A un año del inicio de la pandemia, la Argentina muestra el mismo fenómeno que el Fondo Monetario Internacional reveló esta semana que se vive en el mundo: hay un crecimiento acelerado e inesperado que convive con un crecimiento de la pobreza, como el 42% reportado la semana que pasó.
En el mundo, el crecimiento promedio de la economía global estará bastante por encima del 5.5% que el FMI estimó en enero. En ese mismo reporte, el FMI aseguró que la Argentina crecería al 4,5%. Pero tanto en el Banco Central como en el Ministerio de Economía ya hay funcionarios que dicen que el producto bruto interno de la Argentina podría llegar a crecer hasta el 10% en su promedio anual si la pandemia no obliga a cierres severos de la economía. Y ponen como piso el 7% que ya arriesgo el ministro Martín Guzmán hace dos semanas, pidiendo no ser nombrados porque no son voceros oficiales.
El organismo multilateral de crédito actualizará su pronóstico para el mundo y para la Argentina esta semana. Pero la jefa, Kristalina Georgieva ya anticipó que, traccionada por China, que volverá a crecer al 8% como en la primera década del siglo, y los Estados Unidos, que en menos de dos meses ya habrá alcanzado inmunidad de rebaño, el mundo que empieza a salir en forma despareja de la pandemia del Covid 19 es una locomotora que acelera su velocidad y que ahora enfrentará el peligro de las subas de la inflación y de las tasas de interés.
Los pronósticos de crecimiento de la economía argentina –que, como pasa en el mundo, en el interior del promedio oculta variables extremas que a la vez ocurren generando mayores desigualdades- ya están siendo reportados por distintos sectores.
La poderosa Cámara de la Industria Aceitera y el Centro de Exportadores de Cereales (Ciara-CEC) hicieron públicas el jueves pasado las liquidaciones de divisas por exportaciones de granos, oleaginosas y subproductos que ascendió a US$ 2.774 millones de dólares en marzo. Récord histórico. Jamás la Argentina tuvo ese nivel de ingresos por exportaciones de sus cosechas. La cifra es un 160% más alta que los US$ 1.064 millones exportados en el mismo mes del año pasado. Y está más de US$900 millones por encima del récord anterior para marzo, que se registró en 2011, con US$ 1818 millones.
La nunca antes vista cifra de marzo, hizo que la cifra acumulada del primer trimestre trepara a US$ 6.724 millones, que casi duplicó los US$ 3.493 millones del mismo período del año pasado. Y también fue récord: batió la marca de 2016, cuando los granjeros argentinos vaciaron sus silobolsas luego de acumular un año sin liquidar divisas. En ese trimestre, la liquidación totalizó US$ 5.900 millones.
Esta vez, sin rebajas en los derechos de exportación, los granjeros vaciaron sus silobosas por los atractivos precios internacionales de la soja, que siguen bien por encima de los US$ 500 la tonelada (si alguien se pregunta porque la Sociedad Rural no emite comunicados quejosos contra el Gobierno desde hace meses, encontrará en esa cifra la explicación). El Indec aún no reportó los datos de marzo, pero según los datos del Instituto de enero y febrero, las exportaciones de soja se incrementaron en US$ 1.650 millones en esos meses comparados con el mismo período de 2020.
Toda esa plata entró a las arcas del Banco Central, que ahora pronostica que llegará al segundo semestre con US$ 10.000 millones en reservas líquidas, cuando la cosecha de soja no ha comenzado a levantarse. El mismo jueves, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires reveló que tan sólo el 1 % de la nueva cosecha de soja ha sido recolectada. Y mantuvo su proyección para la cosecha en 44 millones de toneladas. Sólo en soja, la Argentina tiene US$ 22.000 millones acumulados en reservas internacionales. Para ponerle la cereza al postre de las buenas noticias del campo, el instituto del clima de Australia decretó el fin de La Niña esta semana, el fenómeno meteorológico que provoca sequía en la Argentina, y que, de creerle a las proyecciones de la Bolsa de Buenos Aires, apenas habría provocado la pérdida de 6 millones de toneladas en la cosecha que aún tiene un 99% sin recolectar.
Pero el sector agropecuario no es el único que crece. Esta semana habrá datos del crecimiento de la Industria y Construcción que darán un panorama adicional sobre evolución de la economía. El jueves el INDEC dará los datos correspondientes a la producción industrial y la actividad de la construcción durante febrero. En enero, la industria registró su tercera mejora anual consecutiva al crecer 4,4% respecto de enero de 2020. Para entender la cifra hay que ponerla en su contexto regional. El gigante de la economía latinoamericana y otra vez principal socio comercial de la Argentina, Brasil, creció a la mitad del ritmo de la Argentina. Tuvo un crecimiento de 2%. Y la segunda economía de Latinoamérica, México, no creció, sino que vivió una contracción pese a que está atada a la de su principal socio comercial, Estados Unidos, la mayor economía global, que tuvo un crecimiento similar al de la Argentina.
Para febrero el Indec reportará que la Argentina tuvo un crecimiento de su industria de al menos el 2%, según dos funcionarios con acceso a esos guarismos que pidieron no ser identificados porque no son voceros oficiales. Las industrias que motorizan el crecimiento –y que siguen aumentando el consumo de energía que sigue subsidiada pese al lobby de la energéticas y las distribuidoras de electricidad- son la automotriz, las metálicas y las que producen maquinaria, sobre todo para el sector estrella de la Argentina, el agropecuario. Un dato al margen: luego de que Axel Kicillof decretara que la suba de la electricidad en la provincia para las empresas reguladas por él será del 7% es impensado que Edenor y Edesur, reguladas por el gobierno nacional, puedan recibir aumentos superiores a esa cifra aun cuando piden hasta el 30%. Al operar en el conurbano y la ciudad de Buenos Aires, muy probablemente deban asumir la cifra de Kicillof como el máximo.
El sector de la construcción también volverá a ofrecer cifras de crecimiento saludables como ya lo hizo en enero (reportó la jugosa cifra de crecimiento anualizado del 23%) y volverá a probar que está por fuera de la pandemia, creciendo ya a un nivel del 30% por encima de lo que lo hacía cuando no había ningún tipo de restricciones para la circulación. Los argentinos, que tienen la histórica cifra de US$ 250.000 millones en el colchón (nombre genérico que agrupa desde cajas de seguridad en instituciones bancarias a dinero no declarado en cuentas offshore además de los colchones propiamente dichos), comenzaron a sacar esos dólares para aprovechar el bajo costo de la construcción medida en esa moneda.
Al mismo tiempo, a mediados de abril comenzarán a llegar los resultados trimestrales de las empresas que serán con certeza superiores a los del primer trimestre de 2020, que en sus últimos 10 días debieron prácticamente detener sus producciones por la pandemia. Será un anticipo de los números que llegarán en julio con las cifras del segundo trimestre, que mostrarán en su comparación interanual valores tan alejados como el cero y el cien.
De nuevo, muchas de estas cifras ya se están conociendo en forma parcial, como el récord de fracturas hidráulicas a 3.000 metros de profundidad en la roca madre de Vaca Muerta para obligar a la salida de petróleo y gas a la superficie. Y el aumento de la venta de autos que reportó también esta semana la cámara de fabricantes.
Claro que todos los crecimientos, el número más auspicioso es el de ingreso de dólares a las arcas del Banco Central. Gracias a la venta en masa de soja y sus derivados, y de otros cereales como el maíz, el sorgo y el girasol, el Central anotó una compra neta de casi US$ 1.500 millones en marzo, una cifra récord desde noviembre de 2019.
“No van a faltar dólares” en la Argentina, dijo Miguel Pesce, jefe del Central, el jueves. Y alertó que seguramente volverán las presiones para devaluar el tipo de cambio. “Dólares no van a faltar. Tenemos un nivel de exportaciones aceptables, un sistema de administración cambiaria que está funcionando. Es cierto que hay estacionalidad y algunos juegan con eso para generar incertidumbre, pero si pudimos sobrellevarla el año pasado, seguramente vamos a sobrellevarla este año”, dijo Pesce en una entrevista radial.
La acumulación de dólares comenzó en diciembre, cuando probó que podía resistir “las extraordinarias presiones para una devaluación”. Y es porque sabe que volverán esas presiones que mandó a reestructurar sus deudas a unas 25 empresas, a las que ya les aclaró que sólo les dará dólares para el servicio de sus deudas a las que reestructuren sus pagos (sólo el 60% de lo que deberían pagar este año). Es decir, esas 25 empresas deberán sí o sí sentarse con sus acreedores a reestructurar hasta US$ 3.500 millones que vencen este año para poder conseguir los dólares sin importar la salud de sus balances. Van desde poderosísimas compañías que tienen los pesos para pagar la totalidad de lo que deben en sus arcas como la inglesa Pan American Energy (cuyo dueño mayoritario es la Británica BP, pese a su maniobra de distracción que coloca a los accionistas minoritarios Bulgheroni como pantalla para sus operaciones a tan sólo 600 kilómetros de la Islas Malvinas) hasta muchas otras agobiadas por el estrés financiero como Mastellone (que es controlada en forma indirecta por Arcor, de la familia Pagani), sin olvidar estatales como YPF Luz, que seguirá el camino de la restructuración marcado por su controlante YPF, que hizo de rompehielos para esta estrategia del Ministerio de Economía en febrero.
Mientras la economía argentina parece encaminada, llegarán con certeza en los próximo 15 días otras noticias desde el mundo. En principio, este viernes 9 de abril comenzará la cumbre entre el Banco Mundial y el FMI que dará precisiones sobre la fecha de llegada de los fondos correspondientes a los Derechos Especiales de Giro (DEG) que habilitará el organismo dirigido por Kristalina Georgieva para los países miembros en este contexto de pandemia. Por su participación accionaria en el Fondo, la Argentina podría recibir hasta US$ 4.370 millones en agosto. Lo que llevaría las arcas del Central a casi US$ 15.000 millones, dinero más que suficiente para afrontar los vencimientos con el Club de París (US$ 2.800) y la primera cuota que le vence con el FMI en septiembre (US$ 1.800).
Claro que esos dos vencimiento no están escritos en piedra. El lunes 12 de abril, Guzmán iniciará el duro y pesado trabajo de recorrer las capitales del mundo financiero para convencer a las principales economías que le den dos años de gracia para que la Argentina recién comience a pagar sus deudas en el 2023. Guzmán quiere explicarles en persona que necesita mantener recursos líquidos en las reservas para fortalecer la capacidad de acción del Banco Central a la hora de resistir las presiones devaluatorias como las que sufrió en el segundo semestre de 2021 que llevaron al dólar blue a los 200 pesos y que seguramente volverán, como dijo Pesce (según cálculos propios, de haber cedido a esa presión devaluatoria, la pobreza en Argentina hubiera trepado por encima del 50%).
Para eso, les dirá Guzmán a sus pares de Economía de los países desarrollados, la Argentina necesita hacer un acuerdo con el FMI y con el Club de París que esté necesariamente atado al crecimiento. El staff del FMI coincide con esa apreciación. Sólo resta convencer a los accionistas dueños de los votos.