Los empresarios y funcionarios que hablan con frecuencia con Javier Milei lo ven obstinado y satisfecho. Está obsesionado con bajar el déficit fiscal y la inflación y considera que lo está logrando. Y eso que el equilibrio de las cuentas públicas del primer bimestre del año difícilmente pueda extrapolarse a todo 2024. Incluso los bancos extranjeros que más se entusiasman con su disciplina fiscal consideran que no se logrará el déficit financiero (después del pago de intereses de deuda) este año, pero quizás sí el primario (antes de abonar esos intereses). Y eso que la inflación sigue tan mal como en los peores meses del anterior gobierno: fue del 12,7%, según C&T Asesores Económicos. Aunque el Presidente dirá que en su gobierno están corrigiéndose los precios que estaban atrasados, como el dólar y las tarifas. Pero lo que el economista libertario no ve, o al menos no comenta, es sobre la profunda recesión en la que está hundiéndose la economía a partir del mayor salto inflacionario y el ajuste fiscal.
Incluso algunos de los popes de la Unión Industrial Argentina (UIA) ya hablan de “depresión”, en lugar de recesión. Se trata de un término que no se usaba desde la crisis socioeconómica y política de 2002. “Es una depresión, absolutamente”, comenta uno de los máximos dirigentes de la UIA, más allá de la influencia que el grupo Techint mantiene tanto en la central fabril como en diversas secretarías del gobierno libertario como Trabajo y Energía o en YPF. “La caída en facturación está en el orden del 35 al 45%. Todo está muy difícil: se suspendieron horas extras, se bajaron los contratados, no sabemos mucho cómo seguimos”, agrega el empresario de la UIA.
El industricidio ya ocurrió en 2001. Entonces, la Argentina llevaba diez años libre de inflación, el mal que pretende desterrar, y con razón, Milei. El Estado era tan pequeño que el gasto público representaba el 25% del PBI, no el 40% como hasta ahora
Un colega suyo del comité ejecutivo de la entidad coincide: “Estamos atravesando una depresión económica, por caída de la demanda, de la inversión y del poder adquisitivo de los salarios, que impacta en la menor demanda. Es muy complicado”. Otro de la cúpula fabril admite el bajón pese a su afinidad ideológica con el Gobierno: “Depresión es el término totalmente correcto. Hay caída del PIB, un economía que se achica. Ya no es que no se crece. La caída de ventas afecta a todos, pero las pymes tienen menos espaldas para aguantar. La gran pregunta es cuándo rebota. ¿Puede rebotar rápido con la reducción de los recursos que el Estado volcaba a la economía? Claramente, el rebote debe venir por el lado del consumo”. Pero otros industriales de larga trayectoria advierten que con los salarios recontrahundidos en este gobierno y en los dos anteriores también será difícil que repunte el mercado interno. Agregan que lo poco que pueda recuperarse será abastecido por productos extranjeros si el Gobierno sigue apostando a bajar la inflación atrasando el tipo de cambio (el dólar oficial sube sólo 2% mensual, mucho menos que la inflación, y los bienes y servicios se encarecen en términos internacionales) y abriendo la importación.
En el oficialismo se quejan de que las grandes empresas “oligopólicas” de alimentos e higiene hayan aumentado tanto los precios, pero en lugar de planificar una política de defensa de la competencia hablan de “importar sin generar un industricidio”.
Estamos atravesando una depresión económica, por caída de la demanda, de la inversión y del poder adquisitivo de los salarios, que impacta en la menor demanda. Es muy complicado", comenta un dirigente de la UIA.
El industricidio ya ocurrió en 2001. En aquel tiempo, la Argentina llevaba diez años libre de inflación, el mal que pretende desterrar, y con razón, Milei. El Estado era tan pequeño que el gasto público representaba el 25% del PBI, no el 40% como hasta ahora, es decir, el nivel que anhela el jefe de Estado. Por tanto, la presión impositiva tampoco era tan alta. Sin embargo, los productos y servicios made in Argentina eran caros por el dólar barato, o el peso sobrevaluado: retrocecía la producción local, se imponía la importación y la migración de fábricas hacia Brasil y terminaba aumentando el desempleo hasta niveles insostenibles. Eso sí, no había inflación.
“Esto ya no es recesión, es depresión”, comenta un empresario autopartista, mientras General Motors frena otra vez su planta de Rosario, Renault deja de renovar contratos en Córdoba y Toyota ofrece retiros voluntarios. “Estamos en niveles de producción como en la pandemia”, agrega. Pero no hay Covid-19, sólo epidemia de dengue. En el sector de la indumentaria hay dueños de marcas reconocidas que ya planifican dejar de producir en la Argentina y comenzar a encargar ropa en el exterior. Otros se pasan a la clandestinidad. Que la recaudación tributaria haya caído 16% en términos reales (ajustada por inflación) en marzo es un reflejo del hundimiento y amenaza la consecución de la meta de déficit cero.
Depresión vs recesión
Hay un debate entre empresarios y economistas sobre si puede hablarse de depresión o estamos ante una recesión. “No es depresión sino recesión”, difiere otro mandamás de la UIA. “No es depresión, sino una fuerte contracción económica”, opina el consultor Hernán Hirsch. Otra colega, que prefiere el anonimato, analiza: “Podés hablar de depresión si considerás que el PBI per capita de la Argentina viene en caída, o estancado, desde 2011 y, por tanto, la crisis es prolongada en el tiempo. En cambio, recesión es una caída del PBI de tres trimestres consecutivos”. En la Academia Nacional de Ciencias Económicas, uno de sus doctores concuerda: “Depresión es estancamiento a largo plazo y estamos ahí desde 2012. El PBI por habitante viene cayendo 1% por año en promedio. O sea la depresión ya estaba y ahora le están poniendo más clavos al ataúd con una recesión muy fuerte”. En los Estados Unidos de los 80, el presidente Ronald Reagan y el jefe de la Reserva Federal, Paul Volcker, bajaron la elevada inflación a fuerza de derrumbar la economía tres años, pero Milei no tiene tanto tiempo ni cuenta con una moneda propia fuerte para estabilizar. Otro académico, Fernando Navajas, prefiere hablar de recesión: “Los datos en la industria son claros”.
No es depresión, sino una fuerte contracción económica
“Podríamos decir que ya que se dieron tres meses seguidos de caída en la actividad productiva, tanto en términos desestacionalizados comparados con el mes anterior, como en variaciones interanuales”, analiza el economista jefe del Banco Credicoop, Alfredo García. “Estas últimas han sido de -0,9% en noviembre, -4,5% en diciembre y -4,3% en enero. Es tan severa la caída de la actividad, registrada desde todo tipo de índice sectorial o general, tanto de producción como de consumo, que parecería irrelevante intentar definir teórica o matemáticamente si estamos en una recesión. La mayoría de los analistas acuerda en que el cambio de tendencia se daría a mediados de año, sea porque se estabiliza la economía, evolución en L, o porque comienza a crecer, evolución en V. Con ello, resulta lógico sustentar, con elevadas probabilidades, que en el primer semestre se vivirá una recesión desde el punto de vista técnico”, concluye García.
El ministro de Economía, Luis Caputo, festeja que la cadena chilena Cencosud, dueña de Jumbo y Vea, baje precios, pero otras competidoras como la francesa Carrefour contradicen sus deseos e insisten con las promociones si se compra una segunda unidad, de modo de asegurarse más ventas. Hay usuarios de Personal que llaman a la empresa de telefonía celular para darse de baja ante los fuertes aumentos y se encuentran con que automáticamente se les ofrece primero una rebaja del 20% y si la rechazan, otra del 25%. También el gobierno de Fernando de la Rúa (1999-2001) se festejaba que descendieran los precios, pero era señal de recesión. El riesgo es que suba el desempleo y comiencen las quiebras empresariales. Mientras, en los grupos de Whatsapp de los countries crecen las ofertas de vecinos vendiendo dólares blue para pagar sus cuentas.
Es tan severa la caída de la actividad, registrada desde todo tipo de índice sectorial o general, tanto de producción como de consumo, que parecería irrelevante intentar definir teórica o matemáticamente si estamos en una recesión
Pobreza y dolarización
Pero Milei está convencido de que bajando la inflación logrará reactivar la economía. Los empresarios especulan que “si le sale bien, en julio o agosto” comienza a pegar la curva, pero dudan de que así sea. Mientras, para atender el agravamiento de la pobreza, el jefe de Estado decidió que aumentara 500% el subsidio del Plan Mil Días para madres embarazadas o de niños menores de tres años y su secretario de Niñez, Adolescencia y Familia, Pablo de la Torre, dialoga con los bancos Mundial e Interamericano de Desarrollo (BID) para que financien espacios de primera infancia para contener con guarderías y controles sanitarios a esas mujeres y sus hijos, tal como él hizo en su paso por el partido de San Miguel. Serían centros municipales o de organizaciones no gubernamentales, como los de la Fundación Conin, que preside el médico Abel Albino.
Mientras tanto, De la Torre y su par de Trabajo, Julio Cordero, aún definen los detalles de cómo dividir a los 1,2 millones de beneficiarios del plan Potenciar Trabajo en dos: el primero dirigirá el Programa de Acompañamiento Social, que no sólo sería para mayores de 50 años y madres de cuatro o más hijos sino también para personas con imposibilidades para trabajar, a cargo de familias con situaciones especiales o de comedores y espacios de primera infancia; y el segundo tendrá a su cargo el Volver al Trabajo, que capacitará a menores de 50 para acceder a empleos formales sin que por eso les quiten el subsidio. Las autoridades se han reunido con ejecutivos de la empresa de reparto Rappi, que está interesada en sumar más jóvenes como trabajadores independientes y les ofrecen beneficios para reparar motos y bicis usadas. Pero ya hay beneficiarios del Potenciar que distribuyen pedidos de Rappi. Muchos de los que cobran esta subvención ya contaban con changas para sobrevivir.
En el propio Consejo de Asesores Económicos que aconseja a Milei hay dudas sobre cuánta recesión será necesaria para estabilizar la inflación e iniciar el crecimiento y sobre cuándo la economía tendrá la capacidad para recuperarse. Así quedó expresado en su primera reunión de este miércoles. Del Consejo participan Demian Reidel, el legislador porteño Ramiro Marra, el empresario Eduardo Bastitta, Fausto Spotorno, Ariel Coremberg, el financista Miguel Boggiano, Ramiro Castiñeira y Julio Goldstein. Varios de ellos preferían el camino de bajar la inflación dolarizando, pero admiten que la Argentina carece de credibilidad para conseguir los US$25.000 millones necesarios para canjear los pesos por dólares. Incluso faltan los US$15.000 millones que el Presidente y Caputo quieren para salir del cepo cambiario: ¿las grandes cerealeras les proveen parte de esas divisas liquidando la cosecha a este tipo de cambio oficial o esperarán a que primero se elimine el cepo y suba el dólar, como temen algunos dirigentes de La Libertad Avanza? ¿El Fondo Monetario Internacional (FMI) volverá a prestar a la Argentina para liberalizar los controles de capitales, después de tantos incumplimientos pasados? Por eso, en el Consejo se tragan el camino de bajar la inflación con la “quimioterapia de un proceso largo y tortuoso de recesión”. Pese a los datos duros, consideran que el Gobierno la está reduciendo de forma abrupta, como con el déficit fiscal.
En el Consejo consideran que para volver a crecer se necesita una inversión del 25% del PBI, frente al 18% que alcanzaba en 2022. Unos 10 puntos son inversiones sistemáticas para mantener el funcionamiento de lo que está. Otros 10 dependen de recrear un sistema financiero interno y los 5 restantes, de la generación de expectativas para atraer capital extranjero. Para recuperar el crédito, se necesita bajar la inflación y el riesgo país, que entre la cosecha y se apruebe “al menos alguna ley”, reclaman asesores de Milei. El Presidente les dice a sus funcionarios que quiere que el Congreso sancione algunas de sus reformas como la laboral, pero sin un toma y daca con los gobernadores y legisladores, que les piden desde tal obra pública hasta este cargo en un directorio de empresa estatal. Sus críticos, en cambio, temen que sólo conseguirá inversiones “rifando” los recursos naturales, desde el gas hasta el litio, exportándolo sin agregarle valor. Eso es lo que le advertía este jueves el exsecretario de Desarrollo Productivo José Ignacio de Mendiguren al exministro Sergio Massa en una charla privada sobre el próximo libro que publicará el derrotado en el balotaje. “Igual, mientras no resuelvan el cepo, no van a venir tampoco por las materias primas”, le respondió Massa, que ahora trabaja para el fondo de inversión Greylock Capital.
AR/MG