El gobierno de Alberto Fernández evalúa por estas horas si entrará este viernes en un impago con el Fondo Monetario Internacional (FMI) mientras se tensa la negociación para reprogramar la deuda que contrajo la administración de Mauricio Macri en 2018. En tres días vencen US$ 731 millones. En un principio se preveía pagarlo, pero el deterioro de las reservas del Banco Central y la dificultad para llegar a un acuerdo con el FMI han tensado la discusión a tal punto de que altos funcionarios del Ejecutivo admiten que tal vez no los abonen.
Hasta hace poco, la fecha clave era el 22 de marzo próximo, cuando vencen US$ 3.200 millones. Esa cifra siempre se consideró impagable. Pero con las reservas que descendieron a 38.944 millones, el Gobierno evalúa no abonar los 731 millones de este viernes. La economista Marina Dal Poggetto, de la consultora Eco Go, calcula que el Central dispone para ese pago de 534 millones que le giró el Fondo cuando repartió a todos sus miembros los derechos especiales de giro (DEG) por la crisis pandémica, pero le faltarían otros 197 millones. Algunos analistas consideran que “no se debería defaultear por sólo 200 millones, pero es parte de la estrategia de negociación del Gobierno”.
“Se está negociando el pago, el FMI quiere que paguemos”, reconoce una alta fuente del Ejecutivo. “Marzo era la fecha límite porque el vencimiento es tan grande que no se puede cumplir. Mientras, se negoció para cerrar lo antes posible. Ahora viene este vencimiento que compromete las reservas. Aún no se decidió, pero es de muy difícil cumplimiento. Si no pagamos, entramos en mora. Los diarios van a escribir escenarios de catástrofe y no creo que acierten. Hoy hay un desacople muy marcado entre la economía real y la financiera”, repite el nuevo mantra del oficialismo. En cambio, analistas pro mercado advierten que un impago obligaría a cerrar más las importaciones, con el consiguiente impacto en el crecimiento económico; dispararía aún más los dólares paralelos, lo que encarece las compras externas y retrasa la liquidación de exportaciones en el mercado oficial; y se complicaría el financiamiento de las empresas.
En medio de la tensión, la subdirectora gerenta del FMI, la indioestadounidense Gita Gopinath, manifestó este martes en rueda de prensa: “Estamos trabajando muy de cerca con las autoridades argentinas para crear un programa que ayude a la gente de la Argentina. Eso requeriría de un programa que sea sólido y creíble y que aborde los desequilibrios que tiene el país. Tenemos que mejorar los desequilibrios para ayudar a los argentinos a recuperarse de las dificultades que están viviendo. Estamos trabajando muy de cerca con las autoridades. Entendemos que la situación social y económica es desafiante, por eso estamos adoptando un enfoque flexible y pragmático y esperamos lograr más avances en los próximos días”. Es decir, el Fondo y las potencias que lo dominan tienen también su mantra, el plan “sólido”, pero el organismo se muestra concesivo al hablar de “flexibilidad” y “pragmatismo”.
El impacto
La disputa es por el ritmo del ajuste fiscal de este año y los próximos. El ministro de Economía, Martín Guzmán, rechaza un recorte del gasto público que hunda el PBI en 2022 y 2023, como sucedió con el programa del FMI y Macri en 2018 y 2019. Si el recorte del déficit de las cuentas públicas se puede convenir sin afectar el crecimiento, entonces lo aceptaría.
La idea original del oficialismo era tensar la cuerda de la negociación hasta el vencimiento de marzo próximo. Pero la caída de las reservas y el salto de los dólares paralelos han acotado los tiempos y en el Gobierno admiten que no pueden seguir negociando dos meses más en este clima. Tal vez por eso hayan adelantado la fecha límite a este viernes. ¿Para tensar la discusión para acordar? Se sabrá en los próximos días.
Un economista de diálogo frecuente con el FMI, Miguel Kiguel, de la consultora Econviews, opina que “si el impago es por unos días y por sólo 700 palitos, que no es mucho, se puede arreglar en marzo”. “Si se suma después el pago de marzo, se empieza a complicar porque es más difícil salir de varios atrasos y se van gatillando distintas penalidades que pueden llevar a la expulsión de la Argentina del FMI, cosa que no va a pasar”, aclara Kiguel.
Héctor Torres, ex director argentino ante el Fondo, advierte sobre impactos domésticos: “La gravedad depende un poco de que sea default con portazo o default con beso. En cualquier caso, nos traería consecuencias muy graves. Como el FMI se vería obligado a usar su burden sharing policy (política de distribución de la carga), terminaría cobrándole más intereses a los países deudores y pagándole menos a los países de los que toma dinero. Ello nos pondría a todo el mundo en contra. Además, perderíamos el acceso a los préstamos de las otras instituciones internacionales de crédito. Muy probablemente se caería también el crédito comercial. Los importadores tendrían que pagar al contado y por adelantado, las cartas de crédito se complicarían, y los exportadores perderían la posibilidad de prefinanciar exportaciones. Esto llevaría a una caída del producto, más pobreza y, por ende, más problemas fiscales. No es difícil imaginar una corrida para retirar los depósitos en dólares de los bancos y un salto cambiario”. En tanto, Dal Poggetto pone en duda de que finalmente la Argentina no pague la deuda este viernes: “Están zigzagueando con las operaciones de prensa. Primero dicen que sí, después que no y ahora vuelven a operar que sí. Al Fondo técnicamente no se le defaultea, se entra en atrasos. Es un problema grande. Primero porque se te cortan las pocas líneas de crédito que te quedan y después porque para salir tenés que primero pagar, lo cual lo hace inviable. Pero además los DEG que te quedan son del FMI. Tenés que ponerle un stop debit para que no se lo cobre solo”.
Desde la heterodoxia, Nicolás Pertierra, del Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (CESO), pone la pelota del lado del Fondo: “Con una mora se aceleran los tiempos y la negociación pasa a una etapa más política que técnica porque el Fondo, si quiere, encuentra los mecanismos para normalizar esto, los créditos puente, los créditos con otros organismos, por ejemplo. Si el Fondo toma la decisión política de aportar estabilidad, no tiene mayores riesgos. Hasta ahora no aportó nada: ni más plazos, ni eliminar sobretasas ni condiciones flexibles... Veremos”. Su colega Nicolás Zeolla, de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), observa: “Llegado el caso en que suceda el impago, creo que es una parte de la negociación, considero correcto que deben conseguirse buenas condiciones para acordar, no sólo lo fiscal, el sendero de déficit, sino también los controles cambiarios y un acuerdo que no esté condicionando los desembolsos cada tres meses. Si ese no es el caso, deberán buscarse alternativas, acuerdos cortos y menos condicionados. Sin lugar a dudas, esto cambiaría la expectativa de cómo se esperaba llegar hasta este momento, con detalles técnicos y otros aspectos más avanzados”.
Por último, otro economista heterodoxo, Juan Valerdi, analiza: “Técnicamente, tenés un mes para pagar desde el día del vencimiento, pero de hecho lo que vas a tener son operaciones de prensa, movimientos en el dólar ilegal y semilegal y en los bonos y demás para generar sensación de caos y apretar. Más aún para el vencimiento de marzo que es impagable, dadas las reservas del Central”. La historia de nunca acabar con el FMI suma tensión y puede definirse en las próximas horas.
AR