“Los recientes episodios de restricciones en las cadenas de valor y en los canales logísticos y la escalada de los precios energéticos y de las materias primas podrían ocasionar mayores y más intensos efectos sobre la inflación y sobre el ritmo de recuperación económica”. No son palabras menores, aparecen en el comunicado de la última reunión ejecutiva del Banco Central Europeo (BCE). Casi al unísono, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, en su primera comparecencia tras renovar su segundo mandato como jerarca de la Fed, sucumbía a los cantos de sirena del mercado e incidía en que era el instante de retirar el término “transitorio” para describir la inflación en EEUU.
La pinza logística y energética está presionando sobremanera en los analistas. Hasta el punto de que el consenso -favorable hasta este cambio de tercio en las dos mayores autoridades monetarias a un mantenimiento de los tipos en vigor más allá de 2022- pasó a registrar un empate técnico. Están las posiciones al 50%, según Bloomberg, entre los economistas de Wall Street que ven un alza de tasas en mayo de 2022 y los que apuestan por su contención. Justo el debate dialéctico entre halcones y palomas que se instaló en el BCE y la Fed a tenor de sus últimas actas oficiales.
Varias economías del mundo servirían como botones de muestra de esta dicotomía: rebajar las cargas de combustible monetario de unas tasas de referencia excepcionalmente bajas a uno y otro lado del Atlántico para añadir más propulsión al incipiente ciclo post-Covid. Pero nos encontramos con la aparición de nuevos riesgos sanitarios por la variante Ómicron; precisamente cuando el dinamismo empezaba a ir, en este último trimestre de 2021, viento en popa. Tres de estos países, EEUU, Alemania y España reflejan a la perfección la fricción de un fenómeno que se asemeja a una tormenta perfecta.
¿Estanflación en EEUU? No, alta tensión de precios
En la primera potencia global, el veredicto de Wall Street, que presagia un golpe de timón de la Fed en el ecuador de la próxima primavera, afirma que el PIB norteamericano navega a alta velocidad, con ganancias empresariales batiendo previsiones desde marzo. Este dinamismo viene impulsado por el gasto de sus consumidores disparado durante otoño y sostenido por un mercado laboral en el que los subsidios por desempleo se deslizaron, en su último cómputo semanal, a su nivel más bajo desde 1969. Solo el 6,2% del último dato de inflación de octubre, con el deflactor del IPC o subida de septiembre a septiembre en el 4,4%, una décima por encima de la tasa subyacente- irrumpe como borrón en la recuperación.
Desde la Fed de Atlanta se anticipa que el PIB entre octubre y diciembre, un 8,6%, será el de más fortaleza desde el verano de 2020, extraordinario no sólo porque sacó a EEUU de la recesión técnica de la Gran Pandemia, sino por su explosión, al marcar un crecimiento del 33,4%. Morgan Stanley y JP Morgan acaban de poner números a esta oleada de datos de dinamización económica. El servicio de estudios del primero eleva su predicción al 8,7%, desde nada menos que el 3%, dada la “salud del PIB y la capacidad de gasto e inversión” de consumidores y empresas. Mientras Michael Feroli, de JP Morgan, lo sitúa en el 7%, dos puntos por encima de su anterior estimación. En su caso, por la “notable corrección” del déficit comercial, que deja como sorpresa una contribución positiva al PIB, dentro de unas señales de cierta mejoría de la crisis logística y comercial internacional.
Este empuje de la economía estadounidense no debe relegar que el Libro Beige, que elaboran los doce bancos estatales de la Fed integrados en su sistema, apele a la moderación por el daño colateral que aún trasladará a la economía el cuello de botella comercial y el encarecimiento de la energía al consumo y la inversión privada.
Alemania, potencia comercial pero...
Más retrasada, como acostumbra, la economía europea vuelve a ser epicentro de cierta preocupación global. El informe IFO acaba de revelar caídas de los índices directores germanos por su cuarta ola de epidemia, pero, sobre todo, por el perjuicio ocasionado a la gran potencia comercial de la UE la obstrucción de las cadenas de suministro. Este factor mermó la confianza de consumidores y empresas, que no retomarán el aliento hasta después de Navidad. La esperanza está en el nuevo gobierno semáforo -socialdemócrata, verde y liberal- de Olaf Scholz para que actúe contra una inflación exacerbada, del 6% en noviembre, unas facturas de materias primas desbocadas -en especial, las energéticas- y una industria aún en números rojos, pese al creciente repunte de pedidos y la reducción de inventarios.
Paradójicamente, las expectativas inversoras siguen en fase de semi-euforia, dando por hecho aún que los brotes de inflación serán pasajeros en la zona del euro, pese a que el Ministerio de Finanzas admite un “ligero incremento del PIB” en el trimestre final del año y ultima su revisión a la baja de las previsiones para 2022, que el panel de expertos de Bloomberg relega al 0,7%. El nuevo canciller solicita al BCE que actúe “si la inflación no remite” en la misma longitud de onda que su antecesora, Angela Merkel, quien, en sus últimos días en la oficina, reclama un giro estratégico de la política monetaria europea en caso de que persista el ascenso de precios: el 4.9%, los más altos en los dos decenios de existencia del BCE.
“La reactivación de la economía global continúa, pero se debilitó por la doble crisis logística y energética, que alimentó nuevos desequilibrios” resume el último informe de la OCDE en el que se alerta de la mayor incertidumbre creada por la cepa Ómicron.
España, en medio del huracán
A España, con una coyuntura a medio camino entre el vigor americano y el parón alemán y unos precios en cotas similares a ambas superpotencias económicas, los expertos del club de naciones con rentas altas le otorgan un alza del 4,5% este año -por debajo del 6,9% de EEUU y muy por encima del 2,9% a Alemania-. Además le conceden el galardón del PIB industrializado más dinámico del próximo ejercicio (5,5%) y de 2023 (3,8%). Sin embargo, el clima de “alto riesgo” sobre la factura del gas -notablemente en Europa- y la cesta de la compra dará alas a la inflación de los socios monetarios y provocará mayores desequilibrios en la demanda de consumo y en la creación de empleo.
Todo ello -decía la economista jefe de la OCDE, Laurence Boone-, fue un torpedo en la línea de flotación del ciclo de negocios post-Covid, al que los gobiernos deben seguir contribuyendo, porque “su trabajo no terminó”. Precisan todavía -dice- “repensar sus políticas fiscales y gastar recursos de forma más sabia para añadir potencial de crecimiento y acelerar la transición energética”.
La actividad hispana ya navegaba con cierto retardo. El aumento del 2% inter-trimestral entre julio y septiembre así lo atestigua, con una inflación del 5,6% en noviembre. Aunque en el otro lado vemos una fuerte creación de empleo, hasta el punto de que la tasa de ocupación no sólo recuperó los niveles previos a la epidemia, sino los de 2008, antes del credit crunch, con el desempleo encadenando nueve meses de descensos por primera vez en la historia y la ejecución de fondos europeos en casi un estado de ebullición -el 43,1% y 10.425 millones de euros-, según datos oficiales a los que ha tenido acceso elDiario.es.
Estas cifras llevan al Departamento de Análisis de Bankinter a admitir que “la mejora del mercado laboral continúa de la mano de la recuperación económica y la fase de normalización de la actividad de servicios”, si bien matizan que “aún hay un 2% de empleados en ERTE o prestación de autónomos”. La tasa de ocupación supera los 20 millones.
Bankinter, como la práctica totalidad de las entidades privadas e instituciones como Funcas, redujo sus predicciones, aunque confía en el efecto dinamizador de este trimestre final, con alzas del PIB por encima del pronóstico de la OCDE en cada uno de los ejercicios del trienio, por el efecto de la inmunidad de las vacunas, el vigor del consumo y las perspectivas de inversión. Si bien desde AFI alertan sobre el freno al sector exterior de la crisis logístico-comercial, que empezó a emitir señales positivas en EEUU, pero todavía no en Europa.