La acción concertada global que reclamaba a comienzos de 2021 el Banco Internacional de Pagos (BIS, según sus siglas en inglés) a las autoridades monetarias del planeta para impulsar las divisas digitales tomó un inusitado impulso. Hasta el punto de que este año las denominadas CBDC, acrónimo de Central Bank Digital Currencies, podrían ser una realidad en la arquitectura internacional de pagos y en los distintos sistemas de transferencias nacionales.
Una reciente encuesta del BIS –institución de la que emana la regulación bancaria mundial, pero también huésped del G-10, el foro de los grandes bancos centrales– asegura que el 86% de las entidades emisoras de todo el mundo están en la carrera de las divisas digitales. Aunque aún ninguno de los más poderosos de la órbita industrializada –ni la Reserva Federal, ni el BCE, ni el Banco de Inglaterra (BoE) o el de Japón (BoJ)– decidieron desconectar el dinero en efectivo de sus mercados. En 2018, dos terceras partes de los bancos centrales decidieron emprender sus primeros prototipos de divisas digitales.
Ya hay países como Bahamas o sus vecinos del sur (Sant Kitts y Nevis, Antigua y Barbuda, Santa Lucía y Granada) que están a punto, en los dos primeros casos, o ya alumbraron sus monedas telemáticas. La digitalización de los servicios en la industria financiera absorbió el boom de la venta online de la Gran Pandemia. A lo largo de 2020 –último ejercicio completo contabilizado–, Business Wire, firma de investigación de mercados, calcula que se movilizaron 5,4 billones de dólares en transferencias digitales, el tamaño de los PIB conjuntos de Alemania y España, con una proyección de repunte del CAGR (tasa de crecimiento compuesta anual) del 11,21% entre 2021-2026; año, este último, en el que el volumen global alcanzaría los 11,29 billones.
El ciclo de negocios post-Covid será digital. Quizá uno de los mensajes más elocuentes de este cambio de paradigma sea el del responsable de pagos de JP Morgan, Takis Georgakopoulos, para quien las transferencias online “se están comiendo el mundo” y “nadie que no reconozca este fenómeno se podrá adaptar o lograr la supervivencia de su negocio o empresa”.
Aun así, desde la Reserva Federal y, en menor medida, en el BCE, se apela a la prudencia. Jerome Powell viene restando importancia a una carrera a la que se niega a tildar de contrarreloj. Lo trascendental –avisa el presidente de la Fed– “es ir en la dirección correcta” con el dólar digital, “más que ser el primero”. Sus últimos informes hablan de que una divisa telemática con ribete regulador y supervisor oficial es “más aconsejable” que cualquier otro criptoactivo, pese a que pueda suponer alteraciones en su tacticismo monetario, en sus reservas de divisas, en la fiscalización de su sistema financiero o en el análisis de inflación y, por ende, de los tipos de interés. Powell se mantiene “a la espera de la postura del Congreso y de otros agentes implicados”, según expresa el último comunicado de la Fed; es decir, que el dólar digital sigue sin hoja de ruta definida.
China toma ventaja con el e-CNY
No como el yuan, que emprendió su primer proyecto piloto digital en diciembre de 2019, antes de la declaración oficial del Covid-19 como pandemia global, y que evolucionó rápido. Según el Banco Popular de China (PBoC), en julio pasado, había ya 21 millones de carteras digitales con denominaciones en yuanes en más de 70 millones de transacciones. Por si fuera poco, durante los Juegos Olímpicos de Invierno de Pekín, actualmente en curso, se puede pagar con e-CNY, el yuan electrónico, además de con visa, dinero físico o un crisol de aplicaciones de móviles.
Todo un escaparte para la primera divisa digital de una gran economía que, además, pone en entredicho la competencia de la Fed y del e-dólar. Sobre todo, porque expertos en este tipo de transacciones como Yaya Fanusie, ex analista de la CIA y actual investigador del Center for a New American Security, creen que este avance catapultará aún más la riqueza individual, empresarial y nacional de China “en tiempo real, con métodos técnicos y de intercambio de datos aceptados y eficaces desde hace varios años”. “China facilita las transferencias globales, EEUU aún no” señala a Bloomberg. Una combinación de “ansiedad hacia China y de excitación hacia las divisas digitales” por parte de la Casa Blanca son las razones con las que Fanusie explica la reticencia de demócratas y republicanos para encargar a la Fed su respuesta.
Una Central Bank Digital Currency es más que un acuerdo entre partes. Dependiendo de la tecnología, puede utilizar un token electrónico o habilitar una cuenta bancaria apoyada por un banco central, sin que “haya motivos para exigir un depósito de fianza o un seguro ni para dudar de que el sistema de pagos pueda fallar”, aclaran sus defensores. Como Jamie Dimon, presidente de JP Morgan, para quien tanto pymes como multinacionales y clientes de todo tipo “ya nos piden que movilicemos más de 8 billones de carteras de inversión, con 52 millones de transferencias diarios, con métodos de pagos digitales”; el 99% de las peticiones “y el 78%, en tiempo real”. Tampoco resulta un modelo novedoso, ya que operan con él desde hace años Pay Pal, Zelle o Apple. Incluso desde think tank conservadores, como el Center at the Atlantic Council, se incide en que es “la fórmula más rápida, barata y segura de transmitir dinero”, cree Josh Lipsky, que dirige su GeoEconomics.
Mientras, desde la puerta trasera americana, el primer ministro de Jamaica, Andrew Holness, avanza que el e-JMD, el dólar digital jamaiquino, será operativo este año. A pesar de que el DCash, la versión digital del dólar de las naciones caribeñas orientales, haya estado fuera de servicio dos semanas por una caída de servidores. Y desde el FMI se hayan redoblado sus advertencias hacia la peligrosa decisión del presidente salvadoreño, Nayib Bukele, de reconocer a bitcoin como la moneda de curso legal en su país mientras negocia una línea crediticia con el Fondo y se dispone a vender bonos soberanos denominados en este criptoactivo.
Europa avanza al ralentí
En Europa, cuna de la primera moneda acuñada de la historia –la de César Augusto, el primero de los emperadores romanos, en la que figuraba un delfín entrelazado en un ancla con el lema de apresúrate lento (festina lente)–, el BCE parece avanzar bajo esta máxima. Desde junio pasado es oficial la apuesta por el euro digital, en la que no se descarta la tecnología blockchain. Bajo los designios del prototipo mBridge del Banco Internacional de Pagos, que utiliza la plataforma de código abierto de la criptomoneda Ethereum, cuya cúpula le dio “respaldo oficial” al precisar que es un sistema que “puede ayudar a reducir los costes de las transferencias transfronterizas”.
De hecho, esta institución emprendió en otoño un plan concertado con los bancos centrales de Australia, Malasia, Singapur y Sudáfrica para poner en marcha esta plataforma digital de pagos de alcance global. El experimento se contempla también como una declaración de guerra hacia las criptomonedas. En línea con las declaraciones de Christine Lagarde, presidenta del BCE, que acaba de considerar al bitcoin como “moneda irreal”, mientras ve “sumamente improbable” que las autoridades monetarias asuman estas divisas en el futuro. Por su parte, el Consejo de Estabilidad Financiera (CEF), el máximo organismo regulador, adscrito al G-20 e integrado por sus banqueros centrales, acaba de emitir una nota en la que alerta de que las vulnerabilidades de los criptoactivos amenazan la estabilidad financiera internacional por sus desajustes de liquidez y sus altos riesgos crediticios: el valor de las más de 8.500 criptomonedas ha llegado a superar los 3 billones de dólares.
La intención declarada del BCE es la de una cohabitación pacífica del euro digital con monedas y billetes físicos. Fabio Panetta, la voz de Fráncfort sobre el e-euro, resalta que será más atractivo que cualquier otra opción de pago para amortiguar las presiones socioeconómicas que reclaman su pronta entrada en liza. Sin embargo, la calma se apoderó del comité ejecutivo del BCE, que situó el lanzamiento oficial del euro digital en 2026. A pesar de que desde el pasado julio la empresa estatal Iberpay, el gestor del sistema nacional de pagos, tenga listo un proyecto de dinero digital tokenizado bajo control del Banco de España y la participación del sistema bancario español.
El año 2022 dio el pistoletazo de salida. En Wall Street se suceden las reivindicaciones para que la Fed acelere la puesta en escena de la “mayor fuerza disruptiva en el horizonte” en el sistema financiero, alerta Goldman Sachs, dado que seis de cada 10 bancos centrales están testando sus divisas digitales en “la fase profunda del proyecto” y un 14% tienen ya sus programas piloto, admite el BIS. “La batalla del Digital Money 2.0 ha comenzado”, avisan en Citigroup y será como “la Carrera Espacial o una Guerra Fría Monetaria”, aunque “no será un juego de suma cero, sino que tendrá gran margen de maniobra”, los avances y los gestos serán determinantes, dicen.
Esta lectura puso en alerta a las autoridades de países como Suecia, Suiza, Noruega o Canadá, en disposición de seguir un posible efecto dominó de la Fed, el BCE, el BoE, el BoJ por sus firmes avances en sus divisas digitales si la carrera se acelera. Al igual que han hecho naciones como Camboya y su Bakong, su divisa digital operativa desde octubre de 2020 con tecnología blockchain de la firma japonesa Soramitsu.
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