un economista. Pero, como todo modelo, una simplificación poco fiel a la realidad y a las ideas originales.
Este matrimonio de hecho, bendecido por Hicks, entre lenguajes y filosofías tan opuestas, provoca el rechazo de Milei a los neoliberales: tienen a Keynes adentro. “El problema esencial de Occidente hoy es que no solo debemos enfrentarnos a quienes, aun luego de la caída del Muro y la evidencia empírica abrumadora, siguen bregando por el socialismo empobrecedor, sino también a nuestros propios líderes, pensadores y académicos que, amparados en un marco teórico equivocado, socavan los fundamentos del sistema que nos ha dado la mayor expansión de riqueza y prosperidad de nuestra historia. El marco teórico al que me refiero es el de la teoría económica neoclásica, que diseña un instrumental que, sin quererlo, termina siendo funcional a la intromisión del Estado, el socialismo y la degradación de la sociedad. El problema de los neoclásicos es que, como el modelo del que se enamoraron no mapea contra la realidad, atribuyen el error a supuestos fallos del mercado en vez de revisar las premisas de su modelo”, expuso Milei en el Foro de Davos, en enero de 2024.
La revolución keynesiana produjo un “aggiornamiento” de las ideas marginalistas. El reconocimiento del Estado como actor en el sistema económico generó que los viejos postulados de libre mercado, sin intervención o con Estado mínimo, se transformaran. El pensamiento neoliberal funda una de sus premisas en que el Estado sea eficiente. Es decir, los propios órganos estatales deben someter su lógica a los mismos criterios que los de una empresa y, en tal caso, maximizar los “beneficios sociales” al menor costo posible.
En uno de esos delirantes metaversos que nos propone la IA cada mañana, seguro hay un futuro escenario electoral donde se enfrentan un economista keynesiano y otro hayekiano, cada uno listo para defender su propio microverso de verdades absolutas. De un lado, la promesa de rescatar la economía a fuerza de billetes con un Estado recargado; del otro, la promesa de terminar de desconectar hasta el último cable del sector público y el cierre, por fin, del BCRA. Ojalá sea en un buen estadio y con todos los efectos especiales que merecemos.