“Estados Unidos volverá a ser una nación manufacturera, y tenemos algo que ninguna otra nación manufacturera tendrá jamás: la mayor cantidad de petróleo y gas de cualquier país de la Tierra, y vamos a utilizarlo”, desafió este lunes Donald Trump en el discurso inaugural de su segunda presidencia. Es decir, reforzará el proteccionismo industrial de su primer gobierno, que se profundizó a su vez con su sucesor y ahora antecesor Joe Biden, y prueba de ello es que inició su nuevo mandato imponiendo aranceles del 25% a sus dos socios en el Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Al mismo tiempo, haciendo caso omiso de la crisis climática, promete usar la energía de su país para abastecer sus fábricas. Aunque sea el único aliado relevante que a Trump le quedó en Latinoamérica (ni hablar de Luiz Inácio Lula da Silva, Claudia Sheinbaum, Gustavo Petro, Gabriel Boric o Nicolás Maduro), pese a que comparten la ideología de ultraderecha, a Javier Milei nunca se le escuchará una defensa así de la industria ni se le ocurre usar Vaca Muerta para promover el desarrollo manufacturero local. Al contrario, está en plan de abrir un sector excesivamente cerrado a una competencia feroz a la que está poco acostumbrado, entre bajas de aranceles, reducción de medidas paraarancelarias como los antidumping, facilitación de las importaciones por comercio electrónico y por puertos y sobrevaluación del peso.
Milei promete un tratado de libre comercio con EE.UU., aunque habrá que ver si Trump lo acepta o si lo hace pero poniendo barreras como contra México y Canadá. Incluso está dispuesto a romper el Mercosur, pese a que Brasil, décima economía mundial, es el principal destino de las exportaciones argentinas. Todo sea por acceder al mayor mercado global, aliado geopolítico, actual cuarto comprador de bienes argentinos, la mitad de los que adquiere el socio mayor del Mercosur.
En la cúpula de la Unión Industrial Argentina (UIA) prevalece la timidez para alertar que Milei va a contramano de Trump en materia manufacturera, mientras el resto del mundo, incluida Europa reacciona protegiéndose. Es cierto que el mercado argentino estaba cerrado en demasía, lo que permitía que unos pocos se enriquecieran a costa de más inflación, pero la adicción argentina al péndulo del proteccionismo extremo a la apertura total en otras latitudes no se ve. Milei había prometido que abriría la economía cuando bajara impuestos y abaratara el empleo con flexibilización laboral, pero por ahora sólo eliminó el impuesto PAIS y aplicó una reforma acotada de las leyes del trabajo, pero sí se ha abierto a la importación. Algunos dirigentes del comité ejecutivo de la UIA se atreven a alzar la voz.
Guillermo Moretti, vicepresidente regional de la entidad fabril, teme un “industricidio”, un término que ya se usó en la última dictadura militar y en los gobiernos de Carlos Menem y Mauricio Macri. “Desde la UIA pedimos nivelar la cancha. Elaboramos un informe de productividad y puertas adentro de las fábricas estamos bien posicionados con respectos a los países más industrializados, incluso mejor que Brasil y México, con plantas como la de Toyota en Zárate, una de las más competitivas del mundo, pero cuando agregás impuestos, cargas y fletes ya quedamos afuera de competencia”.
“Hasta el yogur es más barato en Brasil que acá -sigue Moretti-. Si encima los otros países elevan su producción y nosotros nos abrimos, los productos importados van a estar más baratos acá, y no sólo hablo de manufacturas, sino de tomates paraguayos o limones egipcios que están entrando. No podemos producir así. Encima tenemos retenciones para exportar. Hay industriales que ya lo vivieron con Macri y están empezando a importar”. Por ejemplo, algunas fabricantes de pequeños electrodomésticos, un sector que el ministro de Economía, Luis Caputo, acaba de abrir quitando medidas antidumping con el argumento de bajar los precios.
Para Moretti una salida del del Mecosur constituiría una “locura”. Allá van las manufacturas argentinas, desde autos y autopartes hasta materiales eléctricos y lácteos, como también trigo y petróleo. “Estamos a favor del Mercosur y acabamos de negociar en conjunto un pacto con la Unión Europea”, alertó el empresario sobre una reacción negativa del Viejo Continente.
Milei aclaró que primero intentará convencer a Brasil de que cada socio del Mercosur haga acuerdos por su cuenta, de modo de dejar vía libre a un acuerdo con EE.UU.. Por ahora Lula rechaza esta opción. “Un tratado con EE.UU. no puede entrar en vigencia en menos de cuatro años y el tema es que nosotros competimos en todo con ellos, desde los productos primarios hasta industriales. Además, ¿cómo vamos a hacer un tratado cuando Trump pone trabas? ¿Ellos van a poner trabas y nosotros nos abrimos?”, se pregunta el industrial santafesino que fabrica manufacturas de plástico, incluidos tanques de agua.
Despidos
Todavía Trump no puso en marcha su vuelta de tuerca proteccionista, pero en los últimos meses se suceden las malas noticias para la industria argentina. En el último mes relevado por la Secretaría de Trabajo, octubre pasado, el empleo manufacturero retrocedió 2,3% interanual.
La láctea Sancor profundiza su crisis de años y está enviando hasta 300 telegramas de despido. La fabricante japonesa de neumáticos Bridgestone echó en 2024 a 450 empleados y ahora negocia para deshacerse de otros 290. Su competidora Fate despidió a un centenar en mayo pasado y después arregló otras 200 desvinculaciones. El año pasado la alemana Volkswagen desvinculó a 300, mientras que su compatriota Mercedes-Benz evita expresarse sobre los rumores de un eventual cierre de su fábrica de González Catán, donde produce camionetas.
La norteamericana Ford acaba de anunciar que traerá el SUV Everest desde Tailandia y reconoce que no lo produce en la Argentina por una cuestión de costos. La autopartista japonesa Pilkington echó a 12 trabajadores, mientras fuentes de este sector reconocen que en 2024 cayó un poco el empleo y se teme un 2025 negativo por el bajo contenido local de los nuevos proyectos automotrices y la suba de importaciones en el mercado de reposición. En la luxemburguesa Acindar, que va de suspensión en suspensión, hay 200 puestos en riesgo. El frigorífico avícola Tres Arroyos está despidiendo a 50 en Concepción del Uruguay, Entre Ríos. En la tripería Euro SA, de Villa Gobernador Gálvez, Gran Rosario, echaron a 75. En la textil Mom Sports, de Catamarca, 23. En la productora de gases industriales Linde Praxair, diez, al igual que en la refinería de la neerlandesa Shell.
La fabricante brasileña de zapatillas Dass, que produce Adidas, Fila y Nike, cerró su planta de Coronel Suárez, Buenos Aires, y dejó en la calle a 360. En Chubut, la pesquera Puerto Rawson, a 11. En Llavallol, la empresa de margarinas y aderezos Dánica iba a cerrar y despedir a 150, pero el gobierno de Axel Kicillof subsidiará los salarios para que reabra. En el sector de maquinaria agrícola niegan versiones de despidos y cierres. En octubre pasado, la química estadounidense Dow bajó las persianas en Puerto San Martín, Santa Fe, y dejó en la calle a 40.
José Luis Cintolo, vocal de la UIA y socio de Cintolo Hermanos Metalúrgica, reconoce que en su sector el año pasado la producción cayó 15% y el empleo, 5%. “A nivel industrial, va a ser negativo lo de Trump. EE.UU. es el supermercado del mundo y, al cerrarse, China y sus satélites en Camboya, Tailandia, Malasia o India buscan alternativas, no en el mismo volumen, pero de a poco se meten en puertos donde le dan apertura. Las consecuencias de esto las pagarán los de abajo”.
Cintolo continúa: “La Argentina estaba en un contexto donde había que acomodar asimetrías, con un Estado sobredimensionado e inactividad en parte del sector industrial, pero ahora el Gobierno hasta quiere empezar a importar maquinaria usada. En la metalurgia que provee al petróleo y gas había una fuerte demanda hasta mediados de 2024, con el gasoducto Néstor Kirchner, incluso se sumó personal, pero ahora cuesta mantenerlo por la competencia asiática. Con el RIGI (Régimen de Inversiones de Grandes Inversiones), los proyectos están obligados a contratar el 20% en la Argentina, pero vendrán productos enlatados”.
La situación, dice, podría empeorar si la Argentina se retira del Mercosur: “Brasil es uno de los mercados a los que la Argentina apuesta y hoy está pegando la vuelta y cerrándose a China. No creo que podamos vender en EE.UU. si se nos cierra Brasil, menos con este tipo de cambio, con retenciones y con un Estados Unidos que siempre ha sido proteccionista, pero que con Trump lo declara a viva voz”.
“La Argentina va a contramano de mundo, que prioriza el empleo local y la producción nacional en una disputa global sobre dónde se producen las manufacturas”, comenta la directora ejecutiva de la Federación Industrial de Santa Fe (Fisfe), Sol González de Cap. “Arrancó China, después India y entonces EE.UU. encendió la alarma por la deslocalización del empleo. La Argentina no puede vivir con uno o dos sectores, necesitamos más para que 30 millones puedan trabajar. Pero no hay política para bajar el costo argentino, los impuestos que se superponen y se tardan de devolver, los de la infraestructura, que es fundamental en un país con esta extensión territorial”, se refiere al octavo más grande del planeta.
“Además, la cuestión financiera, con un bajísimo financiamiento productivo. Sumale el tipo de cambio, que está atrasado si de un día para el otro se te da vuelta la balanza comercial”, agrega González de Cap y cita el aluvión de veraneantes argentinos en el exterior. Un editor de uno de los principales diarios económicos que pasa sus vacaciones en Punta Cana lo describe así: “Es más barato venir acá que a Mar del Tuyú. Cuando ves gente acá con la camiseta de Chicago o Chacarita es porque el tipo de cambio está bajo”.
“La competencia en el mundo tiene estas variables más ordenadas”; compara la directora ejecutiva de Fisfe. “Ya se están perdiendo fuentes de trabajo, aunque no hay una situación crítica como antes porque hay monotributismo. Pero ya la Argentina viene perdiendo posiciones por cantidad de bienes que exportamos al mundo, vamos camino a seguir perdiendo cantidad, diversidad y a quedar más primarizados. Hay que ver si las importaciones tienen consecuencias a nivel empleo y capacidad productiva, que es difícil reconstruir. Hay empresas que se transforman de industriales a importadoras”, lamenta González de Cap. También alerta sobre salir del Mercosur para pactar con EE.UU.: “Con EE.UU. somos economías no complementarias. Para nuestra industria, perder Brasil sería un desastre, empezar a pagar arancel ahí en un negocio con tan poco margen te deja afuera”.
AR/DTC